P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
I.- LOS COMIENZOS DE LA VIDA PÚBLICA DE JESÚS
(Fines del Año 27 - Principios del Año 28)
B.- PRIMERA PASCUA:
(Abril Año 28)
TEXTO
Juan 3,1-15
Había entre los
fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío. Fue éste donde Jesús de
noche y le dijo: "Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro,
porque nadie puede realizar las señales que tú realizas, si Dios no está con
él". Jesús le respondió: "En verdad, en verdad te digo: el que no
nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios".
Le dice Nicodemo:
"¿Cómo puede uno nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el
seno de su madre y nacer?".
Respondió Jesús:
"En verdad, en verdad te digo: El que no nazca de agua y de Espíritu no
puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne es carne; lo nacido del
Espíritu, es espíritu. No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer
de lo alto. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde
viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu".
Respondió
Nicodemo: ¿Cómo puede ser esto?"
Jesús le
respondió: "Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes esto?
En verdad, en
verdad te digo: Nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo
que hemos visto; pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio. Si al deciros
cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo?
Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre que
está en el cielo. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene
que ser levantando el Hijo del hombre para que todo el que crea, tenga por Él,
vida eterna".
INTRODUCCIÓN
Nicodemo era
personaje importante dentro del grupo de los maestros de la ley, y pertenecía
al sanedrín; Juan lo llamará más adelante "príncipe judío", título
exclusivo de los altos jefes del sanedrín.
Sería uno de
aquellos que vimos en la meditación anterior, que "creyeron" en Jesús
al ver sus obras y milagros. Parece que sintió un deseo sincero de conocer más
a Cristo; pero manifiesta cierta cobardía por el temor de lo que puedan pensar
de él sus compañeros, los fariseos, y sus colegas del sanedrín; teme también
que puedan incluso tomar venganza, si se enteran que él apoya al nuevo Maestro
de Nazaret. Esa es la razón por la cual se decidió a visitar a Jesús a media
noche. En la oscuridad de la noche no sería advertida su visita.
Pero que su deseo
era sincero lo muestra su actitud reverente y humilde con que se presenta ante
el Señor y se manifiesta como discípulo que quiere aprender. Le reconoce como
Maestro que viene de parte de Dios y con poderes extraordinarios.
En el texto que
hemos transcrito hemos citado exclusivamente lo que parece fue el verdadero
diálogo entre Jesús y Nicodemo. A partir del vers. 16, la mayoría de autores cree
que se trata mas bien de un comentario que hace el mismo Evangelista. Son
consideraciones del propio Juan, pero basadas en palabras y doctrina del mismo
Señor, pronunciadas en circunstancias y tiempos diferentes. Son palabras
inspiradas por Dios, y por lo tanto, deben ser meditadas también como
"Palabra de Dios". Las meditaremos en la meditación siguiente.
MEDITACIÓN
1) Revelación del misterio de la regeneración
espiritual.
"En verdad,
en verdad te digo: Si uno no nace de nuevo no puede ver el Reino de Dios".
La palabra "ver" significa aquí "entrar en", "poseerlo".
El nacimiento a que se refieren estas palabras es aquel de que nos habla San
Juan en el prólogo de su Evangelio cuando nos decía:
"Pero a cuantos le recibieron les dio (el
Verbo) potestad de llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre,
los cuales, no de sangre, ni de voluntad de varón, sino de Dios han
nacido." (Jn 1, 12- 13) Es el misterio de nuestra vida sobrenatural, de
nuestra filiación divina, que aquí se revela como nuevo nacimiento.
Y a la duda de
Nicodemo responde el Señor:
"En verdad,
en verdad te digo: si uno no nace de agua y de Espíritu no puede entrar en el
Reino de Dios".
Jesús está
indicando aquí el modo de renacer mediante el Bautismo en el Espíritu Santo.
