ASCENSIÓN DEL SEÑOR. Ciclo C


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P. Adolfo Franco, jesuita.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (24, 46-53)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.»

Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

Palabra del Señor


Jesús asciende al cielo y así nos enseña nuestro futuro camino.

Hoy celebramos la fiesta de la Ascensión del Señor, final de toda la etapa de la presencia de Jesucristo en nuestro mundo. Es el final de su vida en la tierra, y el comienzo de la actividad de los apóstoles. En esa circunstancia, antes de separarse Jesús les indica cuál ha de ser su tarea, para continuar la obra de salvación que El ha realizado: predicar la conversión y el perdón de los pecados, ser testigos ante el mundo entero de todo lo que ellos han visto y han vivido con Jesús, y finalmente esperar a que el Espíritu los revista de la fuerza de lo alto. A continuación se eleva al cielo, desaparece su presencia física, y empieza su presencia en la Iglesia.

La Ascensión es más que un “fenómeno”, no se trata fundamentalmente de un espectáculo de elevación por los aires. Esto no es lo fundamental de la Ascensión; lo fundamental es lo que nos dice el mismo texto del Evangelio: Jesús traspasa su misión, y los beneficios de la salvación, para que sean ahora los apóstoles y sus sucesores (toda la Iglesia) los que continúen esa misma misión y distribuyan esos tesoros de salvación que Jesucristo realizó durante su vida en la tierra.

Quizá podríamos imaginar al mismo Cristo en este momento de despedida recordando y recapitulando todo lo que ha hecho durante su vida, en los distintos lugares: en Cafarnaún, en Nazaret, en Betania, en Jerusalén. Poco más de treinta años, enseñando a los hombres el amor de Dios, haciéndoles entender que Dios es Padre, que busca el bien de los hombres, que tiene una voluntad de salvarlos. Ha querido repetir hasta el cansancio, cuáles son los sentimientos íntimos de este Dios que ha amado al mundo hasta la locura. Y este hermoso anuncio del amor de Dios lo ha hecho transmitiendo palabras llenas de fuerza, con autoridad, palabras que llegaban al corazón de sus oyentes, que le miraban embelesados, sin cansarse nunca de oírle. Recordaba esas multitudes que le seguían, donde El depositaba esa hermosa semilla, que los corazones de los hombres (aun sin saberlo) deseaban recibir. Esos hombres se transformaban cuando se daban cuenta de que eran hijos queridos de un Padre bueno.

Recordaba, cómo se encontró con diversas personas que habían llegado al extremo de su oscuridad, cuando la enfermedad les hacían sentir miserables, apartados y excluidos de la tierra de los vivos (como los leprosos), cuando una pobre viuda había perdido a su único hijo; y tantas otras personas llenas de tinieblas y llenas de pecado. Y volvía a ver cómo con su acción cercana y curativa, empezaban a reverdecer, recuperaban la alegría de la vida. Era otra forma de transmitir a ellos y a los que eran testigos de esos prodigios de cariño, que Dios les ama, que Dios nos ama, y que quiere que todos se salven.

Cuántas cosas recordaba Jesús, al tener que dejar físicamente este mundo. Recordaba la admiración que sus oyentes sentían al oír sus parábolas, al recibir ese mensaje “nuevo” la “buena noticia”. Recordaba a aquellos amigos que le habían servido con tanta dedicación, a los pecadores que había purificado y liberado, recordaba a los pobres, para quienes siempre mostró su predilección, a los que El proclamó bienaventurados.

Y cómo no recordaría esos días trágicos de su muerte, en que quiso expresar que era nuestro querido amigo, pues nadie ama más que el que da la vida. Había cumplido a cabalidad la misión que el Padre le encomendó, y ahora la transmitía a esos hombres sencillos, en los que había depositado una fe esplendorosa, que lo habían dejado todo para seguirle, y le ponían sus propias vidas a su servicio. Confiaba en ellos, y les entregaba la gran misión de ir llenando de la luz del Evangelio hasta los últimos rincones del mundo, y así poco a poco se fue elevando de este mundo para regresar a su Padre, de donde había salido cuando vino a este mundo para ser un hombre entre los hombres.


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Voz de audio: José Alberto Torres Jiménez.
Ministerio de Liturgia de la Parroquia San Pedro, Lima. 
Agradecemos a José Alberto por su colaboración.

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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.

Para otras reflexiones del P. Adolfo acceda AQUÍ.

 







Catequesis del Papa sobre la vejez: 11. «Cohélet: la noche incierta del sentido y de las cosas de la vida»


 

PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro
Miércoles, 25 de mayo de 2022

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En nuestra reflexión sobre la vejez —seguimos reflexionando sobre la vejez—, hoy nos confrontamos con el Libro del Eclesiastés o Cohélet, otra joya que encontramos en la Biblia. En una primera lectura este breve libro impresiona y deja desconcertado por su famoso estribillo: «Todo es vanidad», todo es vanidad: el estribillo que va y viene; todo es vanidad, todo es “niebla”, todo es “humo”, todo está “vacío”. Sorprende encontrar estas expresiones, que cuestionan el sentido de la existencia, dentro de la Sagrada Escritura. En realidad, la oscilación continua de Cohélet entre el sentido y el sinsentido es la representación irónica de un conocimiento de la vida que se desprende de la pasión por la justicia, de la que el juicio de Dios es garante. Y la conclusión del Libro indica el camino para salir de la prueba: «Teme a Dios y guarda sus mandamientos, que eso es ser hombre cabal» (12,13). Este es el consejo para resolver este problema.

Frente a una realidad que, en ciertos momentos, nos parece acoger todos los contrarios, reservándoles el mismo destino, que es el de acabar en la nada, el camino de la indiferencia puede parecernos también a nosotros el único remedio para una dolorosa desilusión. Preguntas como estas surgen en nosotros: ¿Acaso nuestros esfuerzos han cambiado el mundo? ¿Acaso alguien es capaz de hacer valer la diferencia entre lo justo y lo injusto? Parece que todo esto es inútil: ¿por qué hacer tantos esfuerzos?

Es una especie de intuición negativa que puede presentarse en cada etapa de la vida, pero no cabe duda de que la vejez hace casi inevitable este encuentro con el desencanto.  El desencanto, en la vejez, viene. Y por tanto, la resistencia de la vejez a los efectos desmoralizantes de este desencanto es decisiva: si los ancianos, que ya han visto de todo, conservan intacta su pasión por la justicia, entonces hay esperanza para el amor, y también para la fe. Y para el mundo contemporáneo se ha vuelto crucial el paso a través de esta crisis, crisis saludable, ¿por qué? Porque una cultura que presume de medir todo y manipular todo termina por producir también una desmoralización colectiva del sentido, una desmoralización del amor, una desmoralización también del bien.

Esta desmoralización nos quita el deseo de hacer. Una presunta “verdad”, que se limita a registrar el mundo, registra también su indiferencia hacia los opuestos y los entrega, sin redención, al fluir del tiempo y al destino de la nada. De esta forma —revestida de cientificidad, pero también muy insensible y muy amoral— la búsqueda moderna de la verdad se ha visto tentada a despedirse totalmente de la pasión por la justicia. Ya no cree en su destino, en su promesa, en su redención.

