Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo 8


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita


Continuamos con la publicación de las meditaciones diarias por el P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita, en esta octava entrega compartimos el segundo grupo de las meditaciones correspondientes al tema:

II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(Mayo 28 - Mayo 29)

C.- ULTERIOR PREDICACIÓN Y MILAGROS DE JESÚS

Asimismo, se presenta la Introducción y Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones presentadas por el autor, con la finalidad de dar orientaciones básicas a los ejercitantes, y se complementa con orientaciones para realizar el examen de la meditación.

Estas meditaciones se publicarán semanalmente en grupo correspondientes a un tema. Esperamos que estas publicaciones sean de provecho espiritual, con la gracia de Dios.

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Domingo IV Tiempo de Cuaresma. Ciclo C – “El hijo pródigo”



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P. Adolfo Franco, jesuita.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (15, 1-3. 11-32):

 

En aquel tiempo, solían acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:

- «Ese acoge a los pecadores y come con ellos.»

Jesús les dijo esta parábola:

- «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna."

El padre les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.

Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.

Recapacitando entonces, se dijo:

"Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros. "

Se levantó y vino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.

Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo, "

Pero el padre dijo a sus criados:

"Sacad en seguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."

Y empezaron a celebrar el banquete.

Su hijo mayor estaba en el campo.

Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.

Este le contestó:

"Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud."

El se indignó y no quería entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.

Entonces él respondió a su padre:

"Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado."

El padre le dijo:

"Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado"».


Es importante que creamos de verdad que Dios es nuestro Padre; eso nos lo dice nada menos que EL HIJO.

Esta hermosa página del Evangelio muy conocida y muy meditada es la parábola del hijo pródigo. En ella se nos da un cuadro impresionante cuyo centro es Dios Padre lleno de amor por un hijo pecador. Y en ella se nos ofrece un atisbo de las reflexiones de este hijo descarriado, su meditación en el momento en que las circunstancias le obligan a pensar: "Recapacitando entonces se dijo: Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre..."

Este hombre ha llegado al fracaso, está frustrado. El vacío que siente le obliga a pensar: Y seguramente pensaría así: Ayer se fue mi último amigo, intentó despedirse con una sonrisa, pero no sé si se estaba burlando. Tenía prisa en marcharse. A mi lado ya no podía conseguir nada. Cuántos se fueron yendo en los últimos días. Ahora se han ido todos. Nadie me va a ayudar; no me ha quedado más que este rincón inmundo, yo que tanto presumí de elegancia. Hasta hace pocas semanas yo podía pagar espléndidas posadas; todos se desvivían por ofrecerme sus servicios.

Me creía invencible para siempre. El triunfador ahora no tiene más que este lugar sucio, con olores de estiércol; es el único sitio que me queda. ¿Cómo pude llegar a esto? Hace tan poco tiempo que salí de mi casa; iba cargado de riqueza. Montando mi caballo blanco yo pensé que tenía el mundo en mis manos. Era un triunfador. Parecía que tenía poder mágico en mis manos: donde yo iba, todo se transformaba en fiesta. Llegué a pensar que era un ser único, por encima de todo ser humano.

Pero la fiesta se acabó. Detrás del cortinaje de las apariencias, lo que había era esta realidad de vergüenza y humillación. El poder ha quedado en nada; incluso ayer tuve que suplicar por un lugar en la pocilga. La riqueza que me abría todas las puertas se desvaneció como una neblina. Y especialmente el sentido de mi propia dignidad: detrás de esa apariencia de esplendor no había nada. Ahora mi cortejo es este grupo de sucios animales con los que peleo por la comida.

Pero el hilo de las reflexiones le fue llevando a su Padre; se había dado cuenta de que lo que le faltaba era su Padre. Era esa la única salida, la única verdad. Todo había sido ilusión y engaño; por fin empezaría la verdad. Su padre era lo que en realidad necesitaba.

Y la meditación la fue continuando, añoraba a su Padre, necesitaba verlo. La añoranza de su abrazo, la sentía como un río de amor y de lágrimas. La añoranza lo puso de nuevo en pie. Y después de un largo camino de regreso ve a lo lejos un hombre que se le viene corriendo. Era su Padre. Ese Padre lo ha intuido cuando aún estaba lejos, y su corazón le empuja al encuentro. El hijo recibe un abrazo, lo que él necesitaba. El corazón del Padre está derramando en este pobre hijo toda su ternura y lo reconforta, lo va haciendo revivir. Ahora se siente protegido en ese afecto que lo envuelve, y lo cura de todo el fracaso, siente que su corazón destila paz. Qué diferencia entre este sentimiento de ser único para mi Padre, y la apariencia de afecto que le dieron aquellos amigos. El corazón de su Padre le está diciendo palabras que nadie más sabe decir: traigan el vestido, el anillo, las sandalias, preparen la fiesta; todas en el fondo significan lo mismo: hijo querido, te amo, te amo.

Esos brazos que le abrazan le dicen hondamente: Hijo querido, cómo te eché de menos. Más que la túnica que le pondrán el hijo se siente vestido de un cariño, que a la vez es dignidad y banquete. Esa ya es su fiesta. Las entrañas se le han conmocionado, y sentimientos nunca antes experimentados le llenan de paz, le traen todos los aromas, le curan todas las heridas, y reconstruyen una nueva esperanza con las ruinas de su fracaso. Es ahora cuando la vida empieza de nuevo.

Esta pintura de nuestro Padre destaca la seguridad de que Dios es apoyo y refugio, porque es ternura y misericordia. El nos ama sin condiciones. Esta maravilla increíble, esta esperanza que no hubiéramos imaginado, es la redención: la redención que nos trae Jesús, es el abrazo del Padre, y es la fiesta de la dignidad y de la salvación. La redención de Jesús es el banquete de la alegría.

 

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Voz de audio: José Alberto Torres Jiménez.
Ministerio de Liturgia de la Parroquia San Pedro, Lima. 
Agradecemos a José Alberto por su colaboración.

...

Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.

Para otras reflexiones del P. Adolfo acceda AQUÍ.

 






Catequesis del Papa sobre la vejez: 4. «La despedida y la herencia: memoria y testimonio»


 

PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Aula PaBlo VI
Miércoles, 23 de marzo de 2022

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En la Biblia, el pasaje de la muerte del viejo Moisés está precedido por su testamento espiritual, llamado “Cántico de Moisés”. Este Cántico es en primer lugar una bellísima confesión de fe, y dice así: «Porque voy a aclamar el nombre de Yahveh; ¡ensalzad a nuestro Dios! Él es la Roca, su obra es consumada, pues todos sus caminos son justicia. Es Dios de lealtad, no de perfidia, es justo y recto» (Dt 32,3-4).  Pero también es memoria de la historia vivida con Dios, de las aventuras del pueblo que se ha formado a partir de la fe en el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Y por tanto Moisés recuerda también las amarguras y las desilusiones del mismo Dios: Su fidelidad puesta continuamente a prueba por la infidelidad de su pueblo. El Dios fiel y la respuesta del pueblo infiel: como si el pueblo quisiera poner a prueba la fidelidad de Dios. Y Él permanece siempre fiel, cerca de su pueblo. Este es precisamente el núcleo del Cántico de Moisés: la fidelidad de Dios que nos acompaña durante toda la vida.

Cuando Moisés pronuncia esta confesión de fe está en el umbral de la tierra prometida, y también de su despedida de la vida. Tenía ciento veinte años, señala la narración, pero «no se había apagado su ojo» (Dt 34,7). Esa capacidad de ver, ver realmente y también ver simbólicamente, como tienen los ancianos, que saben ver las cosas, el significado más profundo de las cosas. La vitalidad de su mirada es un don valioso: le consiente transmitir la herencia de su larga experiencia de vida y de fe, con la lucidez necesaria. Moisés ve la historia y transmite la historia; los ancianos ven la historia y transmiten la historia.

Una vejez a la cual le es concedida esta lucidez es un don valioso para la próxima generación. La escucha personal y directa del pasaje de la historia de fe vivida, con todos sus altibajos, es insustituible. Leerla en los libros, verla en las películas, consultarla en internet, aunque sea útil, nunca será lo mismo. Esta transmisión —¡que es la auténtica tradición, la transmisión concreta del anciano al joven!—, esta transmisión le falta mucho hoy, y cada vez más, a las nuevas generaciones. ¿Por qué? Porque esta civilización nueva tiene la idea de que los ancianos son material de descarte, los ancianos deben ser descartados. ¡Esto es una brutalidad! No, no es así. La narración directa, de persona a persona, tiene tonos y modos de comunicación que ningún otro medio puede sustituir. Un anciano que ha vivido mucho, y obtiene el don de un lúcido y apasionado testimonio de su historia, es una bendición insustituible. ¿Somos capaces de reconocer y de honrar este don de los ancianos? ¿La transmisión de la fe —y del sentido de la vida— sigue hoy este camino de escucha de los ancianos?  Yo puedo dar un testimonio personal. El odio y la rabia contra la guerra yo lo aprendí de mi abuelo que combatió en el Piave, en 1914: él me transmitió esta rabia a la guerra. Porque me contó los sufrimientos de una guerra. Y esto no se aprende ni en los libros ni de otra manera, se aprende así, transmitiéndola de abuelos a nietos. Y esto es insustituible. La transmisión de la experiencia de vida de los abuelos a los nietos. Lamentablemente hoy esto no es así y se piensa que los abuelos sean material de descarte: ¡no! Son la memoria viva de un pueblo y los jóvenes y los niños deben escuchar a los abuelos.

