123. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - ¿Quién es el mayor? Hacerse como niños



P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


IV. JESÚS REGRESA A GALILEA Y MARCHA A TIERRAS DE PAGANOS PASA DE NUEVO POR GALILEA

PASA DE NUEVO POR GALILEA

(Junio - Setiembre, año 29)


123.- ¿QUIEN ES EL MAYOR? HACERSE COMO NIÑOS

TEXTOS

Mateo 18, 1-5

En aquel momento se acercaron los discípulos y le preguntaron: "¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?". El llamó a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: "Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe."

Marcos 9, 33-37

Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó: "¿De qué discutíais por el camino?" Ellos callaron, pues por el camino habían discu­tido entre sí quien era el mayor. Entones se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: "Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos." Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: "El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba, no me recibe a mí sino al que me envió."

Marcos 10, 15

"Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él."

Lucas 9, 46-48

Se suscitó una discusión entre ellos sobre quién de ellos sería el mayor. Conociendo Jesús lo que pensaban, tomó a un niño, lo puso a su lado, y les dijo: "El que recibe a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, recibe al que me envió; pues el más pequeño de entre vo­sotros, ése es el mayor."

Lucas 18, 17

"Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entra­rá en él."

INTRODUCCIÓN

Puede parecer extraña la discusión de los apóstoles sobre quién era el ma­yor. Sin embargo, podemos comprenderla mejor si consideramos los últi­mos acontecimientos en que el Señor ha mostrado una predilección por Pedro, Santiago y Juan, y acababa de realizar un milagro para pagar el tri­buto del templo por sí mismo y por Pedro. Sentían las preferencias del Se­ñor y, quizás, algunos se sintiesen molestos o heridos en su vanidad al ver­se postergados. Todavía estamos en el período en que aparecen muy ma­nifiestas las imperfecciones de los apóstoles. El Señor que conoce lo que hay en el corazón de cada uno, conocía perfec­tamente lo que había en el corazón de sus apóstoles y sabía de la discusión que habían tenido, y apro­vecha esta oportunidad para darles una lección de gran importancia para toda la Iglesia.

MEDITACIÓN

1) Única prioridad: El que mejor sirva a los demás.

Cuando los apóstoles discuten sobre quién sería el mayor, se refieren a quién sería, el mayor en el nuevo Reino que Cristo venía a fundar. Los apóstoles llevan casi dos años siguiendo al Señor; han renunciado a mu­chas cosas, a sus parientes, a la adquisición de bienes materiales, a sus tra­bajos profesionales, a sus comodidades, incluso a su misma seguridad, pues su Maestro es perseguido y calumniado.

Pero está bien claro que no han renunciado a lo que hay de más sucio en el corazón humano, a la ambición, a la vanidad, al deseo de estar por encima de los demás. Todos quisieran ser ellos los primeros en ese nuevo Reino, cada uno desea ser el "mayor" entre los demás.

Y la respuesta de Cristo es lapidaria; debería estar grabada en el corazón de todos los cristianos. Los apóstoles habían sido los elegidos por Cristo para ser los futuros jefes de ese nuevo Reino, que era la Iglesia, y Pedro sería el primero en jerarquía dentro de todo el grupo apostólico. Pero lo que el Señor les dice es que esa jerarquía de apóstoles, incluida la de Pe­dro, no tiene ninguna finali­dad de autocomplacencia, ni es causa para bus­car honores y estimas de los demás; la única finalidad es la de servir a los demás. Y más aún, esa jerarquía no los constituye en primeros en el Reino de Dios; la dignidad que les ha conferido de ser sus apóstoles no les ga­rantiza un primer puesto en el Reino de Dios. El primero y mayor en el Reino de Dios es aquel que se considere "el último de todos y el servidor de todos."

El que con mayor caridad sirva mejor a los demás y toda su vida esté dedi­cada al servicio del prójimo, ése será el mayor en el Reino de Dios, aun­que no pertenezca a la jerarquía de la Iglesia.

Dos enseñanzas de capital importancia: Toda autoridad en la Iglesia es dada para el mejor servicio a los hombres; y lo que cuenta en el Reino de Dios no es la dignidad o cargo que se tenga dentro de la Iglesia, sino la ac­titud desinteresada de un servicio total al prójimo.

2) "El que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él."

¿Qué significa hacerse como niños? Dado el contexto en que el Señor pro­nuncia estas palabras, hay que entender la frase del Señor como una répli­ca a las ambiciones de los apóstoles. La imagen del niño es imagen de im­potencia, de debilidad. El niño vive feliz abandonado al cuidado de sus pa­dres, y en su corazón no entran la soberbia y orgullo de los adultos. Ade­más en el corazón del niño no hay todavía verdadera malicia.

Por lo tanto, lo que quiere decir el Señor es que quien no vive en humildad, reconociendo su pequeñez, en abandono lleno de confianza en su Padre Dios, no es apto para el Reino de Dios. Es esencial en la vida del cristiano vivir en profunda humildad, lejos de toda ambición humana, lejos de toda envidia; y por otro lado, sentir su total dependencia de Dios, a quien debe todo y de quien recibe todo. Y cuantos más beneficios se reciben de Dios, más profunda debe ser esa humildad y esa dependencia amorosa de Dios.

3) "El que reciba a un niño como éste en mi nombre a mí me recibe."

El Señor toma a un niño, lo pone junto a sí y pronuncia esas palabras de que quien recibe a un niño, le recibe a él mismo; y, por supuesto, quien recibe a Jesús está recibiendo, acogiendo al Padre que le envió. ¿Qué qui­so significar Cristo con esta sentencia? Sabernos que Jesucristo se identifi­ca de manera especial con los "más pequeños." "En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis." (Mt 25,40) Y en el contexto de esta expresión, sabemos que el Señor se está refiriendo a los pobres, a los más necesitados, a los que su­fren. El niño es imagen como indicamos anteriormente, de debilidad y no tiene gran relieve a los ojos del mundo. En ese niño que el Señor abraza, están representados todos los niños del mundo, pero también están repre­sentados todos los hombres necesitados, desvalidos, pobres, enfermos, despreciados, en los cuales no hay nada que atraiga la atención del mundo. Acoger a esos "niños", a esos "hermanos pequeños" es acoger al mismo Cristo y al Padre que le envió.

Una vez más se pone de manifiesto, la opinión preferencial de Jesús por los pobres. Por supuesto que no será una preferencia exclusiva, pero sí una verdadera preferencia por la atención y cuidado que merecen los po­bres.

Es lo que la Iglesia sigue repitiendo a través de los siglos. El actual Santo Padre, Juan Pablo II, continuamente repite la opción preferencial que la Iglesia tiene por los pobres y que debe manifestarse en obras concretas de justicia y caridad, y de defensa de todos sus derechos. Juan Pablo II ha re­petido también muchas veces que él quiere ser el abogado defensor de los pobres, la voz que se levanta en el mundo para denunciar las injusticias que se cometen en el mundo, donde dos terceras partes son verdadera­mente pobres y carecen de lo más necesario para llevar una vida digna. El cristiano debe conocer que la mejor manera de recibir a Cristo es recibirle en los niños, en los pequeños, en los pobres y necesitados.

 

Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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