Para nuestra cultura moderna, que al conocimiento exacto de las cosas quisiera entregar prácticamente todo, la aparición de esta nueva razón cínica —que suma conocimiento e irresponsabilidad— es un contragolpe muy duro. De hecho, el conocimiento que nos exime de la moralidad, al principio parece una fuente de libertad, de energía, pero pronto se convierte en una parálisis del alma.

Cohélet, con su ironía, desenmascara esta tentación fatal de una omnipotencia del saber —un “delirio de omnisciencia” — que genera una impotencia de la voluntad. Los monjes de la más antigua tradición cristiana habían identificado con precisión esta enfermedad del alma, que de pronto descubre la vanidad del conocimiento sin fe y sin moral, la ilusión de la verdad sin justicia. La llamaban “acedia”. Y esta es una de las tentaciones de todos, también de los ancianos, es de todos. No es simplemente pereza: no, es más. No es simplemente depresión: no. Más bien, la acedia es la rendición al conocimiento del mundo sin más pasión por la justicia y la acción consecuente.

El vacío de sentido y de fuerzas abierto por este saber, que rechaza toda responsabilidad ética y todo afecto por el bien real, no es inofensivo. No solamente le quita las fuerzas a la voluntad del bien: por contragolpe, abre la puerta a la agresividad de las fuerzas del mal. Son las fuerzas de una razón enloquecida, que se vuelve cínica por un exceso de ideología. De hecho, con todo nuestro progreso, con todo nuestro bienestar, nos hemos convertido verdaderamente en una “sociedad del cansancio”. Pensad un poco en esto: ¡somos la sociedad del cansancio! Teníamos que producir bienestar generalizado y toleramos un mercado sanitario científicamente selectivo. Teníamos que poner un límite infranqueable a la paz, y vemos sucesión de guerras cada vez más despiadadas contra personas indefensas. La ciencia progresa, naturalmente, y es un bien. Pero la sabiduría de la vida es completamente otra cosa, y parece estancada.

Finalmente, esta razón an-afectiva e ir-responsable también quita sentido y energías al conocimiento de la verdad. No es casualidad que la nuestra sea la época de las fake news, de las supersticiones colectivas y las verdades pseudo-científicas. Es curioso: en esta cultura del saber, de conocer todas las cosas, también de la precisión del saber, se han difundido tantas brujerías, pero brujerías cultas. Es brujería con cierta cultura, pero que te lleva a una vida de superstición: por un lado, para ir adelante con inteligencia en el conocer las cosas hasta las raíces; por otro, el alma que necesita de otra cosa y toma el camino de la superstición y termina en la brujería. La vejez puede aprender de la sabiduría irónica de Cohélet el arte de sacar a la luz el engaño oculto en el delirio de una verdad de la mente desprovista de afectos por la justicia. ¡Los ancianos llenos de sabiduría y humor hacen mucho bien a los jóvenes! Los salvan de la tentación de un conocimiento del mundo triste y sin sabiduría de la vida. Y también, estos ancianos devuelven a los jóvenes a la promesa de Jesús: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados» (Mt 5, 6). Serán ellos los que siembren hambre y sed de justicia en los jóvenes. Ánimo, todos nosotros ancianos: ¡ánimo y adelante! Nosotros tenemos una misión muy grande en el mundo. Pero, por favor, no hay que buscar refugio en este idealismo un poco no concreto, no real, sin raíces, digámoslo claramente: en las brujerías de la vida.



Tomado de:

https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2022/documents/20220518-udienza-generale.html

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Fotografía tomada de:

https://la.network/intelectuales-atacan-la-idea-de-que-la-vida-de-los-ancianos-vale-menos-en-esta-pandemia/




Doctrina Social de la Iglesia - 31. La propiedad. Derecho del trabajo XI

 


P. Ignacio Garro, jesuita †


5. LA PROPIEDAD. DERECHO DEL TRABAJO

 

CONTINUACIÓN...

5.11.- EL NEOLIBERALISMO ECONÓMICO

El neoliberalismo económico es la teoría económica que se plantea en el mundo de Occidente para salir de la crisis económica en la que se halla Europa a finales de los años 1979, y, por lo tanto, contraria al Estado de Bienestar Social, y se define como: “una manera de pensar y de actuar sobre la organización de la economía nacional e internacional que, basándose en los principios de la economía neoclásica del capitalismo salvaje e impulsada por las actuaciones en Inglaterra de Margaret Thatcher (1979-1990) y al poco tiempo continúa con esta teoría económica en EE.UU. el presidente R. Reagan (1981-1989). Esta teoría económica se ha extendido entre intelectuales, políticos y gobernantes en los últimos 20 años como una forma de pensamiento único e insustituible. Es un modo de pensar y de actuar que implica, naturalmente, pensamientos y acción sobre realidades políticas y sociales conexas” [1].

A).- Teoría del neoliberalismo económico: 

El neoliberalismo se basa en  la teoría económica clásica y neoclásica nacida en el S. XVIII y reafirmada en el S.XIX por los matemáticos L. Walras y D. Ricardo, que sostienen su fe ciega en el mercado como institución social dinámica, y consiste en la ley de la “oferta y la demanda” que es la ley que rige toda la actividad económica de una empresa, de un país, del mundo económico. Los pilares donde se asienta la teoría neoclásica se pueden resumir del siguiente modo:

  • Toda oferta genera una demanda de magnitud equivalente, tendiendo ambas hacia el nivel de pleno empleo de los recursos, (conocida como la ley de Say).
  • La demanda depende de la productividad decreciente del factor trabajo, de modo que siempre existe un salario real suficientemente bajo para el cual la demanda cubre la oferta de pleno empleo. Por  lo tanto en necesario dotar a la economía del suficiente grado de flexibilidad salarial.
  • El mercado libre es el que coordina más adecuadamente las acciones individuales de carácter económico para conseguir mayor riqueza. Los fallos que se originan en la sociedad civil (paro o desempleo, exclusión social o marginación, destrucción de la naturaleza, etc,) son debidos a la falta de libertad del mercado. Cualquier interferencia del Estado es lo que hace que el mercado no sea eficiente. El mercado ha de desempeñar la labor del establecimiento de los precios, determinación de las rentas y asignación de los recursos, como garantía del mejor y más equilibrado funcionamiento del sistema económico.
  • Todo lo que se produce encontrará una demanda suficiente en el mercado. El ahorro ha de coincidir con la inversión. Cuando la inversión es menor que el ahorro, habrá una demanda insuficiente que hará decrecer la producción, la renta y el ahorro; y cuando la inversión supere al ahorro, habrá un exceso de demanda que promoverá la producción, la renta y el ahorro. [2]
  • Los precios han de ser flexibles para conseguir el equilibrio de la oferta y la demanda. Si la demanda fuese insuficiente para cubrir la oferta de pleno empleo, los precios descenderían y, gracias a ese descenso, los poseedores de activos líquidos (dinero) se sentirían con más capacidad de compra y se estimularía la demanda. Al contrario, el crecimiento de la demanda generaría la oferta necesaria, recuperando la senda del pleno empleo. Los salarios son considerados como un precio más.
  • La productividad marginal de los factores productivos es decreciente. Cada empresario empleará a los trabajadores hasta un punto en que el salario del último trabajador sea equivalente al valor del trabajado aportado. Si los salarios reales son superiores a la productividad marginal de pleno empleo, originará el desempleo, es decir, el paro, porque con esos salarios no es rentable dar ocupación laboral a los desempleados. Si existen mecanismos flexibilizadores para que el salario y los precios bajen hasta el nivel necesario, se reactivará el pleno empleo.    

