EJERCICIOS ESPIRITUALES en la vida cotidiana. Programa DESAFÍO - 3


Programa del P. Mark Link jesuita, sobre Ejercicios Espirituales para desarrollarlos en la vida diaria, en esta tercera entrega, se comparte la quinta semana de ejercicios espirituales.

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Domingo XXII del Tiempo Ordinario. Ciclo C. “Ceder el primer puesto”


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P. Adolfo Franco, jesuita.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (14, 1. 7 al 14):

En sábado, Jesús entró en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando.

Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola:

«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga:

“Cédele el puesto a este”.

Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.

Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga:

“Amigo, sube más arriba”.

Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.

Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido».

Y dijo al que lo había invitado:

«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».

Palabra del Señor

 

Jesús nos da una lección de cortesía cristiana: ceder el primer puesto a los demás.

El Señor es invitado a un banquete, y lo convierte en enseñanzas. Todos los acontecimientos que vive Jesús le sirven para trasformarlos en mensajes. Y en este caso Jesús nos va a hablar de la humildad, que no es frecuente en los invitados a los banquetes. Las invitaciones más solemnes ponen de manifiesto muchas veces el orgullo y la soberbia de los invitados: se buscan las preferencias, los sitios de honor, y el círculo de los poderosos.

Jesús está viendo cómo los invitados buscan abierta o disimuladamente los sitios de honor: la cabecera, o quedar junto a alguien importante, para poder obtener algún beneficio. Los sitios donde se puede satisfacer la vanidad y el orgullo, o donde se pueden sacar ventajas personales. Y Jesús invita al despojo, al desprendimiento completo. Vivir la vida sin pretender convertirla en una carrera por prevalecer sobre los demás.

Ante esta enseñanza de los que buscan los primeros puestos, hay varias preguntas que hacerse: ¿cuál es el lugar que me corresponde? ¿qué lugar debo elegir? ¿se opone el Evangelio al deseo humano de progresar?

Empezando por la última: no hace falta discurrir mucho para responderla. El Evangelio no se opone al legítimo deseo de progresar. Con tal de que mi avance en el progreso sea legítimo, sin pisar a nadie, y usando siempre medios lícitos. Y evitando el subproducto del orgullo que a veces acompaña a algunos logros que obtenemos. Pero la enseñanza del evangelio va a algo más profundo que a examinar la casuística que podría derivarse de la consideración del legítimo progreso. La enseñanza de Jesús apunta a una actitud de nuestro espíritu, que tiene que ver con la autenticidad de nuestro ser, y con el respeto al prójimo.

En cuanto a las otras dos preguntas, el Señor nos responde animándonos a escoger el último lugar. Y nos lo enseña El que supo ponerse a los pies de los apóstoles, para lavárselos en la Ultima Cena. ¿De qué se trata en todo esto? Alegría de que el otro triunfe, aunque uno sienta que ha hecho más méritos que el otro. Saber ceder la delantera. Tener el deseo de pasar desapercibido, y no hacer tanto caso a condecoraciones y homenajes. Contentarse con el puesto menos espectacular, aunque sea el de más trabajo. Espíritu sencillo que sabe abrir la puerta al que viene detrás y dejarlo pasar delante. Es la cortesía de los humildes y sencillos del Evangelio, representados en San Juan Bautista que, refiriéndose a Cristo dijo: conviene que El crezca y que yo disminuya; y también: yo no soy digno ni de desatarle la correa de sus sandalias.

Si en un banquete imaginario nos invitaran con Jesús, y quisiéramos sentarnos cerca de El, tendríamos que escoger el último sitio, pues El nunca estaría en la cabecera.

El que vive así está seguro y en paz, no se estremece con la envidia, ni con el resentimiento. No tiene la fatiga del que siempre corre agitado, para estar por encima de quien sea.

Hay quienes han sabido ceder hasta el heroísmo como Maximilian Kolbe: ceder el puesto de la vida a un condenado a muerte, y sufrir en su lugar una cruel agonía. O una madre heroica, Cristina Cella de 26 años, que prefirió postergar su tratamiento contra el cáncer, para que su hijo naciese bien; aunque esto le acarreó la muerte.

Mirar con serenidad en el banquete de la vida cómo a otros se les da la preferencia, alegrarse de ello, y no precipitarse a ocupar puestos de privilegio, sino alegrarse de las preferencias de los demás sinceramente. Pensando además que ellos se lo merecen bien, y estarse tranquilos en los sitios escondidos. Sacar del corazón la avaricia y la codicia de la importancia. Ser mar tranquilo y no tormenta agitada por el orgullo.

Y por eso también en las invitaciones hacerlas a fondo perdido sin esperar que me lo paguen con la misma moneda. Es dar e invitar por el deseo limpio de entregarse, por el deseo de compartir, sin contabilizar los beneficios que los invitados me puedan devolver. Ser don y no mercancía. Y vivir alegres con la donación de sí, sin buscar retorno.

No hay duda de que el Evangelio, y este evangelio de hoy nos enseña la forma más bella de ser persona; y nos lo enseña el que es el “primogénito de toda la Creación” Jesús.



