P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
VIII. JESÚS EN PEREA
(Diciembre año 29 - Abril año 30)
168.- PARÁBOLA DEL
HIJO PRODIGO - PRIMERA PARTE
TEXTO
Lucas 15, 11-24
Jesús dijo:
"Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al Padre:
"padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les
repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se
marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.
Cuando hubo
gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar
necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país,
que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con
las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí
mismo, dijo: ‘¡Cuantos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia,
mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le
diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo,
trátame como a uno de tus jornaleros.’ Y, levantándose, partió hacia su padre.
Estando él todavía
lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su Cuello y le besó
efusivamente. El hijo le dijo: 'Padre, pequé contra el cielo Y ante ti; ya no
merezco ser llamado hijo tuyo.' Pero el Padre dijo a sus siervos: 'Traed aprisa
el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en
sus pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta,
porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha
sido hallado.' Y comenzaron la fiesta."
INTRODUCCIÓN
Podemos considerar
esta parábola como la más bella de todo el Evangelio, porque es la que mejor
nos describe el corazón de Dios. Y es también la parábola más conocida universalmente.
Pero son muchos los autores que consideran que la parábola no debería llamarse
"parábola del hijo pródigo", sino "parábola del padre misericordioso".
Ciertamente, la figura principal de la parábola es el padre, que representa a
Dios, Padre de todos los hombres.
La escena está
tomada de la vida ordinaria de un hogar. Todo parece desarrollarse normalmente
en la vida de trabajo y en las relaciones humanas entre padre e hijos. En la
parábola aparecerá claramente el gran amor que el padre tiene por los dos hijos,
pero éstos no muestran una apreciación de ese amor y no corresponden a él. La
actitud del hijo mayor la veremos en la siguiente meditación, al tratar la
segunda parte de la parábola dedicada a este hijo. En esta meditación consideraremos
las actitudes del hijo menor y el amor, lleno de bondad y misericordia, que el
padre manifiesta para con él.
MEDITACIÓN
1) Actitud del hijo que sale del hogar paterno
El hijo menor no
valora su vida de hogar; sueña con aventuras lejos del hogar paterno. Quiere
novedades, quiere experimentar los placeres que la vida puede ofrecerle, quiere
sentirse libre de toda atadura con su padre. Cree que va a encontrar la
felicidad lejos de su padre satisfaciendo sus deseos egoístas y sus pasiones.
Y esta actitud le lleva a tomar una decisión: pedir a su padre la parte de la
herencia que le corresponde, y con esas riquezas de su padre comenzar una
nueva vida de alegrías y placeres mundanos. El sabe que va a herir el corazón
de su padre; pero su amor y sufrimiento no le interesa. Lo único que tiene
valor para él es su independencia y satisfacer sus ansias de aventura y de
placeres.
Su rebeldía pasa
por encima del amor de su padre. Y, efectivamente, se dirige a su padre para
comunicarle su decisión.
La actitud de este
joven simboliza la actitud de todo pecador. Se da siempre una falta de
comprensión y de estima del amor de Dios. Es revelarse contra Dios y creer que
la felicidad consiste en independizarse de Dios. Creer que los mandamientos de
Dios son una atadura que impide la felicidad. Es querer gozar y abusar de la
creaturas de Dios abandonando al Creador, como dice San Agustín. Es poner la
felicidad en el propio egoísmo y en saciar todas las pasiones que brotan de
ese egoísmo. Todo pecado, desde el primero de nuestros primeros padres,
contiene en sí estas actitudes, en un grado o en otro.
2) Actitud del Padre ante la decisión del hijo
menor
El hijo no tenía
derecho a exigir la herencia en vida de su padre; pero sí estaba permitido que
el padre se la concediese en vida.
¿Qué actitud toma
el padre? Sin duda alguna, que el padre le hablaría, le aconsejaría; pero, en
definitiva, ante la insistencia del hijo, el padre, con el corazón destrozado,
respeta la libertad de su hijo y accede a su petición; y lo que es suyo se lo
entregará al hijo. El hijo ni siquiera sabrá agradecer las riquezas que el
padre ha puesto en sus manos. Considera que tiene pleno derecho a esas
riquezas, cuando en realidad son riquezas del padre que puede disponer de ellas
como quiera hasta la hora de su muerte. Lo que ha recibido es don, regalo del
padre.
El padre simboliza
a Dios y a su manera de actuar con los hombres, sus hijos. Dios ha creado al
hombre a su imagen y semejanza, con inteligencia para discernir el bien y el
mal, y con libertad responsable para elegir lo que verdaderamente sea un bien
para ellos. Y supuesta esta providencia de Dios en la creación de sus hijos,
respetará siempre su libertad. El Dios del evangelio que nos revela Jesucristo,
no usa la coacción para imponer su voluntad amorosa a los hombres. Sólo usa la
voz de la conciencia y derrama gracias actuales sobre sus hijos para
apartarlos del mal. Y a través de su Hijo crucificado les hará comprender el
amor que él les tiene y les rogará que escuchen a su Hijo para seguir el camino
del bien y no condenarse.
