P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
4.3. LA PREDICACIÓN, ANUNCIO Y PROCLAMACIÓN DEL REINO DE DIOS
En la carta de los Hebreos se nos dice: "Dios, que en otros tiempos había hablado en muchas ocasiones por medio de los profetas, últimamente, en estos días, nos ha hablado por su Hijo", Hbr 1, 2. Por eso Jesús, la Palabra misma del Padre encarnada, comenzó su misión pública con estas palabras: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca, convertíos el Reino de Dios está cerca", Mc.1,15.
Los evangelistas señalan que Jesús al comenzar su actividad predicadora "enseñaba" a las gentes. "Enseñanza" es un término que significa "exponer una doctrina". En el caso de Jesús, es la doctrina del misterio de la salvación, o sea, el misterio del Reino de Dios. Reino de Dios que está cerca, o entre nosotros.
El contenido del pregón proclamado por Cristo es: la buena nueva ("Evvangelion") de la salvación, a proximidad del advenimiento del Reino de Dios,Lc.4,43, y de la venida del Salvador. Lc 2, 10.
El mensaje del Reino de Dios: Los evangelistas sinópticos concuer¬dan en que el tema primario de la predicación de Cristo era el "Reino de Dios". "Enseñaba en las sinagogas y proclamaba el evangelio del reino", Mt 4, 23, que "es el evangelio de Dios". Mc 1, 14. Jesús "les dijo: también en las otras ciudades tengo que evangelizar el Reino de Dios, porque para esto he venido". Lc 4, 43. Este Reino no es de una dimensión geográfica, ni política, sino religiosa y moral; es la sujeción del hombre al dominio de Dios: esto, no es una esclavitud dura a un señor tiránico sino la aceptación libre y alegre de la acción amorosa y benéfica de Dios Padre.
Porque el Reino de Dios anunciado por Cristo es la cercanía de Dios en la soberanía de su amor de Padre, cuya consecuencia es un estado de paz, libertad y felicidad, cual sólo puede otorgarlas el poder y la bondad de Dios. Reino de Dios es, por lo tanto, la acción salvífica de Dios y su aceptación por el hombre, y, por consiguiente, es la salvación, objeto de las esperanzas del hombre; salvación incoada en este mundo para consumarse en el eón futuro y eterno. Por eso la proclamación del Reino es una "buena nueva", "Evangelio" o "buena noticia", precisamente para los pobres, los destituidos, los oprimidos, que esperan su salvación del único que realmente puede traérsela, Dios.
4.3.1. Características del Reino de Dios. La conversión del corazón como la invitación a un cambio de vida
El mensaje de Jesús tiene un marcado carácter de urgencia. El Reino de Dios no cabe sino aceptarlo o rechazarlo. Por eso al principio de su predicación empieza la invitación tajante: "Convertíos y creed en el evangelio", Mc 1, 15. Y declara que es preciso hacerse violencia para entrar en el Reino de Dios, Mt 11, 12. Jesús sabe muy bien que el mensaje que él predica está en contra de las apetencias hedonistas de la sociedad que le rodea, y por ello declara en su discurso las bienaventuranzas como condición para entrar en el reino de Dios que él anuncia. Mt 5, 1, s.s. Las exigencias morales para entrar en el Reino de Dios y vivir en él son altas y aún paradójicas pues parecen estar en contra de las normales apetencias humanas: Cristo exige espíritu de sacrificio, de mansedumbre, de desprendimiento, de perdón y de amor, incluso hacia los enemigos. Todo esto resulta algo sobrehumano, pero, con todo, declara que no cabe sino aceptar estas condiciones en bloque o rechazarlas. No hay término medio, porque el que no está con El, está contra El, Mt 12, 30. Y El ha venido a traer no la paz sino la espada. Mt 10, 34; pues va a ser signo de contradicción en la historia: "para que se abran los pensamientos de muchos corazones", Lc 2, 34 35.
