116. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - El Señor anuncia su pasión y muerte


  

P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


IV. JESÚS REGRESA A GALILEA Y MARCHA A TIERRAS DE PAGANOS PASA DE NUEVO POR GALILEA

PASA DE NUEVO POR GALILEA

(Junio - Setiembre, año 29)


116.- EL SEÑOR ANUNCIA SU PASIÓN Y MUERTE

TEXTOS

Mateo 16, 21-23

Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdo­tes y los escribas, y ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. To­mándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: "¡Lejos de ti, Se­ñor! ¡De ningún modo te sucederá eso!" Pero él volviéndose, dijo a Pedro: "¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tropiezo eres para mí, porque tus pensa­mientos no son los de Dios, sino los de los hombres!"

Marcos 8, 31-33

Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser con­denado a muerte y resucitar a los tres días. Hablaba de eso abiertamente. Entonces, Pedro, tomándole aparte, se puso a reprenderle. Pero él, vol­viéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro diciéndole: "¡Quí­tate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres."

Lucas 9, 22

Dijo: "El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los an­cianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte, y re­sucitar al tercer día."

INTRODUCCIÓN

"Desde entonces", se refiere a después de la Confesión de Pedro de la di­vinidad de Cristo. No es la primera vez que durante su vida pública el Se­ñor alude a su Pasión, pero sí es la primera vez que de una manera tan cla­ra y precisa habla de ella. Señala el lugar donde ha de padecer: Jerusalén. Señala quiénes le han de entregar a la muerte: el Sanedrín. Aunque no menciona la palabra Sanedrín, lo describe al enumerar los miembros que lo constituían, los ancianos, los sacerdotes y los escribas. Señala que le han de dar muerte y que ha de sufrir toda clase de humillaciones. Pero también indica con toda precisión que al tercer día resucitará.

MEDITACIÓN

1) El Señor anuncia su Pasión, Muerte y Resurrección a sus Apósto­les

¿Por qué habla ahora el Señor de su Pasión, inmediatamente después que Pedro ha confesado la gloria de su divinidad? Precisamente por esa mag­nífica revelación que el Padre ha hecho a Pedro sobre la gloria del Hijo, quiere el Señor que comprendan que su misión en la tierra no ha de ser una manifestación del poder y de la gloria de su divinidad. Que su misión en la tierra era la de ser "el Siervo de Yahvé", profetizado por el profeta Isaías (Is 52, 12-53, 12), y así ser Redentor de la humanidad a través de la humillación, el sufrimiento y la misma muerte.

Jesús va enseñando paulatinamente a sus apóstoles la realidad misteriosa de su mesianismo de dolor y sacrificio, tan difícil de entender a los judíos y a sus mismos apóstoles.

Y efectivamente, resultó más difícil a los apóstoles reconocer a un Mesías puesto en una cruz, que confesar la gloria de su divinidad. Hasta después de Pentecostés los apóstoles no entenderán el misterio de la cruz de Cristo.

2) Reacción de Pedro

La reacción de Pedro es vehemente y nacía, es cierto, de su aprecio y amor al Señor; pero un amor mal entendido. Pretende disuadir a Cristo de su Pasión; y además, en una actitud ofuscada, da a entender al Señor que se equivoca en su predicción: "De ninguna manera te sucederá eso". Pe­dro se encuentra tan ofuscado que llega a pronunciar esas palabras que de­beríamos considerar como irreverentes. El que había confesado la divini­dad de Cristo, se encuentra totalmente ciego para entender el misterio de la cruz redentora.

Podría extrañarnos esta actitud de Pedro; pero hoy día, después de dos mil años, y conociendo ya perfectamente todo el misterio de la Redención de Cristo en la cruz, sigue siendo para el cristiano el misterio más profundo y más difícil de conocer, el misterio de la cruz.

3) Respuesta de Cristo a Pedro

"¡Apártate de mí, Satanás!".

Podría parecernos una respuesta muy dura, y así lo es, pero era necesaria para Pedro, los apóstoles que estaban con él, y para los cristianos de todos los tiempos.

El que hace un momento era depositario de la revelación del Padre, y me­recía de Cristo ser llamado "bienaventurado", y recibir aquella promesa de ser elegido para ser piedra fundamental de su Iglesia, oye ahora, ese re­chazo total al ser llamado por Cristo, Satanás. Y es que Pedro en aquella ocasión era verdaderamente un "tentador" -lo que significa la palabra Sa­tanás- a semejanza del Demonio cuando quiso apartar a Cristo de los ca­minos que su Padre Dios le había trazado para redimir al mundo. Esas fueron las tentaciones en el Desierto.

Y añade el Señor: "Tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres". Es decir su manera de pensar, sus criterios, sus juicios no se acomodan a la manera de pensar y de juzgar de Dios.

4) Enseñanza fundamental para todo cristiano

Quien no entiende el misterio de Cristo en la cruz y la consecuencia que se sigue de ahí, el misterio de la cruz en nuestra vida, ese tal vive apartado del Señor, y lo que rige su vida no es el amor a Cristo y a sus enseñanzas, sino los principios del mundo, los criterios meramente humanos y natura­les.

El único camino para entender el misterio de la cruz es penetrar lo más hondo posible en el corazón de Cristo, y llegar a comprender lo que San Pablo pide para sus fieles de Éfeso: "Que lleguemos a comprender con to­dos los santos... la profundidad, la altura, la longitud y la anchura del amor de Cristo" (Efes. 3, 18-19)

Sólo así, conociendo el amor de Cristo en su profundidad de sacrificio, en su altura de amor desinteresado e infinitamente generoso en sus dones, en su longitud de constancia y perseverancia fiel, y en su anchura de abarcar a todos los hombres, amor que se manifestó de manera eminente en su Pa­sión, será como podamos comprender el misterio de la cruz, aceptarlo y aun amarlo. Ahí está el misterio del verdadero seguimiento a Cristo.

Así lo entendió el gran Apóstol Pablo:

"Al venir a ustedes... me propuse no saber otra cosa entre ustedes sino a Cristo y a éste crucificado." (1 Cor 2, 1-2)

"No quiero gloriarme de nada, sino de la cruz de Cristo Jesús, Nuestro Se­ñor. Por él, el mundo ha sido crucificado para mí y yo para el mundo." (Gal 6, 14)

"Estoy crucificado con Cristo, y ahora no soy yo el que vive, sino que es Cristo el que vive en mí. Sigo viviendo en la carne, pero vivo con fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí." (Gal 2, 20)



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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