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Voz de audio: José Alberto Torres Jiménez.
Ministerio de Liturgia de la Parroquia San Pedro, Lima. 
Agradecemos a José Alberto por su colaboración.

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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.

Para otras reflexiones del P. Adolfo acceda AQUÍ.

 


 

186. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Parábola de los obreros de la viña

 


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


VIII. JESÚS EN PEREA

(Diciembre año 29 - Abril año 30)

186.- PARÁBOLA DE LOS OBREROS DE LA VIÑA

TEXTO

Mateo 20,1-16

"En efecto, el Reino de los Cielos es semejante a un propietario, que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Luego salió a la hora tercia y, al ver otros que estaban en la plaza parados, les dijo: Id vosotros también a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. Todavía salió a la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: ¿Por qué estáis aquí todo el día parados? Dícenle: Es que nadie nos ha contratado. Díceles: Id también vosotros a mi viña. Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros. Vinieron, pues, los de la hora undécima y recibieron un denario cada uno.

Cuando les tocó a los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Y al tomarlo murmuraban contra el propietario, diciendo: Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les paga como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el ca­lor. Pero él contestó a uno de ellos: Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a éste último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque soy bueno? Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos."


INTRODUCCIÓN

La parábola nos describe una situación real en aquel tiempo de Jesús, y que se repite en el mundo de hoy. La falta de trabajo y empleo hacía que los hombres saliesen temprano, por la mañana, a los lugares donde cono­cían que llegaban propietarios agrícolas que necesitaban obreros eventua­les para las faenas del campo.

En la parábola el Señor dice que el dueño de la viña salió cinco veces a contratar los obreros, al amanecer, a las nueve de la mañana, al mediodía, a las tres de la tarde y a algo más de una hora antes de la puesta del sol. A todos les invita: "Id a trabajar a mi viña." A los primeros llamados les pro­mete la paga de un denario, que solía ser el salario de un día de trabajo; a los otros les dice que les pagará lo que sea justo.

Lo extraordinario de la parábola es que el dueño de la viña a todos los obreros paga igual, sin hacer distinción entre los que fueron más tarde o incluso últimos.

El Señor a través de esta parábola nos quiere enseñar algunos aspectos del Reino de los Cielos: "En efecto el Reino de los Cielos es semejante a..."

MÉDITACION

1) El viñador sale a buscar obreros

Aquí el viñador es el mismo Cristo, quien sale en busca de obreros para su viña. Y sale cinco veces y va llamando a todos los que quieran trabajar en su viña, sin excluir a ninguno.

En esta salida y búsqueda de los obreros se simboliza el llamado que hace Cristo en todos los tiempos a todos los hombres, de cualquier condición que sean, para que vayan a su viña y trabajen en ella.

Conocemos que la viña ya simbolizaba en el Antiguo Testamento el Pue­blo de Israel, el Pueblo de Dios. (Cfr. Is 5,1-4). Y en el Nuevo Testamento, Jesús nos dirá: "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos" (Jn 15,5) indican­do con esta metáfora que todos los hombres están llamados a ser injerta­dos en él y, así, unidos profundamente a él, formar el Nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia, comunidad de todos los que creen en El. A formar parte de esta Iglesia, de este Nuevo Pueblo de Dios, están llamados todos los pueblos y cada uno de los hombres.

El llamado a los pueblos se dejará sentir en diversas épocas de la historia de la humanidad. Hoy día se puede decir que este llamado a través de la Iglesia ha sido escuchado hasta el último confín de la tierra. A todos los pueblos ha llegado la Evangelización y hasta las tribus más primitivas es­tán siendo evangelizadas.

El Señor dice: "Id a trabajar a mi viña. " El llamado del Señor no se limita sólo a que todos los hombres entren a formar parte del Nuevo Pueblo de Dios. Cada persona que acepta el llamado de Cristo y entra a formar parte de su Iglesia debe colaborar a la Evangelización de los demás. Cada uno, según su estado de vida y según sus posibilidades, está llamado a "trabajar en la viña del Señor". Todos son llamados a un apostolado activo, a cola­borar en la obra misional de Cristo.

2) A todos los obreros se les da la misma paga

La conducta del dueño de la viña que manda llamar a los últimos y les da el mismo jornal que a los primeros que han trabajado todo el día, puede parecer desconcertante.

Dos interpretaciones, ambas valederas, explican el porqué de esa conducta del dueño de la viña.

a) La parábola se dirige concretamente a los fariseos

Según esta primera interpretación, la enseñanza de la parábola va dirigida muy especialmente a los fariseos, que creían que la salvación que traería el Mesías sería exclusivamente para ellos, el pueblo judío, el pueblo escogi­do. Ellos, el pueblo judío, están representados en la parábola por aquellos obreros que fueron los llamados a la primera hora. Ciertamente, el llamado de Cristo se dirigió primeramente al pueblo judío.

Pero con esta parábola el Señor manifiesta a los fariseos que la salvación mesiánica será para todos los pueblos que en diferentes tiempos y circuns­tancias serán llamados a participar en ella.