En nuestra cultura, tan “políticamente correcta”, este camino resulta obstaculizado de varias formas: en la familia, en la sociedad, en la misma comunidad cristiana. Hay quien propone incluso abolir la enseñanza de la historia, como una información superflua sobre mundos que ya no son actuales, que quita recursos al conocimiento del presente. ¡Cómo si nosotros hubiéramos nacido ayer!

A la transmisión de la fe, por otro lado, le falta a menudo la pasión propia de una “historia vivida”. Transmitir la fe no es decir las cosas “bla-bla-bla”. Es contar la experiencia de fe. ¿Y entonces difícilmente puede atraer a elegir el amor para siempre, la fidelidad a la palabra dada, la perseverancia en la entrega, la compasión por los rostros heridos y abatidos? Ciertamente, las historias de la vida deben ser transformadas en testimonio, y el testimonio debe ser leal. No es ciertamente leal la ideología que doblega la historia a los propios esquemas; no es leal la propaganda, que adapta la historia a la promoción del propio grupo; no es leal hacer de la historia un tribunal en el que se condena todo el pasado y se desalienta todo futuro. Ser leal es contar la historia como es, y solamente la puede contar bien quien la ha vivido. Por esto es muy importante escuchar a los ancianos, escuchar a los abuelos, es importante que los niños hablen con ellos.

Los mismos Evangelios cuentan honestamente la historia bendita de Jesús sin esconder los errores, las incomprensiones e incluso las traiciones de sus discípulos. Esta es la historia, es la verdad, esto es testimonio. Este es el don de la memoria que los “ancianos” de la Iglesia transmiten, desde el inicio, pasándolo “de mano en mano” a la próxima generación. Nos hará bien preguntarnos: ¿cuánto valoramos esta forma de transmitir la fe, de pasar el testigo entre los ancianos de la comunidad y los jóvenes que se abren al futuro? Y aquí me viene a la mente algo que he dicho muchas veces, pero quisiera repetirlo. ¿Cómo se transmite la fe? “Ah, aquí hay un libro, estúdialo”: no. Así no se puede transmitir la fe. La fe se transmite en dialecto, es decir en el habla familiar, entre abuelos y nietos, entre padres y nietos. La fe se transmite siempre en dialecto, en ese dialecto familiar y vivencial aprendido a lo largo de los años. Por eso es muy importante el diálogo en una familia, el diálogo de los niños con los abuelos que son aquellos que tienen la sabiduría de la fe.

A veces reflexiono sobre esta extraña anomalía. El catecismo de la iniciación cristiana bebe hoy generosamente en la Palabra de Dios y transmite información precisa sobre los dogmas, sobre la moral de la fe y los sacramentos. A menudo falta, sin embargo, un conocimiento de la Iglesia que nazca de la escucha y del testimonio de la historia real de la fe y de la vida de la comunidad eclesial, desde el inicio hasta nuestros días. De niños se aprende la Palabra de Dios en las aulas del catecismo; pero la Iglesia se “aprende”, de jóvenes, en las aulas escolares y en los medios de comunicación de la información global.

La narración de la historia de fe debería ser como el Cántico de Moisés, como el testimonio de los Evangelios y de los Hechos de los Apóstoles. Es decir, una historia capaz de recordar con emoción la bendición de Dios y con lealtad nuestras faltas. Sería bonito que en los itinerarios de catequesis existiera desde el principio también la costumbre de escuchar, de la experiencia vivida de los ancianos, la lúcida confesión de las bendiciones recibidas por Dios, que debemos custodiar, y el leal testimonio de nuestras faltas de fidelidad, que debemos reparar y corregir. Los ancianos entran en la tierra prometida, que Dios desea para toda generación, cuando ofrecen a los jóvenes la bella iniciación de su testimonio y transmiten la historia de la fe, la fe en dialecto, ese dialecto familiar, ese dialecto que pasa de los ancianos a los jóvenes. Entonces, guiados por el Señor Jesús, ancianos y jóvenes entran juntos en su Reino de vida y de amor.  Pero todos juntos. Todos en familia, con este tesoro grande que es la fe transmitida en dialecto.



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Tomado de:

https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2022/documents/20220323-udienza-generale.html

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Coronilla a la Divina Misericordia



Para recitar la Coronilla de la Divina Misericordia se usa un rosario normal y se sigue esta secuencia:

1. La señal de la Cruz: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

2. Oración al principio (opcional): 

Expiraste, Jesús, pero la fuente de vida brotó para las almas y el mar de misericordia se abrió para el mundo entero. Oh fuente de vida, insondable Misericordia Divina, abarca al mundo entero y derrámate sobre nosotros (Diario, 1319).

Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús, como una Fuente de Misericordia para nosotros, en Ti confío (Diario, 84). 

3. Padre Nuestro
4. Ave María
5. Credo (Símbolo de los Apóstoles)

6. En cada grano mayor del Rosario, cuando normalmente se dice el Padre Nuestro, diga:

Padre Eterno,
Te ofrezco
el Cuerpo, la Sangre,
el Alma y la Divinidad
de Tu amadísimo Hijo,
Nuestro Señor Jesucristo,
para el perdón
de nuestros pecados
y los del mundo entero.

7. En cada grano menor del Rosario, cuando normalmente se dice el Ave María, diga:

DIRECTOR:
Por Su dolorosa Pasión,

TODOS:
ten misericordia de nosotros
y del mundo entero.

8. Invocación: Al final de la corona, la siguiente oración se reza tres veces seguidas:

DIRECTOR:
Santo Dios,
Santo Fuerte,
Santo Inmortal,

TODOS:
ten misericordia de nosotros
y del mundo entero.

9. Oración para concluir (opcional)

Oh Dios Eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable, vuelve a nosotros Tu mirada bondadosa y aumenta Tu misericordia en nosotros, para que en momentos difíciles no nos desesperemos ni nos desalentemos, sino que, con gran confianza, nos sometamos a Tu santa voluntad, que es el Amor y la Misericordia mismos. Amén.


10. Jaculatorias

Oh, Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús, como una fuente de misericordia para nosotros, en Ti confío.

Jesús, en ti creo, en ti confío.


11. Letanía de la Misericordia Divina

Director./ Misericordia Divina, que brota del seno del Padre. Todos./ Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, supremo atributo de Dios. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, misterio incomprensible. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, fuente que brota del misterio de la Santísima Trinidad. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, insondable para todo entendimiento humano o angélico. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, de donde brotan toda Vida y Felicidad. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, más sublime que los Cielos. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, fuente de milagros y maravillas. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que abarca todo el universo. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que baja al mundo en la Persona del Verbo Encarnado. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que manó de la herida abierta en el Corazón de Jesús. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, insondable en la Institución de la Sagrada Eucaristía. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que fundaste la Santa Iglesia. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina,presente en el Santo Sacramento del Bautismo. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que nos justificas por los méritos de Jesucristo. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que nos acompañas a lo largo de toda la vida. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que nos abraza especialmente en la hora de la muerte. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que nos otorga la vida inmortal. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que nos acompaña en cada momento de nuestra vida. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que nos protege del fuego del Infierno. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, en la conversión de los pecadores empedernidos.T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, asombro para los ángeles e incomprensible para los santos. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, insondable en todos los misterios de Dios. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que nos rescata de toda miseria. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, fuente de nuestra felicidad y deleite. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que de la nada nos diste la existencia. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que abarca todas las obras de tus manos. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que presides toda la obra de Dios. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, en la que todos estamos inmersos. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, dulce consuelo para los corazones angustiados. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, única esperanza de las almas desesperadas. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, remanso de corazones y paz ante el temor. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, gozo y éxtasis de las almas santas. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que infundes esperanza,cuando perdemos la esperanza. T/. Yo confío en Ti.


Oración final

Oh Dios eterno, en quien la Misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable, vuelve a nosotros tu mirada bondadosa y aumenta en tu Misericordia en nosotros, para que en momentos difíciles no nos desesperemos ni nos desalentemos, sino que con gran confianza, nos sometamos a tu Santa Voluntad que es el Amor y Misericordia mismos. Amén

Oh, incomprensible e impenetrable Misericordia de Dios.

¿Quién puede glorificarte y adorarte dignamente?

Oh, Supremo atributo de Dios todopoderoso,

Tú eres la dulce esperanza del pecador.

Amén. (II,295-297).(1)​


(1) ASOCIACIÓN APÓSTOLES DE LA DIVINA MISERICORDIA. «Letanías de la Divina Misericordia». Divina Misericordia. Consultado el 26 de abril de 2021.


ESQUEMA DE CÓMO REZAR LA CORONILLA A LA DIVINA MISERICORDIA CON UN ROSARIO



  1. Haga la señal de la Cruz.
  2. Recite la oración inicial (opcional).
  3. Recite el Padre Nuestro.
  4. Recite el Ave María.
  5. Recite el Credo de los Apóstoles.
  6. Recite el "Padre Eterno"
  7. Recite diez veces "Por Su dolorosa Pasión" en las cuentas del Ave María.
  8. Repita por cuatro decenas, recitando el "Padre Eterno" en la cuenta grande del "Padre Nuestro" y "Por Su dolorosa Pasión" en las cuentas pequeñas del "Ave María".
  9. Al terminar las cinco decenas, en el medallón, recite la doxología tres veces ("Santo Dios...").
  10. Recite la oración final (opcional).


