4. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - El bautismo de Jesús



P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita 


Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


I.- LOS COMIENZOS DE LA VIDA PÚBLICA DE JESÚS

(Fines del Año 27 - Principios del Año 28)


A. - PREDICACIÓN DE JUAN BAUTISTA Y PRIMERA ACTIVIDAD APOSTÓLICA DE JESÚS


4.- EL BAUTISMO DE JESÚS

 

TEXTOS

Mateo. 3,13-17

Entonces aparece Jesús, que viene de Galilea al Jordán donde Juan, para ser bautizado por él. Pero Juan trataba de impe­dír­selo diciendo: "Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, y ¿tú vienes a mí?". Le respondió Jesús: "Déja­me ahora, pues convie­ne que así cumplamos toda justicia". Entonces le dejó. Bautiza­do Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que venía de los cielos decía: "Este es mi Hijo Amado, en quien me complazco".

Marcos 1, 9-11

Por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. No bien hubo salido del agua vio que los cielos se rasga­ban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a él. Y vino una voz de los cielos: "Tú eres mi Hijo Amado, en ti me complazco".

Lucas 3,21-22

Cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y pues­to en oración, se abrió el cielo y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma cor­poral, como una paloma; y vino una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo Amado, en ti me complazco".

INTRODUCCIÓN

Conocemos por las meditaciones anteriores que los Evangelistas anteponen al comienzo de la vida pública de Jesús la predicación del Precursor, Juan Bautista. Y es Lucas el que encuadra geográfica e históricamente el hecho de esta predicación del Bautista. El lugar de la predicación fueron las riberas del Jordán y el tiempo del comienzo de su actividad apostólica es probable que fuera en el otoño del año 27. Son muchos los autores que suponen que la llegada de Jesús al Jordán para ser bautizado por Juan sería hacia fines de diciembre del mismo año.

Los Evangelistas nos hablan de Jesús, que venido de Nazaret de Galilea, se encontraba entre la multitud de los que escuchaban a Juan y eran bautizados por él. Pero nada se nos dice de un hecho profundamente doloroso, que sin duda alguna, tuvo lugar días antes. Nos referimos a la partida definitiva de Jesús de Nazaret con la despedida a su Madre. Y se trataba de la despedida radical para cumplir con la misión redentora de su Padre. La Virgen María tendría la intuición de que había llegado la hora de que se cumpliese la profe­cía del anciano Simeón de que una espada atravesaría su alma. (Cfr. Lc 2,34-35)

La Virgen Madre acepta el sacrificio de la separación de su Hijo, y acepta que se cumplan en él las profecías del "siervo de Yahvé". Pero su corazón de Madre queda destrozado. Y el Hijo tiene que sacrificar también su amor infinito a su Madre; y sabe que tiene que hacer sufrir a su Madre para llevar a cabo la obra redentora que le ha encargado su Padre. La separación es prácticamente definitiva hasta el momento de la cruz. Habrá algunos mo­mentos en la vida pública donde vuelvan a encontrarse, pero la cercanía del final redentor de Cristo, profundiza más y más las llagas de dolor en el cora­zón de la Madre y del Hijo.

Ante este hecho totalmente real en la vida de Jesús y María, donde ambos sacrifican los amores y afectos más puros en sus relaciones Madre-Hijo, he­mos de reflexionar profundamente sobre toda nuestra vida afectiva, emotiva, sobre nuestra vida de pasiones e impulsos sensibles.

Ante el ejemplo de María y Jesús que, por cumplir la voluntad redentora del Padre y por amor a nosotros, sacrifican lo que hay de más profundo y santo en sus afectos y emociones mutuos, tenemos que tomar la decisión de cortar con todo afecto desordenado que haya en nuestra vida, con todo impulso emocional que me lleve al pecado, con toda afectividad morbosa y mundana. Ser capaces de ofrecer al Señor, por medio de María, un corazón puro, libre de todo apego al pecado.

MEDITACIÓN

1) Jesús viene a bautizarse con el pueblo pecador

En el mismísimo instante del comienzo de su vida pública, Jesucristo quiere ya indicarnos algo fundamental en todo su plan redentor: será identificándose con los pecadores cargando sobre sí los pecados de todos los hombres, que redimirá al mundo. Será lo que nos dirá San Pablo en su segunda carta a los Corintios: "A Cristo que no conoció pecado, Dios lo hizo pecado por noso­tros, para que nosotros en El lleguemos a participar de la vida santa de Dios" (2 Cor 5,21)

Inmensa confianza en Cristo que de tal manera se acerca a los pecadores, que de tal manera ama a los pecadores, que quiere cargar con sus pecados para purificarlos. Cristo, tan cercano al pecador, que se identifica con él.

