P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
V. JESÚS EN JERUSALÉN
(Fines de Septiembre - comienzos de Octubre, año 29)
JESÚS CURA A UN CIEGO DE NACIMIENTO
144.- EL MILAGRO
TEXTO
Juan 9,1-12
Vio, al pasar, a
un ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: "Rabbí, ¿quién pecó,
él o sus padres, para que haya nacido ciego?". Respondió Jesús: "Ni
él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios.
Tengo que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día; llega
la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy la luz
del mundo."
Dicho esto,
escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y puso el barro sobre los ojos
del ciego, y le dijo: "Vete, lávate en la piscina de Siloé" (que
quiere decir Enviado). El fue, se lavó, y volvió ya viendo.
Los vecinos y los
que solían verle antes, pues era mendigo, decían: "¿No es éste el que se
sentaba para mendigar?" "Es él", decían unos "No"
decían otros, "sino que es uno que se le parece." Pero él decía:
"Soy el mismo". Le dijeron entonces: "¿Como, pues, se te han
abierto los ojos?" El respondió: "Ese hombre, que se llama Jesús,
hizo barro, me untó los ojos y me dijo: 'Vete a Siloé y lávate'. Yo fui, me
lavé y vi". Ellos le dijeron: "¿dónde está ése?" El respondió:
"No lo sé."
INTRODUCCIÓN
La Fiesta de los
Tabernáculos había terminado. Jesús permanece todavía en Jerusalén algunos
días. En una oportunidad, caminando con sus discípulos, probablemente en
dirección al Templo, se encuentra con un ciego de nacimiento que estaba sentado
pidiendo limosna. Y es también uno de los pocos casos en que el Señor no exige
un acto de fe en su persona para realizar el milagro. Jesús debió sentir
profunda compasión hacia aquel ciego, que nunca había visto la luz y que pasaba
los días mendigando para poder subsistir. Se le acerca y obra el milagro. Este
es uno de los milagros del Señor donde se manifiesta claramente el sentido
transcendental que el Señor daba a sus obras de poder divino.
MEDITACIÓN
1) "Para que se manifiesten en él las obras
de Dios."
La pregunta que le
hacen los discípulos supone que ellos también participaban de la opinión
general que los judíos tenían sobre las desgracias que sucedían a una persona.
Esas desgracias se consideraban como castigo por los pecados propios que esa
persona había cometido, o como castigo por los pecados de sus padres que recaía
sobre los hijos.
El Señor, en su
respuesta, niega esa opinión. Conocemos que tanto el pecado de nuestros
primeros padres, como los pecados personales de cada uno, son causa de las muchas
desgracias que aquejan a la humanidad; pero de ninguna manera quiere eso indicar
que cualquier enfermedad, sufrimiento, desgracia personal, sea fruto de los
pecados que esa persona haya podido cometer, y menos todavía que tenga como
causa los pecados de sus padres.
Si algo nos enseña
Cristo con su doctrina y con su ejemplo, y sobre todo con su Pasión y Muerte,
es que el dolor y el sufrimiento no suponen un castigo que Dios inflige a la
persona por sus pecados, ni supone que Dios ha abandonado y no se preocupa ya de
esa persona. Dios Padre permitió el tremendo sufrimiento de su Hijo, a quién
amaba infinitamente, porque a través de ese sufrimiento iba a manifestar al
mundo su amor a los hombres y les iba a traer la salvación y redención de sus
pecados. Dios permite el sufrimiento en cualquier hijo suyo con el fin de
purificarle más y más de sus apegos terrenales, para incrementar en él la fe y
la confianza verdadera, y para que pueda unir sus sufrimientos a los
sufrimientos de Cristo en su Pasión, y así ser corredentor de los hombres. Como
nos dice la Palabra de Dios, todo lo que el Señor permite que suceda a los que
le amen, es para su bien. (Cfr. Rom 8,28)
En el caso
concreto del ciego de nacimiento, el Señor pone otra motivación especial. A
través del milagro que Cristo va a realizar con él, devolviéndole la vista, se
pondrá de manifiesto la bondad y misericordia de Dios, y así Cristo hará que su
Padre sea glorificado. Sentido transcendental en todos los milagros del Señor.