CORONILLA A LA DIVINA MISERICORDIA REZADA EN FORMA DE NOVENA

Además de la Novena a la Divina Misericordia dictada por nuestro Señor a Santa Ma. Faustina para su uso personal, le reveló una oración poderosa que quería que todos rezaran: la Coronilla a la Divina Misericordia. La Hermana Faustina la recitaba casi constantemente, y de manera especial por los agonizantes. Nuestro Señor le insistió en que alentara a los demás a hacer lo mismo, prometiendo gracias extraordinarias para quienes recitaran esta oración especial.

Esta Coronilla, puede rezarse a cualquier hora, pero nuestro Señor pidió específicamente que se recitara en forma de novena, de manera especial, durante los nueve días anteriores a la Fiesta de la Misericordia. Hizo esta promesa: Durante este novenario concederé a las almas toda clase de gracias (Diario, 796).

Podemos rezar esta novena de coronillas por nuestras propias intenciones particulares o podemos ofrecerlas junto con la Novena a la Divina Misericordia por las intenciones diarias dictadas por nuestro Señor a Santa Ma. Faustina.


Nuestro Señor dijo a Santa Faustina:

  • Reza incesantemente esta coronilla que te he enseñado. Quienquiera que la rece recibirá gran misericordia a la hora de la muerte …
  • Cuando recen esta coronilla junto a los moribundos, Me pondré entre el Padre y el alma agonizante no como el Juez justo sino como el Salvador misericordioso. …
  • Los sacerdotes se la recomendarán como la última tabla de salvación. Hasta el pecador más emperdernido, si reza esta coronilla una sola vez, recibirá la gracia de Mi misericordia infinita. Deseo que el mundo entero conozca Mi misericordia. … A través de ella obtendrás todo, si lo que pides está de acuerdo con Mi voluntad. (687, 1541, 1731).


Con aprobación eclesiástica


Para oración: 1-800-804-3823

Para ordenar: 1-800-462-7426, ext. 3

www.marianos.net

www.ladivinamisericordia.org




Referencias:

https://www.vaticannews.va/es/oraciones/coronilla-de-la-divina-misericordia.html

https://www.ladivinamisericordia.org/QD/coronilla.php

ASOCIACIÓN APÓSTOLES DE LA DIVINA MISERICORDIA. «Letanías de la Divina Misericordia». Divina Misericordia. Consultado el 26 de abril de 2021.



ESPECIAL DE LA DIVINA MISERICORDIA


FIESTA: 2DO DOMINGO DE PASCUA





















 










Propagación de la Devoción a la Divina Misericordia


 

A las almas que propagan la devoción a Mi misericordia, las protejo durante toda su vida como una madre cariñosa a su niño recién nacido y a la hora de la muerte no seré para ellas Juez sino Salvador misericordioso (Diario 1075). Ésta es la promesa que Jesús hizo a todos aquellos que proclamen la Misericordia, lo hagan como lo hagan. A los sacerdotes, el Señor les hizo una promesa adicional: Diles a Mis sacerdotes que los pecadores más empedernidos se ablandarán bajo sus palabras cuando ellos hablen de Mi misericordia insondable, de la compasión que tengo por ellos en Mi Corazón. A los sacerdotes que proclamen y alaben Mi misericordia, les daré una fuerza prodigiosa y ungiré sus palabras y sacudiré los corazones a los cuales hablen (Diario 1521). Estas promesas muestran claramente qué significado tiene el hecho de difundir la devoción a la Divina Misericordia, puesto que Jesús promete a todo aquel que asuma esta tarea su protección maternal, tanto en esta vida y como en el momento de la muerte. La difusión del culto de la Misericordia es pues una de las formas de la devoción a la Divina Misericordia, a parte de la imagen de la Misericordia, la Fiesta de la Divina Misericordia, la Coronilla de la Divina Misericordia y la Hora de la Misericordia, ya que también esta práctica de devoción, es decir, la divulgación de la Divina Misericordia, es objeto de las promesas de Jesús, de las que todos se pueden beneficiar.

La difusión del culto de la Divina Misericordia, consiste en proclamar el misterio de la Misericordia de Dios, el cual nos ha sido revelado del modo más pleno en Cristo crucificado y Resucitado; la propagación del culto a la Divina Misericordia se lleva a cabo mediante nuestro testimonio de vida, a través de actos, palabras y con la oración. Estas acciones, no sólo deben mostrar el camino que conduce hacia una vida hermosa y feliz en la tierra, sino que sobre todo deben estar al servicio de la obra de la salvación y santificación del mundo y con el fin de preparar a la humanidad entera para la segunda venida de Cristo en la tierra. Secretaria de Mi misericordia – dijo Jesús a Sor Faustina – escribe, habla a las almas de esta gran misericordia Mía, porque está cercano el día terrible, el día de Mi justicia (Diario 965). Hija Mía, no dejes de proclamar Mi misericordia (Diario 1521). Hija Mía, habla al mundo entero de la inconcebible Misericordia Mía (Diario 699). Todavía queda tiempo, que recurran, pues, a la Fuente de Mi Misericordia, se beneficien de la Sangre y del Agua que brotó para ellos (Diario 848). Escribe: Antes de venir como juez justo abro de par en par la puerta de Mi misericordia. Quien no quiera pasar por la puerta de Mi misericordia, tiene que pasar por la puerta de Mi justicia (Diario 1146). Vemos pues por qué tantas veces aparece en el Diario de Sor Faustina esta exhortación de Jesús que a través de santa Faustina va dirigida al mundo entero y a toda la Iglesia.

La tarea de proclamar el mensaje de la Divina Misericordia se desprende del don que hemos recibido ya en el momento del santo bautismo. Es también un derecho y un deber de la Iglesia, y por lo tanto, de todos los creyentes. Ha llegado la hora en la que – dijo Juan Pablo II en Cracovia el 17 de agosto de 2002 en Cracovia – el mensaje de la Divina Misericordia derrame en los corazones la esperanza y se transforme en chispa de una nueva civilización: la civilización del amor.


1. Conocimiento del misterio de la Divina Misericordia

La tarea de proclamar y de hacer presente en el mundo de hoy, de diferentes maneras, el amor misericordioso de Dios (mediante el testimonio de vida, mediante actos, palabras y con la oración), requiere, en primer lugar, hacer un esfuerzo para ir conociendo mejor este misterio, el más bello de nuestra fe, sobre la base de los textos bíblicos; pero también buscando signos de este amor en nuestra propia vida y en el mundo. Sor Faustina, tratando de ser fiel a la regla de su congregación, procuraba reflexionar sobre la bondad de Dios en la obra de la creación, en la obra de la salvación, en la Santa Iglesia, así como en la Palabra de Dios y en los sacramentos. También meditaba sobre cómo se manifiesta la bondad divina en la vocación que el hombre ha recibido para unirse a Dios ya aquí en la vida terrenal y por toda la eternidad. Ella trataba también de descubrir, día tras día, en todos los acontecimientos de la vida cotidiana, la mano amorosa de nuestro Padre Celestial. El hecho de ir conociendo así el misterio de la Divina Misericordia, la llevó a concluir que en la vida humana todo lo bueno viene de Dios y es un don suyo, de su amor misericordioso. Así por ejemplo, escribió en el „Diario„: Tu misericordia, como un hilo de oro nos acompaña durante toda la vida y mantiene el contacto entre nuestro ser y Dios en cada aspecto; Dios no necesita nada para ser feliz, pues todo es únicamente la obra de su misericordia. Mis sentidos se paralizan por la alegría cuando Dios me da a conocer más a fondo este gran atributo suyo, es decir su insondable misericordia (Diario 1466). Dios fortaleció en ella el conocimiento de la misericordia de Dios mediante las potencias naturales de la razón y la voluntad, también con el don de la contemplación, gracias al cual podía penetrar con más profundidad en este misterio para proclamarlo de modo más fructífero al mundo.

Para poder acercar al mundo el misterio de la misericordia de Dios de un modo más eficaz, tal como nos muestra el testimonio de vida de Sor Faustina, no basta el mero conocimiento intelectual de esta verdad de la fe, sino que hay que vivirla cada día. Por eso el Señor Jesús, al instruir a Sor Faustina tantas veces, la alentaba no sólo a considerar su amor misericordioso y bondad insondables, sino sobre todo a imitarlo en una actitud misericordiosa hacia los demás. Hija Mía – exhortaba el Señor a Sor Faustina – observa Mi Corazón misericordioso y reproduce su compasión en tu corazón y en tus acciones, de modo que tú misma, que proclamas al mundo Mi misericordia, seas inflamada por ella (Diario 1688). Ella, obediente a las palabras de Jesús, quería transformarse totalmente en la Misericordia, ser su vivo reflejo. Oh Jesús mío, cada uno de Tus santos refleja en si una de Tus virtudes, yo deseo reflejar Tu Corazón compasivo y lleno de misericordia, deseo glorificarlo. Que Tu misericordia, oh Jesús, quede impresa sobre mi corazón y mi alma como un sello y éste será mi signo distintivo en esta vida y en la otra. Glorificar Tu misericordia es la tarea exclusiva de mi vida (Diario 1242).