Pero si el hombre
quiere usar de su inteligencia para maquinar el mal y usar de su voluntad para
ejecutarlo, lo hará. Su corazón de Padre quedará profundamente herido cuando
sus hijos elijan el camino del mal, pero no les privará de su libertad. Ni
siquiera en el caso más trágico de la historia, el de la crucifixión de su
Hijo, quitó la libertad a los hombres. Pudo haber enviado legiones de ángeles
para eliminar a los enemigos de su Hijo e impedir su condena y muerte, pero no
lo hizo.
3) El hijo fuera de casa
El joven sale de
la casa en busca de sus ideales materialistas.
Recorre ciudades y
países lejanos en busca de aventuras y diversiones. Y como llevaba suficiente
dinero, no le fue difícil encontrar amigos y amigas. Pararía en los mejores
albergues, y qué fácil le resultaría conquistar mujeres, entregarse a los
placeres de la carne. Diversiones locas y orgías constituían su vida. Se sentía
buscado por los amigos y amigas; el dinero atrae siempre muchos amigos. Pero
esta situación le duró mientras continuó disfrutando del dinero.
Pero el dinero le
duró poco con la vida de despilfarro y placeres que llevaba. Y llegó el día en
que no tenía ni para pagar un sencillo alojamiento, ni para satisfacer su
hambre. Acudiría a los que se llamaban sus amigos, pero se encontró con la dura
realidad de la falsedad de esas amistades, y en todas partes le cerraban la
puerta. Quizá intentase buscar algún trabajo, pero bien difícil debía de ser el
encontrarlo en una tierra extraña, y más cuando en aquella región se padecía
una gran hambre. Por fin, consigue ser empleado como guardián de una piara de
cerdos. Se siente humillado, pero no tiene más remedio que aceptar ese trabajo;
y, aun trabajando, se encuentra también con la durísima realidad del amo que no
le deja siquiera que coma de las bellotas que dan a la piara, y no puede
satisfacer su hambre.
Maravillosa
descripción de la degradación del pecador. El joven se quiso independizar de su
padre, y se encuentra ahora esclavo de un amo despiadado, y esclavo del pecado
y de los placeres y, como consecuencia, queda en la miseria humana y moral. El
vicio corrompe y degrada al hombre.
4) Actitud del padre durante la ausencia del hijo
El padre se vio forzado a dejar marchar a su hijo. Pero la herida que
le había producido en su corazón no sólo no cicatrizaba, sino que cada día que
pasaba se abría más y era más el dolor que sentía el padre.
Seguía amando a su
hijo y era su preocupación constante el pensar qué estaría haciendo su hijo,
cómo le iría, qué vida estaría llevando. Anhelaba el regreso de su hijo y nunca
perdió la esperanza de que ese hijo volviese. Y en la parábola parece que se
nos quiere indicar que el padre con mucha frecuencia salía a la puerta de la
casa, o quizá subiese a la azotea, para otear desde allí el camino por donde el
hijo partió y por donde tendría que volver.
Nuestro Padre Dios
conoce y ama a todos los hijos pródigos que hay en el mundo. Y los ama con
perseverancia constante sin cansarse nunca en su amor no correspondido, esperando
que vuelvan a él, donde está el bien y la felicidad. El hombre es el que da la
espalda a Dios, pero Dios le sigue mirando con ojos de ternura paternal y no le
pierde de vista ni un instante. Y esa mirada es origen de muchas gracias para
que vuelvan a él. Cualquier hombre que quiera de nuevo volverse a mirar a su
Padre Dios, encontrará que su Padre siempre le ha estado mirando y esperando
con grandes deseos de volver a tener un encuentro con él.
5) Conversión del hijo
Con profunda
psicología se nos describe en la parábola el proceso de la conversión del hijo.
a) Entra dentro de sí, se hace reflexivo ante la desgracia.
b) Recuerda a su padre y compara el trato que allí tenían los jornaleros,
con el que ahora él experimenta. Se acuerda del padre más por interés que por amor.
c) Nace en él una voluntad de volver a su padre.
d) Reconoce su pecado y está dispuesto a hacer su confesión delante de su
padre y pedirle perdón.
e) Con humildad está dispuesto a aceptar que el Padre le trate como a un
jornalero más; no se considera digno de ser tratado como hijo.
f)
- Emprende de nuevo el camino
hacia su Padre.
¿Cómo calificar el
arrepentimiento del hijo? ¿Es un arrepentimiento de pura conveniencia? Así
debió de ser al principio de su conversión. Lo que busca es salir de su situación
miserable en que se encuentra y no halla otra solución que la de volver a su
padre.
Pero se puede
suponer que, conforme va madurando en su propia decisión, sentiría vergüenza
de su vida pasada y de lo mal que se había portado con su padre. Es muy probable
que recapacitase cada vez con mayor profundidad sobre sus pecados y sobre lo
bajo que había caído; y con sinceridad juzga que no es digno de que su padre
lo vuelva a aceptar como hijo. Pero recuerda la bondad y el amor de su padre y
cree que le perdonará y le admitirá en la casa como otro jornalero más.