2) "Cumplir toda justicia"

San Mateo es quien nos relata la actitud humilde de Juan Bautista; Juan Bautista no puede comprender cómo él deba bautizar a Cristo. Cristo, el cor­dero inmaculado de Dios, que nos dirá más tarde el mismo Juan Bautista, no puede recibir el bautismo que es símbolo de purificación de los pecados. Más bien, es el mismo Juan Bautista quien debería ser bautizado por Cristo, y así se lo dice al Señor, y se resiste a bautizar a Jesús.

Pero Jesús le responde: "Conviene que cumplamos con toda justicia". La palabra "justicia" significa frecuentemente en la Biblia la voluntad de Dios. Hombre justo, en la Biblia, es el que cumple siempre la voluntad de Dios. Por lo tanto, "cumplir con toda justicia" significa cumplir la voluntad santa de Dios, los designios de Dios en el plan de la salvación de los hombres.

Esto es lo que quiso decir Cristo al Bautista. Y Cristo sabía que los planes de su Padre Dios eran planes de humillación, de sufrimiento para redimir a la humanidad. Estos planes de Dios aparecerán más claros en la siguiente me­ditación de las tentaciones de Jesús.

3) Bautismo de Cristo

Escena de extraordinaria importancia para los cristianos de todos los tiem­pos. Cristo, sin pecado alguno personal, pero solidario con todos los pecado­res recibe el Bautismo de Juan que simboliza, conversión, purificación de los pecados. Y recibido el bautismo, puesto en oración, como nos indica San Lucas, se rasgan los cielos y se nos presenta esa maravillosa teofanía de la Santísima Trinidad.

En el Bautismo de Cristo se encuentra reflejado el modo como actúa y opera el Sacramento del Bautismo en el hombre redimido. El Bautismo de Cristo fue ejemplar del nuestro. Y al mismo tiempo, el Bautismo de Cristo nos reve­la anticipadamente todos los frutos de la redención.

En todos los momentos importantes de su vida encontramos a Jesús siempre en oración a su Padre. Así fue en el momento de su bautismo. Es la oración de Jesús la que hace que se rasguen los cielos y descienda el Espíritu Santo que consagra al Hijo al comienzo de su vida pública, y que la voz divina del Padre se deje escuchar para proclamar la filiación divina de Jesús, su Hijo, en quien tiene puestas todas sus complacencias.

Es la gran revelación del Padre a toda la humanidad: "Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco". El artículo "el amado" nos habla con cer­teza del unigénito, del Hijo Único, absolutamente distinto, por su condición divina, de los demás hombres. Y ésta será la conciencia más profunda que siempre manifestará Cristo en sus discusiones con los fariseos: "Yo he sali­do de mi Padre". (Cfr. Jn 8,42; 16,27)

Y sobre este Hijo amado envía el Padre la plenitud del Espíritu Santo. Jesu­cristo, ya desde su encarnación poseía esa plenitud del Espíritu Santo; pero el Padre quiso manifestarlo de una manera visible en el momento de su bautis­mo con el que daba comienzo su vida apostólica de Mesías. Las profecías del Antiguo Testamento ya nos hablan de esa plenitud del Espíritu Santo so­bre el Mesías. (Cfr. Is 61,1-4)

4) Nuestro Bautismo

Es el mismo Cristo el que hará de su Bautismo nuestro bautismo. Sólo en Cristo, el Hijo amado del Padre, hecho hombre para nuestra redención, y lle­no del Espíritu Santo, encuentra hombre su salvación. Al instituir Cristo el Bautismo y mandar a todos sus apóstoles que vayan por el mundo entero bautizando a todos los hombres en el nombre Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Cfr. Mt 28,19), hace realidad en el corazón de cada cristiano todo lo manifestado en su mismo bautismo:

Por el carácter bautismal, quedamos consagrados a la santísima Trinidad.

Quedamos llenos del Espíritu Santo que nos purifica y lava de todo pecado y nos llena de una nueva vida, la vida de gracia, la vida de hijos de Dios.

Quedamos hechos, transformados en verdaderos hijos de Dios, amados de Dios; y Dios, desde ese momento, se complace en nosotros. A partir de ese momento, toda la vida del cristiano no será otra cosa que vivir su bautismo, profundizando cada vez más en las inmensas riquezas que contiene.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.



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