Como conclusión podemos decir desde el punto de vista teórico que el neoliberalismo no es un cuerpo homogéneo, con tesis establecidas y aceptadas por todos los economistas o políticos que se confiesan neoliberales. Sí significa una tendencia en la que priman las actuaciones económicas de los agentes de propiedad privada, sean personas o empresas, sobre las acciones económicas de la sociedad. Por eso, se hace tanto hincapié en todo cuanto garantiza la plena libertad de actuación de estos agentes privados en la economía y, sobre todo, en lo referente al derecho a la propiedad privada de los medios de producción, en las ganancias, y en la defensa del patrimonio como una garantía para el crecimiento de la economía de una manera responsable y redituable.

B).- Las políticas neoliberales: 

Todos estos aspectos que hemos destacado anteriormente se puso en funcionamiento cuando las condiciones políticas lo permitieron. Los gobiernos conservadores de Margaret Thatcher en Inglaterra (1979 –1990), y de Ronald Reagan en EE.UU. (1981 – 1989) fueron los líderes de  la aplicación de la teoría económica neoclásica conocida como el neoliberalismo. La acción que requería la teoría se centra en seis campos de actividad económica y social que a continuación vamos a describir: salarios, prestaciones y servicios sociales, fiscalidad, actividad del sector público, política monetaria y desregulación del mercado laboral.

1. Salarios. Los salarios están en el punto de mira de las políticas neoliberales. El trabajo es un factor productivo; si se encarece, ello repercute en una menor tasa de beneficio del capital; las empresas tenderán, pues, a reducir los costes de producción influyendo sobre todo en el coste que tienen más cercano, que es el trabajo. Sin embargo, para aplicar esta política se ha acudido a justificaciones no muy claras. Como por ejemplo

  • Los salarios se han presentado, por lo empresarios, como los responsables del paro. La razón de la rebaja de los salarios es que los salarios reales no se ajustan a la productividad marginal. La reducción de los salarios es una condición indispensable para reducir el paro. Sin beneficios no hay inversión, y sin inversión no se crean puestos de trabajo.
  • Los salarios son los culpables de la falta de competitividad en el mercado exterior, aunque son otros muchos factores los que influyen en ello, como el tipo de cambio en la moneda nacional con relación al dólar, (moneda tipo referencia en el mercado mundial), o las medidas de protección en el comercio interior y en el comercio internacional de las exportaciones.
  • Los salarios son los que causan inflación. Los costes laborales unitarios (CLU) se han convertido en la variable del análisis de la subida de los precios. De tal manera que se ha defendido que los salarios no deben subir por encima de la productividad, porque se generaría inflación.
  • Los salarios, originan los déficits del sector exterior, los déficits públicos, la inestabilidad del tipo de cambio de la moneda, la quiebra de muchas empresas, el costoso mantenimiento de las empresas públicas, etc, .. han sido problemas que se han relacionado con los salarios.

La ofensiva contra los salarios (y en definitiva contra el obrero, o empleado) se ha introducido en las propias conciencias de los trabajadores, afirmando que los propios trabajadores son los responsables del paro por presionar el alza de sus salarios. La alternativa que se les ofrece es: o menor salario o más paro. Las organizaciones sindicales han sido atacadas ideológicamente como instituciones del pasado que impiden el funcionamiento real de la oferta y la demanda, al igual que el salario mínimo o las negociaciones colectivas. En estas situaciones se empieza a considerar como un privilegio tener un puesto de trabajo, aunque sea con un salario mínimo, y no es un privilegio sino un derecho, y no debe de ser remunerado con el salario mínimo sino con un salario justo y equitativo.

2.- Las prestaciones y servicios sociales. Como objetivo complementario al ataque a los salarios, la política neoliberal ha sometido al sector público a un acoso continuo. Para el capital, el coste del factor trabajo incorpora al precio de las mercancías no sólo los salarios directos, sino los costos indirectos y los diferidos, como son las prestaciones y servicios sociales.

Antes del auge del liberalismo, el Estado era el encargado de una cierta distribución  de la riqueza a las capas de la población más necesitada. El neoliberalismo ataca al Estado de Bienestar Social utilizando argumentos económicos y filosóficos. Entre los  argumentos económicos destaca el tema del gasto público: la financiación de la seguridad social (seguro de enfermedad, fondos de pensiones, etc,) absorbe los ahorros de las empresas, lo que repercute en un desvío de los ahorros a actividades no productivas. El argumento filosófico sostiene que el Estado de Bienestar Social es una amenaza para la libertad individual, ya que acostumbra a los ciudadanos a la pasividad y disminuye los incentivos al trabajo, pues el obrero se sabe protegido por un Estado paternalista. El Estado no es la solución, sino el problema, porque distorsiona la asignación de recursos y retrasa la productividad global de la economía.

3.- La fiscalidad.  Es el método por medio del cual se recaudan los impuestos directos o indirectos que el Estado necesita para el funcionamiento de la nación. En pleno dominio del Estado de Bienestar Social se implantaron sistemas fiscales (impuestos), de fuerte carácter recaudador. Los neoliberales, partiendo del principio de que el ahorro  de las empresas iguala a la inversión, han llevado a cabo medidas fiscales para facilitar el ahorro de las empresas privadas,  y para ello han llevado a cabo medidas fiscales para facilitar el ahorro en la empresas privadas y así les alivia de las cargas fiscales con amortizaciones aceleradas, actualizaciones de balances, etc. A la vez y siguiendo en esta misma línea, se han legislado impuestos indirectos a la ciudadanía (tabaco, gasolina, alimentos, etc,), para recabar dinero para el gasto del Estado. Era necesario facilitar a la empresa privada todos los medios para acometer la reconversión industrial y realizar nuevas inversiones.

4.- La actividad del sector público. Desde la 2ª Guerra Mundial el Estado de Bienestar Social había adquirido una presencia importante en la economía nacional, constituyendo lo que se conoce como “economía mixta”; una combinación de la economía de  mercado con un potente sector del Estado de Bienestar Social, llamado “sector público”. Este sector público aglutinaba la siderurgia, la minería, y la construcción naval, entre otras actividades, es decir, los sectores más atacados por la crisis energética de los años 1973 y 1979.

La crítica del neoliberalismo contra el “sector público” viene motivada por varias razones: la improductividad del sector público y los gastos que genera para mantener en auge empresas estatales deficitarias; la distorsión del mercado: al estar privilegiadas algunas de estas empresas estatales (financiación, monopolios,); ineficiencia económica ... En el fondo, el objetivo no es otro que liberar del sector público los subsidios y beneficios que otorga el Estado a sus propias empresas  estatales y derivarlos hacia la empresa privada, de tal manera que de esta crítica surge la teoría de la privatización de las Empresas Públicas del Estado para que sean vendidas al sector de empresarios privados y así crear empresas privadas para que se conviertan en empresas rentables, presten buenos servicios públicos y la ciudadanía salga beneficiada.