Y todavía le
declaró algo más el misterio poniéndole ante los ojos el contraste que hay
entre "lo nacido de carne y lo nacido del Espíritu". O sea, entre el
nacimiento natural y el sobrenatural. De la carne, es decir, del hombre, nace
sólo el hombre; pero del Espíritu nacen los hijos de Dios, los que viven la
vida sobrenatural. No hay pues, que extrañarse de un segundo nacimiento. Es
Dios quien hace a los hombres la misericordia de elevarlos a una vida divina,
a la vida sobrenatural de hijos suyos.
Nicodemo debía
conocer estas cosas por la predicación del Bautista sobre el Reino de Dios y el
anuncio de que el Mesías bautizaría en el Espíritu y en el Fuego. Además, las
enseñanzas de los profetas sobre una "regeneración espiritual"
debían ser claras para un Maestro de la ley que se supone las habría estudiado
sin prejuicios. (Cfr. Ez 11,19; 36.25-26; Zac 13,1; Is 44,3; Joel 3,1; Jer 31)
El Señor hace una
comparación para poner al alcance de Nicodemo esta enseñanza:
"El viento
donde quiere sopla y oyes su voz, pero no sabes de donde viene y a donde
va". Es decir, al viento no se le puede encadenar ni precisar concretamente
su punto de origen, de partida, ni su punto de llegada, aunque se sepa la
dirección que lleva. Pues así es la acción del Espíritu de Dios en las almas;
misteriosamente nos hace nacer de nuevo con la fuerza de Dios. Todo esto
encierra la frase elíptica: "Así es todo el que ha nacido del Espíritu".
(Cfr Eclo 11,5: "No conoces el camino del viento; así tampoco conoces las
obras de Dios").
El Señor trata de
insinuar el modo como obra el Espíritu Santo en las almas.
El Señor habla de
los efectos maravillosos que la fuerza del Espíritu produce en el alma del
bautizado.
2) Revelación del misterio Trinitario. La
Encarnación. Divinidad de Cristo.
"Si os he
dicho las cosas terrenales, y no me creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las
celestiales?"
Es extraño que
Jesús llame terrenales a las cosas que acaba de decir. La interpretación más
común es la siguiente:
Todas son cosas
divinas, celestiales; pero entre estas cosas divinas, pertenecientes a la
nueva vida sobrenatural de la cual acaba de hablar Jesús, hay unas que tienen
lugar en la tierra y en el tiempo, y otras que tienen lugar en el cielo y en la
eternidad. El bautismo tiene lugar en la tierra; el misterio dé la Trinidad se
oculta en el cielo y en la eternidad. Esta misma diversidad ofrecen otros
misterios.
Jesús, al hablar
del misterio del Bautismo y del nuevo nacimiento sobrenatural, habla de un
misterio que tiene lugar acá en la tierra, y por un signo exterior se descubre
de algún modo a nuestros sentidos. Los misterios de este género, son, por
decirlo así, más asequibles y se puede creer con más facilidad. Son
terrenales, no en el sentido peyorativo que solemos dar a esta palabra, sino
en el sentido de que tienen lugar sobre la tierra, que es lo que significa
literalmente la palabra usada por el Evangelista.
Pero el magisterio
de Jesús irá más lejos. Hablará de misterios hondísimos encerrados en el seno
mismo de la divinidad, que son las cosas celestiales de que aquí habla el
Señor. Y es necesario que las almas se dispongan a oír y creer tan sublimes
misterios. Y el misterio más insondable que nos revelará será el misterio de la
Santísima Trinidad.
Y el Señor da la
razón de por qué debemos creer en su testimonio:
"Nadie ha
subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre que está en el
cielo".
La preexistencia
eterna del Verbo, su venida a la tierra, su permanencia indefectible en el
seno del Padre, todo cuanto San Juan nos ha dicho en el prólogo de su
Evangelio, está como condensado en esta profundísima sentencia de Jesús.
Nuestra actitud
debe ser de una total sumisión y aceptación a todas las enseñanzas de Jesús.
