P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
IV. JESÚS REGRESA A GALILEA Y MARCHA A TIERRAS DE PAGANOS PASA DE NUEVO POR GALILEA
PASA DE NUEVO POR GALILEA
(Junio - Setiembre, año 29)
123.- ¿QUIEN ES EL
MAYOR? HACERSE COMO NIÑOS
TEXTOS
Mateo 18, 1-5
En aquel momento
se acercaron los discípulos y le preguntaron: "¿Quién es, pues, el mayor
en el Reino de los Cielos?". El llamó a un niño, le puso en medio de ellos
y dijo: "Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no
entraréis en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este
niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el que reciba a un niño como
éste en mi nombre, a mí me recibe."
Marcos 9, 33-37
Llegaron a Cafarnaún,
y una vez en casa, les preguntó: "¿De qué discutíais por el camino?"
Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quien era el
mayor. Entones se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: "Si uno quiere ser
el primero, sea el último de todos y el servidor de todos." Y tomando un
niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo:
"El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que
me reciba, no me recibe a mí sino al que me envió."
Marcos 10, 15
"Yo os
aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él."
Lucas 9, 46-48
Se suscitó una
discusión entre ellos sobre quién de ellos sería el mayor. Conociendo Jesús lo
que pensaban, tomó a un niño, lo puso a su lado, y les dijo: "El que
recibe a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí,
recibe al que me envió; pues el más pequeño de entre vosotros, ése es el
mayor."
Lucas 18, 17
"Yo os
aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en
él."
INTRODUCCIÓN
Puede parecer
extraña la discusión de los apóstoles sobre quién era el mayor. Sin embargo,
podemos comprenderla mejor si consideramos los últimos acontecimientos en que
el Señor ha mostrado una predilección por Pedro, Santiago y Juan, y acababa de
realizar un milagro para pagar el tributo del templo por sí mismo y por Pedro.
Sentían las preferencias del Señor y, quizás, algunos se sintiesen molestos o
heridos en su vanidad al verse postergados. Todavía estamos en el período en
que aparecen muy manifiestas las imperfecciones de los apóstoles. El Señor que
conoce lo que hay en el corazón de cada uno, conocía perfectamente lo que había
en el corazón de sus apóstoles y sabía de la discusión que habían tenido, y
aprovecha esta oportunidad para darles una lección de gran importancia para
toda la Iglesia.
MEDITACIÓN
1) Única prioridad: El que mejor sirva a los
demás.
Cuando los
apóstoles discuten sobre quién sería el mayor, se refieren a quién sería, el
mayor en el nuevo Reino que Cristo venía a fundar. Los apóstoles llevan casi
dos años siguiendo al Señor; han renunciado a muchas cosas, a sus parientes, a
la adquisición de bienes materiales, a sus trabajos profesionales, a sus comodidades,
incluso a su misma seguridad, pues su Maestro es perseguido y calumniado.
Pero está bien
claro que no han renunciado a lo que hay de más sucio en el corazón humano, a
la ambición, a la vanidad, al deseo de estar por encima de los demás. Todos
quisieran ser ellos los primeros en ese nuevo Reino, cada uno desea ser el
"mayor" entre los demás.
Y la respuesta de
Cristo es lapidaria; debería estar grabada en el corazón de todos los
cristianos. Los apóstoles habían sido los elegidos por Cristo para ser los
futuros jefes de ese nuevo Reino, que era la Iglesia, y Pedro sería el primero
en jerarquía dentro de todo el grupo apostólico. Pero lo que el Señor les dice
es que esa jerarquía de apóstoles, incluida la de Pedro, no tiene ninguna
finalidad de autocomplacencia, ni es causa para buscar honores y estimas de
los demás; la única finalidad es la de servir a los demás. Y más aún, esa
jerarquía no los constituye en primeros en el Reino de Dios; la dignidad que les
ha conferido de ser sus apóstoles no les garantiza un primer puesto en el
Reino de Dios. El primero y mayor en el Reino de Dios es aquel que se considere
"el último de todos y el servidor de todos."
El que con mayor
caridad sirva mejor a los demás y toda su vida esté dedicada al servicio del
prójimo, ése será el mayor en el Reino de Dios, aunque no pertenezca a la
jerarquía de la Iglesia.
Dos enseñanzas de
capital importancia: Toda autoridad en la Iglesia es dada para el mejor
servicio a los hombres; y lo que cuenta en el Reino de Dios no es la dignidad o
cargo que se tenga dentro de la Iglesia, sino la actitud desinteresada de un
servicio total al prójimo.
2) "El que no reciba el Reino de Dios como
niño, no entrará en él."
¿Qué significa
hacerse como niños? Dado el contexto en que el Señor pronuncia estas palabras,
hay que entender la frase del Señor como una réplica a las ambiciones de los
apóstoles. La imagen del niño es imagen de impotencia, de debilidad. El niño
vive feliz abandonado al cuidado de sus padres, y en su corazón no entran la
soberbia y orgullo de los adultos. Además en el corazón del niño no hay
todavía verdadera malicia.
Por lo tanto, lo
que quiere decir el Señor es que quien no vive en humildad, reconociendo su
pequeñez, en abandono lleno de confianza en su Padre Dios, no es apto para el
Reino de Dios. Es esencial en la vida del cristiano vivir en profunda humildad,
lejos de toda ambición humana, lejos de toda envidia; y por otro lado, sentir
su total dependencia de Dios, a quien debe todo y de quien recibe todo. Y cuantos
más beneficios se reciben de Dios, más profunda debe ser esa humildad y esa
dependencia amorosa de Dios.
3) "El que reciba a un niño como éste en mi
nombre a mí me recibe."
El Señor toma a un
niño, lo pone junto a sí y pronuncia esas palabras de que quien recibe a un
niño, le recibe a él mismo; y, por supuesto, quien recibe a Jesús está
recibiendo, acogiendo al Padre que le envió. ¿Qué quiso significar Cristo con
esta sentencia? Sabernos que Jesucristo se identifica de manera especial con
los "más pequeños." "En verdad os digo que cuanto hicisteis a
uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis." (Mt 25,40)
Y en el contexto de esta expresión, sabemos que el Señor se está refiriendo a
los pobres, a los más necesitados, a los que sufren. El niño es imagen como
indicamos anteriormente, de debilidad y no tiene gran relieve a los ojos del mundo.
En ese niño que el Señor abraza, están representados todos los niños del mundo,
pero también están representados todos los hombres necesitados, desvalidos,
pobres, enfermos, despreciados, en los cuales no hay nada que atraiga la
atención del mundo. Acoger a esos "niños", a esos "hermanos
pequeños" es acoger al mismo Cristo y al Padre que le envió.
Una vez más se
pone de manifiesto, la opinión preferencial de Jesús por los pobres. Por
supuesto que no será una preferencia exclusiva, pero sí una verdadera
preferencia por la atención y cuidado que merecen los pobres.
Es lo que la
Iglesia sigue repitiendo a través de los siglos. El actual Santo Padre, Juan
Pablo II, continuamente repite la opción preferencial que la Iglesia tiene por
los pobres y que debe manifestarse en obras concretas de justicia y caridad, y
de defensa de todos sus derechos. Juan Pablo II ha repetido también muchas
veces que él quiere ser el abogado defensor de los pobres, la voz que se
levanta en el mundo para denunciar las injusticias que se cometen en el mundo,
donde dos terceras partes son verdaderamente pobres y carecen de lo más necesario
para llevar una vida digna. El cristiano debe conocer que la mejor manera de
recibir a Cristo es recibirle en los niños, en los pequeños, en los pobres y
necesitados.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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