P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA
(Mayo 28 - Mayo 29)
C. ULTERIOR PREDICACIÓN Y MILAGROS DE JESÚS
64.- CONTROVERSIA CON
LOS FARISEOS
TEXTOS
Mateo 12, 22-29
Entonces fue
presentado un endemoniado ciego y mudo. Y le curó, de suerte que el mudo
hablaba y veía. Y toda la gente decía atónita: "¿No será éste el Hijo de
David?". Mas los fariseos, al oírlo, dijeron: "Este no expulsa los
demonios más que por Belcebú, príncipe de los demonios".
El, conociendo sus
pensamientos, les dijo: "Todo reino dividido contra sí mismo queda
desolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no podrá subsistir. Si
Satanás expulsa a Satanás, contra sí mismo está dividido: ¿Cómo, pues, va a
subsistir su reino? Y si yo expulso los demonios por Belcebú, ¿por quién los
expulsan vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces. Pero si por el
Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino
de Dios. O, ¿cómo puede uno entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si
no ata primero al fuerte? Entonces podrá saquear su casa".
Marcos 3, 22-27
Los escribas que
habían bajado de Jerusalén decían: "Está poseído por Belcebú y por el
príncipe de los demonios expulsa los demonios". El, llamándoles junto a
sí, les decía en parábolas: "¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un
reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. Si una casa
está dividida contra sí misma, esa casa no podrá mantenerse. Y si Satanás se ha
alzado contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su
fin. Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no
ata primero al fuerte; entonces, podrá saquear su casa".
Lucas 11, 14-22
Estaba expulsando un
demonio que era mudo; cuando salió el demonio, rompió a hablar el mudo, y las
gentes se admiraron. Pero algunos de ellos dijeron: "Por Belcebú, príncipe
de los demonios, expulsa los demonios". Otros, para ponerle a prueba, le
pedían una señal del cielo. Pero El, conociendo sus pensamientos, les dijo:
"todo reino dividido contra sí mismo queda desolado, y cae casa sobre
casa. Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo va a
subsistir su reino?; porque decís que yo expulso los demonios por Belcebú. Si
yo expulso los demonios por Belcebú ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por
eso, ellos serán vuestros jueces. Pero, si por el dedo de Dios expulso yo los
demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios. Cuando uno fuerte y
bien armado custodia su palacio, sus bienes están en seguro; pero si llega uno
más fuerte que él y le vence, le quita las armas en las que estaba confiado y
reparte sus despojos".
INTRODUCCIÓN
El comienzo de la
controversia con los fariseos es motivado por un milagro que realiza el Señor.
Cura a un ciego y mudo a la vez, según San Mateo; y a un sordomudo, según San
Lucas. La enfermedad era atribuida por la gente al demonio. La turba se admira
ante tal poder y cree que Jesús es el Mesías, el Hijo de David. "Hijo de
David" era título mesiánico por las promesas que Yahvé había hecho a
David, que de su descendencia nacería el Mesías, el Salvador de su pueblo.
San Marcos omite
este milagro del Señor. Pero nos da una noticia de gran interés. Entre los presentes
se hallaban, no solamente los fariseos de aquella región, sino escribas que
habían venido especialmente de Jerusalén, probablemente enviados por las
autoridades, para espiar a Jesús. En contraposición a la actitud de admiración
y reconocimiento del pueblo, los fariseos y escribas se enfrentan a Jesús e
intentan convencer al pueblo sencillo, de que Jesús echaba los demonios con el
poder del mismo Satanás. Belcebú era un nombre despectivo de Satanás.
MEDITACIÓN
1) Actitud de los fariseos y escribas
La envidia ante el
poder y la popularidad de Jesús lleva a los fariseos a una gran hostilidad en
contra suya; más aún, el temor de perder ellos su prestigio y autoridad ante
el pueblo les condujo a ese odio profundo por el que querían deshacerse de él,
condenarle y matarle. Y como la envidia y el odio no actúan según las leyes de
la lógica humana, sino según las leyes, frecuentemente ilógicas, del corazón,
cuanto más evidente se hace la verdad de Jesús en sus palabras y en sus obras,
cuanto más brilla la luz de su sabiduría y se hace más patente su poder divino,
tanto más se ciegan a sí mismos los fariseos y escribas para poder reconocer a
Jesús como Mesías, enviado de Dios, y crece en ellos más y más esa envidia y
ese odio.
Enseñanza profundísima para todos los hombres
de todos los tiempos. El hombre dominado por sus pasiones, el hombre
"carnal" que nos dirá San Pablo, jamás podrá comprender las cosas de
Dios. (Cfr. 1 Cor 2, 14) No es lógica del entendimiento la que impide nuestro
reconocimiento de Dios, nuestro reconocimiento de Cristo y aceptar su mensaje;
es el corazón viciado lo que ciega los ojos del alma.
Y aunque sea en un
grado mucho menor, o en un grado ínfimo, aun las personas que han dado un sí al
Señor, pueden tener ciertos apegos a las cosas de la tierra, ciertos afectos
desordenados, que les impide ver con claridad lo que el Señor quiere y exige de
ellos, y que les impida la generosidad en el seguimiento a Cristo.