Todos los pueblos gentiles están representados en los demás obreros que fueron llamados en las otras horas del día.

Y el Señor no sólo enseña a los fariseos la verdad del llamado universal a todos los pueblos paganos, sino que además les hace ver que aun aquellos que sean llamados en los últimos tiempos de la historia, gozarán de todos los bienes mesiánicos igual que los que hayan sido llamados en primer lu­gar; la salvación que se les brinda a todos los pueblos es la misma que ac­tualmente Cristo está brindando al pueblo judío, aunque éste desgraciada­mente rechace esa salvación. Se terminaron los privilegios y las discrimi­naciones.

b) La parábola se dirige a todos y cada uno de los hombres que acep­ten el llamado de Cristo

En esta interpretación no se trata ya de oponer el pueblo judío a los pue­blos paganos; se trata de una verdad fundamental de nuestra fe cristiana: Todos están llamados a participar de la salvación que trae Cristo, aun aquellos que sólo al final de su vida se conviertan y acepten el llamado de Cristo. Hasta el último instan­te de su existencia humana, toda persona tie­ne la posibilidad de arrepentirse, de convertirse sinceramente al Señor y, consi­guien­temente, recibir como premio la vida eterna de gloria y felici­dad. Acordémonos del Buen Ladrón que justo al final de su vida, con un acto de profundo arrepentimiento y reconocimiento del Señor, mereció oír de sus labios: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso."

En esta interpretación, el "denario" de la paga que se da a los obreros tiene un sentido muy especial. Notemos que el denario era la paga mínima del jornal de un día para poder garantizar al obrero y su familia satisfacer las necesidades fundamentales de la vida. El denario en la parábola se inter­preta como el premio esencial de la vida eterna que se concede a toda per­sona, por pecadora que haya sido, con tal que se haya arrepentido. Dios es infinitamente genero­so con todos los pecadores, y no puede permitir que ningu­no de ellos se condene, si en su corazón hay arrepentimiento y con­versión. Sólo de esta salvación, de entrar en la gloria eterna, trata la pará­bola.

La parábola, por lo tanto, nada nos dice sobre los distintos grados de gloria que cada bienaventurado pueda alcanzar. Por otros contextos del Nuevo Testamento conocemos que cada cual reci­bi­rá su premio según sus obras.

"El Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus Ángeles y entonces dará a cada uno según sus obras." (Mt 16, 27)

"Fíjense que vengo pronto, llevando el pago que daré a cada uno conforme a su trabajo. Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Ultimo, el Princi­pio y el Fin." (Apoc. 22, 12-13)

"Es preciso que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba lo que haya merecido durante su vida, por sus obras bue­nas o malas." (2 Cor 5,10; Cfr. Rom 14, 11-12)

El denario, pues, representa solamente la entrada en el Reino de Dios, la salvación, la vida eterna, el premio que el Señor concede a todos los que mueran en su gracia y en su amor. Pero, supuesta la salvación, la entrada en ese Reino Glorioso de Dios, cada uno de los bienaventurados, según hayan sido sus obras y sus méritos, recibirá una menor o mayor plenitud en esa gloria y felicidad.

Todos recibirán la gloria de la vida eterna y todos serán felices; no habrá celos ni envidias entre los bienaventurados. Cada uno recibirá el grado de gloria de que es capaz y quedará plenamente saciado. Pero esa capacidad es diversa en unos y otros de acuerdo a la entrega que hayan tenido al Se­ñor durante la vida.

3) "¿Por qué miras con malos ojos que yo sea bueno?"

El Señor pronuncia esta sentencia contra los fariseos que criti­ca­ban a Je­sús porque andaba con pecadores y publicanos, y mostraba su gran miseri­cordia perdonando a los que se arrepen­tían.

Los primeros obreros, que se quejan al dueño de la viña porque da el denario también a los obreros de última hora, repre­sen­tan a estos fariseos que con todo egoísmo querían que la salvación mesiánica fuese exclusiva­mente para ellos. Aquel dueño de la viña no fue arbitrario en su decisión de dar el denario a todos. Fue un amo compasivo que no quiso que ningu­no de sus obreros se quedase sin lo que era esencial para su subsistencia. Así obra el Señor con todos. Nadie quedará privado de la salvación eterna, nadie que haya acogido al Señor, aunque sea en el último momento de su vida.

Es la generosidad de Dios la que se pone aquí de manifiesto y que conde­na la mezquindad de los fariseos que querían sólo para ellos la salvación. Y además se pone de manifiesto la gratuidad de la salvación. Nadie tiene derecho a ella. Dios la concede porque es bueno y no quiere que se pierda ni uno solo de sus hijos. Y la salvación es don inmenso que se concede por iniciativa del mismo Dios.

Es Dios mismo quien sale en busca de los hombres, el que los invita a en­trar en su viña y a trabajar en ella. Sin la iniciativa de Dios nadie podrá sal­varse.

4) "Los últimos serán los primeros y los primeros, últimos."