Los empresarios neoliberales afirman que las empresas privadas gestionan mejor los bienes del Estado, sin reparar en el servicio que se presta ni en la utilización que de lo público hacen las empresas privadas (infraestructuras de transporte, comunicaciones, industria petrolera, etc). Las empresas privadas sólo acuden a la compra de aquellas empresas estatales que saben son rentables, dejando de lado las empresas estatales deficitarias, como la educación, sanidad publica, etc.

5.- El monetarismo. Se denomina monetarismo a la teoría económica que descansa en la política fiscal de impuestos con la finalidad de conseguir rápida y eficazmente dinero para el Estado. El neoliberalismo económico se centra en una política monetaria restrictiva: los precios, argumentan, serán más estables y la economía marchará bien si se controla el suministro de dinero, tanto el procedente de los préstamos financieros como el dinero de depósitos; el instrumento de control serán los tipos de interés. Se otorga autonomía a los Bancos Centrales de la Nación, con independencia de los poderes políticos, para que controlen la política monetaria.

El objetivo de esta política es deprimir la economía para depurar la competencia. Las empresas que no pueden mantener el nivel de coste del capital fijo, debido a los altos tipos de interés, se ven abocadas a cerrar. La rentabilidad no sólo depende de la transferencia de los salarios al capital, sino también de si el capital se distribuye entre menos empresas, eliminando la competencia del mercado.

6.- La desregulación del mercado laboral. La desregulación que propone el neoliberalismo en todos los campos de la vida económica tiene su máxima expresión en la mercado laboral, repercute seriamente en la estabilidad del empleo. Por desregulación del mercado laboral se entiende llevar a cabo la suspensión de las leyes laborales que protegen al obrero o empleado.

La regulación laboral a favor del obrero surgió después de muchas luchas de los obreros en sus manifestaciones y huelgas legales para tener unos salarios justos y equitativos, todo esto se llevó a cabo con  los Estados de Bienestar Social, y se articulaba en torno a dos núcleos fundamentales: por una lado, la presencia de organizaciones sindicales y empresariales que regulaban de común acuerdo las variables básicas que se daban en el mercado laboral; por otro lado, los ordenamientos legales dirigidos a la protección del empleo, la estabilidad del mismo (es decir no admitir el despido intempestivo), la estabilidad en el mismo y la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores. Este modelo fue altamente funcional y eficaz durante la etapa de crecimiento industrial que se dio en los años después de la 2ª Guerra Mundial en Europa Occidental.

Como vimos anteriormente este modelo entró en crisis con las crisis del petróleo de los años 1973 y 1979 que provocaron el aumento del precio de las materias primas: principalmente el petróleo, la necesidad de innovación teológica y el declive de la industria pesada, típica de la etapa anterior de crecimiento. Todo esto contribuyó a disminuir los aumentos de productividad en las economías desarrolladas. Lo cual, unido al estancamiento de la demanda con un débil oferta, da como resultado el denominado y poco conocido fenómeno de la “estanflación”, es decir, el combinado de: “desempleo”, más “inflación”, que hace que entren en contradicción las estructuras institucionales del Estado  de Bienestar Social y las nuevas circunstancias económicas que se dan en ese momento.

Se hizo necesario resituar las estructuras institucionales y productivas, lo que afectó particularmente  a las relaciones laborales. El mercado de trabajo se convirtió en un obstáculo para el crecimiento de la economía y dio lugar a la “euroesclerosis”, un “Compendio de rigideces salariales, condiciones de empleo calidad y cantidad de trabajo, haciendo referencia a las características de los mercados laborales europeos, que siguiendo esta lógica económica, estarían constriñendo el potencial de la región”. [3]

Mediante la intervención legislativa, se intenta eliminar rigideces en el mercado de trabajo. Prácticamente se cuestionó todo el aparato legislativo laboral establecido anteriormente por el Estado de Bienestar Social, como la negociación colectiva, la presencia sindical y las directrices gubernamentales. Las razones que se aportan para el desmantelamiento de las condiciones creadas en el Estado de Bienestar Social son:

a.- La Globalización de la producción industrial, que hacían necesaria la recuperación del crecimiento de una economía abierta y un mercado libre

b.- la reducción del alto índice del desempleo y el incremento de la funcionalidad del mercado laboral con el sistema productivo

c.- La comparación económica con Estados Unidos de América, con bajo índice de paro, frente al escaso crecimiento europeo y el alto índice de desempleo de la Unión Europea, atribuido a la mayor regulación europea en materia laboral  y social.

En el campo del empleo, la flexibilidad se volvió un “asunto de fe”. En todos los países se pusieron en marcha políticas públicas tendentes a favorecer la flexibilidad salarial, la movilidad laboral y un mejor ajuste de la formación a las condiciones locales de empleo. Como era de esperar, el nuevo prisma político afectó significativamente a todas las instituciones del mercado del trabajo, es decir, a los obreros y empleados, particularmente en lo referente a la negociación salarial y a la formación y cualificación profesional. Asimismo, el derecho laboral ha caído por los suelos, y las empresas tienen ahora muchas más ventajas para contratar y despedir a los obreros, ignorar los derechos de los trabajadores, abaratar el despido con bajas indemnizaciones y sustituir el trabajo fijo por el trabajo temporal y precario. Para ello es preciso poner cortapisas a la negociación colectiva, es decir, abolir la representación del sindicato legítimamente constituido, imponiéndose la relación individual con el empresario en la negociación del salario y las condiciones laborales, con lo que se convierte al trabajador en un obrero asalariado, aislado, sin solidaridad con sus compañeros, y por lo tanto un obrero en sus derechos laborales muy débil, entrando en competencia con sus compañeros obreros y siendo un enemigo potencial de sus compañeros de trabajo. Este proceso flexibilizador del mercado laboral se ha aplicado en todos los países.

Ante este nuevo planteamiento de una producción buena y competitiva, surgen de nuevo grandes problemas sociales y económicos, el Estado de Bienestar  Social comienza a derrumbarse lentamente. Los países que habían adoptado esta forma tan buena de gobernar se encuentra, aun hoy día, con grandes problemas sociales y políticos. Ante la competencia en el mercado internacional hay que abaratar la producción, para lo cual se desregulan las relaciones laborales, ya no hay seguridad en el empleo. Hay despido laboral libre, las indemnizaciones por despido son bajas e injustas. Grandes masas de obreros e incluso ingenieros y personal muy cualificado quedan en la calle sin trabajo, sin protección social, ni protección de salud, quedando totalmente desamparados.

En el siguiente capítulo dedicado al tema del trabajo veremos la importancia para todo ciudadano acerca del derecho de tener acceso a un trabajo digno, bien remunerado, y con las prestaciones sociales que le corresponden.



[1] “Neoliberalismo global; apuntes críticos de economía internacional”. L. De Sebastián, Madrid 1997, Pag , 11.

[2] “El desorden neoliberal” P. Montes, Madrid, 1996, Pgs, 44 s.s.

[3] “El mercado de trabajo en la Unión Europea”, L. Van der Laan y S. M. Ruega, Edit. Sistema, 1996, Pags 10 – 180.





 

Damos gracias a Dios por la vida del P. Ignacio Garro, SJ † quien, como parte del blog, participó con mucho entusiasmo en este servicio pastoral, seguiremos publicando los materiales que nos compartió.


Para acceder a las publicaciones de esta SERIE AQUÍ.






Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo 12

 



P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita


Continuamos con la publicación de las meditaciones diarias por el P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita, en esta décima segunda entrega finalizamos las meditaciones correspondientes al tema:

II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(Mayo 28 - Mayo 29)

E.- ULTERIOR MINISTERIO EN GALILEA: HASTA LA FIESTA DE PENTECOSTÉS

(Hasta fines de mayo del Año 29)

Asimismo, se presenta la Introducción y Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones presentadas por el autor, con la finalidad de dar orientaciones básicas a los ejercitantes, y se complementa con orientaciones para realizar el examen de la meditación.

Estas meditaciones se publicarán semanalmente en grupo correspondientes a un tema. Esperamos que estas publicaciones sean de provecho espiritual, con la gracia de Dios.

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Domingo VI de Pascua. Ciclo C - Jesús promete el Espíritu Santo


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P. Adolfo Franco, jesuita.

Lectura del santo evangelio según san Juan (14, 23 - 29)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.»

Palabra del Señor


Jesús en su despedida promete a los apóstoles los dones de la presencia de Dios, el don de la verdad y de la paz

En estos pocos versículos de la última conversación larga de Jesús con sus apóstoles en la Ultima Cena El les enseña y nos enseña una serie de verdades, y nos hace una serie de promesas de una enorme importancia.

Primero dice que al que lo ame El lo amará y, lo amará el Padre, y añade: “vendremos a él y haremos morada en él”. Está aquí afirmada una realidad increíble de la presencia de Dios en el corazón del ser humano. Dios hace su morada en el corazón del hombre que ama a Jesús, del que es amigo de Jesús. El estar en gracia tiene como resultado que Dios viva en nosotros. La relación de Dios con el hombre y con el mundo, es algo fundamental de la doctrina de Cristo. Dios convertido en vida de mi vida. Dios está presente en todo y en todos, en todos los seres y en todas sus acciones; pero es El y no se confunde con todos los demás seres; con su presencia y su participación no suplanta al ser humano, ni a ningún otro ser de la naturaleza.

Pero esta presencia de Dios en el hombre, por la gracia, es de otro nivel fundamentalmente superior. Esta presencia de Dios confiere al hombre una dignidad inimaginable, y una responsabilidad grande para consigo mismo y para con los demás.

Continuando con las palabras de Jesús, nos encontramos con esta afirmación: que el Espíritu Santo vendrá a enseñarnos todo; o sea que nos hará entender adecuadamente y en profundidad todo lo que Jesús nos ha enseñado. Esto era muy necesario: las enseñanzas de Jesús no siempre fueron entendidas por los mismos apóstoles, y a veces incluso fueron mal entendidas. El Espíritu Santo fue el que les ayudó a ellos desde Pentecostés a entender correctamente todo, y ha seguido presente en la enseñanza de la Iglesia, para que las palabras de Jesús permanezcan y sean acogidas y entendidas. Es también el Espíritu Santo el que nos enseña en particular cuando en una lectura individual, sentimos un mensaje especial que brota de la lectura de la Palabra de Dios, y que repentinamente nos ilumina: es la acción docente del Espíritu Santo.

Pero Jesús dice más, continúa: les doy la paz, pero no una paz como la que da el mundo. Jesucristo está hablando de los frutos de la Redención: la presencia de Dios, la iluminación del Espíritu Santo, y ahora habla de la Paz, y dice que es diferente de la paz que da el mundo.  ¿Qué es esa paz? ¿Y por qué tan diferente? Podemos examinar un poco algunas situaciones de paz humanas, para quizá entender este gran don de la Paz de Cristo. Hay personas que alguna vez necesitan un tranquilizante, o inclusive una cura de sueño: la persona queda sedada, tranquila: pero no se trata de paz interior, sino de paz farmacológica. Hay algunos que buscan la paz en el aturdimiento, en la evasión, en la borrachera, es paz (¿) alienada. Otra experiencia de paz puramente mundana, es la paz que resulta de la carencia de problemas: cuando todo se nos resuelve en forma favorable: los acontecimientos, las circunstancias externas dejan de ser amenazantes, entonces decimos que estamos en paz; seguimos con una paz humana, solamente humana, que en el fondo no brota de nosotros sino que es la consecuencia de las circunstancias exteriores, es paz circunstancial y poco estable. También hay otra paz exterior, que inclusive muchas veces es un disfraz, y tiene poca consistencia: la paz diplomática, que consiste en una ausencia de hostilidades: es el simple silencio de las armas, y a veces a eso se le llama paz, cuando en realidad es hostilidad camuflada de paz.

La paz que Cristo nos promete es totalmente diferente: es paz que brota de nuestro interior: una paz que se cimienta  en nuestra fe en Dios, en nuestra esperanza de salvación, y en nuestro amor por el que nos sabemos amados por Dios; es una paz diferente; esos convencimientos interiores producen en nuestro corazón un estado de ánimo sereno. Es Dios cuidándonos, es el autor de la Paz dándonos quietud y eliminando nuestros miedos. Esa paz es Dios mismo, el príncipe de la Paz. 

Estas tres cosas nos promete Jesús, y que son frutos de nuestra salvación: Dios convertido en nuestro huésped, intimidad de nuestro corazón. La verdad certificada por el mismo Espíritu Santo que nos enseña todo sin oscuridades ni dudas. Y finalmente esa paz interior que es un atisbo y anuncio de la eterna felicidad.



Escuchar AUDIO o descargar en MP3

Voz de audio: José Alberto Torres Jiménez.
Ministerio de Liturgia de la Parroquia San Pedro, Lima. 
Agradecemos a José Alberto por su colaboración.

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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.

Para otras reflexiones del P. Adolfo acceda AQUÍ.

 






Doctrina Social de la Iglesia - 30. La propiedad. Derecho del trabajo X


P. Ignacio Garro, jesuita †


5. LA PROPIEDAD. DERECHO DEL TRABAJO

 

CONTINUACIÓN...


5.10. LA DEMOCRACIA ECONÓMICA

Es reconocido que tanto la propiedad privada como la pública tienen que lograr sus objetivos dentro del bien común, y por ello en el contexto del sistema político. Es un contenido fundamental del papel del Estado velar por la "democracia económica", la cual se apoya en la promoción del bien común y afecta directamente a la producción de bienes y servicios y a la redistribución de los bienes. En este sentido, se atenta contra el bien común cuando se retienen riquezas improductivamente o bien cuando se priva a la comunidad, por parte de algunos, de los medios materiales que necesita. G et S, 65.

Ciertamente el Estado cumple esa función de provisión de los bienes esenciales a la comunidad y a sus ciudadanos, teniendo en la base de esta concepción la de un Estado de bienestar social. Así se cumple desde el punto de vista ético la aplicación del destino universal de los bienes para todos. Pero también esta concepción, en la práctica, tiene sus deficiencias en razón del aumento del gasto público del Estado, que si no está respaldado por un alto índice de asignación tributaria, el estado entra en crisis, inflación y luego recesión, pues cada vez es más notorio que distribución de bienes depende de un alto nivel de producción y exportación y cuando estos roles no se cumplen se entra en crisis afectando negativamente a la realización del Estado en el sistema distributivo de los bienes.