En efecto, Cristo, con estilo profético apremia a sus oyentes para entrar en el Reino de Dios empezando por practicar una sincera penitencia: "Haced penitencia en saco y ceniza", Mt 11, 21 s.s. Jesús pide la compunción del corazón, Lc 15, 11,s.s, es decir, la vuelta de los sentimientos de hijos de Dios. Para ello el hombre debe de liberarse de la atracción de las riquezas; Mt 6, 24, de la sensualidad, Lc 7, 50, del odio hacia sus hermanos, Mt 6, 12, manifestando sentimientos de plena magnanimidad y de perdón, sin distinción de raza ni de clase social. Mt 17, 22 Así, la conversión y la fe son en Jesús las dos caras la misma postura fundamental. Sólo quien se convierte puede formarse la creencia de que el tiempo de salvación ha llegado ya, y adquiere la disposición para cumplir la voluntad de Dios conforme a la exigencia predicada por Cristo.
El mensaje de Cristo supone "una nueva justicia", que debe ser superior a la de los escribas y fariseos: "Si vuestra justicia no fuera mejor que la de los escribas y fariseos, no podréis entrar en el Reino de los cielos". Y por ello propone: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto", Mt 5, 48. Y todas las cosas deben de estar subordinadas a este ideal. "Buscad el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura", Mt.6,33. Por eso, nos invita a pedir: "Venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad Así en la tierra como en el cielo", Mt 6, 9 13. Y sabe, también, que este "Reinado" pleno no se dará en este mundo, en el que siempre estarán mezclados el trigo y la cizaña. Mt 13, 24. Pero Jesús, no es un idealista desconectado de la dura realidad que le rodea, más bien conoce muy bien las complejidades del corazón humano y sus debilidades innatas, por eso, proclama que entremos por la puerta estrecha, dificultosa y cuesta arriba que lleva a la salvación, Mt 7, 13-4.
Jesús mismo se considera como el modelo en el camino hacia el Reino de Dios, y puesto que El ha cumplido su misión en la renuncia y el sufrimiento, los que le quieran seguir deben también "tomar la cruz", negándose a sí mismo Mc 8, 34: Incluso hay que estar dispuesto a perder la propia vida en aras de los intereses del Evangelio. Mc 8, 35. Jesús identifica a su persona con el Reino de Dios y en el momento solemne del juicio final, que abre la perspectiva del Reino de Dios en su dimensión escatológica, Jesús con el Padre decide la suerte de los hombres.
4.3.2. El Reino de Dios como realidad salvífico mesiánica
Jesús es consciente de su condición de Mesías, y como tal proclama que con El se inaugura el Reino de Dios. Prueba de ello es que ha empezado a remitir el poder de Satanás: "Si yo arrojo los demonios por el Espíritu de Dios, luego ha llegado a vosotros el Reino de Dios", Mt 12, 27.
Para Jesús, el Reino de Dios en su dimensión salvífico mesiánica está ya en marcha; por eso se enfrenta con las clases dirigentes judías que ni entran en el Reino de Dios ni dejan entrar en él y les dice: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, porque cerráis a los hombres el acceso al Reino de los cielos, pues ni entráis ni dejáis entrar", Mt 23, 13. En contraposición a esta actitud de los autosuficientes fariseos, dice a sus discípulos: "No temáis, rebañito, porque plugo a vuestro Padre daros el Reino", Mt 12, 32. Y les anima: "Más bien, buscad su Reino, y todo lo demás se os dará por añadidura", Lc 12, 31. "A vosotros ha sido dado conocer el misterio del Reino de Dios", Mt 13, 44. Y a los niños, por su inocencia: "les pertenece el Reino de Dios", Mc 10, 14; es más, los mismos pecadores arrepentidos pueden entrar en él, con preferencia a los orgullosos fariseos, "los publicanos y prostitutas os precederán en el Reino de los cielos" , Mt 21, 31.
De este modo, Jesús anuncia el Reino de Dios como una realidad dinámica espiritual que está ya en marcha y ha sido inaugurada con su mensaje. No es una transformación repentina de las almas que se impone de una manera aparatosa, ni una mera evolución natural que parte de uno mismo, sino que es una iniciativa que parte del Padre que se hace presente con la vida de Jesús, que se enfrenta al poder de Satán. En efecto el mensaje de Jesús es, ante todo, una oferta de salvación, de rehabilitación espiritual ante Dios que perdona, olvida y ama. Jesús brinda una oportunidad de salvación, que exige una decisión, un cambio de vida, una entrega confiada a su mensaje de salvación que comunica de parte del Padre, por eso exclama: "Si al menos en este día conocieras lo que conviene a tu paz", Lc 19, 42. Jesús es consciente de ser el Salvador de este Reino de Dios, y como tal, ha actuado en su vida predicando, llamando a penitencia, curando enfermos, expulsando demonios, resucitando a los muertos.