2. Proclamar el mensaje de la Misericordia

Sor Faustina difundía el culto de la Misericordia, primero mediante el testimonio de su propia vida, vivido en un espíritu de confianza en Dios y con una actitud misericordiosa hacia el prójimo. La preocupación por ir creciendo en este espíritu de misericordia requiere un empeño para avanzar en el propio desarrollo personal, cuidando de la vida espiritual, procurando ser fiel en el cumplimiento de la voluntad de Dios y aprovechando todas las oportunidades que ofrecen ocasión para ejercer la caridad al prójimo. Una persona así, que confía en Dios (cumple su voluntad) y lleva a cabo actos de misericordia, se convierte en una imagen viva de la misericordia de Dios, pues cualquiera que se fije en ella se percatará de que Dios es bueno y se convencerá de que merece la pena confiar en Él y de que vale la pena imitarle en su amor misericordioso para con el hombre. Esta disposición para ejercer la misericordia al prójimo, tanto en las pequeñas ocasiones como en las grandes, es particularmente elocuente. Es el argumento más potente gracias al cual la proclamación del culto de la Divina Misericordia se vuelve verdaderamente fructífera. El testimonio de vida ejercido en este espíritu de misericordia es la principal manera de difundir y divulgar el culto de la Divina Misericordia.

Si embargo, el testimonio de vida no es suficiente; cabe también proclamar la misericordia de Dios de palabra. Sor Faustina, en los contactos personales que tenía con las personas, aprovechaba cada oportunidad para hablar de la bondad de Dios y para alentar a las personas a confiar en Él. Predicaba el mensaje de la Divina Misericordia, no sólo con la palabra viva, sino también mediante la palabra escrita. Bajo encargo del Señor, Sor Faustina se puso a escribir un Diario espiritual, en el cual describía las grandes obras de Dios, todo aquello que Él había hecho en su vida y en el mundo. A través de su „Diario”, ella sigue proclamando al mundo hasta el día de hoy el misterio de la Divina Misericordia: nos habla de lo bueno que es el Señor, cómo se preocupa por cada persona, por su felicidad temporal y eterna, y nos exhorta a confiar en su misericordia. También nos anima a formarnos conforme a este espíritu de la misericordia.

Por lo general, la tarea de predicar de palabra la misericordia de Dios la solemos asociar a intervenciones públicas: una homilía, la catequesis en las escuelas, audiciones en la radio o apariciones en la televisión, o bien lo asociamos a la palabra escrita mediante libros, artículos en periódicos, etc. No obstante, cuando más podemos hacerlo es en las situaciones comunes de la vida cotidiana, en nuestros contactos personales con otras personas. Esto sucede cuando, como solía hacer Sor Faustina, tratamos de interpretar los acontecimientos de nuestra vida en nuestras conversaciones cotidianas, tratando de descubrir la bondad de Dios; es decir, cuando somos capaces de trasponer las situaciones cotidianas a la perspectiva que proporciona la fe, para poder ver en ellas la mano amorosa del Padre Celestial; esto lo podemos hacer incluso en las experiencias dolorosas y en medio de grandes sufrimientos. Es entonces cuando el apostolado da grandes frutos en la vida cotidiana.

Otra forma de rendir honor a la Divina Misericordia es la oración. En la práctica de la devoción a la Divina Misericordia esto se realiza en las formas que Jesús trasmitió a Sor Faustina. Cabe destacar la oración diaria siguiendo la liturgia de la Iglesia; podemos rezar también de forma individual, venerando la imagen de Jesús Misericordioso, rezando la Coronilla de la Divina Misericordia, o rezando la oración en la Hora de la Misericordia; también se puede adorar a Dios en el misterio de su misericordia, propagar el culto de la Divina Misericordia e implorarla para el mundo entero. Las plegarias, los ayunos, las mortificaciones, las fatigas y todos los sufrimientos, los unirás a la oración, al ayuno, a la mortificación, a la fatiga, al sufrimiento Mío y entonces tendrán valor ante Mi Padre (Diario 531). El sufrimiento tiene un papel muy importante a la hora de implorar la misericordia para el mundo: Hay un solo precio – le dijo Jesús a santa Faustina – con el cual se compran las almas, y éste es el sufrimiento unido a Mi sufrimiento en la cruz (Diario 324). Y en otro lugar: cada conversión de una alma pecadora exige sacrificio (Diario 961). Jesús también pidió lo siguiente: Necesito tus sufrimientos para salvar las almas (Diario 1612). Une tus sufrimientos a Mi Pasión y ofrécelos al Padre Celestial por los pecadores (Diario 1032). También le enseñó que con la oración y el sufrimiento se podía salvar más almas que con el trabajo pastoral de un misionero sólo a través de sus prédicas y sermones (Cf. Diario 1767).

Sor Faustina, y todos los que acogen en su corazón el mensaje de la Divina Misericordia, deberían implorar gracias, en primer lugar para los pecadores, porque son los que están en una situación de mayor miseria y pobreza y por lo tanto son los que más precisan de la Divina Misericordia. El Señor Jesús a menudo pedía oraciones en esta intención: La pérdida de cada alma Me sumerge en una tristeza mortal. Tú siempre Me consuelas cuando rezas por los pecadores. Tu oración que más Me agrada es la oración por la conversión de los pecadores. Has de saber, hija Mía, que esta oración es siempre escuchada (Diario 1397). Esto es así, porque esta oración es conforme a la voluntad de Dios, quien lo que más desea es que todos los hombres se salven, porque a todos los creó por amor y Jesús entregó su vida por cada persona y desea poder llevarnos a todos a la casa del Padre, para vivir con Él por toda la eternidad.

El segundo grupo de privilegiados en la oración de los Apóstoles de la Divina Misericordia son los sacerdotes y los religiosos y religiosas, es decir aquellos que conducen a las almas a Dios por los caminos de la salvación; además, ellos se hallan en la primera línea del frente de batalla por la conquista de las almas. También ellos, pues, precisan mucho del apoyo de la oración. Confío a tu cuidado – dijo Jesús a Faustina – dos perlas preciosas para Mi Corazón, que son las almas de los sacerdotes y las almas de los religiosos (Diario 531). En el “Diario” de santa Faustina también podemos encontrar una petición de Jesús en la que pide que se rece por los agonizantes: Reza, cuanto puedas, por los agonizantes, impetra para ellos la confianza en Mi misericordia, porque son ellos los que más necesitan la confianza, pues son a quienes más falta les hace. Has de saber que la gracia de la salvación eterna de algunas almas en el último momento dependió de tu oración (Diario 1777).

Jesús también recomendó a santa Faustina que asistiera a menudo a las almas del purgatorio, porque allí la necesitaban (Cf. Diario 1738), es decir, que rezara por los difuntos, ejerciendo así la misericordia mediante la oración y el sacrificio. A pesar de que el Señor no menciona expresamente otras categorías de personas, está claro que se debe orar por todos, porque el Señor siempre insistía en que hay que implorar la misericordia de Dios para el mundo entero.

Sin embargo, en ningún momento – escribía Juan Pablo II – y en ningún período histórico, especialmente en una época tan crítica como la nuestra, la Iglesia puede olvidar la oración que es un grito a la misericordia de Dios ante las múltiples formas de mal que pesan sobre la humanidad y la amenazan. Precisamente éste es el fundamental derecho-deber de la Iglesia en Jesucristo: es el derecho-deber de la Iglesia para con Dios y para con los hombres (DM 15).


3. Proclamar correctamente la Divina Misericordia

En la difusión del culto de la Misericordia es de suma importancia la correcta transmisión del mensaje de la Misericordia, incluyendo la preocupación por la pureza del culto de la Divina Misericordia según las formas previstas por Sor Faustina. Es sabido que en nuestros tiempos, el culto de la Divina Misericordia se ha convertido en una devoción muy popular. De ahí que hayan aparecido muchas publicaciones en las cuales se presenta la devoción a la Divina Misericordia de un modo muy simplificado y a menudo de forma errónea, lo cual lleva a una práctica inapropiada de dicha devoción.

El Padre Prof. Ignacy Rożycki estableció las bases para el fundamento teológico de la devoción a la Divina Misericordia en los estudios que hizo sobre los escritos de Sor Faustina en vistas a la preparación del proceso de beatificación. Un resumen de dicho trabajo fue publicado en forma de folleto, titulado: „Miłosierdzie Boże. Zasadnicze rysy nabożeństwa do Miłosierdzia Bożego” (La Misericordia de Dios. Características esenciales de la devoción de la Divina Misericordia). Por otro lado, el estudio del Padre Rozycki fue publicado en su totalidad en forma de libro, que lleva el título: „Nabożeństwo do Miłosierdzia Bożego” (Devoción a la Divina Misericordia, Editorial Misericordia „, Cracovia 1999, segunda edición – 2008). Según este estudio, la esencia de la devoción a la Divina Misericordia consiste en confiar en Dios (es decir, la actitud bíblica de la confianza), y en tener una actitud de misericordia hacia los demás. Sólo sobre la base de este fundamento se puede desarrollar correctamente el culto de la Divina Misericordia que consta de las siguientes prácticas: la imagen de Jesús Misericordioso, la Fiesta de la Divina Misericordia, la Coronilla de la Divina Misericordia, La Hora de la Misericordia y la divulgación de la Divina Misericordia. Jesús asoció a todas estas formas de devoción a la Divina Misericordia unas promesas, y las ofreció a todos (no sólo a santa Faustina, como ocurre por ejemplo con la jaculatoria: Oh Sangre y Agua…o con la Novena de la Divina Misericordia). Si se omite el fundamento, es decir, la formación de la vida cristiana en el espíritu de la confianza en Dios y de la misericordia hacia el prójimo, ninguna de las formas del culto podrá ser un acto de culto auténtico y por lo tanto no dará los frutos esperados. Así pues – escribe el Padre I. Rozycki – si alguíen por ejemplo recita la Coronilla de la Divina Misericordia, pero lo hace sin confiar, no recibirá nada a cambio, nada de lo que Jesús asoció al rezo confiado de la Coronilla.

