185. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Recompensa a los que siguen los consejos evangélicos

 


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


VIII. JESÚS EN PEREA

(Diciembre año 29 - Abril año 30)

185.- RECOMPENSA A LOS QUE SIGUEN LOS CONSEJOS EVANGÉLICOS

TEXTOS

Mateo 19, 27-30

Entonces Pedro, tomando la palabra, le dijo: "Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido: ¿Qué recibiremos entonces?" Jesús les dijo: "Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regenera­ción, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os senta­réis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Is­rael. Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará vida eterna. Y muchos primeros serán últimos y muchos últimos primeros."

Marcos 10, 28-31

Pedro se puso a decir: "Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te he­mos seguido." Jesús respondió: "Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno; ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el tiempo venidero, vida eterna. Y muchos primeros serán últimos y los últi­mos, primeros."

Lucas 18, 28-30

Dijo entonces Pedro, "Ya lo ves, nosotros hemos dejado nuestras cosas y te hemos seguido." El les dijo: "Yo os aseguro que nadie que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres, hijos por el Reino de Dios, quedará sin re­cibir mucho más al presente y, en el tiempo venidero, vida eterna."


INTRODUCCIÓN

San Pedro, hablando en nombre de todos los demás apóstoles, hace con­fiadamente a Cristo una pregunta, ciertamente interesada. Ellos, poco o mucho, habían renunciado a todo lo que tenían para seguir a Jesús. El Se­ñor había prometido un gran tesoro al joven rico si renunciaba a sus rique­zas y le seguía. Pedro en su pregunta hace alusión a esta promesa del Se­ñor. ¿Qué tesoro era ése que a ellos se les iba a conceder por haber segui­do el consejo de renunciar a todo, que aquel joven desechó?

El Señor condesciende a la pregunta de Pedro y anuncia a los apóstoles el premio singular que les está reservado. La respuesta de Cristo encierra va­rias promesas. La primera va dirigida exclusivamente al grupo de los Doce; las otras van dirigidas a todos aquellos que en el transcurso de los tiempos dejarán todo y seguirán a Cristo en celibato y en pobreza volunta­ria.

MEDITACIÓN

1) Participarán en el poder de Cristo Juez

Esta promesa, como hemos indicado, se refiere exclusivamente al grupo de los apóstoles, de los Doce.

Cuando el Señor describe el Juicio Final comienza diciendo: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria." Y desde ese trono de gloria llevará a cabo el Juicio Universal de toda la humanidad. (Cfr. Mt 25,31-46)

El Señor usa la imagen de "trono de gloria" para señalar su poder de Rey Universal, y aquí de manera especial será ejercido como poder judicial so­bre todo los pueblos y personas.

Lo que promete a los apóstoles es que ellos también compartirán ese po­der glorioso de Jesús, Juez de vivos y muertos.

"En la regeneración" se refiere a la segunda venida de Cristo como Juez al final de los tiempos; y fruto de esa venida del Señor y de su Juicio Univer­sal será la purificación del universo entero, la purificación plena de todos los elegidos, la renovación completa de un mundo donde ya no existirá el pecado, ni habrá poderes demoníacos.

"Vosotros os sentaréis en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Is­rael". Es clara promesa de una especial participación de los doce apóstoles en el poder de Cristo Juez, al final de los tiempos. Las "doce tribus de Is­rael" hay que entenderlas como el Nuevo Pueblo de Dios en toda su am­plitud, el Nuevo Israel, que fundamentalmente será la Iglesia, pero en el que todos los pueblos y todos los hombres están llamados a participar; por tanto, se refiere a participar con Cristo en el juicio universal de toda la humanidad.

En qué consiste esta participación de los apóstoles no se nos explica en las palabras del Señor. Cristo fundó el Nuevo Pueblo de Israel sobre el funda­mento de los apóstoles. Así nos dice San Pablo: "Sois edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mis­mo." (Efes 2,20)

Al juzgar Cristo a la humanidad ha querido que sus apóstoles, a los que constituyó cimiento del Nuevo Pueblo fundado por él, tengan una posición relevante y le acompañen en su misión de Juez. No conocemos más en concreto sobre esta participación de los apóstoles en el Juicio Universal.