2) Respuesta de Jesús
Una vez más se nos
dice que Jesús "conocía sus pensamientos". No sólo escuchaba lo que
decían, que expulsaba los demonios con el poder de Belcebú; sino que además,
leía lo que había de más profundo en sus mentes y en su corazón. Y lo que leía
era ese odio y esa envidia para con El. Pero Jesús no responde de igual manera.
El ha venido a redimir a todos, y en ese "todos" estaban también los
fariseos y escribas. Y les responde con toda serenidad, por medio de dos
parábolas sencillas, a lo que ellos decían y de lo que le acusaban. Quiere hacerles
ver con máxima claridad, que su manera de pensar y de enjuiciar sus milagros,
concretamente, los milagros de expulsión de los demonios, es absurda e
ilógica; les invita a una reconsideración, a una reflexión que les lleve a
cambiar de actitud y puedan reconocer en él al enviado de Dios.
La primera
comparación la toma Jesús del ejemplo de una casa o ciudad profundamente
dividida en sí misma; la de un reino internamente dividido en el que se supone
que luchan entre sí sus habitantes, lo que llamaríamos, guerra civil. Ese reino
no podrá subsistir. La ruina llegará a toda ciudad o casa o familia, cuyos
miembros estén unos contra otros. De igual manera, dice Cristo, si yo echo los
demonios en nombre de Satanás, con el poder de Satanás, es evidente que estoy
luchando contra él, que soy enemigo suyo, que he llevado la división a su
reino, y que ese reino, el de Satanás, no podrá subsistir. Lo absurdo es pensar
que Satanás va dar poder a Jesús para que luche contra él, para que traiga la
ruina a su reino. ¿Cómo pueden pensar los fariseos y escribas que Jesús, con
el poder recibido del mismo Satanás, es el poder con el que está echando los
demonios? Es tan irracional esa manera de pensar, que con una ligera reflexión,
se conocería que el poder de Jesús viene de otra parte. Y no puede venir sino de
Dios, porque sólo Dios tiene poder sobre Satanás y su reino.
La segunda
comparación esta tomada del saqueo a una casa o palacio; para que los
asaltantes tengan éxito en su acción, es necesario que primero controlen,
dominen, amarren con ataduras al dueño de la casa o palacio, y una vez,
conseguido eso, podrán con toda libertad llevar a cabo el saqueo. Pero todo
esto supone que los asaltantes son más fuertes que el dueño de la casa o
palacio. Con esta comparación, Jesús quiere decir que si él expulsa los demonios,
es más fuerte que ellos, tiene un poder superior al que tienen los demonios y
el mismo Satanás. Y esto es lo que debían reconocer los fariseos y escribas. Y
como ese poder superior a los demonios y a Satanás, solamente lo tiene Dios, es
evidente que Jesús los expulsa con el poder de Dios. Esto es lo que significan
las sentencias de Jesús en las que afirma que él expulsa los demonios por el
"Espíritu de Dios", o por el "dedo de Dios". Y el Señor
saca una conclusión importantísima: "Si por el Espíritu de Dios expulso yo
los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios". Ese Reino es
el que predica Jesús y es el que los fariseos y escribas no quieren recibir.
No tienen disculpa alguna en el rechazo que hacen de la persona de Cristo, y en
el rechazo del Reino de Dios anunciado por el mismo Cristo.
Hay una frase de
Mateo y Lucas que conviene aclarar: "Si yo expulso los demonios por Belcebú,
¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros
jueces".
Los judíos conocían
el exorcismo, que era practicado por los grandes doctores pertenecientes al
partido de los fariseos. Al expulsar Jesús los demonios, no hace otra cosa que
lo que hacían algunos jefes espirituales de su pueblo. La diferencia estaba en
la frecuencia con que lo realizaba Jesús y la autoridad muy superior que
mostraba el poder de la mera palabra de Jesús, sin recurrir a fórmula alguna
ni a ninguna clase de ritos. Por eso, el pueblo quedaba admirado y era atraído
por Jesús. Los discípulos de los fariseos eran parte de ese pueblo, y se
consideraban como hijos espirituales de ellos. Esos mismos discípulos juzgarán
a sus maestros por su actitud intransigente, agresiva y, además, completamente
absurda, contra Jesús.
En todas estas
palabras de Jesús tenemos que comprender la principal enseñanza que encierran
para todos los hombres: La expulsión de los demonios es un signo evidente de
su mesianidad, de que ha llegado el Reino de Dios; y esa expulsión significa
que el Señor nos libra completamente del poder de Satanás, de todos los poderes
del mal, nos libra del pecado. Sólo en Cristo tenemos la victoria segura contra
Satanás, sus asechanzas, y sus esfuerzos por hacernos caer en pecado. El
cristiano que vive unido a Cristo, apoyado en Cristo, nunca debe temer al demonio
ni a su influencia maligna. El demonio seguirá teniendo su reino en este mundo
y, desgraciadamente, serán muchos los que acepten ese reinado de Satanás; más
aún, hoy día, conocemos que se multiplican sectas verdaderamente satánicas. El
poder de Satanás sobre esas almas, sí es algo tremendamente peligroso y dañino
y que las encamina a la condenación eterna. Pero, repetimos, que quien vive en
una actitud de fe en Cristo nuestro Señor, en una actitud de confianza en él y
de aceptar su reino en nuestras vidas, no tiene que temer nada del demonio ni
de los que pertenecen a su reino. La plenitud del Reino de Cristo y la total
destrucción del reino del demonio, sólo será al fin de los tiempos.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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