Los errores más comunes y frecuentes en la difusión y en la práctica de la devoción a la Divina Misericordia resultan de la fragmentación de los textos del „Diario” y de las prácticas inapropiadas de esta devoción.

La fragmentación consiste en extraer del „Diario” frases aisladas y difundirlas sin tener en cuenta la totalidad de la obra, sin llevar a cabo un análisis completo. Luego, la mencionada frase se publica (como una declaración absoluta) y es tratada como un axioma o como una verdad completa sobre algo. Se pueden mencionar algunos ejemplos:

– Deseo que haya tal Congregación (…) donde se proclame e implore la misericordia para el mundo entero. Alguien que lea estas palabras pensará que Jesús deseaba que se fundara una congregación religiosa concreta que adoptara unas tareas determinadas. Sin embargo, si se analiza bien el Diario en su totalidad, se desprende que Jesús no se refería a una única congregación; más bien hablaba de una gran obra en la Iglesia, que hoy llamamos el Movimiento Apostólico de la Divina Misericordia (Cf. Diario 1155).

– El alma que venere esta imagen no perecerá (u otras promesas que Jesús hizo sin más condiciones). Estas promesas del Señor u otras se cumplirán siempre y cuando la persona mantenga ciertas condiciones, que en la devoción de la Divina Misericordia son: tener confianza en Dios y una actitud activa de misericordia hacia los demás. El alma que venere esta imagen… es decir, se refiere a la persona que reza ante esta imagen con confianza, y que además une esta oración confiada a obras y actos concretos de misericordia; por lo tanto no se trata de las personas que llevan la imagen de Jesús Misericordioso en su cartera.

– Un error frecuente es también el hecho de promover diversas formas de devoción a la Divina Misericordia, como por ejemplo la Coronilla de la Divina Misericordia, la Novena y las Letanías sin explicar en qué consiste la esencia de la devoción a la Divina Misericordia y sin distinguir cuáles son las formas más privilegiadas del culto a la Divina Misericordia, de entre todas las oraciones que se proponen en el „Diario” de Santa Faustina.

Otro grupo de errores proviene de una práctica inadecuada de la devoción a la Divina Misericordia y consiste básicamente en:

– Hacer caso omiso de la necesidad de formar en los fieles una actitud de confianza en Dios y de misericordia hacia los demás, limitando la devoción al rezo de la Coronilla,

– Agregar o quitar palabras en el rezo de la Coronilla de la Divina Misericordia,

– Añadir revelaciones privadas u otras formas de culto,

– Tratar la misión de santa Faustina de forma aislada de la Sagrada Escritura, sin tenerla en cuenta.


El mensaje de la Misericordia, que debemos vivir y compartir con los demás, es un gran don de Dios para nuestro tiempo, un don que al mismo tiempo es un signo de esperanza, garantía de salvación y luz que ilumina los caminos de la humanidad en el tercer milenio de la fe; por lo tanto, debería ser transmitido con una gran humildad y de conformidad con los deseos de Jesús. Este mensaje – como dijo el Papa Benedicto XVI – es en realidad el mensaje principal para nuestros tiempos: la Misericordia como la fuerza de Dios, como el límite que Dios pone al mal de todo el mundo. Por lo tanto, hay una gran necesidad de compartir este don lo mejor que podamos y para hacerlo con una gran generosidad.


Hna. M. Elżbieta Siepak ISMM

Traducción del polaco: Xavier Bordas Cornet


Tomado de:

https://www.santafaustina.es/propagacion-de-la-devocion-a-la-divina-misericordia/?wide=true#more-36




La Hora de la Divina Misericordia


 

La hora de la agonía de Jesús, es decir, las tres de la tarde, es un tiempo muy especial en la devoción a la Divina Misericordia. En esta hora procuramos permanecer en espíritu al pie de la Cruz de Cristo, a fin de suplicar la misericordia para uno mismo y para el mundo entero en virtud de los méritos de su Pasión. Sobre esta hora de la Misericordia, el Señor dijo a Sor Faustina: A las tres, ruega por Mi misericordia, en especial para los pecadores y aunque sólo sea por un brevísimo momento, sumérgete en Mi Pasión, especialmente en Mi abandono en el momento de Mi agonía. Ésta es la hora de la gran misericordia para el mundo entero (Diario 1320). Cabe esclarecer aquí, que no se trata de una hora exacta de reloj (60 minutos), sino que se trata de tener presente el momento de la agonía de Jesús en la cruz, es decir, de acompañarle rezando a las tres de la tarde.

Jesús no propone una oración concreta para esta hora de las 3 de la tarde; más bien dijo que se podía, por ejemplo, rezar el Via Crucis, hacer la visita al Santísimo Sacramento, y si el tiempo no lo permite debido a las obligaciones, al menos, durante unos momentos, allí donde estemos, hay que tratar de unirse con Él cuando agoniza en la Cruz, aunque sólo sea por un breve momento. El objeto de esta oración es el misterio de la Pasión de Cristo. Esta oración en la Hora de la Misericordia debe cumplir ciertas condiciones: debe tener lugar a las tres de la tarde (cuando el reloj marca la hora exacta), debe dirigirse directamente a Jesús, y en nuestras súplicas y peticiones, hay que referirse a los méritos y al valor de su dolorosa Pasión.

Sin embargo, en la práctica y en diversas publicaciones, a menudo se insiste en la opinión según la cual a las tres de la tarde hay que rezar la Coronilla de la Divina Misericordia, pues se considera que entonces esta oración tiene un poder especial. Esta forma de pensar se debe a una cierta ignorancia sobre la devoción a la Divina Misericordia, porque hay un desconocimiento de las formas trasmitidas por Sor Faustina; tal vez esto también se deba a la necesidad de tener una fórmula determinada para rezar en esta hora de la Misericordia. La oración en la Hora de la Misericordia es una forma particular del culto a la Divina Misericordia, con la que Jesús asoció una promesa determinada; también estableció la forma de practicarla. Jesús, en ningún momento dijo que hubiera que rezar la Coronilla de la Divina Misericordia en esta hora. Por supuesto, es posible rezar la Coronilla en esta hora santa, así como en cualquier otro momento del día y de la noche; pero entonces hay que tener claro que no estamos practicando la oración de la Hora de la Misericordia, sino que simplemente rezamos la Coronilla de la Divina Misericordia. La Coronilla no puede ser la oración de la Hora de la Misericordia, puesto que se dirige directamente a Dios el Padre (Padre Eterno, yo te ofrezco…), y la oración en la Hora de la Misericordia debe dirigirse a Jesús.

La práctica sistemática de la oración en la hora de la Misericordia nos introduce en un contacto directo y personal con Jesús, nos hace meditar su misericordia, que se manifestó durante su Pasión, y nos permite dirigirnos a Jesús directamente, es decir, a Alguien muy cercano; entonces, en virtud de los méritos de su Pasión podemos pedir la misericordia para nosotros mismos y para mundo entero. Depende de nosotros mismos si queremos o no rezar a las tres de la tarde y practicar la oración en la Hora de la Misericordia, o si más bien preferimos rezar la Coronilla de la Divina Misericordia. En todo caso, se trata de dos cosas diferentes. Pero al propagar la devoción a la Divina Misericordia y su práctica, deben dejarse bien definidas las cosas, con toda claridad, y no mezclar la Hora de la Misericordia con la Coronilla.


Origen, aclaraciones y promesas

La Hora de la Misericordia: un día de octubre de 1937, en Cracovia, Jesús le habló a Sor Faustina, justamente en la hora de su agonía, y le trasmitió otra forma de culto de la Divina Misericordia. Le dio el encargo de rendirle honor en esta hora de su muerte, pedido que repitió unos meses más tarde, en febrero de 1938, definiendo mejor su propósito, la forma de vivirlo y renovando las promesas: Te recuerdo, hija mía – dijo a Sor Faustina – que cuántas veces oigas el reloj dando las tres, sumérgete totalmente en Mi misericordia, adorándola y glorificándola; suplica su omnipotencia para el mundo entero y especialmente para los pobres pecadores, ya que en ese momento se abrió de par en par para cada alma. (…). En esa hora se estableció la gracia para el mundo entero: la misericordia triunfó sobre la justicia (Diario 1572). Fue en esta hora cuando tuvo lugar la Redención del hombre. Jesús redimió nuestros pecados, pagó la deuda que el hombre había contraído con Dios mediante su Pasión y por su obediencia hasta la muerte, y de eso modo nos reconcilió con el Padre. De ese modo abrió las puertas del Cielo que Adán había cerrado. En la cruz, la misericordia triunfó sobre la justicia; aunque no la canceló, sino que al llevarlo a cabo, fue más allá.

Así pues, en el momento de la agonía de Jesús en la cruz debemos meditar el misterio de la Divina Misericordia, que se nos ha revelado del modo más pleno posible en la Pasión y Muerte del Hijo de Dios encarnado. Aunque sólo sea por un brevísimo momento, sumérgete en Mi Pasión, especialmente en Mi abandono en el momento de Mi agonía (Diario 1320). La meditación de la Pasión del Señor nos debe conducir a proclamar y alabar la misericordia de Jesús, y también de acuerdo con sus deseos, nos debe exhortar a implorar la misericordia para el mundo entero, y especialmente para los pecadores y para los más necesitados.

