155. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Parábola de la higuera estéril


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


VI. DESPUÉS DE LA FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS, HASTA LA FIESTA DE LA DEDICACIÓN

ACTIVIDAD DE JESÚS EN JUDEA Y PEREA

(Mediados de Octubre a Diciembre, año 29)

155.- PARÁBOLA DE LA HIGUERA ESTÉRIL

TEXTO

Lucas 13,6-9

Les dijo esta parábola: "Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no encontró. Dijo entonces al viñador: ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra? Pero él le respondió: Señor, déjala por este año todavía y, mientras tanto, cavaré a su alrededor y echaré abo­no, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas.

INTRODUCCIÓN

En el pasaje anterior de Lucas, meditamos la invitación que el Señor hacía a la conversión al pueblo judío. En conexión con esa invitación Jesús ex­pone la parábola de la higuera estéril. Los judíos comprendieron, sin duda, que se refería a ellos, pues la higuera era una imagen corriente en el Anti­guo Testamento para designar al pueblo judío (Cfr. Os. 9,10; Miq. 7,1; Jer. 8,13). Con esta parábola el Señor nos manifiesta que Dios tiene suma paciencia con los pecadores, pero que algún día esa paciencia tendrá un lí­mite, un fin.

MEDITACIÓN

El Señor se refiere en primer lugar al pueblo judío. Como hemos indicado en la introducción, la imagen de la higuera les recordaba a los judíos tex­tos conocidos de los profetas, donde se consideraba al pueblo de Israel como una higuera plantada en la casa de Dios. Al proponer esta parábola, les está diciendo claramente que, en la actualidad, ellos son higuera com­pletamente estéril, que no dan ninguno de los frutos que de ellos espera Dios, y que Dios está a punto de abandonar a su pueblo escogido, y que recibirán el castigo que merecen sus pecados.

Pero Dios se muestra todavía paciente con ellos y, ante el ruego del viñador decide que la higuera siga siendo especialmente cuidada con la es­peranza de que pueda, por fin, producir frutos. Se interpreta esta parte de la parábola con referencia a Cristo. Mientras Cristo está en medio del pue­blo judío, ese pueblo tiene todavía la posibilidad de conversión, de dar fru­tos de salvación. Cuando llegue el momento en que ese pueblo, obstinado en su increencia y en sus pecados, dé muerte a Cristo, la paciencia de Dios habrá terminado con ese pueblo y vendrá sobre ellos el castigo.

Muchas de las parábolas de Cristo tienen una primera aplicación concreta al pueblo judío; pero todas ellas tienen también un sentido que rompe con toda limitación de tiempo y lugar y que tiene aplicación para todos los hombres. Así es también la parábola de la higuera estéril.

La enseñanza universal de esta parábola se centra en la infinita paciencia que tiene Dios con los pecadores, prueba de su amor a ellos y de su volun­tad de que quiere que todos los hombres se salven y que ninguno se condene. Los profetas y los salmos nos repiten que Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y se salve.

Pero al mismo tiempo que el Señor nos habla de esa paciencia infinita de Dios, nos dice también que esa paciencia tiene un límite. El límite no lo pone Dios; mientras el pecador viva, siempre tiene la posibilidad de co­rresponder a la gracia de Dios, que continuamente en el interior de su con­ciencia le está llamando a la conversión. El límite lo constituye la misma naturaleza del hombre, mortal en su esencia humana. La hora de la muerte del pecador es la hora límite para la paciencia de Dios. Si en ese momento el pecador muere en pecado y no ha producido ningún fruto de vida de gracia, de vida de hijo de Dios anteriormente, queda incapacitado para ser objeto de la misericordia de Dios. Su destino será la condenación eterna.

La enseñanza encierra ánimo y aliento para confiar siempre en Dios, en su paciencia, en su misericordia; no hay pecador, por graves que sean sus pe­cados, que no pueda convertirse al Señor movido por su gracia. Pero la enseñanza de Cristo encierra también una dura advertencia a no abusar de la misericordia y paciencia de Dios. Nadie tiene asegurado un momento de su existencia. La muerte no avisa. El posponer la conversión pensando siempre en el mañana, y fiado de la bondad de Dios, creer que ya se ten­drá tiempo para convertirse, es un pecado muy grave de abuso de esa bon­dad y misericordia de Dios y, al mismo tiempo, un gravísimo peligro por el que nos exponemos a la condenación.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.







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