Frente a la expectación anhelante de una manifestación espectacular del Reino de Dios, preparada por el advenimiento del Mesías, como se esperaba entonces, Jesús declara claramente: el Reino de Dios no viene con ostentación, ni podrá decirse, ¡helo aquí o allí! : "porque el Reino de Dios está dentro de vosotros", Lc 17, 20.s.s. Es como un grano de mostaza, o como la levadura en una masa de pan; es un germen sobrenatural que Jesús ha depositado en la sociedad de su tiempo, es un don divino, por eso sólo Dios conoce su misterio y al fin de los tiempos tendrá una manifestación decisiva. Meinertz dice: "es obvio suponer también en la petición "venga a nosotros tu Reino" se encierra la súplica de todos aquellos bienes salvíficos que tienen ya efecto en el presente, y que cada vez han de impregnarnos más...; y por más que el Reino sea un don del Padre, hay que buscarlo por encima de todas las cosas y estar dispuestos por él a los mayores sacrificios. El Reino se encuentra ya preparado desde la creación del mundo para los benditos de mi Padre, Mt 25, 34. Pero con la venida del salvador se ha manifestado el reino juntamente con sus bienes salvíficos, porque el ultimo período del tiempo, el período escatológico, ha comenzado ya. Es indiferente que dure más o menos, ya que, por larga que sea la duración, el Reino existe y actúa con sus fuerzas divinas. Esta actuación del Reino sitúa al hombre ante la decisión de abrirse con interés a los bienes salvíficos, o bien de rechazarlos. Cuando Dios determine el día de la recolección, el Reino llegará a su consumación".
En realidad Cristo es el punto de unión de los dos perspectivas:
- Mesiánica, porque en Cristo se ha realizado la promesa hecha a David.
- Escatológica, porque con Cristo se ha inaugurado "ya" el Reino de Dios "pero todavía no" se ha consumado.
Jesucristo, como Mesías, inaugura la comunidad salvífico mesiánica que encontrará su plenitud en la etapa definitiva del Reino escatológico. Entre ambas etapas (la del "eón" presente y el "eón" futuro) hay una tensión no de oposición sino de continuidad y de plenitud.
4.3.3. Carácter espiritual y universalista del Reino de Dios
Los judíos contemporáneos de Jesús, esperaban una manifestación y venida del Reino en términos de bienestar, paz y triunfo sobre los enemigos tradicionales de Israel. Por eso para ellos lo primero era expulsar a los romanos de la tierra santa que era Israel, y luego debía darse la rehabilitación material de los miembros de la comunidad israelita. Jesús se coloca en una perspectiva distinta. Por eso, para evitar una interpreta¬ción temporalista de su mensaje, rehuye públicamente el titulo de "Mesías" y cuando lo acepta es declarando expresamente que tendrá que cumplir esta misión en el sufrimiento y el dolor. Mc 10, 37. Por el que se empleen armas para defenderle en el momento del prendimiento en el huerto de Getsemaní. Lc 22, 38, pues su ideal no ha de introducirse por la fuerza y la violencia sino por la persuasión interior. Sus discípulos y seguidores continuaban pensando en que Jesús sería el Mesías esperado en sentido temporalista y cuando hizo su entrada solemne en Jerusalén para dar cumplimiento a la profecía de Zac 9, 9 creían que habla llegado el momento de su manifestación triunfalista, sobre todo después de haber arrojado del Templo a los comerciantes. Pero Jesús, sigue anunciando su fin próximo a manos de las clases dirigentes de la sociedad judía y aunque reconozca su categoría mesiánica ante el Sanhedrín, le da un sentido puramente escatológico conforme a la profecía de Daniel, Mt 26, 64.
Precisamente porque el "Reino de Dios" predicado por Jesús es de índole espiritual, tienen cabida en él gentes de todas las razas y de todos los tiempos, aunque El, personalmente ha sido "enviado a las ovejas de Israel", Mt 10, 6. Este Reino es universalista. En efecto, frente al exclusivismo mesiánico judaico declara con énfasis: "muchos vendrán de Oriente y Occidente, y se sentarán a la mesa de Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, mientras que los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas, donde será el llanto y crujir de dientes", Mt 8, 11.
