P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
VI. DESPUÉS DE LA FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS, HASTA LA FIESTA DE LA DEDICACIÓN
ACTIVIDAD DE JESÚS EN JUDEA Y PEREA
(Mediados de Octubre a Diciembre, año 29)
148.- EL GRAN MANDAMIENTO
TEXTOS
Mateo 22,34-40
Mas los fariseos,
al enterarse de que había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo
y uno de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba: "Maestro, ¿Cuál
es el mandamiento mayor de la Ley?". El le dijo: "Amarás al Señor, tu
Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el
mayor y el primer mandamiento. Él segundo es semejante a éste: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos pende toda la Ley y los Profetas."
Marcos 12, 28-34
Se acercó uno de
los escribas que les había oído discutir y, viendo que les había respondido muy
bien, le pregunto: "¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?"
Jesús le contestó: "El primero es: Escucha Israel: El Señor tu Dios es el
único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu
alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que estos." Le
contestó el escriba: "Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que él es
único y que no hay otro fuera de él, y amarle con todo el corazón, con toda la
inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale
más que todos los holocaustos y sacrificios." Y Jesús, viendo que había
contestado con sensatez, le dijo: "No estás lejos del Reino de Dios."
Y nadie más se atrevió ya a hacerle preguntas.
Lucas 10,25-28
Se levantó un legista y dijo para tentarle:
"Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?" El
le dijo: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees?" Respondió:
"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas
tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo corno a ti mismo." Díjole
entonces: "Bien has respondido. Haz eso y vivirás.”
INTRODUCCIÓN
Terminadas las
fiestas de los Tabernáculos y, ante la hostilidad y agresividad creciente de
los jefes judíos, el Señor se alejó de Jerusalén. En los dos meses que median
hasta la fiesta de la Dedicación, es probable que el Señor comenzase una
nueva actividad apostólica en la misma Judea y Perea. Algunos de los hechos
narrados por Lucas a partir del capitulo 10 tuvieron lugar en este tiempo. Pero
la narración de Lucas en estos capítulos es vaga y genérica respecto a la geografía
y cronología, y tampoco los diversos hechos que narra tienen una gran conexión
entre ellos. Muchos otros hechos narrados aquí por Lucas los hemos ya meditado
anteriormente en concordancia con Mateo y Marcos.
Los pasajes
paralelos de Mateo y Marcos los hacemos aquí concordar con los de Lucas.
En cuanto a la
escena concreta de esta meditación, Mateo y Marcos la ubican en los últimos
días de la vida de Cristo, después del Domingo de Ramos. Pero parece más
probable el contexto de Lucas. Jesús se halla fuera de Jerusalén, donde sí
podría encontrar algunos fariseos y escribas más abiertos a aceptar sus
enseñanzas. Mateo pone la escena después de una discusión de Jesús con los
saduceos sobre la resurrección de los muertos, que ellos negaban. Los escribas
y fariseos la admitían. Y estos se alegran de que Jesús haya "tapado la
boca a los saduceos." Mateo y Lucas suponen mala intención en el escriba
que le hace la pregunta al Señor; Marcos no habla de esa mala intención. Quiere
conocer la opinión de Jesús sobre la enseñanza más fundamental de la Ley:
"¿Cuál es el mayor mandamiento?". Haya habido o no mala intención en
el escriba, el Señor responderá a la pregunta, y su respuesta está de acuerdo
con lo que enseñaban los maestros de la Ley. Lo que es propio del Señor, y de
extraordinaria importancia para todos nosotros, es que Jesús une el
mandamiento primero de amar a Dios "con todo el corazón", al
mandamiento semejante de "amar al prójimo como a ti mismo." En Lucas,
es el mismo escriba el que une los dos mandamientos, pero resulta muy poco
probable que fuese el mismo escriba el que relacionase ambos mandamientos; no
entraba en la enseñan-de los escribas unir ambos preceptos.
