P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
VIII. JESÚS EN PEREA
(Diciembre año 29 - Abril año 30)
174.- "SIERVOS
INÚTILES"
TEXTO
Lucas, 17,7-10
"¿Quién de
vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le
dice: ‘Pasa al momento y ponte a la mesa’?
¿No le dirá más
bien?: 'Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido
y bebido, y después comerás y beberás tú' ¿Acaso tiene que agradecer al siervo
porque hizo lo que fue mandado? De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho
todo lo que os fue mandado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que
debíamos hacer."
INTRODUCCIÓN
San Lucas nos
propone a continuación diversas sentencias del Señor, de contenidos muy diferentes,
sin especial unión entre ellas y sin conexión con la temática precedente sobre
el uso de las riquezas.
Son cuatro las
sentencias que pronuncia el Señor. Tres de ellas ya las hemos meditado
anteriormente al comentar los pasajes paralelos en Mateo y Marcos.
La primera se refiere a su enseñanza sobre el
escándalo (Lc 17.1-2) (Cfr. Medit. 125)
La segunda, sobre la corrección fraterna (Lc 17.3-4)
(Cfr. Medit. 129). La tercera, sobre el poder de la fe (Lc 17,5-6) (Cfr. Medit.
120).
La cuarta enseñanza del Señor es la que nos propone
Lucas en el pasaje que hemos transcrito arriba y que es el objeto de nuestra
presente meditación.
MEDITACIÓN
El Señor nos
enseña en este pasaje dos verdades fundamentales.
La primera es que
toda nuestra vida debe ser un continuo servicio a Dios y cumplir siempre su
santísima voluntad, todo lo que él nos manda. Evidentemente que Jesús de
ninguna manera niega que seamos hijos de Dios y que el Padre nos ame como a
verdaderos hijos; pero esta verdad de nuestra filiación divina no debe hacer que
olvidemos nuestra principal y única obligación, que es servir a Dios con toda
fidelidad siempre y en todas las cosas. "Servir a Dios" no nos
humilla; todo lo contrario, nuestro mayor título de gloria es considerarnos
siempre como hijos de Dios que vivimos en su constante servicio. En este
servicio a Dios está nuestro bien y nuestra felicidad.
La segunda
enseñanza es fundamental en la vida cristiana. Podríamos caer en la tentación
de creer que si servimos al Señor con fidelidad, podríamos adquirir ciertos derechos
con respecto a él, podríamos reclamarle y exigirle que nos premie. Este error
es lo que intenta disipar Cristo. Jamás podemos tener verdaderos derechos y
exigencias con respecto a Dios. El hijo, siervo de Dios, después de haber cumplido
la voluntad de Dios, no tiene ningún derecho a la recompensa; los premios que
concede Dios y, sobre todo, la gloria eterna, siempre serán regalos de la
infinita bondad de Dios, dones suyos, que como Padre amantísimo los va a
conceder, pero no porque tengamos derecho a ellos.
Nuestra misma vida
natural es un regalo de Dios. Cuánto más todo lo referente a la vida
sobrenatural, la gracia de Dios, la fe, la esperanza, la caridad, tener
fortaleza para no caer en pecado, estar destinados a la vida eterna de gloria y
felicidad.
El hombre no tiene
de qué gloriarse a los ojos de Dios y, consiguientemente, es un absurdo pensar
que tenemos derechos que podemos exigir a Dios, que Dios contrae estrictas
obligaciones con nosotros. Toda la gloria debe darse siempre a Dios.
Es la enseñanza
del Señor que nos transmitirá Pablo en sus cartas:
"¿Qué tienes
que no lo hayas recibido? Y, si lo has recibido, ¿a qué gloriarte como si no
lo hubieras recibido?" (1 Cor 4,7)
"El que se
gloríe que se gloríe en el Señor." (1 Cor 1,31)
"Habéis sido
salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que
es don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe."
(Efes. 2,9)
La verdadera
humildad y el reconocimiento de nuestra nada ante Dios, será siempre el fundamento
de toda vida cristiana.
N.B. Puede no comprenderse la
expresión que usa el Señor de que somos "siervos inútiles". La
palabra "inútil" empleada en este contexto no significa que nuestro
servicio a Dios sea considerado por él como algo inútil, despreciable; Dios
quiere que trabajemos por él y colaboremos a su obra redentora, y estima en
mucho el servicio que le prestamos. Aquí "inútil" significa que por
más obras buenas que realicemos, por más esfuerzos que hagamos, ni esas obras
ni esos esfuerzos son "útiles", eficaces, para que tengamos ya un
derecho a nuestra salvación. Dios nos ha prometido la vida eterna y la
concederá a los que le hayan servido como hijos en esta vida; pero la vida
eterna, el premio de Dios, será siempre un gran regalo suyo, tal como ya hemos
explicado.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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