42. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Sobre el ayuno


  

P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(Mayo 28 - Mayo 29)


B. SERMÓN DE LA MONTAÑA

42.- SOBRE EL AYUNO

TEXTO

Mateo 6, 16-18

"Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfigu­ran su rostro para que los hombres noten que ayunan; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo se­creto, te recompensará".


INTRODUCCIÓN

Jesucristo, al igual que cuando habla de la oración y de la limosna, en este Sermón del Monte, no hace una exhortación clara a esas prácticas de pie­dad, pero implícitamente está suponiendo que se practican y exhortará a ellas en otros muchos pasajes del Evangelio. Tampoco al hablar del ayuno exhorta a él, pero supone que se practica y se estima como una verdadera práctica de piedad muy agradable a Dios.

Como en los casos anteriores de la limosna y la oración, lo que condena Jesucristo es la práctica ostentosa y vanidosa del ayuno, de manera que sea conocida por todos y se busque la alabanza de los hombres. Esa hipo­cresía desvirtúa también todo el valor del ayuno.

Jesucristo alude a las costumbres de los fariseos que se jactaban de ayunar dos veces por semana (lunes y jueves) y llegaban a desfigurarse el rostro, para que todos supiesen que estaban ayunando y así los estimasen por hombres santos.


MEDITACIÓN

Una prueba de la estima que Jesucristo tuvo del ayuno fue el ejemplo que él nos dio ayunando cuarenta días y cuarenta noches en el desierto. Fue práctica común en el Antiguo Testamento y sigue siendo una práctica muy recomendada por la Iglesia a través de todos los tiempos; más aún, se im­pone como obligación al cristiano varias veces al año.

Pablo VI nos da una enseñanza preciosa sobre el valor del ayuno y de toda penitencia corporal. (Constitución Apostólica "Poenitemini", 17 de febrero de 1966)

'El carácter eminentemente interior y religioso de la penitencia no excluye ni atenúa en modo alguno la práctica externa de lo que llamamos "obras de penitencia". La verdadera penitencia no puede prescindir, en ninguna época, de una ascesis física."

Y a continuación, Pablo VI nos explica el sentido de toda mortificación corporal.

a) "La necesidad de la mortificación del cuerpo se manifiesta claramente, si se considera la fragilidad de nuestra naturaleza, en la cual, después del pecado de Adán, la carne y el espíritu tienen deseos contrarios. (Cfr. Gal 5,16-17; Rom 7,23ss)

Este ejercicio de la mortificación del cuerpo -ajeno a toda forma de estoicismo- no implica una condena de la carne, que el Hijo de Dios, se dignó asumir; al contrario, la mortificación de la carne mira por "la libera­ción" del hombre, que con frecuencia se encuentra, por causa de la concu­piscencia, casi encadenado, por la parte sensitiva de su ser. Por medio del "ayuno corporal" (y de otras mortificaciones de la carne: Cfr Prefacios de Cuaresma), el hombre adquiere vigor, y la herida producida en la dignidad de nuestra naturaleza por la intemperancia, queda curada por la medicina de una saludable abstinencia.

Por la mortificación corporal se controlan las pasiones, crece el poder de la voluntad, se engendra un espíritu de sacrificio, muy necesarios para supe­rar todas las tentaciones.

Ayuda a una purificación más plena del alma que le desprende de todas las cosas de la tierra; le facilita la vida de oración y el encuentro con el Se­ñor."

b) "La mortificación corporal debe tener también como principal motivo la expiación de nuestros pecados y de los pecados del mundo. Unida al sufri­miento de Cristo tiene un valor corredentor." (Cfr. Col 1,24)

c) "Sirve también como oración de impetración para obtener muchos be­neficios y gracias del Señor." Y al final, añade el Santo Padre:

"Toda la tradición nos enseña que la penitencia debe ir acompañada de un incremento en la vida de oración y en obras de caridad."

Creemos que estas palabras de Pablo VI son una explicación muy profun­da, y en su brevedad, muy completa del sentido que tiene el ayuno y toda mortificación corporal. No hace falta añadir ninguna otra explicación. Qui­zá, solamente insistir en que toda vida de penitencia debe fundarse en una verdadera vida de oración, de trato íntimo con el Señor, y en una vida que se desborda en obras de caridad para con el prójimo. Y por supuesto, que esta vida de penitencia debe ser una vida escondida en el Señor; que solo El conozca la austeridad de mi penitencia.

Hoy día están muy desprestigiadas las "obras de penitencia" de que nos habla Pablo VI. Tomemos esta constitución apostólica del Papa, como un llamado que el Señor hace por medio de su Vicario en la tierra, a todos los cristianos que quieran llevar una vida crucificada con Cristo, totalmente comprometidos con su obra redentora.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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