De ninguna manera quiere decir el Señor que los más fervorosos, los que más se han esforzado en trabajar por el Reino de Dios, serán considerados los últimos. El Señor tenía presente en esta parábola la futura suerte de los pueblos gentiles y de los judíos. Y esta sentencia del Señor se refiere ex­clusivamente a los judíos. El pueblo judío por haber despreciado al verda­dero Mesías y el llamado a la salvación, serán pospuestos a todos los pue­blos paganos.

También podía referirse el Señor, de manera especial, a los fariseos que por su soberbia se creían los primeros en el Reino de Dios. Ellos se verían pospuestos a los pecadores y prostitutas arrepentidos: "En verdad, los publicanos y las prostitutas entrarán antes que ustedes en el Reino de los Cielos." (Mt 21,31)

También puede tener aplicación la sentencia del Señor a aquellos que du­rante toda su vida han sido cristianos pero han llevado una vida poco fer­vorosa, en contraste con aquellos que habiendo sido incluso grandes peca­dores se han convertido y después de su conversión, aunque haya sido tar­día, se han entregado en cuerpo y alma al servicio del Señor. Aquéllos se­rán pospuestos a éstos.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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185. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Recompensa a los que siguen los consejos evangélicos

 


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


VIII. JESÚS EN PEREA

(Diciembre año 29 - Abril año 30)

185.- RECOMPENSA A LOS QUE SIGUEN LOS CONSEJOS EVANGÉLICOS

TEXTOS

Mateo 19, 27-30

Entonces Pedro, tomando la palabra, le dijo: "Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido: ¿Qué recibiremos entonces?" Jesús les dijo: "Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regenera­ción, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os senta­réis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Is­rael. Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará vida eterna. Y muchos primeros serán últimos y muchos últimos primeros."

Marcos 10, 28-31

Pedro se puso a decir: "Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te he­mos seguido." Jesús respondió: "Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno; ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el tiempo venidero, vida eterna. Y muchos primeros serán últimos y los últi­mos, primeros."

Lucas 18, 28-30

Dijo entonces Pedro, "Ya lo ves, nosotros hemos dejado nuestras cosas y te hemos seguido." El les dijo: "Yo os aseguro que nadie que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres, hijos por el Reino de Dios, quedará sin re­cibir mucho más al presente y, en el tiempo venidero, vida eterna."


INTRODUCCIÓN

San Pedro, hablando en nombre de todos los demás apóstoles, hace con­fiadamente a Cristo una pregunta, ciertamente interesada. Ellos, poco o mucho, habían renunciado a todo lo que tenían para seguir a Jesús. El Se­ñor había prometido un gran tesoro al joven rico si renunciaba a sus rique­zas y le seguía. Pedro en su pregunta hace alusión a esta promesa del Se­ñor. ¿Qué tesoro era ése que a ellos se les iba a conceder por haber segui­do el consejo de renunciar a todo, que aquel joven desechó?

El Señor condesciende a la pregunta de Pedro y anuncia a los apóstoles el premio singular que les está reservado. La respuesta de Cristo encierra va­rias promesas. La primera va dirigida exclusivamente al grupo de los Doce; las otras van dirigidas a todos aquellos que en el transcurso de los tiempos dejarán todo y seguirán a Cristo en celibato y en pobreza volunta­ria.

MEDITACIÓN

1) Participarán en el poder de Cristo Juez

Esta promesa, como hemos indicado, se refiere exclusivamente al grupo de los apóstoles, de los Doce.

Cuando el Señor describe el Juicio Final comienza diciendo: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria." Y desde ese trono de gloria llevará a cabo el Juicio Universal de toda la humanidad. (Cfr. Mt 25,31-46)

El Señor usa la imagen de "trono de gloria" para señalar su poder de Rey Universal, y aquí de manera especial será ejercido como poder judicial so­bre todo los pueblos y personas.

Lo que promete a los apóstoles es que ellos también compartirán ese po­der glorioso de Jesús, Juez de vivos y muertos.

"En la regeneración" se refiere a la segunda venida de Cristo como Juez al final de los tiempos; y fruto de esa venida del Señor y de su Juicio Univer­sal será la purificación del universo entero, la purificación plena de todos los elegidos, la renovación completa de un mundo donde ya no existirá el pecado, ni habrá poderes demoníacos.

"Vosotros os sentaréis en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Is­rael". Es clara promesa de una especial participación de los doce apóstoles en el poder de Cristo Juez, al final de los tiempos. Las "doce tribus de Is­rael" hay que entenderlas como el Nuevo Pueblo de Dios en toda su am­plitud, el Nuevo Israel, que fundamentalmente será la Iglesia, pero en el que todos los pueblos y todos los hombres están llamados a participar; por tanto, se refiere a participar con Cristo en el juicio universal de toda la humanidad.

En qué consiste esta participación de los apóstoles no se nos explica en las palabras del Señor. Cristo fundó el Nuevo Pueblo de Israel sobre el funda­mento de los apóstoles. Así nos dice San Pablo: "Sois edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mis­mo." (Efes 2,20)

Al juzgar Cristo a la humanidad ha querido que sus apóstoles, a los que constituyó cimiento del Nuevo Pueblo fundado por él, tengan una posición relevante y le acompañen en su misión de Juez. No conocemos más en concreto sobre esta participación de los apóstoles en el Juicio Universal.