El Señor Jesús le dio a Santa Faustina también indicaciones muy concretas sobre cómo se debe rezar en la Hora de la Misericordia. Le dijo: puedes rezar el Via Crucis, por lo menos entra un momento en la capilla y adora en el Santísimo Sacramento a Mi Corazón que está lleno de misericordia. Y si no puedes entrar en la capilla, sumérgete en oración allí donde estés, aunque sea por un brevísimo instante (Diario 1572). Para orar en esta Hora de la Misericordia no es absolutamente necesario ir a la iglesia o tener mucho tiempo. Si no tenemos tiempo, basta con que durante unos breves minutos nos traslademos en espíritu al Calvario al pie de la cruz y procuremos unirnos a Jesús en su agonía. Jesús, a parte de la conocida oración del Via Crucis, no nos ha propuesto ninguna otra oración devocional, pero si nos detenemos con atención en sus palabras (promesas), se desprende que la oración en la Hora de la Misericordia debe condiciones con ciertas condiciones.

En primer lugar, debe celebrarse a las tres de la tarde (no por la noche), porque este es el momento en el que recordamos la agonía de Jesús en la cruz. En segundo lugar, debemos dirigirnos directamente al Señor Jesús, no a Dios el Padre, o a la Santísima Virgen o a santa Sor Faustina. De hecho, Jesús dijo: En esta hora nada le será negado al alma que lo pida por los méritos de Mi Pasión…. (Diario 1320). Pero, claro está, podemos implorar la misericordia con la Virgen María al pie de la cruz, y junto a santa Faustina. Al pedir, en nuestras súplicas debemos referirnos al valor y a los méritos de la dolorosa Pasión de Jesús, y por eso en esta oración usamos la expresión: Por los méritos de tu dolorosa Pasión, te suplicamos, oh Señor … en cambio, no decimos: por la mediación de la Santísima Virgen, o a través de la intercesión de santa Sor Faustina, porque entonces, si lo hiciéramos así, nos estaríamos refiriendo a los méritos y a los valores de la Virgen María y de los santos, cuando nosotros debemos pedir en virtud de los méritos de su Pasión, así lo quiere el Señor. Por otra parte, las intenciones que pedimos en la Hora de la Misericordia (oración de intercesión) deberían ser coherentes con la voluntad de Dios, como también ocurre con toda oración, pues la conformidad con la voluntad de Dios pertenece a la naturaleza misma de la oración, la cual debe ser confiada y debe ir acompañada de actos de caridad hacia el prójimo, que es la condición para que podamos hablar de una verdadera devoción a la Divina Misericordia.

Jesús asoció a la oración en la Hora de la Misericordia practicada de ese modo la promesa de grandes gracias y de beneficios temporales. En esta hora – le dijo a Sor Faustina – nada le será negado al alma que lo pida por los méritos de Mi Pasión…. (Diario 1320). Y en otra ocasión dijo: En esa hora puedes obtener todo lo que pidas para ti y para los demás (Diario 1572).


Hna. M. Elżbieta Siepak ISMM


Se puede encontrar un análisis completo del trabajo en: ks. Ignacy Różyczki: Nabożeństwo do Miłosierdzia Bożego,  Kraków 2008, Pág. 117-118.


Traducción del polaco: Xavier Bordas Cornet


Tomado de:

https://www.santafaustina.es/hora-de-la-misericordia/?wide=true#more-37





La Fiesta de la Misericordia



La fiesta de la Misericordia se celebra el primer domingo después de Pascua, que es el segundo domingo de Pascua, que actualmente se conoce como el Domingo de la Divina Misericordia. La inscribió primero en el calendario litúrgico el cardenal Francisco Macharski para su Arquidiócesis de Cracovia (1985) y a continuación algunos obispos polacos lo hicieron en sus diócesis. A petición del Episcopado de Polonia, el Papa Juan Pablo II, en 1995, instituyó esta fiesta en todas las diócesis de Polonia. El día de la canonización de Sor Faustina, el 30 de abril de 2000, el Papa instituyó esta fiesta para toda la Iglesia.

La inspiración que condujo a la institución de esta fiesta en la Iglesia procedía del deseo que Jesús había comunicado a Sor Faustina. Jesús le dijo: Deseo que el primer domingo después de la Pascua de Resurrección sea la Fiesta de la Misericordia (Diario 299). Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mi misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias (Diario 699). En diversas apariciones, el Señor reveló, no sólo cuándo había que celebrarse la fiesta en el calendario litúrgico de la Iglesia, sino también el motivo y el propósito de su institución, cómo preparar la fiesta, cómo debía ser su celebración y habló también de las grandes promesas asociadas con la fiesta. La mayor de ellas es la gracia “del perdón total de las culpas y de las penas” relacionada con la Santa Comunión recibida en este día después de una buena confesión (sin tener apego al más leve pecado), y vivida en el espíritu de la devoción a la Divina Misericordia; dicho de otro modo, se trata de tener una actitud de confianza hacia Dios y de ejercer de forma activa el amor al prójimo. Esta gracia, como explica el Padre profesor Ignacio Różycki, es mayor que la indulgencia plenaria. Consiste sólo en el perdón de las penas temporales debidos a los pecados cometidos, pero nunca se trata del perdón de las culpas mismas. Esta gracia particular también es mayor que los seis sacramentos, excepto el sacramento del santo Bautismo; esto es así porque el perdón de todas las culpas y penas es sólo una gracia sacramental reservada al sacramento del Bautismo. En cambio, en las promesas de Jesús vinculadas con la Fiesta, el Señor asoció el perdón de culpas y penas a la Santa Comunión recibida el día de la fiesta, es decir, al hecho de comulgar en la Fiesta de la Misericordia; con ello, Jesús elevó la Sagrada Comunión recibida en este día al rango de un “segundo bautismo”. Con el fin de prepararse debidamente para la Fiesta de la Misericordia hay que hacer una novena, rezando la Coronilla los 9 días que preceden a la Fiesta, a partir del Viernes Santo. Jesús le dijo a Sor Faustina: Hija Mía, di que esta Fiesta ha brotado de las entrañas de Mi misericordia para el consuelo del mundo entero (Diario 1517).

La Fiesta de la Misericordia tiene el rango más alto dentro de todas las formas de culto de la Divina Misericordia en cuanto a la magnitud de las promesas y su posición en la liturgia de la Iglesia. En Płock, Jesús expresó por primera vez el deseo de que se celebrara esta fiesta, donde trasmitió a Sor Faustina su voluntad de hacer pintar la imagen: Yo deseo – le dijo en febrero de 1931 – que haya una Fiesta de la Misericordia. Quiero que esta imagen que pintarás con el pincel, sea bendecida con solemnidad el primer domingo después de la Pascua de Resurrección; ese domingo deber ser la Fiesta de la Misericordia (Diario 49). En los años siguientes, Jesús volvió a esta cuestión en numerosas ocasiones mediante revelaciones, en las cuales no sólo especificó el lugar que debía ocupar la fiesta de la Misericordia en el calendario litúrgico, sino que también daba el motivo para su institución, indicando el modo de prepararla y celebrarla y las gracias vinculadas con este día.

La elección del primer domingo después de Pascua no es casual, pues este día coincide con la octava de la Resurrección que corona la celebración del Misterio Pascual de Cristo. En la liturgia de la Iglesia, este período manifiesta con más claridad que los demás que el misterio de la Divina Misericordia fue revelado de la forma más plena a través de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. La institución de la Fiesta de la Divina Misericordia, justo después de la liturgia de la Pasión y Resurrección de Cristo, destaca la fuente y el motivo de los misterios de la fe que se viven en esos días, que es, por supuesto, cuya fuente es la Misericordia de Dios. Dicho en otras palabras, se puede decir que no existiría la obra de la Redención si no hubiera la Misericordia de Dios. Esta relación existente entre la Redención y la Misericordia fue subrayada por santa Sor Faustina, cuando en su „Diario” escribió: Ahora veo que la obra de la Redención esta ligada a la obra de la misericordia que reclama el Señor (Diario 89).

¿Qué razones hay para considerar la institución de la nueva fiesta en el calendario litúrgico de la Iglesia? Las da el Señor Jesús diciendo: Las almas mueren a pesar de Mi amarga Pasión. Les ofrezco la última tabla de salvación, es decir, la Fiesta de Mi misericordia. Si no adoran Mi misericordia, morirán para siempre (Diario 965). El último recurso para encontrar socorro es dirigirse a la Divina Misericordia. Sin embargo, para poder recurrir a ella, primero hay que saber que existe y luego hay que conocer a Dios en el misterio de Su misericordia y dirigirse a Él con plena confianza. Por eso, la institución de esta fiesta particular contribuye a conocer mejor la misericordia, ya que presta especial atención a este atributo de Dios.

Para preparar debidamente esta fiesta, el Señor nos propone una novena que consiste en rezar la Coronilla de la Divina Misericordia durante los 9 días que preceden al domingo de Pascua, empezándola el Viernes Santo. Durante esta novena – Jesús prometió – concederé a las almas toda clase de gracias (Diario 796). También se divulga la novena a la Divina Misericordia escrita por santa Faustina en el „Diario”, en la que cada día presentamos a Dios un grupo diferente de almas para pedir por ellas. Esta novena puede ser rezada con devoción, pero no es suficiente limitarse a recitarla, porque el Señor quiere que la Fiesta de la Misericordia sea precedida de la Novena de la Coronilla de la Divina Misericordia.

