P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA
(Mayo 28 - Mayo 29)
B. SERMÓN DE LA MONTAÑA
37.- SOBRE LA LIMOSNA
TEXTO
Mateo 6, 1-4
"Cuidad de no
practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser visto por ellos; de
lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre Celestial. Por tanto,
cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los
hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por
los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio,
cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha: así
tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará."
INTRODUCCIÓN
El versículo
primero contiene el tema general de una gran parte del capítulo sexto. La
santidad y la justicia de los discípulos de Cristo debe superar a la de los
escribas y fariseos (Cfr. Mt 5,20), no sólo en las obras, sino también en la
manera de hacerlas.
Uno de los vicios
de los jefes del pueblo de Israel, de los fariseos y escribas, que con más
frecuencia y dureza fustigó Cristo, era la vanagloria y la ostentación que
mostraban en sus obras de piedad, culto, y misericordia. Contra este pecado
opone el Señor la sinceridad y la pureza de intención, y explica esta virtud,
no de una manera abstracta, sino con tres ejemplos concretos tomados de las
obras que con más frecuencia practicaban los judíos y están más recomendadas
en la Escritura: La limosna (vv. 2-4), la oración (vv 5-6), y el ayuno (vv.
16-18).
"Vuestra
justicia" significa en este pasaje: "las buenas obras" que se practican.
Notemos que el
Señor no reprueba que hagamos las buenas obras delante de los hombres. Sería
contradicción con lo que nos recomienda anteriormente diciendo que seamos luz
del mundo y que los hombres vean nuestras buenas obras para que glorifiquen al
Padre celestial (Cfr. Mt 5, 16). Y en otros pasajes nos recomienda que tenemos
que confesarle, dar testimonio de él delante de los hombres.
Lo que reprueba el
señor es que hagamos las buenas obras con la finalidad de que los hombres nos
alaben, que busquemos la gloria humana.
MEDITACIÓN
1) "No tendréis recompensa de vuestro Padre
Celestial"
La consecuencia de
obrar con vanidad y ostentación es que queda anulado el valor de toda obra
buena; quita todo mérito que se podía adquirir con esas buenas obras.
Esa vanagloria y
ostentación fue la causa de la condena de los fariseos, lo que hacía vacía su
vida de fe y lo que cegó su corazón para que pudiesen llegar al conocimiento de
Cristo. Buscar su propia "gloria" y no la "gloria de Dios",
fue el pecado radical de los fariseos. (Cfr. Jn 5,44)
2) La limosna
Supuesta la
enseñanza general del Señor contra este vicio de la vanagloria y ostentación,
el Señor continúa su exhortación aplicando su doctrina al caso concreto de la
limosna, tan recomendada en el Antiguo Testamento y que el mismo Señor la
señala como indispensable para nuestra salvación en la parábola del Juicio
Final (Mt 25, 31-46)
En tiempo de Cristo se recogían, todos los
sábados, limosnas en las sinagogas, que luego se repartían entre los pobres. Era
costumbre también entre los fariseos socorrer a los mendigos en las calles y
plazas públicas, y con ocasión de las fiestas principales hacer algunas
colectas para distribuir las limosnas recogidas entre los necesitados. Todo
esto lo hacían los fariseos con gran aparato y ostentación: pues luego, en las
sinagogas, los que más limosnas habían dado, podían ocupar los primeros
puestos. No hay duda que Jesucristo en sus palabras alude a esta manera de
proceder de los fariseos, quienes, hipócritamente sólo buscaban con sus limosnas
ser honrados y estimados de los hombres. El premio ya lo reciben en esta tierra,
pero nada tienen que esperar por parte de Dios. En el Antiguo Testamento había
muchas promesas de beneficios para aquellos que practicaban la limosna; pero
estas promesas no eran para los fariseos.
