P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
IV. JESÚS REGRESA A GALILEA Y MARCHA A TIERRAS DE PAGANOS PASA DE NUEVO POR GALILEA
PASA DE NUEVO POR GALILEA
(Junio - Setiembre, año 29)
117.- CONDICIONES
PARA SER DISCIPULO DE CRISTO
TEXTOS
Mateo 16, 24-28
Entonces dijo Jesús
a sus discípulos: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá;
pero quien pierda su vida por mí, la encontrará. Pues, ¿de qué le servirá al
hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida?, ¿qué puede dar el hombre a
cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su
Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta. Yo os
aseguro: entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta
que vean al Hijo del hombre venir en su Reino."
Marcos 8,34-9,1
Llamando a la
gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: "Si alguien quiere venir en
pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar
su vida, la perderá: pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la
salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su
vida? Pues ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? Porque quien se
avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora,
también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su
Padre con los santos ángeles."
Les decía también:
"Yo os aseguro que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la
muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios."
Lucas 9, 23-27
Decía a todos:
"Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz de
cada día, y sígame. Porque quien quiere salvar su vida, la perderá; pero quien
pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre haber
ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? Porque quien se avergüence
de mí y de mis palabras, de ése se avergonzará el Hijo del hombre cuando venga
en su gloria, en la de su Padre y en la de los santos ángeles. Pues de verdad
os digo que hay algunos, de los aquí presentes, que no gustarán la muerte hasta
que vean el Reino de Dios."
INTRODUCCIÓN
Acababa el Señor
de anunciarles su Pasión y su Muerte, y acababa también de reprender a Pedro porque
le quería disuadir de ese camino de humillación y dolor. Pedro no conocía los
designios de Dios.
A continuación del
anuncio de su Pasión, el Señor exhorta a todos a seguirle a él participando en
su cruz. No se puede ser discípulo de Cristo si no es cargando con la cruz de
cada día.
El Señor nos da a
entender que su Cruz no solamente es objeto de adoración, de agradecimiento y
amor por parte de los cristianos, sino que además es algo que han de
apropiarse los cristianos, puesto que para seguir a Cristo hace falta tomar la
propia cruz, que no es sino participación en la suya.
Notemos que esta
exhortación del Señor se dirige a todos los que quieran ser sus discípulos, no
sólo a los apóstoles. Se refiere, pues, a todos los cristianos. Claramente nos
lo indican Marcos y Lucas. Marcos nos dice: "Llamando a la gente, a la vez
que a sus discípulos, les dijo..." Y Lucas: "Decía a todos..."
San Mateo, al
final de su Discurso Apostólico, nos pone la misma exhortación de Cristo a
llevar su cruz y a perder la vida por él, (Mateo 10,27-39). En la meditación 90
meditamos estas palabras del Señor y consideramos también los textos paralelos
de Marcos y Lucas. Nos remitimos a esa meditación como complemento de lo que
consideremos en esta meditación.
MEDITACIÓN
1) "Si alguno quiere venir en pos de
mí..."
"Ir en pos de
Jesús" significa ser su discípulo; pero las palabras del Señor encierran
un matiz muy profundo y de gran consuelo para todos los cristianos. Nos dice
"en pos de mí", es decir, que él irá siempre el primero abriéndonos
el camino, que nos acompañará siempre y nunca estaremos solos.
La manera que
tiene Cristo de exhortar es siempre de invitación; no coacciona a nadie.
Invita a que le sigan. Pero no quiere engañar a los que le han de seguir; desde
el comienzo les indica claramente que se trata de un seguimiento que
necesariamente supone sacrificio, cruz. El que acepte su invitación tiene que
aceptar participar de su cruz, de esa cruz que él ha anunciado a sus apóstoles
anteriormente.
2) "Niéguese a sí mismo"
Es el punto
fundamental en el seguimiento a Cristo.
¿Qué significa
"negarse a sí mismo"? No es otra cosa que morir a sí mismo, morir al
propio egoísmo y a todas las pasiones que brotan de ese egoísmo. El mayor
enemigo de nosotros mismos es el propio "yo". Negar ese
"yo" es la condición necesaria para ser verdadero discípulo de
Cristo.
Es la renuncia a
todo lo que vaya en contra de la voluntad de Dios, a ejemplo de Cristo que
manifestó en varias ocasiones que él había venido para cumplir la voluntad de su
Padre que le había enviado. Es de tal manera renunciar a mi "yo" que
sea capaz de vivir identificado con el Señor; que mis pensamientos, juicios,
sentimientos, voluntad y obras sean como los del Señor. Es lo que San Pablo nos
indica diciendo: "Ya no soy yo el que vive, sino que es Cristo el que vive
en mí" (Gal 2, 20)
3) "Y tome su cruz de cada día" (Cfr. med.
