52. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Los falsos profetas


 

P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(Mayo 28 - Mayo 29)


B. SERMÓN DE LA MONTAÑA

52.- LOS FALSOS PROFETAS

TEXTOS

Mateo 7,15-20

"Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, mientras que el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los conoceréis."

Mateo 12, 33-37

"Suponed un árbol bueno, y su fruto será bueno; suponed un árbol malo y su fruto será malo; porque por el fruto se conoce el árbol. Raza de víboras, ¿Cómo podéis vosotros hablar cosas buenas siendo malos? porque de lo que rebosa el corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro saca cosas buenas; el hombre malo, del tesoro malo, saca cosas malas. Os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres darán cuenta en el día del Juicio. Porque por tus palabras serás declarado justo y por tus pala­bras serás condenado."

Lucas 6,43-45

"Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se reco­gen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas.

El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo, saco lo malo. Porque de la abundancia de su corazón habla su boca." '


INTRODUCCIÓN

La palabra "profeta" suele ser interpretada por muchos como aquella per­sona que es capaz de predecir el futuro en nombre de Dios. Sin embargo, el verdadero sentido es mucho más amplio, y a veces hasta prescinde de esa cualidad de predicción de cosas futuras. "Profeta" es aquel que elegi­do por Dios habla en su nombre, transmite su palabra y su enseñanza, y guía al pueblo de Dios. Así fueron los profetas auténticos del Antiguo Testamento.

El gran Profeta por excelencia es Cristo, el Hijo de Dios, la Palabra del Padre, que nos revela ya en su plenitud todos los misterios de nuestra fe, todas las leyes que deben regir la conducta del hombre, y es el verdadero y único pastor que guía al pueblo de Dios. Y Cristo ha hecho participes de su misión profética a sus apóstoles y sucesores, y en cierto sentido, a todos los cristianos, que por el sacramento de la Confirmación deben compro­meterse a ser apóstoles de Jesucristo, y anunciar su palabra.

El segundo texto de San Mateo que hemos transcrito complementa la en­señanza del Señor en el Sermón del Monte. El texto de Lucas es paralelo al de Mateo.


MEDITACIÓN

1) Los falsos profetas

Ya en el Antiguo Testamento se alude con frecuencia a los falsos profetas (Por ejemplo, cfr. Jer 23, 9-40). Son pasajes en los que se condena muy enérgicamente a los profetas que predecían cosas falsas para congraciarse con los poderes y autoridades de su tiempo; y al mismo tiempo no repren­dían los pecados del pueblo y la vida inmoral de sus jefes, reyes, sacerdo­tes, y otras autoridades, sino que condescendían con ellos. De esta manera, los que debían ser verdaderos guías espirituales del Pueblo de Dios, se convertían en causa de perdición para ese mismo Pueblo.

Jesucristo en este pasaje se refiere principalmente a los escribas y fariseos. Ellos eran los que debían transmitir la palabra de Dios y ser los verdaderos guías del pueblo judío. Sin embargo, con apariencias hipócritas de santi­dad, habían distorsionado la palabra de Dios, habían cenado su corazón a la revelación de Cristo y, con calumnias y desprecios, impedían que el pueblo aceptase el Reino Mesiánico que predicaba Cristo. Por otra parte, conocemos que la conducta de los escribas y fariseos era de total abando­no de "la justicia, la misericordia y la fe". (Cfr. Mt 23,23)

Pero debemos pensar que Cristo también se refiere de manera más general a los falsos profetas de todos los tiempos. Que esta enseñanza de "Guar­daos de los falsos profetas." es una advertencia para los cristianos de todos los tiempos. Siempre se tratará de personas que, con apariencia de bondad y diciendo apoyarse en el mismo Evangelio, pretenden con su autoridad e influencia apartar al pueblo cristiano de la verdadera fe, de la verdadera doctrina del Señor. Y en realidad estos falsos profetas han existido desde el tiempo de las primeras comunidades cristianas, tal como se nos narra en las cartas de San Pablo (Cfr. 1 Tim 1,3; 4,1-2) y en los escritos de San Juan (Cfr. 1 Jn 4,1-3). Y a través de todos los tiempos, y en nuestros mis­mos días, han existido y existen estos falsos profetas. Juan Pablo II, siguiendo el ejemplo de Cristo, ha exhortado con frecuencia a los cristia­nos a guardarse de aquellos que predican doctrinas erróneas sobre el mis­terio de la divinidad de Cristo, sobre el misterio de la Iglesia, sobre la in­terpretación libre de los Evangelios, al margen del Magisterio de la Iglesia.

2) "Por sus frutos los conoceréis."

El Señor se preocupa para que sus discípulos puedan discernir siempre el verdadero del falso profeta.

En primer lugar, señala que no será fácil distinguirlos mediante un conoci­miento superficial de ellos, pues vienen "con disfraces de ovejas", es de­cir, con apariencias de santidad y que sólo buscan la gloria de Dios. Pero el Señor los llama "lobos rapaces". La comparación es exacta aplicada a los escribas y fariseos de su tiempo; y después tendrá también plena apli­cación en el caso de cualquier falso profeta.