2) "Tengo que trabajar en las obras del que
me ha enviado, mientras es de día"
El "día"
se refiere a la vida de Jesús mientras está en este mundo. Jesús, por más
adversas que sean las circunstancias en las que se encuentre, siempre tiene
presente la misión que le ha dado el Padre, y, sin desánimo ni cobardía,
empleará todo el tiempo de su vida, hasta que muera en la cruz, en cumplir con
esa misión. Y esa misión era la de predicar la Palabra de Dios, mostrar la
llegada del Reino Mesiánico en sus obras de infinita misericordia con los más pobres
y enfermos, confirmar su misión de Mesías y de hijo de Dios por medio de sus
milagros, y llevar a cabo la redención muriendo en la cruz. Toda la vida de
Cristo centrada en la misión de su Padre. Ejemplo extraordinario de amor,
sumisión y fidelidad al Padre.
3) "Mientras estoy en el mundo, soy la luz
del mundo."
El último día de la Fiesta de los
Tabernáculos, cuando todo el Templo resplandecía con las grandes luminarias de
los candelabros encendidos, había proclamado ante la multitud: "Yo soy la
luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la
luz de la vida." (Jn 8, 12) Ahora vuelve a repetir el autotestimonio de
que él es la luz del mundo; ahora, mientras está en este mundo, es la luz visible
que todos pueden ver. Cuando muera, seguirá siendo la verdadera luz que ilumina
a todo hombre de buena voluntad, pero ya su presencia no será visible como lo
es ahora.
Ya explicamos el
sentido profundo que tiene esta autorrevelación de Cristo como Luz del mundo al
comentar el capítulo octavo de San Juan (Cfr. medit. 139). Sin Cristo,
ciertamente, todo es oscuridad. En Cristo todos los misterios de Dios y del
hombre quedan esclarecidos. (Cfr. Vatic. II, Gaudium et Spes, n. 22)
Y para confirmar
la verdad de su testimonio, realizará la curación de un ciego de nacimiento.
Esa curación es el símbolo más claro de Cristo, Luz del inundo. Sentido
profundo de este milagro.
4) El milagro
En otros dos casos el Señor había utilizado
también la saliva: para obrar el milagro de la curación de un sordomudo (Cfr.
Mc 7,33) y el milagro de la curación de un ciego (Mc 8,23).
No conocemos el
sentido de esta acción de Jesús: el no ha querido indicarnos el porqué de esta
acción de untar los ojos del ciego con barro formado con la tierra y su saliva.
El hecho es que el ciego cumple con el mandato de Jesús de lavarse después en
la piscina de Siloé, no lejana del Templo, y recobra prodigiosamente la vista.
Milagro extraordinario que supera todo poder humano. Ha habido casos en que personas
que han quedado ciegas en el curso de su vida, por enfermedad o accidente, han
recobrado la vista, y más hoy día con los adelantos de las ciencias médicas.
Pero nunca se ha producido, ni siquiera se ha intentado por considerarlo imposible,
devolver la vista a un ciego de nacimiento.
Jesucristo pone en
práctica lo que acababa de enseñar a sus discípulos, que mientras está en el
mundo tiene que trabajar en las cosas de su Padre. Este milagro es obra que
manifiesta la gloria del Padre.
Podemos estar
ciertos de la inmensa alegría que sintió aquel ciego y el profundo
agradecimiento que nacería en su corazón hacia su gran bienhechor. Estas
actitudes llevaron después al ciego a la verdadera fe en el Se-flor como el
verdadero Mesías, y confesaría esa fe, aunque fuese expulsado por los fariseos
de la comunidad judía.
5) Vecinos y conocidos del ciego
Inmediatamente
después de realizado el milagro, se nos narran las dudas que surgieron entre
aquellos que conocían al ciego y estaban familiarizados con él. Era tan
insólito el milagro, tan imposible de imaginar, que aquel hombre que llevaba
ciego decenas de años, desde su nacimiento, hubiese recobrado la vista en un
instante, que algunos dudaron de si era él mismo o alguien que se pareciera a
él. Pero esas dudas desaparecieron al afirmar el hasta entonces ciego, que sí,
que era él mismo, el que antes andaba ciego, pidiendo limosna. La gente
reconoce el milagro, y queda tan asombrada que no puede menos de creer que ha
tenido que haber una intervención de Dios y que se obrado por medio de "ese
hombre que se llama Jesús". Esa gente sencilla, que quizá no había
participado en las enseñanzas de Jesús en el Templo y en sus controversias con
los fariseos, creyó que debía comunicarse a los fariseos hecho tan prodigioso,
hecho milagroso y, por lo tanto, de contenido religioso.
La comunicación a
los fariseos de este hecho será la ocasión para poner otra vez de manifiesto su
obcecación tan obstinada, y para poner a prueba la fe del ciego. Lo
consideraremos en la meditación siguiente.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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