47. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - "No juzgueis"


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(Mayo 28 - Mayo 29)


B. SERMÓN DE LA MONTAÑA

47.- "NO JUZGUEIS"

TEXTOS

Mateo 7,1-5

"No juzguéis para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida que midáis se os medirá a voso­tros. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: Deja que te saque primero la brizna de tu ojo, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano".

Lucas 6, 37-42

"No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados. Perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apre­tada, remecida hasta rebasar, pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida que midáis se os medirá a vosotros.

Les añadió una parábola: ¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? El discípulo no está por encima del maestro. Todo el que esté bien formado, será como su maestro.

¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no repa­ras en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: `Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo', no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y en­tonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano."


INTRODUCCIÓN

Los dos textos paralelos de Mateo y Lucas contienen una enseñanza muy importante y muy práctica para la vida cotidiana, dada la inclinación y facilidad con que se critica al prójimo. Mateo añade un ejemplo que ilustra extraordinariamente bien la actitud ordinaria de muchas personas. Lucas, por su parte, añade la idea de perdón y la obligación de la limosna. Lucas pone estas palabras del Señor inme­diatamente después de su recomenda­ción a ser misericor­dio­sos como el Padre Celestial es misericordioso con todos. Y sin duda, unidos a esta misericordia están el perdón y la limosna. Sobre ambas cosas ya hemos tenido varios comentarios en distintas medi­taciones y volveremos a insistir en esos puntos en otros pasajes, donde el Señor centra su enseñanza en estos valores morales del perdón y de la li­mosna. En esta meditación vamos a limitarnos a lo que se refiere a juzgar" a las personas.


MEDITACIÓN

1) "No juzguéis"

Otros autores prefieren la traducción "No se hagan jueces" que expresaría mejor la idea que quiere inculcar el Señor.

El Señor condena la actitud tan frecuente por la que inmediatamente emiti­mos juicios desfavorables hacia nuestros hermanos ante cualquier acción de ellos que nos desagrade; y no nos detenemos en la acción, sino que el juicio llega hasta atribuir intenciones torcidas y malas a la persona que ha hecho tal acción. Con toda facilidad juzgamos de sus actos, palabras e in­tenciones. El Señor, por supuesto, se está refiriendo a un juicio peyorativo. Más aún, de ordinario también, solemos exagerar lo malo que pudiera ha­ber en el prójimo, exagerar de tal modo, que aún cosas bien pequeñas o insignificantes las hacemos defectos o culpas graves.

Y la inclinación del hombre llega a más. Llega a complacerse de tal mane­ra en esa crítica al hermano, que la repite y la propaga entre todos sus co­nocidos.

Qué diferente es esta actitud con respecto a los demás, comparándola con la actitud que tenemos al juzgarnos a nosotros mismos. Para nuestros de­fectos, pecados, y aún para pecados bien graves, siempre nos parece en­contrar una razón de justificación, de autodefensa, y de disminuir la grave­dad de la falta. Enormemente generosos en excusarnos a nosotros mismos y tremendamente duros e intolerantes con los demás.

Esto es lo que condena Jesús. No condena el hecho de que emitamos un jui­cio sobre acciones cometidas por otras personas de manera que sepamos discernir lo bueno y lo malo. Y más aún, siendo un hecho público, comple­tamente reprobable, hay obligación de emitir ese juicio de condenación públicamente. Cualquier crimen, cualquier daño grave inferido al prójimo, cualquier acto delictivo con repercusiones sociales, debe ser denunciado, condenado y juzgado por las personas que tienen autoridad y responsabili­dad en la sociedad.

De nada de esto trata el Señor. Y el mismo Evangelio y toda la tradición de la Iglesia nos enseña la práctica de tomar una actitud firme y dura de condenación y juicio contra aquellos que son causa de tantas desgracias humanas por los delitos que cometen.

En el pasaje que estamos meditando, la comparación que pone el Señor nos ayuda a comprender su verdadera enseñanza. Nos habla de fijarnos en la "brizna" que el hermano lleva en el ojo, y olvidar la "viga" que llevamos en el nuestro. Se trata pues, de los defectos y pecados más ordinarios y que comete la gran mayoría de las personas. Y notemos que muchas veces se trata también de pecados graves; desgraciadamente, la gran mayoría de los cristianos en el día de hoy viven sin la gracia de Dios, y muchos de ellos pasan años sin arrepentirse ni confesarse. Pero son pecados o defec­tos morales no públicos o conocidos por un número reducido de personas. Y son pecados en que no aparece tan clara la maldad del hombre, cuanto su flaqueza y debilidad. A todos estos casos se refiere el Señor. Tendría­mos que repetir todo lo que hemos explicado anteriormente para que en­tendamos, que lo que el Señor quiere de nosotros es una actitud, no de crí­tica destructora, sino de comprensión, de excusa, de ayuda al hermano. Comprensión no significa estar de acuerdo, aprobar algo que está mal; sino saber entender esas debilidades, no exagerarlas, no comentarlas; y en la medida de lo posible, en otras partes del Nuevo Testamento, se nos ha­bla de la obligación de aconsejarnos y corregimos mutuamente. Y por su­puesto, siempre quedará prohibido el juzgar de la responsabilidad y culpa­bilidad subjetiva de las personas.