2) "Recibirá el ciento por uno y heredará vida eterna"

"Con persecuciones"

Estas promesas van dirigidas no sólo a los apóstoles, sino a todos los que sigan a Cristo con el renunciamiento a los bienes de este mundo.

Los que por amor a Cristo y por causa del Evangelio se hayan despojado de toda riqueza y hayan renunciado incluso al tesoro de la familia, mujer, hijos, padres, recibirán una doble recompensa: Una ya en esta vida, la re­compensa de recibir el ciento por uno de lo que dejaron. La experiencia continua de las personas consagradas al Señor confirma esta promesa de Cristo. En primer lugar, los bienes espirituales que se reciben son infinita­mente superiores a todos los bienes materiales que se han dejado; pero aun en el aspecto de bienes materiales, el religioso encuentra casa, comida, en todas partes del mundo donde vaya y esté establecida su congregación re­ligiosa. Renuncia a sus bienes materiales, y los bienes materiales de su congregación están a su servicio, para bien de su salud, de su formación, para satisfacer todas las necesidades que pueda tener. Su seguridad mate­rial es mayor que la de la gran mayoría de los hombres. Y en lo que se re­fiere a dejar la familia, es completamente cierto que la paternidad espiri­tual de los consagrados al Señor es "céntuplo por uno" en esta tierra.

La otra recompensa es el otro don, que encierra todos los demás dones: La vida eterna. Ciertamente, la garantía de la vida eterna es una recompensa admirable, y ante esta recompensa no queda sino agradecer infinitamente la generosidad del Señor. Realmente que es muy poco, casi nada lo que se abandona, y ¡qué infinito tesoro es el que se obtiene!

"Con persecuciones". El Señor no oculta lo que ha de ser ley general para aquellos que se entregan totalmente a su servicio. El mundo no lo puede soportar y procurará acosarles siempre y perseguirles.

Pero el ser perseguido por Cristo es otra de las bienaventuranzas que el Señor proclamó en el Sermón del Monte: "Bienaventurados seréis cuando os injurien y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos." (Mt 5, 11-12)

Los apóstoles experimentaron esta alegría cuando fueron azotados y humi­llados por mandato del Sanedrín: "Ellos marcharon de la presencia del Sanedrín contentos por haber sido considerados dignos de recibir ultrajes por el Nombre (de Jesús)." (Hech.5, 41)

Y a los Filipenses, que habían sufrido muchas tribulaciones, les escribe Pablo: "A vosotros se os ha concedido la gracia de que por Cristo, no sólo creáis en él, sino también que padezcáis por él." (1, 29)

Las persecuciones son, pues, otra recompensa del seguimiento a Cristo.

3) "Muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros"

Esta sentencia la dijo el Señor en diversas circunstancias y en diversos contextos, y no siempre puede interpretarse de la misma manera. Con fre­cuencia esta frase la refiere el Señor a los judíos y gentiles, dando a enten­der que los judíos que eran entonces los primeros, los elegidos del pueblo de Dios, por su rechazo a Cristo, vendrán a ser los últimos; y en cambio, los paganos que eran los últimos, vendrán a ser los primeros. Distinta in­terpretación también cuando nos dice el Señor que las prostitutas y los publicanos entrarán en el Reino de los Cielos antes que los fariseos. (Cfr. Lc 13, 28-30; Mt 21, 31)

Aquí la interpretación es distinta: se refiere el Señor a que, con mucha fre­cuencia, los que viven consagrados a Cristo serán despreciados en este mundo y considerados los últimos en la jerarquía de valores que tienen los hombres; pero ellos serán los primeros y más considerados en el Reino de los Cielos.


Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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182. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - "Dejad que los niños se acerquen a mí"


 

P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


VIII. JESÚS EN PEREA

(Diciembre año 29 - Abril año 30)

182.- "DEJAD QUE LOS NIÑOS SE ACERQUEN A MÍ"

TEXTOS

Mateo 19, 13-15

Entonces le presentaron unos niños para que les impusiera las manos y orase; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús les dijo: "Dejad a los ni­ños y no les impidáis que vengan a mí, porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos." Después les impuso las manos y se fue de allí.

Marcos 10,13-16

Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les re­ñían. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: "Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él." Y abrazaba a los niños, y los bendecía imponiendo las manos sobre ellos.

Lucas 18,15-17

Le presentaban también los niños pequeños para que los tocara, y al verlos los discípulos, les reñían. Mas Jesús les llamó, diciendo: "Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis; porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro; el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él."


INTRODUCCIÓN

Era costumbre en aquellos tiempos que las madres llevasen a sus hijos pe­queños donde hombres tenidos por santos para que les impu­siesen las ma­nos, orasen sobre ellos y los bendijeran. En los docu­men­tos talmúdicos en­contramos algunas fórmulas que los rabi­nos usaban para bendecir a los ni­ños. Esta es la escena que nos presenta el Evangelista; las madres que han sentido la bondad de Jesús, que quizá hasta han presenciado algún milagro suyo, acuden con sus niños para que el Señor los bendiga. Los apóstoles creyeron que esas madres importunaban a Jesús y que no merecía la pena que el Señor atendiese a sus ruegos y dedicase su tiempo a esos niños; y por tanto, con palabras de recriminación procuran alejar a las madres y a sus niños de la presencia del Señor.

