P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
VIII. JESÚS EN PEREA
(Diciembre año 29 - Abril año 30)
166.- PARÁBOLA DE LA
OVEJA PERDIDA
TEXTOS
Lucas 15, 4-7
"¿Quién de vosotros tiene cien ovejas, si
pierde una de ellas no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar
la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone
contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos,
y les dice: "Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había
perdido". Os digo que de igual modo habrá más alegría en el cielo por un
solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad
de conversión."
Mateo 18,12-14
"¿Qué os
parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no
dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y
si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más gozo por ella que por
las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de
vuestro Padre celestial que se pierda uno de estos pequeños."
INTRODUCCIÓN
En la parábola del
Buen Pastor que trae Juan en el capítulo 10 de su Evangelio (Cfr. Medit. 147),
es Jesús mismo el que se declara a sí mismo como el Buen Pastor. En cambio en
estas parábolas Jesús parece referirse a su Padre Dios. Las tres parábolas, la
de la oveja, la de dracma perdida y la del hijo pródigo, forman una unidad en su
enseñanza; y en las tres, las imágenes centrales del pastor, del ama de casa y
del padre, representan a su Padre Celestial. Como señalamos en la meditación
anterior, lo que pretende el Señor manifestar es la infinita misericordia de
su Padre. Por supuesto que él, el Hijo de Dios, tendrá por misión cumplir con
los deseos de infinita misericordia de su Padre.
Mateo trae la parábola en un contexto
distinto, aunque la enseñanza fundamental sea la misma. Mateo pone esta
parábola de la oveja perdida a continuación de la enseñanza que el Señor da
sobre la gravedad de los escándalos; tiene palabras durísimas contra aquellos
que son causa de que otros se pierdan, y considera que son más fácilmente
seducidos los pobres, los ignorantes, los sencillos, a los que llama "pequeños".
Estos "pequeños" extraviados por causa de los escándalos de otros
son las "ovejas perdidas", a las que de manera especial se refiere
la parábola en el contexto de San Mateo.
En Lucas, pues, se
resalta con más claridad el amor universal misericordioso de Dios para con
todos los pecadores; en Mateo se supone este amor universal de Dios, pero se
acentúa la especial preocupación y providencia de Dios, en su misericordia, con
los "pequeños". Y ésta será la actitud que siempre ha mostrado la Iglesia
a través de los siglos, su especial preocupación por aquellos que más
fácilmente pueden ser extraviados de la verdadera fe y del buen camino, como
son los niños, los jóvenes, las gentes humildes y sencillas.
MEDITACIÓN
1) Dios sale en busca de los pecadores
En la oveja
perdida están representados todos y cada uno de los pecadores. Para Dios cada
pecador tiene el valor de un hijo suyo, creado por él con infinito amor y
redimido con la preciosísima sangre de su Hijo. El pecador es quien se aparta de
Dios y, prácticamente, reniega de su amor; pero Dios no se aparta de él y le
busca y hace todo lo posible por encontrarle.
Notemos que la
iniciativa para que el pecador vuelva a Dios nace del mismo Dios. El pecador
no podría convertirse a Dios si no fuese movido interiormente por la gracia de
Dios. Y esta gracia de Dios actúa en el corazón de todos los pecadores, aunque
muchos la rechacen.
Debemos contemplar
a Dios que en su infinita misericordia sigue los pasos de todos y cada uno de los
pecadores, y lo que más ansía su corazón de Padre es que el pecador se deje
encontrar por él.
Y los rasgos del
encuentro de Dios con el pecador están narrados con una delicadeza y ternura
extraordinarias; no se nos habla de castigo, sino solamente del cariño con que
coloca a la oveja perdida sobre sus hombros. Todo un Dios, infinitamente santo,
cargando sobre sus hombros al pobre pecador lleno de miserias.
Esta parábola debe
excitar en todos los pecadores una inmensa confianza en el perdón de Dios, un deseo
grande de salir al encuentro de ese Dios que con tanto amor y misericordia está
en su búsqueda.
Y la parábola
tiene otra lección de mucha importancia. Si nuestro Padre Dios muestra tal amor
y misericordia con los pecadores, la actitud del cristiano, él mismo pecador,
con respecto a los demás pecadores, por grandes que sean, tiene que ser la de
amarlos y de colaborar con Dios en su conversión. Despreciar y odiar el
pecado, pero amar y buscar la conversión del pecador. Si amamos a Dios tenemos
que amar lo que él ama y buscar lo que él busca: al pecador y su conversión.
2) La alegría de Dios en la conversión del
pecador
En la medida de
que Dios ama al pecador es la alegría inmensa que siente al acogerle en su
conversión. Y para recalcar esta alegría de Dios su Padre, nos dice que
"habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que
por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión".
De ninguna manera
significa que Dios ama más al pecador que a los que viven en su gracia y se esfuerzan
por cumplir sus mandamientos.
Ni que Dios no se
alegre profundamente en la intimidad que tiene con los que viven en su amor. Lo
que el Señor quiere indicarnos es que se da en Dios una alegría muy especial,
que se manifiesta de modo festivo y externo en el cielo, cuando un pecador se
convierte.
Podríamos poner la
comparación de un padre que tiene muchos hijos y uno de ellos está gravemente
enfermo, pero por fin sana de la enfermedad. La alegría del padre es
desbordante. No es que ame más al hijo enfermo que a los sanos, sino que se da
el hecho de recobrar para la vida al hijo que estaba enfermo.
Profundizaremos
más en el sentido de esta alegría de Dios en la conversión del pecador al
considerar la parábola del hijo pródigo.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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