MEDITACIÓN
1) Amor a Dios
Los tres
Evangelistas aluden al texto del Deuteronomio 6,4-9 que expresa este
mandamiento del amor a Dios: "Escucha Israel: Yahvé, nuestro Dios, es el
único Yahvé. Y tú amarás a Yahvé con todo tu corazón, con toda tu alma y con
todas tus fuerzas. Graba en tu corazón los mandamientos que yo te entrego hoy,
repíteselos a tus hijos, habla de ellos tanto en casa como cuando viajes, cuando
te acuestes y cuando te levantes, grábalos en tu mano como una señal y póntelos
en la frente para recordarlos, escríbelos en las columnas y en las puertas de
tu casa."
Este pasaje constituía
el compendio de la fe del Pueblo de Israel. Y todo judío debía repetir varias
veces al día, en sus oraciones de la mañana, tarde y noche, este pasaje, que,
por supuesto, se sabía de memoria.
No hay que dar un
sentido distinto a cada una de las palabras con que se acentúa el amor que
debemos a Dios: "Con todo el corazón, con toda la mente, con toda el alma,
con todas las fuerzas." Lo que se quiere indicar es que hay que amar a
Dios con todo el ser, con todas las potencias del alma, y con toda intensidad.
El amor que nos
pide no es un amor emotivo, sensible. Cuando se da ese amor emotivo y sensible,
se trata de una gracia de Dios muy especial. Es lo que se llama
"consolación espiritual." Los que son buenos cristianos y procuran
ser fieles a él, muchas veces en su vida experimentarán esta
"consolación"; pero otras muchas veces faltará esa emotividad. Aún
los mayores santos han pasado por muchas épocas de aridez espiritual, que es
precisamente esa carencia de "consolación espiritual".
Lo que se nos pide
es un amor muy sincero, que llamamos: Amor apreciativo y Amor volitivo.
El amor
apreciativo significa que mi aprecio, estima y valoración de Dios, está por
encima de todas las cosas. Dios siempre el primero en toda la jerarquía de mis
valores: "Adorarás al Señor tu Dios y a El solo servirás" (Deut. 6,
13; Mt 4, 10)
El amor volitivo
significa que mi voluntad está siempre decidida a cumplir la voluntad de Dios,
por encima de cualquier otra voluntad humana y de todas mis pasiones y deseos
contrarios a esa voluntad divina. La voluntad de Dios es la que debe determinar
siempre mi voluntad. Y debemos estar convencidos que esa voluntad de Dios siempre
es una voluntad providente y amorosa para conmigo.
El ejemplo de este
amor volitivo nos lo da el Señor a través de toda su vida, e incluye el amor
apreciativo: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a
cabo su obra." (Jn 4,34)
"Yo no busco
mi voluntad, sino la de aquel que me envió." (Jn 5,30) "Yo he bajado
del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha
enviado." (Jn 6,38)
"No se haga
mi voluntad, sino la tuya" (En la oración del Huerto, Mc 14, 36). Y es lo
que nos enseña Cristo en la oración del Padre Nuestro: "Hágase tu
voluntad." (Mt 6,10)
Queremos
concretizar algo más lo que supone este amor sincero a Dios: Fe filial,
incondicional y de absoluta confianza en El.
Y esta fe debe
darse siempre, tanto en las buenas como en las malas circunstancias.
"Creer en
Dios es poderle ver en la misma oscuridad."
Esforzarse en el cumplimiento
de la voluntad de Dios, que se manifiesta por medio de los mandamientos y de
todas las enseñanzas de Jesús en el Evangelio.
Trato personal e
íntimo con Dios. Vida de oración.
La eucaristía como
el centro del culto a Dios, culto de adoración, acción de gracias, expiación de
los pecados, oración de súplica.
Profundizar cada
vez más en el conocimiento de Dios y de su revelación, lo que se consigue
mediante el estudio y meditación de la Palabra de Dios, sobre todo, el
Evangelio.
