167. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Parábola de la dracma perdida


 

P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


VIII. JESÚS EN PEREA

(Diciembre año 29 - Abril año 30)

167.- PARÁBOLA DE LA DRACMA PERDIDA

TEXTO

Lucas 15, 8-10

"O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, diciendo: 'Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido'. Del mismo modo, os digo, se alegran los ángeles de Dios, por un solo pecador que se convierta."


INTRODUCCIÓN

El Señor para recalcar la transcendencia que él daba a la enseñanza sobre la misericordia de Dios y su alegría por la conversión de un pecador, aña­de esta nueva parábola que nos trasmite el mismo mensaje. La compara­ción está tomada de una escena casera de la vida de una mujer pobre y sencilla. La "dracma" era una moneda que equivalía al jornal de un día. Pero para aquella mujer, en su economía, tenía gran importancia; todo su capital era de diez dracmas.

Los pisos interiores de las casas pobres eran de tierra; por eso, la mujer tiene que barrer la casa para encontrarla.

MEDITACIÓN

La mujer representa a Dios; y la manera de sentir y actuar de esa mujer simbolizan la manera de actuar y sentir del mismo Dios. Esa mujer se siente apenada por la pérdida de su moneda y con gran diligencia se pone a buscarla, y, cuando la halla, siente una gran alegría, que quiere compartir con sus amigas y vecinas.

De la misma manera, Dios siente una profunda pena ante el extravío de un pecador, cualquiera que sea el pecador. El valor en sí de la dracma era in­significante, pero para aquella mujer tenía una gran importancia. De igual modo, el pecador a los ojos de los hombres puede parecer despreciable; pero a los ojos de Dios tiene un valor inapreciable: es su hijo a quien ama y a quien ha redimido en su Hijo Jesucristo.

No hay pecador, por grandes que sean sus pecados, que no sea amado por Dios y no sea buscado por él con el afán de darle su perdón y que pueda salvarse, que pueda lograr la vida eterna.

Y de manera semejante a la parábola de la oveja perdida, la iniciativa parte de Dios. El es el que la busca. Sin que Dios salga al encuentro del peca­dor, jamás éste podría volver a Dios. La conversión siempre es gracia de Dios.

Y expresamente en esta parábola se nos habla de los ángeles que compar­ten la alegría de Dios. Con frecuencia consideramos a los ángeles como seres extraños y muy alejados de nosotros. No es así. Los ángeles, que vi­ven en continua contemplación de Dios, aman lo que Dios ama y, por tan­to, aman también a los pecadores, y como servidores de Dios, colaboran con él, en la búsqueda del pecador. La buena y santa influencia de los án­geles en los hombres es constante y mucho mayor de lo que solemos pen­sar. Son hermanos nuestros que se preocupan sinceramente por nuestro bien espiritual. La devoción a los santos Ángeles y, en especial, a los Ángeles Custodios, ha sido siempre una enseñanza y tradición en el Magiste­rio de la Iglesia.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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