Nuestra fe se funda en ese Cristo, verdadero Hijo de Dios, que bajó del cielo,
y nos da testimonio de todo cuanto ha visto y oído estando en el seno de su
Padre. Infinita gratitud al Padre que nos envió al Hijo, e infinita gratitud
al hijo que se encarnó para nuestro bien, y es la Verdad Infalible que nos enseña
todas las cosas terrenales y celestiales, que nos comunica su verdad y su
vida.
3) Revelación del misterio de la muerte redentora
de Cristo.
"Como Moisés
levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del
hombre para que todo el que crea tenga por El vida eterna".
Se alude con toda
claridad al texto de los Num 21, 4-9 donde se nos descubre un hecho conocido
por todos los israelitas. Ante los pecados gravísimos de los israelitas el
Señor mandó una plaga de serpientes que atacaban a los israelitas y morían
todos los que eran mordidos por ellas. Pero Moisés rogó a Yahvé y Yahvé le
dijo: "Haz una serpiente de bronce y ponla sobre un mástil. Todo el que
haya sido mordido y la mire, vivirá." Y efectivamente, aquellos heridos
que miraban a la serpiente de bronce quedaban curados de sus heridas.
El pasaje era bien popular entre todo el
pueblo de Israel, pero tardó mucho tiempo en que se viese en él un sentido
mesiánico. Será el mismo Cristo el que, sin dejar ninguna duda, se aplica a sí
mismo este pasaje. Aquella serpiente levantada en alto sobre un mástil, era el
verdadero símbolo del Mesías que un día sería también levantado en alto sobre
una cruz, y desde allí daría la salvación a todos aquellos que lo contemplasen
con fe sincera, creyesen en toda su fuerza redentora y se entregasen a él con
un corazón arrepentido. A ellos se les concedería participar en la vida eterna
que El mismo poseía.
Es indudable que
Jesucristo en esta frase se refiere claramente a su crucifixión, a su doloroso
sacrificio redentor en la cruz, y que desde esa cruz se nos presenta como
fuente perenne de salvación y de vida eterna.
De nuestra parte
no queda sino mirar, contemplar una y mil veces esa cruz de Cristo Redentor con
toda fe, confianza y amor, para tener la certeza total de nuestra salvación, de
recibir todas las gracias de la Redención de Cristo.
4) Sobre la expresión "Hijo del
hombre".
Es la primera vez
que aparece esta expresión en el Evangelio. Esta expresión aparece siempre en
labios de Jesús y la encontramos 31 veces en Mateo; 14 en Marcos; 25 en Lucas y
12 en Juan.
Es el título
preferido por Jesús para autonombrarse a sí mismo.
Tiene un sentido
ordinario en muchos pasajes del Antiguo Testamento, que significa simplemente
"hombre", expresado de una manera enfática: (Cfr. Job 25,6; Ez
2,1.3.8; 3,1.3.4; Is 51,12; 56,2, etc.)
Pero en Daniel 7,
13ss. esta expresión significa "hombre", pero se refiere a un hombre
sobrenatural que viene del cielo y a quien se le entregan todos los poderes.
Desde entonces, queda consagrado el nombre del "Hijo del hombre" en
el sentido del profeta Daniel, como un titulo mesiánico.
Jesucristo,
durante su vida apostólica, no hace una revelación del todo clara y directa de
su persona como el verdadero Mesías, Hijo de Dios. Sabía que el pueblo lo
entendería en un sentido mesiánico terrenal, político y sociológico.
La expresión
"Hijo del hombre" encerraba estos conceptos de Mesías y de Hijo de
Dios, pero de una manera velada, envueltos en cierta misteriosa oscuridad. El
Señor quiso utilizar este título mesiánico al referirse a su persona. La
revelación completa de su persona en cuanto Hijo de Dios, se iría desplegando
a través de toda su vida apostólica.
"Hijo del
hombre": Título mesiánico que implícitamente encierra la verdad fundamental
de nuestra fe en Cristo. Cristo, el Hijo de Dios, verdadero hombre y verdadero
Dios.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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