Vivir siempre en
una actitud de continua conversión y, consiguientemente, de profundo
arrepentimiento de los pecados y faltas. Frecuentar el sacramento de la
Reconciliación, del perdón.
2) Amor al prójimo
También
encontramos en el Antiguo Testamento el precepto de amar al prójimo como a uno
mismo (Lev 19,18). Pero los judíos interpretaban la palabra "prójimo"
como exclusivamente referida a los hermanos de raza, a los del mismo pueblo de
Israel.
Sin embargo el
Señor extiende esta doctrina del amor al prójimo incluyendo incluso a los mismos
enemigos: "Se dijo así mismo: ama a tu prójimo y guarda rencor a tu
enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos." (Mt 5,43)
De ordinario se
interpreta mal lo que significa "amar al prójimo". Se acostumbra
identificar el amor con los sentimientos de cariño, ternura, agrado, simpatía,
o la misma mera atracción. Y es fácil de comprender que esta interpretación es
errónea. El Señor manda que amemos a los mismos enemigos, que tengamos un amor
eficaz con los más pobres y necesitados, que muchas veces ni siquiera conocemos
personalmente. En todos estos casos no se dan esos sentimientos; más aún, en el
caso concreto de los enemigos, podemos tener sentimientos completamente
contrarios.
Jesucristo nos
dirá que "nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos."
(Jn 15,13)
El amor radica
esencialmente en la voluntad de sacrificarse por el prójimo; en muy pocas
ocasiones se nos pedirá que lleguemos hasta el sacrificio de la vida. Se trata
de ese sacrificio cotidiano para vivir siempre respetando al prójimo, buscando
lo que es su verdadero bien y, procurando, en la medida de lo posible, hacerle
la vida más agradable y feliz.
Y por
"prójimo'' hemos de entender desde las personas más íntimas y allegadas,
como son el cónyuge y familiares más cercanos, padres - hijos -hermanos, hasta
personas muchas veces desconocidas, como pueden ser personas indigentes, y
hasta los mismos enemigos.
El amor respecto
de cada uno de estos prójimos tendrá sus propias características y exigencias y
habrá muy diversas matizaciones en los sentimientos; pero la esencia del
verdadero amor siempre será la misma. Sólo podremos conocer que existe un verdadero
amor entre los esposos, cuando ambos mutuamente se sacrifican respetándose,
buscando el verdadero bien del otro y procurando hacer feliz al cónyuge. Y así
podríamos decir de cualquier otro amor, amor de padres, hijos y hermanos; amor
de amistad y compañerismo, amor a los pobres y necesitados, amor a los mismos
enemigos. Repetimos que habrá una gran diferencia en las exigencias y sentimientos
que acompañan estos amores, pero en todos ellos tendrá que darse esa actitud de
respeto, de buscar el bien y la felicidad de la persona a la que tenemos que
amar.
Y éste es el
ejemplo de amor que nos da Cristo en su vida y en sus enseñanzas. Cristo muere
en la cruz para engrandecer nuestra dignidad y hacernos hijos de Dios, muestra
de su infinito respeto hacia todos los hombres. Muere en la Cruz para
concedernos todos los verdaderos bienes de la redención; y el deseo de Cristo es
hacernos felices, con una felicidad necesariamente limitada aquí en la tierra,
y con una felicidad plena y absoluta en la vida eterna. Ya aquí mismo, en la
tierra, qué felices serían los hombres, si todos nos esforzásemos por cumplir
las enseñanzas de Cristo.
Y a ejemplo suyo,
Jesucristo nos pide este amor para con todos los demás. Y no olvidemos que es
condición para poderse salvar el practicar este amor a lo largo de toda nuestra
existencia. Quien no ama y perdona al enemigo no será perdonado ni amado por
Dios; quien no socorre al pobre y necesitado no podrá entrar en la casa del
Padre (Cfr. Mt 5,43-48; 25,31-46)
A continuación de
este pasaje, Cristo nos pondrá un ejemplo de verdadero amor y de quién es el
prójimo en la parábola del Buen Samaritano.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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