154. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Invitación a la conversión

 


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


VI. DESPUÉS DE LA FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS, HASTA LA FIESTA DE LA DEDICACIÓN

ACTIVIDAD DE JESÚS EN JUDEA Y PEREA

(Mediados de Octubre a Diciembre, año 29)

154.- INVITACIÓN A LA CONVERSIÓN

TEXTO

Lucas 13, 1-5

En aquel momento llegaron algunos que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato, con la de sus sacrifi­cios. Les respon­dió Jesús: "¿Pensáis que esos galileos eran más peca­do­res que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé matándolos, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo."

INTRODUCCIÓN

Los hechos narrados aquí no los encontramos mencionados en otras partes del Evangelio ni en ningún otro documento histórico de la época. Pero sí conocemos la crueldad con que los gobernadores romanos actuaban contra los judíos, cuando éstos hacían manifes­ta­ciones públicas contra la autoridad romana, y más toda­vía, si estas manifestaciones provocaban dis­turbios e incitaban a la rebelión. Este debió de ser el caso de que nos habla el Evangelio, y probablemente tuvo lugar en algunas de las grandes fiestas de los judíos en Jerusalén, porque se nos dice que Pilato mezcló la sangre de los galileos con la de los sacrificios, y debió de tener lugar la represión violenta de Pilatos en el atrio del mismo templo de Jerusalén. Sólo en el Templo de Jerusalén se ofrecían sacrificios. Los que organizaron el conato de rebelión eran galileos, probablemente pertenecientes al partido de los zelotes, el partido gran opositor a la dominación romana, y que intentó va­rias veces oponerse a esa dominación con la violencia. El otro suceso que se nos narra es una desgracia natural, el desplome de la torre que existía junto a la piscina de Siloé, muy cercana al Templo, que ocasionó la muerte de dieciocho personas.

De la misma manera que el Señor aprovechaba los elementos de la natura­leza y las escenas más frecuentes de la vida ordinaria del pueblo judío para sus parábolas doctrinales, así también aprovechaba los sucesos y acontecimientos de la vida para exponer su doctrina. Eso es lo que hace el Señor en esta ocasión.

MEDITACIÓN

Ya hemos indicado otra meditación la creencia común que tenía el pueblo judío sobre la causa de las enfermedades y de cualquier mal o desgracia que sucediese a una persona. Creían que la causa eran los pecados perso­nales, o incluso los pecados de sus padres.

Una vez más, el Señor intenta quitar esos prejuicios de la mentalidad del pueblo. Esos sucesos que acaban de informarle no eran causados porque aquellos galileos o aquellas dieciocho personas fuesen más pecadores que los demás. No había que considerarlos como un castigo en proporción a sus pecados.

La enseñanza principal del Señor la encontramos en su respuesta: "Si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo."

Bastantes autores dan una primera interpretación que se refiere exclusiva­mente al pueblo judío. Consideran estas palabras del Señor como una ad­vertencia, que al mismo tiempo es profecía, sobre la tragedia que sufrirán los judíos cuando sobrevenga en el año 70 la destrucción de Jerusalén, la muerte de miles de judíos y la dispersión de todo el pueblo de Israel. Es una advertencia a todo el pueblo judío que camina hacia su destrucción material. Y se sobreentiende que al no aceptar el mensaje de Cristo caminan también hacia su desgracia definitiva de no obtener la salvación y condenarse. La palabra "perecer" en labios de Cristo nunca tiene un sentido meramente material, sino que incluye siempre el sentido transcendental de ruina definitiva, de ruina en la condenación eterna. Y el único medio para escapar de esa ruina es el camino de la conversión, conversión que supone el arrepentimiento de los pecados y la plena aceptación de Cristo y su Evangelio.

Las palabras del Señor tienen un sentido más general que se aplica no sólo los judíos, sino a todos los hombres. Continuamente los hombres experi­mentan desgracias, calamidades, tragedias humanas y naturales. Evidente­mente que muchas de ellas no pueden evitarse y están por encima de la ca­pacidad del hombre para controlarlas. Y para Jesús esas catástrofes que azotan a la humanidad vienen a ser como un símbolo de la única catástrofe absoluta y definitiva que es la condenación eterna. El Señor exhorta, pues, a los hombres a que, de manera muy especial, cuando sean víctimas de esas desgracias naturales, reflexionen sobre su vida y esa reflexión les haga cambiar de vida y prepararse para la hora de su muerte. Esas desgra­cias y calamidades naturales son algo que pasa, que no perduran. La desgracia de la condenación eterna es para siempre, nunca termina. Cualquier sufrimiento humano, cualquier desgracia o catástrofe que sufre el hombre debe también ser interpretado como una invitación que el Señor hace a la conversión. Y cuando las desgracias son colectivas, es una invitación a toda la comunidad para que se convierta.

Sólo a través de una conversión sincera puede el hombre huir de la condenación eterna. La invitación a la penitencia, a la conversión, es tema muy frecuente en la predicación de Cristo. Recordemos que cuando Jesús co­menzó a predicar en Galilea e iba por sus ciudades y pueblos anunciando 'el Reino de Dios, los Evangelistas resumen su predicación en el llamado apremiante a la conversión: "Convertíos, porque el Reino de los Cielos está cerca." (Mt 4,17)



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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