Dentro de esta democracia económica, en la que cada Estado o Nación puede elegir el modelo económico que desee, la realidad diaria nos demuestra que en la mayoría del mundo, excepto casos excepcionales, domina el modelo económico llamado neoliberalismo capitalista del que a continuación esbozamos algunas características principales.


 

Damos gracias a Dios por la vida del P. Ignacio Garro, SJ † quien, como parte del blog, participó con mucho entusiasmo en este servicio pastoral, seguiremos publicando los materiales que nos compartió.


Para acceder a las publicaciones de esta SERIE AQUÍ.






Catequesis del Papa sobre la vejez: 10. «Job. La prueba de la fe, la bendición de la espera»

 


PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro
Miércoles, 18 de mayo de 2022

[Multimedia]

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El pasaje bíblico que hemos escuchado cierra el Libro de Job, un vértice de la literatura universal. Nosotros encontramos a Job en nuestro camino de catequesis sobre la vejez: lo encontramos como testigo de la fe que no acepta una “caricatura” de Dios, sino que grita su protesta frente al mal, para que Dios responda y revele su rostro. Y Dios al final responde, como siempre de forma sorprendente: muestra a Job su gloria pero sin aplastarlo, es más, con soberana ternura, como hace Dios, siempre, con ternura. Es necesario leer bien las páginas de este libro, sin prejuicios, sin clichés, para captar la fuerza del grito de Job. Nos hará bien ponernos en su escuela, para vencer la tentación del moralismo ante la exasperación y el abatimiento por el dolor de haberlo perdido todo.

En este pasaje conclusivo del libro —nosotros recordamos la historia, Job que pierde todo en la vida, pierde las riquezas, pierde la familia, pierde al hijo y pierde también la salud y se queda ahí, herido, en diálogo con tres amigos, después un cuarto, que vienen a saludarlo: esta es la historia— y en este pasaje de hoy, el pasaje conclusivo del libro, cuando finalmente Dios toma la palabra (y este diálogo de Job con sus amigos es como un camino para llegar al momento que Dios da su palabra) Job es alabado porque ha comprendido el misterio de la ternura de Dios escondida detrás de su silencio. Dios reprende a los amigos de Job que suponían que sabían todo, sabían de Dios y del dolor y, habiendo venido a consolar a Job, terminaron juzgándolo con sus esquemas preconcebidos. ¡Dios nos guarde de este pietismo hipócrita y presuntuoso! Dios nos guarde de esa religiosidad moralista y de esa religiosidad de preceptos que nos da una cierta presunción y lleva al fariseísmo y a la hipocresía.

Así se expresa el Señor respecto a ellos. Dice el Señor: «Mi ira se ha encendido contra [vosotros] […], porque no habéis hablado con verdad de mí, como mi siervo Job. […]: esto es lo que dice el Señor a los amigos de Job. «Mi siervo Job intercederá por vosotros y, en atención a él, no os castigaré por no haber hablado con verdad de mí, como mi siervo Job» (42,7-8). La declaración de Dios nos sorprende, porque hemos leído las páginas encendidas de la protesta de Job, que nos han dejado consternados. Sin embargo —dice el Señor— Job habló bien, también cuando estaba enfadado e incluso enfadado contra Dios, pero habló bien, porque se negó a aceptar que Dios es un “Perseguidor”, Dios es otra cosa. Y como recompensa, Dios le devuelve a Job el doble de todos sus bienes, después de pedirle que ore por esos malos amigos suyos.

El punto de inflexión de la conversión de la fe se produce precisamente en el culmen del desahogo de Job, donde dice: «Yo sé que vive mi redentor, que se alzará el último sobre el polvo, que después que me dejen sin piel, ya sin carne, veré a Dios. Sí, seré yo quien lo veré, mis ojos lo verán, que no un extraño» (19,25-27). Este pasaje es bellísimo. A mí me viene a la mente el final de ese oratorio genial de Haendel, el Mesías, después de esa fiesta del Aleluya lentamente el soprano canta este pasaje: “Yo sé que mi Redentor vive”, con paz. Y así, después de toda esa cosa de dolor y de alegría de Job, la voz del Señor es otra cosa. “Yo sé que mi Redentor vive”: es algo bellísimo. Podemos interpretarlo así: “Mi Dios, yo sé que Tú no eres el Perseguidor. Mi Dios vendrá y me hará justicia”. Es la fe sencilla en la resurrección de Dios, la fe sencilla en Jesucristo, la fe sencilla que el Señor siempre nos espera y vendrá.

La parábola del libro de Job representa de forma dramática y ejemplar lo que en la vida sucede realmente. Es decir que sobre una persona, sobre una familia o sobre un pueblo se abaten pruebas demasiado pesadas, pruebas desproporcionadas respecto a la pequeñez y fragilidad humana. En la vida a menudo, come se dice, “llueve sobre mojado”. Y algunas personas se ven abrumadas por una suma de males que parece verdaderamente excesiva e injusta. Y muchas personas son así.

Todos hemos conocido personas así. Nos ha impresionado su grito, pero a menudo nos hemos quedado también admirados frente a la firmeza de su fe y de su amor en su silencio. Pienso en los padres de niños con graves discapacidades, o en quien vive una enfermedad permanente o al familiar que está al lado… Situaciones a menudo agravadas por la escasez de recursos económicos. En ciertas coyunturas de la historia, este cúmulo de pesos parecen darse como una cita colectiva. Es lo que ha sucedido en estos años con la pandemia del Covid-19 y lo que está sucediendo ahora con la guerra en Ucrania.

¿Podemos justificar estos “excesos” como una racionalidad superior de la naturaleza y de la historia? ¿Podemos bendecirlos religiosamente como respuesta justificada a las culpas de las víctimas, que se lo han merecido? No, no podemos. Existe una especie de derecho de la víctima a la protesta, en relación con el misterio del mal, derecho que Dios concede a cualquiera, es más, que Él mismo, después de todo, inspira. A veces yo encuentro gente que se me acerca y me dice: “Pero, Padre, yo he protestado contra Dios porque tengo este problema, ese otro…”. Pero, sabes, que la protesta es una forma de oración, cuando se hace así. Cuando los niños, los chicos protestan contra los padres, es una forma de llamar su atención y pedir que les cuiden. Si tú tienes en el corazón alguna llaga, algún dolor y quieres protestar, protesta también contra Dios, Dios te escucha, Dios es Padre, Dios no se asusta de nuestra oración de protesta, ¡no! Dios entiende. Pero sé libre, sé libre en tu oración, ¡no encarceles tu oración en los esquemas preconcebidos! La oración debe ser así, espontánea, como esa de un hijo con el padre, que le dice todo lo que le viene a la boca porque sabe que el padre lo entiende. El “silencio” de Dios, en el primer momento del drama, significa esto. Dios no va a rehuir la confrontación, pero al principio deja a Job el desahogo de su protesta, y Dios escucha. Quizás, a veces, deberíamos aprender de Dios este respeto y esta ternura. Y a Dios no le gusta esa enciclopedia —llamémosla así— de explicaciones, de reflexiones que hacen los amigos de Job. Eso es zumo de lengua, que no es adecuado: es esa religiosidad que explica todo, pero el corazón permanece frío. A Dios no le gusta esto. Le gusta más la protesta de Job o el silencio de Job.