Pero todavía hay algo más que añadir. Y es que para que tengamos la ca­pacidad de aconsejar y corregir a nuestros hermanos, primero hemos de quitar la "viga" que hay en nuestros ojos. Sería una hipocresía muy grande que nos escandalizásemos de defectos o pecados de nuestros hermanos e intentásemos corregírselos, si nuestros defectos y pecados son mucho ma­yores. Claramente lo dice Cristo: "Hipócrita. Saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano."

Y el Señor añade una comparación, la del ciego que guía a otro ciego y ambos caen en el hoyo. En el contexto de "no juzgar" en que el Señor pronuncia este proverbio: "Si un ciego guía a otro ciego, los dos caen en el hoyo", hay que interpretarlo con referencia a la ceguera para reconocer los propios defectos y pecados. El que es incapaz de autoevaluarse con since­ridad, de reconocer sus errores, el que es ciego para sus propios pecados jamás podrá ser un buen guía para los demás.

La siguiente frase del Señor sobre el hecho de que el discípulo no está por encima del Maestro, no parece que tenga especial conexión con la ense­ñanza anterior de "no juzgar". No conocemos el por qué Lucas ha puesto esta enseñanza del Señor en este contexto. San Mateo trae la misma ense­ñanza en el contexto de las persecuciones que han de sufrir los discípulos de Cristo; si a Cristo le han perseguido también sus discípulos tendrán que imitar a su Maestro en soportar esas persecuciones y perseverar en medio de las mayores dificultades. (Cfr. Mat.10, 24-25: Medit. 87)

2) "No seréis juzgados"

A esta actitud de comprensión y caridad cristiana para con nuestros her­manos, el Señor hace una promesa, es decir, nos regala un premio de ex­traordinario valor. Nos dice que cuando llegue la hora del juicio que Dios tiene que hacer de nosotros, ese juicio será también un juicio lleno de com­prensión y de generosidad.

La comprensión con los hermanos, la capacidad de perdonar, de saber ex­cusar, de ayudar al hermano con el consejo y la corrección adecuada, sí fuera necesario, son la otra cara de la humildad y caridad fraterna que nos permitirá recibir de parte de Dios el perdón, un juicio absolutorio.

La frase del Señor no quiere decir que no hayamos de ser juzgados. To­dos, sin excepción, hemos de pasar por el juicio de Dios al final de nuestra vida; se trata de obtener por parte de Dios en ese juicio una actitud de pro­funda misericordia.

Y éste es el sentido que tiene la otra frase del Señor:

"Con la medida que midáis, se os medirá."

En este contexto el sentido es claro. De nuestra actitud con los hermanos depende la actitud que Dios tendrá con nosotros. Si medimos al hermano con un juicio y una crítica despiadada; si somos duros con él y nos abstene­mos de toda ayuda que podamos brindarle, la actitud de Dios con nosotros será la misma. Nos medirá con la misma medida con la que nosotros he­mos medido al hermano. Pero si nuestra medida con el hermano es todo lo contrario, generosa, comprensiva, misericordiosa y de ayuda fraterna, Dios nuestro Padre nos medirá con la misma medida en su juicio definitivo.

En cambio, en el contexto en que Lucas pone esta frase, parece que su sentido es algo diferente. Se refiere más bien a nuestra generosidad en el dar limosna, y consiguientemente, lo que quiere indicarnos es que el Señor será muy generoso con nosotros en otorgarnos sus dones y sus gracias, de acuerdo a la generosidad que manifestemos nosotros con los demás.

Y San Marcos tiene también esta enseñanza de Jesús: "Atended a lo que escucháis. Con la medida con que midáis, seréis medidos y aun con cre­ces. Porque al que tenga se le dará, y al que no tenga, aun lo que tiene se le quitará." (Mc 4,24-25)

El sentido aquí es también diferente: En la medida que oigamos con aten­ción la palabra de Dios y la hagamos fructificar, en esa misma medida Dios nos llenará más y más de sus luces y dones: pero el que no hace fruc­tificar la palabra de Dios, quedará cada vez más empobrecido.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.





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