El día de la fiesta (el primer domingo después de Pascua), la imagen de la Misericordia debe ser solemnemente bendecida y venerada públicamente y los sacerdotes han de predicar un sermón sobre la misericordia de Dios con el fin de despertar la confianza en las almas. Los fieles deben vivir este día con un corazón puro y con un espíritu conforme a esta devoción, con la confianza puesta plenamente en Dios y con la voluntad de practicar la misericordia hacia el prójimo: el primer domingo después de Pascua es la Fiesta de la Misericordia, pero también debe estar presente la acción y pido se rinda culto a Mi misericordia con la solemne celebración de esta Fiesta y con el culto a la imagen que ha sido pintada (Diario, 742).

La fiesta de la Misericordia no sólo es un gran día en el que rendimos honor a Dios en el misterio de su Misericordia, sino también un día de grandes gracias, puesto que el Señor asoció grandes promesas a este día. La mayor gracia se refiere al perdón total de las culpas y las penas: El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas (Diario 699). Esta gracia – explica el profesor Padre I. Różycki – es mayor que la indulgencia plenaria. Consiste sólo en el perdón de las penas temporales debidos a los pecados cometidos, pero nunca se trata del perdón de las culpas mismas. Esta gracia particular también es mayor que los seis sacramentos, excepto el sacramento del santo Bautismo; esto es así porque el perdón de todas las culpas y penas es sólo una gracia sacramental del sacramento del Bautismo. En cambio, en las promesas de Jesús relacionadas con la Fiesta, el Señor asoció el perdón de culpas y penas a la Santa Comunión recibida el día dela fiesta de la Misericordia, es decir, al hecho de comulgar en la Fiesta de la Misericordia; con ello, Jesús elevó la Sagrada Comunión recibida en este día al rango de un “segundo bautismo”. Es evidente que al comulgar en este día, hay que hacerlo no sólo de un modo digno, sino que para que se pueda conceder el perdón de las culpas y las penas también hay que cumplir las condiciones fundamentales de la devoción a la Divina Misericordia. Aquí cabe explicar que no hay que recurrir a la confesión justamente en el día de la Fiesta de la Misericordia, pues uno puede hacerlo antes; lo importante es que el alma esté pura, en estado de gracia, sin apego a ningún pecado. También hay que procurar vivir la celebración de la fiesta en el espíritu de la devoción a la Divina Misericordia, es decir, con una actitud de confianza hacia Dios y con una buena disposición para ejercer la misericordia en favor de los demás. Sólo con una actitud así se puede esperar que se cumplan las promesas que Cristo vinculó con esta forma de culto de la Divina Misericordia.

Jesús dijo que en este día, están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata (Diario 699). En este día, todas las personas, incluso aquellos que antes no eran devotos de la Divina Misericordia y ahora se conviertan, podrán participar de todas las gracias que el Señor les haya preparado para esta fiesta. Sus promesas incluyen no sólo las gracias sobrenaturales sino también beneficios en la vida terrenal, cuyo alcance no tiene límites. Las personas que confíen en Él podrán pedir por sí mismos y por los demás, siempre y cuando el objeto de la oración sea conforme a la voluntad de Dios, es decir, que lo que se pide sea bueno para el hombre desde la perspectiva de la eternidad. Las gracias que necesitamos para nuestra salvación siempre son conformes a la voluntad de Dios, porque no hay nada que Dios Padre desee tanto como la salvación de las almas por las cuales Jesús entregó su vida. Por lo tanto, en el día de la Fiesta de la Misericordia todas las gracias y beneficios están al alcance de todas las personas y comunidades, siempre y cuando las pidan con confianza.


Hna. M. Elżbieta Siepak ISMM


Se puede encontrar un análisis teológico completo en el trabajo:

Padre Ignacio Różycki: Nabożeństwo do Miłosierdzia Bożego (La devoción a la Divina Misericordia), Cracovia, 2008, p. 99-104.

Traducción del polaco: Xavier Bordas Cornet


Tomado en:

https://www.santafaustina.es/la-fiesta-de-la-misericordia/?wide=true#more-39



La Imagen de la Divina Misericordia


Imagen

La imagen de Jesús Misericordioso, que también se conoce como la imagen de la Divina Misericordia, es una de las imágenes de Cristo crucificado y resucitado más famosas en la historia de la Iglesia y del mundo. Es una imagen extraordinaria, no sólo por ser tan conocida en tantos países, sino sobre todo porque su co-autor es Jesús mismo, quien se apareció a santa Faustina mostrándose según aparece en la imagen cuando ella se encontraba en su celda, en el convento de la Congregación las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia, en Plock, el 22 de febrero de 1931. Allí Jesús le pidió que pintara esta imagen. Al anochecer, estando en mi celda – narraba en su Diario santa Faustina – vi al Señor Jesús vestido con una túnica blanca. Tenía una mano levantada para bendecir y con la otra tocaba la túnica sobre el pecho. De la abertura de la túnica en el pecho, salían dos grandes rayos: uno rojo y otro pálido (…). Después de un momento, Jesús me dijo: Pinta una imagen según el modelo que ves, y firma: Jesús, en Ti confío. Deseo que esta imagen sea venerada primero en su capilla y luego en el mundo entero (Diario 47).

La imagen, pues, fue pintada por voluntad expresa del mismo Jesús. Es un signo y también una síntesis visual de todo el mensaje de la misericordia de Dios, tal como el Señor trasmitió a través de santa Faustina: por un lado, nos recuerda el misterio revelado en la Sagrada Escritura sobre el amor misericordioso de Dios hacia hombre, y por otro, exhorta al hombre a formarse en el espíritu de una auténtica actitud cristiana de confianza en Dios y de misericordia hacia los demás; también es como un recipiente que sirve para obtener las gracias que Jesús nos aseguró mediante sus promesas. Jesús prometió conceder todas las gracias y bendiciones temporales (si son conformes a la voluntad de Dios), siempre y cuando se rece ante la imagen de Jesús Misericordioso con una oración confiada, y que esta oración vaya acompañada de la práctica de actos y obras de misericordia para con el prójimo; pero el Señor también asoció a esta oración confiada unas promesas particulares: la gracia de la salvación, el progreso decidido en el camino de la perfección cristiana y la gracia de una muerte feliz.

La primera imagen de la Divina Misericordia fue pintada por el pintor Eugeniusz Kazimirowski en su estudio de Vilna, bajo la supervisión y la atenta mirada de Sor Faustina, en 1934. Desde entonces, se han pintado varias versiones diferentes de la imagen del Cristo Misericordioso, todas ellas basadas en la visión que tuvo Sor Faustina en Plock, las cuales se encuentran en iglesias y capillas del mundo entero. De entre todas ellas, la imagen milagrosa que hay en la capilla del convento de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia en el Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia-Łagiewniki ocupa un lugar especial en la iconografía y en el culto de la Divina Misericordia. Con esta imagen su cumplieron las palabras de Jesús, cuando dijo: Deseo que esta imagen sea venerada primero en su capilla y luego en el mundo entero (Diario 47), aunque éste no era el primero cuadro pintado bajo la supervisión de Sor Faustina, ni la primera imagen de Jesús Misericordioso que decora alguna de las capillas de la Congregación. Esta imagen de Cristo es muy venerada por los fieles, y es famosa por las numerosas gracias que se reciben, y cuyas copias y reproducciones se pueden encontrar en todas partes de los cinco continentes del Mundo.




Esbozo de la imagen

Un esbozo de la imagen fue mostrado por Jesús mismo en la visión que Sor Faustina tuvo cuando se encontraba en Plock el 22 de febrero de 1931 (Cf. Diario 47). En la visión, Jesús aparecía vestido con una túnica blanca. Tenía la mano derecha levantada para bendecir y con la izquierda tocaba la túnica sobre el pecho. De la abertura de la túnica en el pecho, salían dos grandes rayos: uno rojo y otro pálido. En la parte inferior de la imagen aparecen las palabras: “Jesús, confío en ti”.

En la imagen, Cristo resucitado está vestido con una túnica blanca. Tiene su mano derecha levantada en un gesto de bendición. Al describir la visión, nada se dijo respecto a la altura exacta a la que debía estar la mano levantada para bendecir. En la imagen que pintó Eugeniusz Kazimirowski, para quien posó el Padre Miguel Sopoćko, Jesús mantiene su brazo derecho levantado hasta la altura del hombro, porque tal era el rito de dar la bendición en aquel tiempo. Según el „Diario”, no es relevante si la mano está levantada hasta la altura del hombro o no. Lo importante es que la mano derecha haga el gesto de dar la bendición (Diario 47).

Algunos elementos del esbozo de esta imagen de Cristo Misericordioso fueron esclarecidos más tarde por Jesús mismo, durante varias visiones sucesivas que tuvieron lugar en Vilna, en 1934, tiempo durante el cual el pintor Eugeniusz Kazimirowski realizaba su obra bajo la atenta mirada de Sor Faustina que sería, como ya se ha dicho, la primera imagen pintada según la visión de Plock. Cuando Sor Faustina le preguntó al Señor sobre la importancia de los rayos, dijo: Los dos rayos significan la Sangre y el Agua. El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas… Ambos rayos brotaron de las entrañas mas profundas de Mi misericordia cuando Mi Corazón agonizante fue abierto en la cruz por la lanza (Diario 299). Así pues, no parece correcto pintar esos rayos de tal forma como si se extendieran por todas partes, tanto hacia abajo como hacia arriba. Estos rayos salen de la abertura de la túnica en el pecho, de donde está el corazón, sin embargo en la imagen el Sagrado Corazón de Jesús no debería verse.