Por tanto, el Reino, tal y como lo proclama Jesús, es un Reino netamente universalista porque se basa en los valores del espíritu y no de la carne, y el espíritu no tiene fronteras. En realidad, el Reino de Dios aunque se inicie su realización en este mundo, es algo supratemporal y supranacional, ya que en él no intervienen los elementos temporales y políticos. Jesús presenta como modelo de fe a un pagano, el centurión de Cafarnaún, Mt 8, 10, insistiendo que lo importante es la fe. Por su parte los discípulos de Jesús deben de continuar su obra siendo "la luz del mundo", Mt 5, 14, pues, el campo donde se siembra la semilla del evangelio es el mundo entero. Mt 13, 18. Pero este "universalismo" no excluye el misterio de la elección divina ya que el Reino de Dios es un don divino: "plugo al Padre dar el Reino a la pequeña grey", Lc 12, 32, pero por otra parte, la invitación a entrar en el reino es general. Nadie está excluido de la participación en el reino de Dios, aunque, de hecho, por las exigencias de renuncia que se imponen como condición para entrar en él, muchos rehusen seguir la invitación del Maestro: "Muchos son los llamados, pero pocos los escogidos", Lc 13, 22. s.s.
4.3.4. Perspectiva "escatológica" del Reino de Dios
Anteriormente hemos hablado del Reino de Dios como una realidad dinámica espiritual y universalista, que ya está actuando en el momento presente, es la semilla insignificante y oculta del grano de mostaza que terminará en convertirse en una planta esplendorosa y visible en la que llegarán a anidar los pájaros. Mt 13, 31.
Junto a estos textos de mesianismo espiritual hay otros que aluden a la manifestación plena del Reino de Dios en un estado trascendente y metahistórico. Bajo este aspecto es lo que se llama la perspectiva escatoló¬gica del Reino de Dios. Escatología quiere decir fin del ciclo de la historia humana y momento decisivo y conclusivo del Reino de Dios. Esta tensión hacia una etapa definitiva es algo que estaba muy metido en el alma del pueblo judío. En efecto, Jesús habla de una intervención divina judicial al fin de los tiempos que acelerará el advenimiento del Reino de Dios en su etapa definitiva y plena. Mt 25, 36, s.s. Por ello el Reino de Dios, como hemos dicho anteriormente se ha instaurado "ya" con la venida de Cristo, pero "todavía no" ha llegado a su culminación, ésta se realizará al final de los tiempos.
Para conjugar adecuadamente la tensión entre este "ya"... " pero todavía no" del Reino de Dios entre nosotros predicado por Jesús es necesario tener en cuenta una doble expectativa en el pueblo judío, la expectativa mesiánica y la expectativa escatológica. Jesús recoge esta doble expectativa y la inserta en su predicación, aludiendo a las etapas del Reino de Dios. Con él ha llegado "ya" el Reino de Dios, "pero todavía no" se ha consumado, esta última etapa está ligada a su venida futura que él realizará al final de los tiempos. Es más, declara que todos deben vivir preparados, pues inesperadamente hará su aparición el "Hijo del hombre", Lc 22, 18, aludiendo a su intervención judicial al fin de la historia, participando plenamente del poder de Dios. Y reiteradamente habla del "día del juicio", Mt 11, 20 24. Y también, Jesús habla del "Reino de los cielos" como lugar de recompensa escatológica: "Habrá lamentación y rechinar de dientes cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob, así como a todos los profetas del Reino de Dios, mientras que vosotros habréis sido arrojados fuera. Vendrá de oriente y de occidente, del mediodía y del norte, para sentarse en el Reino de Dios", Lc 13, 28 29.
En la última cena Jesús, declara que no volverá a: "beber del fruto de la vid hasta que no llegue al Reino de Dios", Lc 22, 18. Ello alude al festín mesiánico - escatológico, conforme a la idea expresada por un comensal delante de Jesús: "Dichoso el que coma alimentos en el Reino de Dios", Lc 14, 15. Y también cuando dice a sus discípulos: "Yo dispongo en favor vuestro el Reino de Dios, como el Padre lo ha dispuesto en favor mío, de modo que comeréis y beberéis a mi mesa en mi Reino, y os sentaréis sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel" , Lc 22, 29.
Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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