El criterio que Cristo da para poderlos distinguir está claro: "Por sus frutos los conoceréis" y, para visualizar su afirmación, pone el ejemplo de los es­pinos que no pueden dar uvas, ni los abrojos que no producen higos, ni cualquier árbol malo que pueda dar frutos buenos.

¿A qué frutos se refiere el Señor?

Podríamos considerar que esos frutos pueden significar, primero, los fru­tos de santidad personal del profeta. Si el "profeta" es un hombre de Dios, de profunda vida interior, de gran abnegación, de humildad sincera, de ca­ridad eximia, y de obediencia y sumisión a Dios en sus representantes, es claro, que por estos frutos de santidad personal, podríamos afirmar que se trata de un profeta verdadero.

Pero los frutos de que habla el Señor, en estos pasajes, se refieren de ma­nera muy especial a las consecuencias de las doctrinas que predican. Los efectos de la predicación de los escribas y fariseos eran tremendamente dañinos y perjudiciales para el pueblo judío. Con grandes calumnias y ma­ledicencias hicie­ron todo lo posible para apartar al pueblo judío del Señor, y consi­guien­temente, apartarle del Reino de Dios y de su propia salvación.

Y referida la frase del Señor a los falsos profetas de todos los tiempos, ha­bría que decir que toda doctrina que traiga confusión, división, rebeldía dentro de la Iglesia es doctrina falsa; toda doctrina cuyos efectos sean un relajamiento en los principios morales exigidos por Cristo en su Evangelio, es también doctrina equivocada; y en general, toda doctrina que se aparta del Magisterio oficial de la Iglesia, será errónea y traerá graves conse­cuen­­cias para el pueblo de Dios.

Y para poner de manifiesto la tremenda responsabilidad de los falsos pro­fetas y el pecado tan grave que cometen, el Señor los llama "raza de víbo­ras", es decir, por el veneno que meten en el corazón de los judíos se com­paran a las víboras; y esta palabra del Señor debe aplicarse a todos los fal­sos profetas de cualquier época y de cualquier lugar.

3) ¿Cómo podéis vosotros hablar cosas buenas siendo malos? Porque de lo que rebosa el corazón habla la boca.

El Señor atribuye a la maldad del corazón de los fariseos, su actitud hostil hacia El, y principalmente todas las calumnias y las interpretaciones malé­volas que daban de su persona y de las obras que realizaba. Hacemos no­tar que Mateo pone estas palabras de Cristo a continuación de la contro­versia con los fariseos, cuando éstos le recriminaban a Jesús que echaba los demonios con el poder de Belcebú. Los fariseos sólo pueden hablar maldades, mentiras y calumnias, porque su corazón está corrupto.

Y él Señor aprovechaba esta oportunidad para dar una enseñanza general que vale para todos los tiempos. Las palabras reflejan lo que hay en el co­razón del hombre. Y lo que hay en el corazón se considera que es su "te­soro", lo que él más estima, más valora, lo que mueve su acción. Si ese te­soro es un tesoro terreno, un tesoro de codicias, lujurias, soberbias, las pa­labras que salgan de ese corazón serán siempre palabras malas y palabras llenas de engaño; por el contrario, el que tenga un corazón bueno y haga su tesoro de pureza, de humildad, de sinceridad, de caridad, de sumisión y amor a Dios, de ese corazón saldrán palabras buenas, llenas de verdad. La raíz, la causa de la existencia de los falsos profetas será siempre la maldad de su corazón que se reflejará en sus palabras, que traen la confusión y desvían a la gente del verdadero Evangelio.

El Señor añade: "De toda palabra ociosa que hablen los hombres darán cuenta en el día del Juicio. Porque por tus palabras serás declarado justo y por tus palabras serás condenado".

Los hombres tendrán que dar cuenta en el día del juicio de sus palabras in­juriosas, calumniosas, malintencionadas que tanto daño hacen en la comu­nidad cristiana; pero el Señor dice que también darán cuenta de toda pala­bra "ociosa". La Biblia de Jerusalén interpreta así la palabra "ociosa": "Más que puramente ociosa, se debe entender palabra mala desprovista de fundamento, calumnia". Pero otros muchos autores creen que se refiere a toda palabra vana, frívola, mundana, completamente inútil para el que la dice y para el que la escucha.

Y si las palabras son una manifestación de lo que hay en el corazón, se comprende que el Señor diga, que por sus palabras, el hombre será decla­rado justo o pecador en el día del Juicio. Y si el corazón es verdaderamen­te bueno, se supone que sus obras y sus palabras son también buenas.

Las palabras del Señor son una advertencia especialmente dirigida a los escribas y fariseos. ¡Qué castigo les espera en el día del Juicio a ellos que no han hecho sino calumniar gravísimamente al Señor! Y para que no que­de duda de este castigo, les dirá el Señor que "todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego", expresión que indica la condenación eterna.

Especial aplicación tendrán siempre estas palabras del Señor para los fal­sos profetas de todos los tiempos.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.











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