¡Qué mal conocían los apóstoles el corazón de Cristo! La reacción de Cristo fue rápida y una reacción de enfado contra los apóstoles.

Una de sus grandes preferencias eran los niños, y manda que se acerquen a él, los abraza y bendice; y contemplando el rostro de esos niños da una lección para todos los que quieran ser sus discípulos.

MEDITACIÓN

"Porque de los que son como éstos es el Reino de Dios"

Es lo mismo que el Señor había pronunciado en otra oportunidad: "Si no cambiáis y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos" (Mt 18, 3; Cfr. medit. 123)

El niño es símbolo de pureza e inocencia; en su alma no ha entrado toda­vía la malicia consciente del pecado. El Señor se gozaba en esa inocencia y pureza de sus almas; por eso tendrá palabras tan duras para los que es­candalicen a los niños: "más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar." (Mt 18, 6)

Y la característica más profunda del niño es su total confianza en sus pa­dres; vive en completa dependencia de ellos y vive completamente aban­donado a sus cuidados. El niño en brazos de su madre o su padre se siente plenamente seguro y feliz. Es carencia total de orgullo y autosuficiencia; es plena apertura al amor de sus padres y se siente feliz en la dependencia que experimenta con respecto a ellos.

A estas características de los niños se refiere Jesús cuando dice: "Porque de los que son como éstos es el Reino de Dios."

El cristiano verdadero es el que está en continua lucha por mantener la pu­reza de su alma; y es el que vive en profundidad su filiación divina. Sentirse hijo de Dios, experimentar el amor que su Padre Dios le tiene, y vivir en una total confianza y abandono en su Divina Providencia, sin autosuficiencias y en completa dependencia alegre y feliz con respecto a su Padre Dios, es la vida del verdadero cristiano y lo que le abrirá de par en par las puertas del Reino de Dios. Esta es la enseñanza que nos quiere dar Cristo.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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184. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Peligro de la riquezas


 

P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


VIII. JESÚS EN PEREA

(Diciembre año 29 - Abril año 30)

184.- PELIGRO DE LAS RIQUEZAS

TEXTOS

Mateo 19, 23-26

Entonces dijo Jesús a sus discípulos: "Yo os aseguro que un rico difícil­mente entrará en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de los Cielos." Al oír esto, los discípulos se asombraban mucho y decían: "Entonces, ¿quién se podrá salvar?" Jesús mirándoles fijamente, dijo: "Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible."

Marcos 10, 23-27

Entonces Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: "¡Qué difí­cil será que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!" Los discí­pulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Más Jesús tomando de nuevo la palabra, les dijo: "Hijos, ¡que difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios." Pero ellos se asombraron aún más y se decían: "Pues, ¿quién se podrá salvar?" Jesús, mirándoles fijamente, dijo: "Para los hombres es imposible, más no para Dios, porque todo es posible para Dios."

Lucas 18, 24-27

Viéndole Jesús, dijo: "¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello entre por el ojo de una agu­ja, que el que un rico entre en el Reino de Dios." Los que oyeron, dijeron: "Pues, ¿quién se podrá salvar?" Respondió: "Lo imposible para los hom­bres, es posible para Dios."


INTRODUCCIÓN

El pasaje anterior del Evangelio, donde el joven rico abandona al Señor y desprecia la invitación que le hace, para que le siga en pobreza voluntaria, por el apego que tenía a sus riquezas, da ocasión al Señor para que hable de los peligros de las riquezas.

La comparación que hace el Señor "es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de los Cielos" no hay que entenderla al pie de la letra. Es una imagen que se repite en la lite­ratura oriental y que lo que significa es la gran dificultad de una cosa.

MEDITACIÓN

Ciertamente el Señor ha propuesto antes la pobreza voluntaria como un consejo evangélico para los que aspiran a una entrega total a su persona y a su Reino; no la propone como un mandamiento que hay que seguir.

Con todo, hay una pobreza a la que son llamados todos los que quieran en­trar en el Reino de Dios, en la vida eterna. Es la pobreza en espíritu, es de­cir, el desapego del corazón humano de todas las riquezas, el estar dis­puesto a perderlas todas antes que ofender a Dios. Esta pobreza espiritual sí es un mandato del Señor. El apego indebido a las riquezas es lo que hace que se conviertan esas riquezas en ocasión próxima de pecado. Y el no tener apego a las riquezas supone que se utilicen de acuerdo a la volun­tad de Dios, en ayuda sincera y eficaz de los más pobres y necesitados, para bien de la comunidad humana.

Pero qué difícil es que el que abunda en riquezas tenga un corazón despe­gado de ellas. Qué difícil es que el que tenga riquezas haga un uso recto de ellas. Cristo muestra esta dificultad por medio de la imagen del camello que no puede entrar por el ojo de una aguja.