Así pues, el
arrepentimiento inicial de conveniencia e interés se iría transformando en un
arrepentimiento más sincero, y llegaría a un verdadero arrepentimiento por amor
a su padre, al ver como le recibía.
El arrepentimiento
de este hijo simboliza también el frecuente arrepentimiento de muchos hombres.
El pecador no reflexiona, no empieza a arrepentirse, sino cuando siente las
consecuencias trágicas de sus pecados, cuando tropieza con el dolor y el sufrimiento,
con alguna desgracia. Y Dios se vale de todo para salvar a un pecador. Dios no
exige para abrazarle y perdonarle un arrepentimiento perfecto. Con tal que
haya reconocimiento del pecado y el propósito de cambiar, aunque sea con un arrepentimiento
imperfecto, es suficiente para que Dios perdone. La gracia de Dios seguirá
después actuando para que ese arrepentimiento imperfecto se transforme en un
arrepentimiento de verdadera contrición, por amor a Dios.
6) Encuentro del padre con el hijo
Mientras, el padre
sigue esperando y mirando hacia el camino para ver si vuelve el hijo
descarriado. La paciencia de Dios es infinita.
Uno de esos días
que el padre estaba mirando desde la azotea el camino por donde se había ido su
hijo, de pronto reconoce al hijo que vuelve. ¿Cómo pudo reconocerle a
distancia? El hijo que se había marchado en buena cabalgadura, con trajes
elegantes, lleno de salud y fuerza, volvía ahora como un pordiosero y con el
semblante cambiado por los vicios y el hambre. Quizá otro no le hubiese
reconocido, pero su padre sí le reconoció.
Y no pudo esperar.
Y marcha corriendo al encuentro de su hijo y, antes de que el hijo pudiera
hablarle y pedirle perdón, le abraza con toda su alma, "se echó a su
cuello", y le colma de besos de ternura. Así es el comportamiento de
Dios. En cuanto ve en el alma de un pecador indicios de un sincero
arrepentimiento se adelanta a su encuentro y le da el abrazo del perdón que
brota de su infinita misericordia. La alegría del padre es muy superior a la
alegría del hijo. La alegría de Dios por un pecador arrepentido supera con mucho
la alegría del pecador que recibe el perdón.
Y el perdón que da
el padre a su hijo es un perdón total, sin condiciones y sin echarle en cara su
ingratitud y su mala vida. Cuando el padre deja de tenerle abrazado fuertemente
junto a él, el hijo quiere empezar a decir sus palabras de perdón que había
preparado, y que terminarían con la petición de que le admitiese como a uno de
sus jornaleros. El padre no le deja terminar sus palabras e inmediatamente
llama a sus criados para que le traigan ropa buena y limpia, le pongan un anillo
en su mano, signo de su pertenencia a la casa como hijo, y que preparen un
gran banquete.
No se puede
describir mejor la alegría y el amor del padre al hijo " que había muerto
y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado."
Y así es Dios.
Perdona todo, siempre, con total olvido, sin volver nunca a echar en cara los
pecados cometidos. Y perdona de manera que devuelve al pecador su dignidad de hijo
suyo, heredero de la gloria; y le colma de toda clase de gracias y bendiciones.
Y esta es la
enseñanza de la parábola. Lo que quiso decir Jesús a los fariseos que se
escandalizaban de que él tratase con los publicanos y pecadores era: "Así
es mi Padre Celestial." Jesús habla de un Dios que es Padre ante todo,
perdón ante todo, misericordia ante todo, amor por encima de todo. Y él, que
era el Hijo de ese Dios Padre, no podía tener otros sentimientos ni otros
valores en su vida que los que tenía su Padre: amor infinito de misericordia y
perdón para todos los pecadores. Esta era la "Buena Nueva" que traía
al mundo, que escandalizaba a los que se creían "justos"; pero que
era alegría y salvación para todos los que se reconociesen pecadores.
Y cuánto cuesta creer
al hombre en la misericordia infinita de Dios; creer que verdaderamente Dios
perdona todo y siempre. El hombre se ve tan miserable que no puede llegar a
comprender que Dios le ame con tanta bondad y misericordia. Y la raíz de esta
dificultad es que nos miramos demasiado a nosotros mismos y no levantamos los
ojos a Dios. Creemos que Dios nos tiene que amar por nuestros méritos, por ser
nosotros buenos, y no acabamos de comprender que Dios nos ama no por los
méritos nuestros ni por que seamos buenos, sino porque él es infinitamente
bueno y nos ve a todos recubiertos con los méritos infinitos que Cristo nos mereció
con su Pasión y su Muerte.
El hombre debe
aceptar ser "creación de la misericordia de Dios." Aceptarlo todo de
Dios y deberle todo a Dios es la actitud del hombre que más agrada a Dios.
Reconocer nuestra nada total y esencial y vivir la alegría de ser siempre y
totalmente don de Dios que ama y perdona, es la actitud de fe más pura y
sincera.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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