“Dios guardará los bienes del hombre limosnero
como las pupilas de sus ojos” (Ecclo. 17,18)
“Crecen los bienes
del que da la limosna” (Prov. 11,24)
“Dios librará en el día malo a quien se
compadece del pobre” (Salmo 40,2)
“La limosna vale más que los tesoros
acumulados, pues libra de la muerte, limpia los pecados y alcanza la
misericordia y vida eterna” (Tob. 12,9)
"Quién se compadece del pobre tiene por
deudor a Dios" (Prov. 19,17)
Y en el Nuevo
Testamento es Cristo quien promete entrar en el Reino de su Padre a quien haya
practicado las obras de misericordia (Cfr. Mt 25, 31-46). Y el Señor da el
motivo más grande para hacer estas obras de misericordia: "Cuando lo
hicisteis con cualquiera de estos hermanos míos pequeños (necesitados), conmigo
lo hicisteis."
San Pedro nos dirá
que "la caridad cubre la multitud de los pecados" (1 Ped 4,8), y
entiende por "caridad" las obras de misericordia.
Y San Pablo canta
las alabanzas de la limosna comparándola con la siembra. (Cfr. 2 Cor 9, 1-9)
La limosna sigue
siendo en el día de hoy una gran virtud cristiana, y cada cual, según sus
propias posibilidades, está obligado a practicarla con toda generosidad. Y resultaría
más fácil practicar la virtud de dar limosna, si tomamos conciencia de la
enseñanza de Cristo, de que socorrer a los pobres es socorrer a él mismo. El Señor
se identifica de manera muy especial con los pobres y necesitados, y lo que se
haga por cualquiera de ellos, Cristo lo recibe como hecho en favor suyo.
Todos los
cristianos debían tener en su presupuesto un apartado que indicase "Cristo"
en ese apartado, con toda generosidad, prever lo que podemos dar en limosna a
nuestros hermanos necesitados, bien directamente a ellos o bien a instituciones
que se dedican a obras de misericordia. Es una obligación que debemos aceptar
con alegría y es una manera de mostrar agradecimiento al Señor por todos los
bienes que recibimos de él. Cada uno, según sus posibilidades; pero, de ordinario,
esas posibilidades son mucho mayores de lo que pensamos; y más todavía, si
tenemos conciencia de que no sólo debemos dar de lo que nos sobra, sino incluso
de aquello que sería conveniente para nosotros, pero que con sacrificio
podemos prescindir de ello.
3) Cómo debe darse la limosna
Con una imagen
hiperbólica enseña Jesucristo cuál ha de ser el proceder de sus discípulos al
repartir limosnas. Deben estar tan lejos de desear que su buena acción sea
conocida y alabada de los hombres, que ni ellos mismos se acuerden de ella ni
la mencionen una vez que la hayan hecho, de suerte que, si la mano izquierda
tuviera ojos, no debiera ver la buena obra que hace la mano derecha. Y así,
quedando oculta la limosna que se hace, y siendo conocida sólo por Dios, que ve
todo lo que el hombre hace aún con el mayor secreto, será muy generosamente
premiado en la vida eterna, y frecuentemente también en esta vida.
El Señor insiste
en el premio que hemos de recibir. No es la intención de Cristo el mover
nuestra voluntad con la mera consideración del galardón que hemos de recibir;
sino que lo que quiere inculcarnos es que tomemos conciencia de la infinita
generosidad de Dios, una manifestación más de su bondad y misericordia.
También debe ser
motivo de consolación para el buen cristiano lo que el Señor nos dice de que
"Dios ve siempre en lo escondido".
Dios tiene siempre su mirada puesta sobre cada uno de sus hijos, y de parte suya, siempre está en disposición de diálogo con nosotros. Dios siempre presente en mi interior, en mi corazón. Vivir esta intimidad con el Señor será motivo de obrar siempre con gran pureza de intención, de preocuparnos del juicio de Dios sobre nosotros y no valorar el juicio de los hombres, ni sus críticas, ni sus aplausos.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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