Los bienes terrenos arrastran el corazón del hombre, lo convierten en auto-suficiente, soberbio: Las riquezas llegan a constituir para él una especie de idolatría, como nos dirá San Pablo (Cfr. Col 3,5) Más aún, es fuente de otros muchos pecados, sobre todo del pecado de la injusticia, de la falta de caridad sincera y efectiva con el prójimo. Es, por tanto, bien difícil poseer muchas riquezas y entrar en el Reino de Dios.

Los apóstoles conocían muy bien que la mayor parte de los hombres está dominada por la sed de riquezas. De ahí su asombro ante esta doctrina de Cristo, según la cual parecía que muy pocos se podrían salvar.

La naturaleza humana, abandonada a sus propias fuerzas naturales, no puede superar los obstáculos que las riquezas ponen en el camino de la salvación del alma. Pero la gracia de Dios lo puede todo. Es un principio fundamental del Evangelio: La observancia de los mandamientos y de los consejos evangélicos es superior a la capacidad natural del hombre, pero no a las fuerzas sobrenaturales que nos comunica Dios con su gracia. Este es el sentido de la respuesta del Señor a sus discípulos: "Para los hombres esto es imposible: pero todo es posible para Dios."

(Cfr. Medit. sobre la primera Bienaventuranza de "los pobres en espíritu". Medit. 27)



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.





183. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - El joven rico - la pobreza voluntaria


 

P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


VIII. JESÚS EN PEREA

(Diciembre año 29 - Abril año 30)

183.- EL JOVEN RICO - LA POBREZA VOLUNTARIA

TEXTOS

Mateo 19, 16-22

En esto se le acercó uno y le dijo: "Maestro, ¿qué he de hacer yo de bueno para conseguir la vida eterna?" Respondióle: "¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Más si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos." "¿Cuáles?", replicó él. Y Jesús le dijo: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás testimonio falso, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mis­mo." Díceles, entonces, el joven: "Todo esto lo he guardado, ¿qué más me falta?" Jesús le dijo: "Si quieres ser perfecto, vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven y sígue­me." Al oír estas palabras, el joven se marchó apenado, porque tenía mu­chos bienes.

Marcos 10, 17-22

Se ponía ya en camino cuando uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante él, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en he­rencia la vida eterna?" Jesús le respondió: "¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, honra a tu padre y a tu madre:" El, entonces, le contes­tó: "Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud" Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: "Sólo una cosa te falta: vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme." Pero él, al oír estas palabras, se entristeció y se marchó ape­nado, porque tenía muchos bienes.

Lucas 18,18-23

Uno de los principales le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?" Respondióle Jesús: "¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No cometas adulterio, no mates, no robes, no levantes testimonio falso, honra a tu padre y a tu madre." El le dijo: "Todo eso lo he guardado desde mi ju­ventud." Oyendo esto Jesús, le dijo: "Aún te falta una cosa. Vende cuanto tienes y repártelo entre los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos: luego, ven y sígueme." Oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico.


INTRODUCCIÓN

La persona que se acerca a Jesús es un joven, como señala Mateo, que re­conoce en Jesús a un Maestro excepcional y acude a él para hacerle la pregunta más transcendental de toda la vida: Cómo conseguir la vida eter­na. Notemos que la palabra "bueno" aplicada a Jesús como maestro, no solía usarse entre los judíos; estaba reservada para sólo Dios y la Ley. Si la usa aquí este joven es porque advertía algo muy excepcional en Jesús.

Lucas nos dice que quien acudió a Jesús era "uno de los principales." No hay que entenderlo como si se tratara de una autoridad judía o de un miembro del Sanedrín. Lucas se refería a que el joven pertenecía a una fa­milia distinguida y conocida por sus riquezas.

MEDITACIÓN

1) "¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios."

Antes de responder Jesús a la pregunta del joven sobre lo que hay que ha­cer para heredar la vida eterna, le hace reflexionar sobre el calificativo de "bueno" que le ha atribuido, que como hemos indicado sólo solía predicarse de Dios o de la Ley de Dios.

Juan Pablo II comenta así las palabras del Señor:

"Cristo quiere decir: sólo Dios es el último fundamento de todos los valo­res; sólo él da sentido definitivo a nuestra existencia humana. Sólo Dios es bueno, lo cual significa: en El y sólo en El todos los valores tienen su pri­mera fuente y su cumplimiento final; en El, 'el Alfa y la Omega, el Princi­pio y el Fin' (Apoc 21,6). Solamen­te en El hallan su autenticidad y confir­mación definitiva. Sin El -sin referencia a Dios- todo el mundo de los valo­res creados queda como suspendido en un vacío absoluto, pierde su trans­parencia y expresividad. El mal se presenta como bien y el bien es descar­tado." (Carta Apostólica a los Jóvenes del Mundo, 1985; n. 4)

Y con referencia a la pregunta del Señor: "¿Por qué me llamas bueno?", no hay que entenderla como si negase Cristo ese atributo referido a su per­sona. Cristo quiere que el joven profundice en el conocimiento de su per­sona. El joven ha mostrado admiración por Jesús y ha visto tal bondad y sabiduría en él, que le califica como se calificaba al mismo Dios: Maestro "bueno".