Otro detalle del esbozo se refiere a la mirada de Jesús. Mi mirada en esta imagen es igual a la mirada en la cruz (Diario 326), estas son palabras de Jesús tal como quedaron escritas en el „Diario” de Sor Faustina. Algunas personas, entre las cuales se encuentra el Padre Miguel Sopoćko, las han interpretado literalmente: como en la cruz, es decir, de arriba a abajo. Otros sostienen que estas palabras deben ser interpretadas con un sentido espiritual, no deben ser tomadas al pie de la letra. Las palabras: Mi mirada en esta imagen es igual a la mirada en la cruz significan que se trata de la mirada misericordiosa de Dios, una mirada llena de compasión y solicitud por el hombre, porque Dios le busca incesantemente, tal como fue revelado del modo más pleno posible en la cruz de Cristo.

Uno de los elementos esenciales de la imagen, elemento que está estrictamente relacionado con lo que transmite la imagen, son las palabras: „Jesús, en Ti confío” que el Señor pidió que se escribieran en la parte inferior. El confesor de Sor Faustina en Vilna, el padre Miguel Sopoćko, que fue quien se ocupó de hacer pintar el primer cuadro de la imagen, le preguntó a Sor Faustina, si debajo de la figura de Jesús podían escribirse otras palabras, „Cristo, Rey de Misericordia” (Diario 88). Jesús me recordó – escribía Sor Faustina en su Diario – lo que me había dicho la primera vez, es decir, que estas tres palabras debían ser puestas en evidencia. Las palabras son éstas: Jesús, en Ti confío. Entendí que Jesús deseaba que fuera colocada esa frase, pero además de estas palabras no daba otras órdenes precisas (Diario 327).

Lo más esencial para el mensaje de la Misericordia trasmitido por Jesús a Sor Faustina, incluido el esbozo para la realización de la imagen de la Divina Misericordia, quedó escrito en el „Diario”. En lo que a eso se refiere, nos lo confirman las palabras que Jesús dijo a Sor Faustina hacia el final de su vida: Quédate tranquila, hija Mía, esta obra de la misericordia es Mía, no hay nada tuyo en ella. Me agrada que estés cumpliendo fielmente lo que te he recomendado, no has agregado ni has quitado una sola palabra (Diario 1667).

Al tener instrucciones tan precisas, debería saberse cómo pintar la imagen de Jesús Misericordioso, sin embargo se han hecho muchas imágenes incorrectas. Con frecuencia se omiten las palabras „Jesús, en Ti confío”. A veces aparece el Sagrado Corazón añadido a la imagen o una corona en la cabeza del Señor, para enfatizar que los rayos salieron del Corazón y de ese modo se presenta al Señor como Rey de la Misericordia. También se suele reproducir sólo el rostro de Jesús, bajo el cual se inscriben las palabras „Jesús, en Ti confío”. , Además de las imágenes pintadas de Jesús Misericordioso, también se suelen hacer esculturas, relieves, o imágenes hechas mediantes diversas técnicas modernas. No obstante, para el culto correcto deben usarse las imágenes, siendo fieles al encargo que hizo Jesús cuando dijo: Pinta una imagen según el modelo que ves, y firma: Jesús, en Ti confío (Diario 47).


Significado teológico de la imagen

El Padre M. Sopoćko vincula el significado teológico de esta imagen con la voluntad del Señor por la cual el quería que fuera bendecida y que fuera venerada públicamente el primer domingo después de Pascua. Justamente este domingo, también llamado Domingo in Albis, desde el Concilio de Trento, se lee el Evangelio de San Juan, que habla de la aparición de Jesús a los Apóstoles en el Cenáculo y de la institución del sacramento de la penitencia. La imagen muestra a Cristo resucitado, que nos ofrece la paz, el perdón de los pecados y todas las gracias que nos ha conseguido por su Pasión y muerte en la cruz. Muestra a los discípulos también sus llagas como huellas de la Pasión y como signo de identidad. Ríos de sangre y agua que brotan de su Corazón traspasado (aunque no se ve en la imagen) y las llagas en las manos y los pies que nos hacen recordar los acontecimientos del Viernes Santo. Algo característico de esta imagen son los dos rayos: uno rojo y otro pálido. Cuando Sor Faustina le preguntó a Jesús acerca de su significado, respondió: Los dos rayos significan la Sangre y el Agua. El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas (Diario 299). Estos dos rayos simbolizan pues los sacramentos, la Iglesia que nace del costado traspasado de Cristo y los dones del Espíritu Santo, cuyo símbolo bíblico es el agua. Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos, porque no le alcanzara la justa mano de Dios (Diario 299).

La imagen, según el director espiritual de santa Faustina en Cracovia, tiene una interpretación más amplia, pues no se refiere sólo a los acontecimientos pascuales de la vida de Cristo, sino que son, en general, un signo del amor misericordioso de Dios para toda la humanidad. Este amor de Dios ha sido plenamente revelado por el estilo de vida, los milagros y las enseñanzas de Jesús, pero especialmente en su Pasión, Muerte y Resurrección. La imagen, como subraya el Padre Prof. I. Rozycki, muestra la misericordia de toda la Santísima Trinidad; es por eso que se conoce también como la imagen de la Divina Misericordia o la imagen de Jesús Misericordioso, porque ha sido Él quien ha revelado al hombre este misterio del modo más pleno.

La imagen constituye una síntesis visual de la devoción a la Divina Misericordia, pues no sólo nos muestra el misterio de la Misericordia de Dios, que nos ha sido revelado más plenamente en la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, sino que también nos indica cuál debe ser la respuesta del hombre a Dios, al conocer dicho misterio de nuestra fe. En las palabras que hay bajo la imagen, Jesús, en Ti confío (Diario 47), se nos indica la respuesta primordial que el hombre debería tener ante este amor misericordioso de Dios que nos precede: se trata de la confianza.

La confianza en los escritos de santa Sor Faustina significa una actitud íntegra del hombre hacia Dios, que viene determinada por la fe, la esperanza, y la caridad; y en cuanto a las virtudes morales se refiere a la humildad y la contrición. Así que aquí se trata de la actitud del niño hacia su padre, que se fía de él sin condiciones. La actitud de confianza en Dios a la cual nos referimos en la devoción a la Divina Misericordia no consiste en un sentimiento piadoso o en un asentimiento intelectual de las verdades de la fe, sino que más bien se trata de una actitud muy concreta, que hacia el exterior se expresa por el cumplimiento de la voluntad de Dios contenida en los diez mandamientos, las obligaciones de estado y las inspiraciones que uno va discerniendo como procedentes del Espíritu Santo. La persona que confía sabe que la voluntad de Dios es para él la misericordia misma, y por eso trata de adoptarla y vivirla en su propia vida.

La imagen recuerda también el deber fundamental de todo cristiano, que es el amor activo hacia el prójimo. Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso (Lc 6, 36) – dijo Jesús a sus discípulos. Así pues, esta imagen de la misericordia de Dios al mismo tiempo nos recuerda la llamada que nos hace el Evangelio para que nos convirtamos „en una imagen de Dios”, mediante la realización de actos de caridad hacia el prójimo. Jesús dijo a Sor Faustina, y a través de ella a todos los devotos de la Divina Misericordia, que la imagen debería recordarnos las expectativas y exigencias de Su misericordia: porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil (Diario 742). Exijo de ti obras de misericordia que deben surgir del amor hacia Mi Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte. Te doy tres formas de ejercer misericordia al prójimo: la primera – la acción, la segunda – la palabra, la tercera – la oración. En estas tres formas está contenida la plenitud de la misericordia y es el testimonio irrefutable del amor hacia Mi De este modo el alma alaba y adora Mi misericordia (Diario 742). Jesús desea que sus adoradores y devotos ejerzan durante el día al menos un acto de misericordia al prójimo por amor a Él.


Promesas

La veneración de la imagen de Jesús Misericordioso, por lo tanto, consiste en la oración confiada unida a actos de caridad. Jesús asoció al culto de la imagen de Jesús Misericordioso, entendido de este modo, grandes promesas. Ya en la primera aparición, aseguró que: Prometo que el alma que venera esta imagen no perecerá (Diarios 48), es decir, daba de ese modo la promesa de la salvación eterna. Prometió también que las almas que veneren su imagen debidamente harían grandes progresos en el camino de la perfección cristiana, obtendrían la gracia de una buena muerte, y todas las gracias y beneficios temporales que las almas pidan a Dios en su misericordia con confianza. Ofrezco a los hombres – dijo Jesús a Sor Faustina – un recipiente con el que han de venir a la Fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese recipiente es esta imagen con la firma: Jesús, en Ti confío (Diario 327); Por medio de esta imagen colmaré a las almas con muchas gracias, por eso, que cada alma tenga acceso a ella (Diario 570).

Aún en vida de Sor Faustina, Jesús le aseguró que esta imagen atraería muchas almas a Dios, y que a través de la imagen Su misericordia actuaría en las almas. En abril de 1938 escribió en su Diario: Hoy he visto la gloria de Dios que fluye de esta imagen. Muchas almas reciben gracias aunque no lo digan abiertamente. Aunque su suerte varia, Dios recibe gloria a través de ella y los esfuerzos de Satanás y de la gente mala se estrellan y vuelven a la nada. A pesar de la maldad de Satanás, la Divina Misericordia triunfará en el mundo entero y recibirá el culto de todas las almas (Diario 1789).


Hna. M. Elżbieta Siepak ISMM

Traducción del polaco: Xavier Bordas Cornet


Tomado de:

https://www.santafaustina.es/imagen/?wide=true#more-40