2) "Recibirá el ciento por uno y heredará vida eterna"

"Con persecuciones"

Estas promesas van dirigidas no sólo a los apóstoles, sino a todos los que sigan a Cristo con el renunciamiento a los bienes de este mundo.

Los que por amor a Cristo y por causa del Evangelio se hayan despojado de toda riqueza y hayan renunciado incluso al tesoro de la familia, mujer, hijos, padres, recibirán una doble recompensa: Una ya en esta vida, la re­compensa de recibir el ciento por uno de lo que dejaron. La experiencia continua de las personas consagradas al Señor confirma esta promesa de Cristo. En primer lugar, los bienes espirituales que se reciben son infinita­mente superiores a todos los bienes materiales que se han dejado; pero aun en el aspecto de bienes materiales, el religioso encuentra casa, comida, en todas partes del mundo donde vaya y esté establecida su congregación re­ligiosa. Renuncia a sus bienes materiales, y los bienes materiales de su congregación están a su servicio, para bien de su salud, de su formación, para satisfacer todas las necesidades que pueda tener. Su seguridad mate­rial es mayor que la de la gran mayoría de los hombres. Y en lo que se re­fiere a dejar la familia, es completamente cierto que la paternidad espiri­tual de los consagrados al Señor es "céntuplo por uno" en esta tierra.

La otra recompensa es el otro don, que encierra todos los demás dones: La vida eterna. Ciertamente, la garantía de la vida eterna es una recompensa admirable, y ante esta recompensa no queda sino agradecer infinitamente la generosidad del Señor. Realmente que es muy poco, casi nada lo que se abandona, y ¡qué infinito tesoro es el que se obtiene!

"Con persecuciones". El Señor no oculta lo que ha de ser ley general para aquellos que se entregan totalmente a su servicio. El mundo no lo puede soportar y procurará acosarles siempre y perseguirles.

Pero el ser perseguido por Cristo es otra de las bienaventuranzas que el Señor proclamó en el Sermón del Monte: "Bienaventurados seréis cuando os injurien y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos." (Mt 5, 11-12)

Los apóstoles experimentaron esta alegría cuando fueron azotados y humi­llados por mandato del Sanedrín: "Ellos marcharon de la presencia del Sanedrín contentos por haber sido considerados dignos de recibir ultrajes por el Nombre (de Jesús)." (Hech.5, 41)

Y a los Filipenses, que habían sufrido muchas tribulaciones, les escribe Pablo: "A vosotros se os ha concedido la gracia de que por Cristo, no sólo creáis en él, sino también que padezcáis por él." (1, 29)

Las persecuciones son, pues, otra recompensa del seguimiento a Cristo.

3) "Muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros"

Esta sentencia la dijo el Señor en diversas circunstancias y en diversos contextos, y no siempre puede interpretarse de la misma manera. Con fre­cuencia esta frase la refiere el Señor a los judíos y gentiles, dando a enten­der que los judíos que eran entonces los primeros, los elegidos del pueblo de Dios, por su rechazo a Cristo, vendrán a ser los últimos; y en cambio, los paganos que eran los últimos, vendrán a ser los primeros. Distinta in­terpretación también cuando nos dice el Señor que las prostitutas y los publicanos entrarán en el Reino de los Cielos antes que los fariseos. (Cfr. Lc 13, 28-30; Mt 21, 31)

Aquí la interpretación es distinta: se refiere el Señor a que, con mucha fre­cuencia, los que viven consagrados a Cristo serán despreciados en este mundo y considerados los últimos en la jerarquía de valores que tienen los hombres; pero ellos serán los primeros y más considerados en el Reino de los Cielos.


Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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