Juan Pablo II continúa su explicación del texto diciendo: "Es como si dije­ra: el hecho que yo sea bueno, da testimonio de Dios. 'El que me ha visto a mi ha visto al Padre' (Jn 14,9)."

Es una invitación implícita al joven para que pueda llegar al misterio más profundo de la persona de Cristo, a la fe sobrenatural en él, que es también condición necesaria para alcanzar la vida eterna.

2) "Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos"

Jesús responde al joven que en la observancia de todos los mandamientos de la Ley de Dios está el camino cierto para entrar en la herencia de la vida eterna.

Es la enseñanza que continuamente repite el Señor en su predicación. "No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre Celes­­tial." (Mt 7,21). "Si ustedes me aman, guardarán mis mandamien­tos."(Jn 14,15)."Si guardan mis manda­mientos, perma­necerán en mi amor" (Jn 15,10).

El joven responde con sinceridad que siempre se ha esforzado por cum­plirlos; y decimos que su respuesta fue sincera, porque el Señor corres­ponde a esta confesión del joven con una mirada llena de amor: "Jesús, fi­jando en él su mirada, le amó."

Es el premio que el Señor concede a todos los que viven en la observancia de sus mandamientos: "Si alguien me ama, guardará mis palabras, y mi Padre lo amará y vendremos a él para hacer nuestra morada en él." (Jn 14, 23)

El alma en gracia, el alma convertida por la gracia en Templo del Espíritu Santo, es contemplada por el Padre y el Hijo con infinita complacencia, y vienen a hacer su morada en ella.

3) "Si quieres ser perfecto, vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los Cielos; luego, ven y sígueme"

En la mirada de amor del Señor hacia el joven había una especial predilec­ción por él. Es cierto que para conseguir la vida eterna es suficiente obser­var los mandamientos, pero existe un camino de perfección más alto al que Dios llama a los que quiere y que es un don inapreciable de su bon­dad. A este camino de perfección llama el Señor a este joven.

Cristo llama a este joven a un seguimiento radical para que, renunciando a todo, le acompañe en su misión apostólica y redentora. La renuncia a to­dos los bienes supone un gran sacrificio, pero como recompensa valiosa encontrará al Señor siempre a su lado, vivirá con él, le seguirá a todas par­tes: y, además, se encontrará con un ingente tesoro en la vida eterna.

Anteriormente meditamos cómo el Señor proponía también a sus apósto­les el camino del celibato, como un camino de suma perfección en su se­guimiento y para colaborar al Reino de Dios. (Cfr. med. 181) Ahora el Se­ñor propone el camino de la pobreza voluntaria, de la renuncia a todos los bienes materiales, como el camino de mayor perfección para la entrega to­tal a Cristo y a su Reino.

Este llamado de Cristo al celibato y a la pobreza voluntaria persiste en la Iglesia a través de todos los siglos. Es lo que llamamos la vocación sacerdotal o religiosa. Y la correspondencia a esta vocación y la fidelidad en ella es fuente de los mayores beneficios del Señor, fuente de inmensa paz y alegría. No existe en la tierra vocación más sublime que la vocación a seguir este camino de perfección, que necesariamente lleva a una entrega en plenitud de amor a Cristo, a una colaboración verdaderamente divina a la obra misional de Cristo, a la instauración del Reino de Dios en este mundo.

4) "Al oír estas palabras, el joven se marchó apenado, porque tenía muchas riquezas"

El joven, al oír la invitación del Señor, debió sentir una emoción negativa n su corazón. Su corazón estaba muy apegado a sus riquezas; y esas ri­quezas le aseguraban una vida fácil, cómoda, muy regalada, y, por su­puesto, tener abiertas las puertas en todas partes. El Señor le pedía la re­nuncia a todo eso, no como cosa estrictamente necesaria para conseguir la vida eterna, sino como acto de generosidad en el servicio a Dios. Hasta allí no llegaba la generosidad del joven, ni podía llegar teniendo el corazón al servicio de las riquezas. Pero como sentía esa admiración por el "Maestro Bueno", sintió tanta tristeza y pena de dar la negativa al Señor, que ni si­9uiera se atrevió a comunicársela de palabra, sino que se la dio a entender dejándole rápidamente, marchando dese de su lado. Aquel joven perdió la oportunidad de haber sido uno de los apóstoles de Cristo al comienzo de la Iglesia y de que hoy fuera venerado por todos los cristianos. Pero lo más importante es que despreció el don extraordinario que el Señor le ofrecía, que le traería una mucha mayor felicidad, incluso aquí en la tierra, y un aumento de gloria indescriptible.

Cada vez son más los jóvenes de hoy día que repiten la historia de este evangelio. Tal es el ansia de riquezas, comodidades y atracciones que el mundo ofrece, que el llamado de Cristo a este seguimiento radical de los consejos evangélicos es inmediatamente acallado y hasta despreciado por muchos jóvenes. Y, sin embargo, hoy más que nunca necesita el Señor de vocaciones sacerdotales y religiosas.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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