La profesión de fe de Job —que emerge precisamente en su incesante llamamiento a Dios, a una justicia suprema— se completa al final con la experiencia casi mística, diría yo, que le hace decir: «Yo te conocía solo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos» (42,5). ¡Cuánta gente, cuántos de nosotros después de una experiencia un poco mala, un poco oscura, da el paso y conoce a Dios mejor que antes! Y podemos decir, como Job: “Yo te conocía de oídas, mas ahora te han visto mis ojos, porque te he encontrado”. Este testimonio es particularmente creíble si la vejez se hace cargo, en su progresiva fragilidad y pérdida. ¡Los ancianos han visto muchas en la vida! Y han visto también la inconsistencia de las promesas de los hombres. Hombres de ley, hombres de ciencia, hombres de religión incluso, que confunden al perseguidor con la víctima, imputando a esta la responsabilidad plena del propio dolor. ¡Se equivocan!

Los ancianos que encuentran el camino de este testimonio, que convierte el resentimiento por la pérdida en la tenacidad por la espera de la promesa de Dios —hay un cambio, del resentimiento por la pérdida hacia una tenacidad para seguir la promesa de Dios—, estos ancianos son un presidio insustituible para la comunidad en el afrontar el exceso del mal. La mirada de los creyentes que se dirige al Crucificado aprende precisamente esto. Que podamos aprenderlo también nosotros, de tantos abuelos y abuelas, de tantos ancianos que, como María, unen su oración, a veces desgarradora, a la del Hijo de Dios que en la cruz se abandona al Padre. Miremos a los ancianos, miremos a los viejos, las viejas, las viejitas; mirémoslos con amor, miremos su experiencia personal. Ellos han sufrido mucho en la vida, han aprendido mucho en la vida, han pasado muchas, pero al final tienen esta paz, una paz —yo diría— casi mística, es decir la paz del encuentro con Dios, tanto que pueden decir “Yo te conocía de oídas, mas ahora te han visto mis ojos”. Estos viejos se parecen a esa paz del Hijo de Dios en la cruz que se abandona al Padre.



Tomado de:

https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2022/documents/20220518-udienza-generale.html

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Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo 11


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita


Continuamos con la publicación de las meditaciones diarias por el P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita, en esta décima primera entrega compartimos las meditaciones correspondientes al tema:

II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(Mayo 28 - Mayo 29)

E.- ULTERIOR MINISTERIO EN GALILEA: HASTA LA FIESTA DE PENTECOSTÉS

(Hasta fines de mayo del Año 29)

DISCURSO APOSTÓLICO DEL SEÑOR

Asimismo, se presenta la Introducción y Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones presentadas por el autor, con la finalidad de dar orientaciones básicas a los ejercitantes, y se complementa con orientaciones para realizar el examen de la meditación.

Estas meditaciones se publicarán semanalmente en grupo correspondientes a un tema. Esperamos que estas publicaciones sean de provecho espiritual, con la gracia de Dios.

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Domingo V de Pascua. Ciclo C - El amor es la esencia de la vida cristiana


Escuchar AUDIO o descargar en MP3 

P. Adolfo Franco, jesuita

Lectura del santo evangelio según san Juan (13, 31 - 35):

Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.»

Palabra de Señor


Jesús nos dice que el amor es la esencia de la vida cristiana

Jesús en la Ultima Cena se está despidiendo de sus apóstoles y les está dando sus últimas recomendaciones para que cuando El suba al cielo, ellos puedan seguir realizando su misma obra. Y una de estas últimas enseñanzas y muy importante es el Mandamiento Nuevo: les doy un mandamiento nuevo que se amen unos a otros como yo les he amado.

En esto se conocen los discípulos de Jesús, es su marca, el amor. Y esta es la única norma de conducta que El nos quiere dejar. El amor es la motivación que debemos tener en todas nuestras acciones, es la guía de toda nuestra conducta. Pero para que no queden ambigüedades Jesús habla de qué forma hay que amar: amar como El mismo nos ha amado. Ese es el verdadero amor y esa es la medida: nos debemos amar como El nos ha amado. Y es muy necesaria esta referencia porque a veces se llama amor a muchas conductas que en realidad no lo son; la verdad del amor brota de la llaga abierta de su Corazón.

Para saber cómo es el amor de Cristo, podemos abrir el Evangelio y descubrir este amor en cada una de sus páginas. Pero también cada uno de nosotros podría abrir las páginas de su propia vida; y así al descubrir cómo nos ha amado Cristo aprenderíamos cómo debemos amar. 

Hay algún paralelo entre esta enseñanza, y la que el mismo Jesús nos dio cuando nos explicaba la conducta del cristiano en el Sermón del Monte: sean perfectos, como el Padre Celestial es perfecto. Nuestro modelo de perfección es Dios mismo; y de la misma manera la meta de un cristiano es imitar a Cristo en el amor, amar como Cristo. Son dos enseñanzas similares: ser perfectos como el Padre Celestial, amar como ama Cristo. Y es que en las entrañas de nuestro ser llevamos el sello de Dios mismo: el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, por eso, hay que hacer todo de la manera que Dios lo haría, para no frustrar nuestra semejanza con Dios, nuestra íntima esencia.

En todo lo que hacemos debemos intentar parecernos a Dios. Y más aún sabiendo por la revelación de Jesús, que Dios mismo, Padre, Hijo y Espíritu Santo, habitan en nuestros corazones.

Hay otra referencia parecida en San Pablo, cuando habla del matrimonio cristiano y dice a los esposos, que amen a sus esposas como Cristo ama a su Iglesia. De nuevo el amor de Cristo como modelo del amor de un cristiano, en esa situación particular del matrimonio.

¿Y cómo ama Cristo? Volvemos a preguntarnos. Habría que recorrer cada uno de los momentos de la vida de Cristo, para descubrir el gran amor con que vivió cada situación de su vida y cada acción que realizó. Su entrega en la Encarnación, ese lanzarse al abismo del anonadamiento, para hacerse semejante a nosotros, y poder así realizar nuestra salvación: y su voluntad de no ahorrarse las etapas de la infancia desvalida, y de la niñez insignificante. ¿Qué necesidad tenía de hacerlo? Tenía un amor infinito que le impulsaba en cada momento. Un amor que se manifiesta en cada milagro, en cada persona que cura. Cuando detiene el cortejo fúnebre del hijo de la viuda de Naím, cuando llora ante la tumba de Lázaro, cuando multiplica los panes, porque le da lástima de esa multitud hambrienta. Todo lo fue desarrollando impulsado por su Corazón. 

Y no es necesario detenerse excesivamente en el amor que derrocha en los últimos momentos de su vida, porque en cada escena surge la llama de su amor. Cuando hace el milagro de la Eucaristía, y afirma su voluntad de perpetuarse entre nosotros, de nuevo lo que le mueve es el amor. Cuando está en el Huerto abrumado por una tremenda responsabilidad por haber asumido los pecados del mundo; y sufriendo una angustia mortal. Y todo esto por el amor que me tiene. Así voy poco a poco entendiendo lo que significa eso de les doy un Mandamiento Nuevo, que se amen unos a otros como yo les he amado. Cuando muere en la Cruz, cuando pasa por la oscuridad del sepulcro. Pero incluso cuando resucita, lo que manifiesta es su gran amor. En cada una de las apariciones a sus apóstoles está manifestando ese amor, que lo impulsó siempre. Y que quiere que sea nuestra motivación para actuar en la vida. Y nos hace ver que todo se reduce a eso: sólo nos da un mandamiento, que es Nuevo, porque es su amor convertido en ideal de vida y de conducta, para todo el que quiera seguirle.