90, n. 2)
Lo que exige el
Señor es un cambio radical de actitud ante el sufrimiento, ante el dolor. El
sufrimiento humano es un gran misterio y el hombre tiende a rebelarse contra
él. El Señor no explica teóricamente este misterio; pero sí da una solución
real y práctica al asumir él ese sufrimiento humano en un grado máximo, y darle
un sentido de expiación de los pecados, un sentido redentor.
El cristiano debe
aceptar todo lo que haya en su vida de sacrificio, desde el sacrificio
necesario para cumplir los mandamientos de Dios hasta todos los sacrificios que
supongan el dolor, la enfermedad, la misma muerte; aceptar todo lo que Dios permita
en su vida de contrariedad, de sufrimiento moral y físico. Y aceptarlo sin
rebeldías, sin quejas, y mucho menos cayendo en la tentación de creer que Dios
no me ama, que Dios no escucha mi oración cuando le pido que quite de mí ese
sufrimiento y parece que no me escucha. El sufrimiento nunca es señal del
abandono de Dios. A nadie amó tanto el Padre como a su Hijo, y, sin embargo, su
Providencia permitió que muriese en una cruz y en medio de las mayores
humillaciones. Y jamás el hombre tendrá que sufrir lo que sufrió el Señor.
La aceptación de
la cruz debe ser de todo corazón, uniendo nuestros sufrimientos a los de
Cristo y dándoles también el valor redentor que Cristo les dio. Es una gran
gracia del Señor hacernos participar de su cruz redentora. Es un gran misterio
de nuestra fe cristiana que ilumina todo dolor y sufrimiento humano.
San Pablo,
inspirado por el Espíritu Santo, es quien mejor nos enseña la actitud que el
cristiano debe tener, ante el dolor y sufrimiento. Cuando Pablo habla de la cruz
de Cristo en su vida, de sus sufrimientos y de sus tribulaciones, emplea estos
verbos: gloriarse, complacerse, alegrarse, consolarse, llenarse de gracia.
"No quiero
gloriarme de nada sino de la cruz de Cristo Jesús, nuestro Señor. Por él el
mundo ha sido crucificado para mí, y yo para el mundo." (Gal 6,14)
"Con todo
gusto me complaceré en mis debilidades, para que habite en mí la fuerza de
Cristo. Y por eso me alegro (me complazco) cuando me tocan enfermedades,
humillaciones, necesidades, persecuciones y angustias por Cristo." (2 Cor
12, 10)
"Al presente
me alegro cuando tengo que sufrir por ustedes. Así completo en mi carne lo que
falta a los sufrimientos de Cristo para bien de su cuerpo que es la
Iglesia." (Col 1, 24)
"A vosotros
se os ha dado la gracia de que por Cristo... no sólo creáis en él, sino que
también padezcáis por él." (Philp 1, 29)
"Así como
abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo, igualmente abunda también por
Cristo, nuestro consuelo." (2 Cor 1, 5)
4) ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo
entero, si pierde su alma?"
El Señor ha dicho
antes: "Quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierda la vida
por mí, ese la salvará." Sobre el sentido de estas palabras de Cristo,
cfr. med. 90, n. 3.
Aquí haremos un
breve comentario a la pregunta que el Señor hace a todos los hombres:
"¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su
alma?"
Aun suponiendo que
el hombre llegase a ser dueño del mundo entero, en definitiva, ¿de qué le
aprovechará? Esa ganancia, ese poderío, es temporal, efímero y lleva a la
perdición. El único valor absoluto e imperecedero del hombre es la vida eterna
a la que está destinado. El precio por esa vida supera todas las posibilidades
naturales del hombre. Ni con el mundo entero se puede comprar.
La enseñanza de
Cristo es muy clara. El hombre debe poner como el valor supremo en la jerarquía
de valores su servicio a Dios, no al mundo. Debe posponer todo lo humano y
terreno a Cristo y su Evangelio. Porque en este servicio a Dios y en esa fidelidad
a Cristo y a su Evangelio está la salvación eterna, la realización plena del
hombre en su destino de gloria y bienaventuranza. En la vida eterna el hombre
tiene todos los tesoros que pueda desear, y tesoros que nunca pueden perderse.
Lo más absurdo que puede haber en la conducta humana es perder conscientemente
esos valores imperecederos, por otros valores materiales y efímeros.