Mucho podría cada uno añadir de las muestras personales de amor que nos ha dado Jesús. Meditando en todo eso podremos desentrañar este mandamiento nuevo: ámense unos a otros como yo les he amado. 


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Voz de audio: José Alberto Torres Jiménez.
Ministerio de Liturgia de la Parroquia San Pedro, Lima. 
Agradecemos a José Alberto por su colaboración.

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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.

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Catequesis del Papa sobre la vejez: 9. «Judit. Una juventud admirable, una vejez generosa»


PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro
Miércoles, 11 de mayo de 2022

[Multimedia]

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¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

Hoy hablaremos de Judit, una heroína bíblica. La conclusión del libro que lleva su nombre —hemos escuchado un pasaje— sintetiza la última parte de la vida de esta mujer, que defendió a Israel de sus enemigos. Judit es una joven y virtuosa viuda judía que, gracias a su fe, a su belleza y a su astucia, salva la ciudad de Betulia y al pueblo de Judá del asedio de Holofernes, general de Nabucodonosor rey de Asiria, enemigo prepotente y despectivo de Dios. Y así, con su forma astuta de actuar, es capaz de degollar al dictador que estaba contra el país. Era valiente, esta mujer, pero tenía fe.

Después de la gran aventura que la ve como protagonista, Judit vuelve a su ciudad, Betulia, donde vive una bonita vejez hasta los ciento cinco años. Había llegado para ella el tiempo de la vejez como llega para muchas personas: a veces después de una vida de trabajo, a veces después de una existencia llena de peripecias o de gran entrega. El heroísmo no es solamente el de los grandes eventos que caen bajo los focos, por ejemplo el de Judit de haber asesinado al dictador, sino que a menudo el heroísmo se encuentra en la tenacidad del amor vertido en una familia difícil y a favor de una comunidad amenazada.

Judit vivió más de cien años, una bendición particular. Pero no es raro, hoy, tener muchos años todavía para vivir después de la jubilación. ¿Cómo interpretar, cómo aprovechar este tiempo que tenemos a disposición? Yo me jubilo hoy, y serán muchos años, y ¿qué puedo hacer, en estos años, cómo puede crecer  —en edad va por sí solo— pero cómo puede creer en autoridad, en santidad en sabiduría?

La perspectiva de la jubilación coincide para muchos con la de un merecido y deseado descanso de actividades exigentes y fatigosas. Pero sucede también que el final del trabajo representa una fuente de preocupación y es esperado con algún temor: “¿Qué haré ahora que mi vida se vaciará de lo que la ha llenado durante tanto tiempo?”: esta es la pregunta. El trabajo cotidiano significa también un conjunto de relaciones, la satisfacción de ganarse la vida, la experiencia de tener un rol, una merecida consideración, una jornada completa que va más allá del simple horario de trabajo.

Por supuesto, hay un compromiso, gozoso y cansado, de cuidar a los nietos, y hoy los abuelos tienen un rol muy grande en la familia para ayudar a crecer a los nietos; pero sabemos que hoy nacen cada vez menos niños, y los padres suelen estar más distantes, más sujetos a desplazamientos, con situaciones laborales y habitacionales desfavorables. A veces son aún más reacios a confiar espacios educativos a los abuelos, concediéndoles solo aquellos estrictamente relacionados con la necesidad de asistencia. Pero alguien me decía, un poco sonriendo con ironía: “Hoy los abuelos, en esta situación socio-económica, se han vuelto más importantes, porque tienen la pensión”. Hay nuevas exigencias, también en el ámbito de las relaciones educativas y parentales, que nos piden remodelar la alianza tradicional entre las generaciones.

Pero, nos preguntamos: ¿hacemos nosotros este esfuerzo por “remodelar”? ¿O simplemente sufrimos la inercia de las condiciones materiales y económicas? La convivencia de las generaciones, de hecho, se alarga. ¿Tratamos, todos juntos, de hacerlas más humanas, más afectuosas, más justas, en las nuevas condiciones de las sociedades modernas? Para los abuelos, una parte importante de su vocación es sostener a los hijos en la educación de los niños. Los pequeños aprenden la fuerza de la ternura y el respeto por la fragilidad: lecciones insustituibles, que con los abuelos son más fáciles de impartir y de recibir. Los abuelos, por su parte, aprenden que la ternura y la fragilidad no son solo signos de la decadencia: para los jóvenes, son pasajes que hacen humano el futuro.

Judit se queda viuda pronto y no tiene hijos, pero, como anciana, es capaz de vivir una época de plenitud y de serenidad, con la conciencia de haber vivido hasta el fondo la misión que el Señor le había encomendado. Para ella es el tiempo de dejar la herencia buena de la sabiduría, de la ternura, de los dones para la familia y la comunidad: una herencia de bien y no solamente de bienes. Cuando se piensa en la herencia, a veces pensamos en los bienes, y no en el bien que se ha hecho en la vejez y que ha sido sembrado, ese bien que es la mejor herencia que nosotros podemos dejar.

Precisamente en su vejez, Judit “concedió la libertad a su sierva preferida”. Esto es signo de una mirada atenta y humana hacia quien ha estado cerca de ella. Esta sierva la había acompañado en el momento de esa aventura para vencer al dictador y degollarlo. Como ancianos, se pierde un poco la vista, pero la mirada interior se hace más penetrante: se ve con el corazón. Uno se vuelve capaz de ver cosas que antes se le escapaban. Los ancianos saben mirar y saben ver... Es así: el Señor no encomienda sus talentos solo a los jóvenes y a los fuertes; tiene para todos, a medida de cada uno, también para los ancianos. La vida de nuestras comunidades debe saber disfrutar de los talentos y de los carismas de tantos ancianos, que para el registro están ya jubilados, pero que son una riqueza que hay que valorar. Esto requiere, por parte de los propios ancianos, una atención creativa, una atención nueva, una disponibilidad generosa. Las habilidades precedentes de la vida activa pierden su parte de constricción y se vuelven recursos de donación: enseñar, aconsejar, construir, curar, escuchar… Preferiblemente a favor de los más desfavorecidos, que no pueden permitirse ningún aprendizaje y que están abandonados a su soledad.

Judit liberó a su sierva y colmó a todos de atenciones. De joven se había ganado la estima de la comunidad con su valentía. De anciana, la mereció por la ternura con la que enriqueció la libertad y los afectos. Judit no es una jubilada que vive melancólicamente su vacío: es una anciana apasionada que llena de dones el tiempo que Dios le dona. Yo os pido: tomad, uno de estos días, la Biblia y tomad el libro de Judit: es pequeño, se lee fácilmente, son diez páginas, no más. Leed esta historia de una mujer valiente que termina así, con ternura, con generosidad, una mujer a la altura. Y así yo quisiera que fueran nuestras abuelas. Todas así: valientes, sabias y que nos dejen la herencia no del dinero, sino la herencia de la sabiduría, sembrada en sus nietos.


Tomado de:

https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2022/documents/20220511-udienza-generale.html

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