5) "Quien se avergüence de mí y de mis
palabras, de ése se avergonzará el Hijo del hombre, cuando venga en su gloria,
en la de su Padre y en la de los santos ángeles."
El Señor exige de
sus discípulos que manifiesten siempre su fe en él, sin avergonzarse nunca. Y
esta exigencia es bajo pena de condenación, pues Cristo en el día del Juicio,
cuando venga rodeado de sus ángeles y en el resplandor de su gloria, como
Redentor y Juez de toda la humanidad, se avergonzará también de él, le negará
ante su Padre, lo que significa la condenación eterna. Cristo en ese día del
Juicio "pagará a cada uno según su conducta".
¿Qué significa
"avergonzarse de Cristo"?
En primer lugar
puede referirse a la confesión heroica que han dado todos los mártires en
defensa de su fe y en su proclamación del amor a Cristo por encima de su propia
vida. Ellos no se avergonzaron del Señor y prefirieron la muerte a negar a
Cristo.
También significa
la aceptación de Cristo y su mensaje de manera pública en las circunstancias
ordinarias de la vida. Y existen muchas maneras de faltar a esta obligación y
avergonzarse de Cristo delante de los demás, delante del mundo.
Hay muchos
cristianos que confiesan a Cristo en el templo y en circunstancias que son
favorables para esa confesión pública, pero que prácticamente lo niegan ante
la posible burla que otros puedan hacer de ellos; lo niegan ante la posible
pérdida de intereses personales si son fieles a las enseñanzas de Cristo;
prácticamente lo niegan en su vida profesional, en su vida de relaciones
humanas. No se trata de que se dé el peligro de una persecución violenta
contra ellos, sino se trata de situaciones muy concretas en el mundo de hoy. El
cristiano auténtico es un hombre molesto para el mundo y para los que siguen
los criterios del mundo. Con frecuencia se intenta marginarlo y despreciarlo.
Y por cobardía ante esa realidad se cae en la tentación de "avergonzarse de
Cristo". Por condescendencia con el mundo y con los amigos del mundo se
cometen muchos actos que en realidad no son otra cosa sino "avergonzarse
de Cristo".
La mayor gloria
del cristiano verdadero debe ser confesar siempre a Cristo, en nuestras conversaciones,
en nuestra manera de actuar en nuestras diversiones, en el trabajo, en todas
las circunstancias de la vida. Y si por causa de ello somos despreciados e
injuriados, en vez de acobardarnos, deberíamos sentir una profunda alegría, como
se nos dice de los apóstoles cuando salían de la prisión después de haber sido
azotados y humillados por el Señor: "Ellos (los apóstoles) marcharon de la
presencia del Sanedrín contentos por haber sido considerados dignos de sufrir
por el Nombre (de Cristo)". (Hech. 5, 41)
El premio de esta
valiente actitud de confesar siempre a Cristo, será el premio infinito de ser
reconocidos por Cristo en el día del Juicio, delante de su Padre y de sus
ángeles, y de oír de sus labios la sentencia definitiva de la vida eterna.
6) "De verdad os digo: entre los aquí
presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del
hombre venir en su Reino."
En Mateo y Lucas
la exhortación del Señor termina con la sentencia que hemos transcrito. Son
varias las interpretaciones las que hay con respecto a estas palabras del
Señor.
Bastantes autores
creen que el Señor se refiere a la próxima escena de su Transfiguración. Ahí el
Señor aparecerá revestido de su gloria divina y será contemplada por Pedro,
Juan y Santiago.
Otros creen que el
Señor se refiere al hecho de su resurrección. Ciertamente, los apóstoles
vieron el Reino identificado con Jesús resucitado y glorioso. Y cuando vayan
por el mundo predicando la llegada del Reino, el centro de esa predicación
será Jesús resucitado.
Existe otra
opinión que relaciona este texto con la frase del Señor, en que muestra que al
final de los tiempos vendrá como Juez para "pagar a cada uno según su
conducta". Y "venir en su Reino" se interpreta como la venida
de Cristo Juez glorioso. Y, consiguientemente, creen que la sentencia de Cristo
de que "algunos de los presentes no verán la muerte hasta que venga el
Hijo del hombre en su Reino", se refiere a la destrucción de Jerusalén el
año 70, que fue considerada como un símbolo y anticipo del Juicio Universal.
Sea cualquiera la
interpretación que se dé, lo que realmente es más importante en la enseñanza
de Cristo, es el anuncio del triunfo y de la gloria definitiva de Cristo, y
que en ese triunfo le acompañarán los que en la tierra le han confesado siempre
y nunca se han avergonzado de él.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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