P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA
(Mayo 28 - Mayo 29)
A.- HASTA LA ELECCIÓN DE LOS APÓSTOLES
TEXTOS
Mateo 8, 1-4
Cuando bajó del
monte, le fue siguiendo una gran muchedumbre. En esto, un leproso se le acerca
y se postra ante El diciendo: "Señor, si quieres, puedes limpiarme".
El extendió la mano, le tocó y dijo: "Quiero, queda limpio". Y al
instante quedó limpio de su lepra. Dícele entonces Jesús: "Mira, no se lo
digas a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que
prescribió Moisés para que les sirva de testimonio".
Marcos 1, 40-45
Se le acerca un
leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: "Si quieres, puedes
limpiarme". Compadecido de él, Jesús extendió su mano, le tocó y le dijo:
"Quiero, queda limpio". Y al instante, le desapareció la lepra y
quedó limpio. Entonces Jesús le despidió ordenándole severamente: "Mira,
no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación
la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio. Pero él, así
que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo
que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se
quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a El de todas partes.
Lucas 5, 12-16
Sucedió que
estando en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra que al ver a
Jesús, se echó rostro en tierra y le rogó diciendo:
"Señor, si
quieres, puedes limpiarme". El extendió la mano, le tocó, y dijo:
"Quiero, queda limpio". Y al instante le desapareció la lepra. Y El
le ordenó que no se lo dijera a nadie. Y añadió: "Vete, muéstrate al
sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como prescribió Moisés para que
les sirva de testimonio".
Su fama se
extendía cada vez más y una numerosa multitud afluía para oírle y ser curados
de sus enfermedades. Pero El se retiraba a los lugares solitarios, donde
oraba.
INTRODUCCIÓN
Siguiendo a Marcos
y Lucas, lo que precede a este milagro es la primera correría apostólica de
Jesús por Galilea, considerada en la meditación anterior. El Señor predica y
hace milagros, pero los Evangelistas nos narran estos hechos de una manera muy
escueta y general, sin descender a detalles. Una excepción es la narración del
milagro de la curación de un leproso, narrada de manera muy concreta. Es muy
probable que este milagro impactase muy especialmente a los apóstoles y al
pueblo.
Es conocida la
situación del leproso en Palestina. En el Levítico, en los caps. 13 y 14, se
contiene una amplia legislación acerca de la lepra y de los leprosos. Son los
sacerdotes los que han de juzgar si alguien la tiene o no, y para ello se les
da largas instrucciones. Comprobada la lepra, se manda observar lo siguiente: "El
leproso, manchado de lepra, llevará rasgadas sus vestiduras, desnuda la cabeza,
y cubrirá su rostro; e ira clamando: ¡Inmundo! ¡Inmundo! Es impuro y habitará
solo; fuera del campamento tendrá su morada". (Lev 13, 45-46)
La Ley se refiere
literalmente al tiempo de la peregrinación por el desierto, según lo da a
entender muy claro la frase "fuera del campamento tendrá su morada".
Pero una vez ya establecidos en Palestina, todas estas prescripciones
continuaron siendo válidas, menos la última. Se atenuó el aislamiento en
cuanto, si bien los leprosos tenían que vivir fuera de las ciudades amuralladas,
podían vivir en las otras, con tal que viviesen solos.
Todas estas
prescripciones respondían al concepto que se tenía de la lepra. Era, además de
una enfermedad contagiosa, una impureza legal, y quien tocaba a un leproso,
quedaba impuro. Para algunos rabinos, el leproso era un hombre maldito de Dios,
y de esta mentalidad participaba el pueblo.
MEDITACIÓN
1) Actitud del leproso.
Con toda
seguridad, el leproso ha oído hablar de la bondad de Jesús y de los milagros
que hacía, y se despierta en él una gran fe y esperanza. Jesús pasa por la
ciudad donde él vivía aislado, y decide, desafiando la intransigencia de los
fariseos y el repudio del pueblo, acudir a Jesús, acercársele.
"Se le
acercó": ahí estuvo su salvación.
Acercarse a Jesús
es el único remedio para todas las miserias del alma y del cuerpo. "No se
ha dado a los hombres sobre la tierra otro nombre por el cual podamos ser
salvados". (Hech 4,12)
Y se le acercó con profunda humildad: "Se
arrodilló", "Se postró en tierra". Y con una oración llena de
fe en la bondad y poder del Señor le implora. "Si quieres, puedes
limpiarme".
2) Actitud de Jesús.
El pueblo, y más
todavía, si había fariseos, ya estaría maldiciendo a este leproso que se
atrevía a quebrantar las leyes judías. Pero para Jesús no hay intocables ni
pecadores empedernidos que no se puedan acercar a El. Todos encontrarán en El
misericordia y ninguno será despedido por el Señor.
Marcos nos dice que
Jesús tuvo compasión de él. Y en el Señor la compasión siempre se traduce en
una compasión efectiva y no meramente sentimental. Por eso, sin temer la
prescripción judía de quedar impuro al ser tocado por un leproso, el mismo
Jesús es quien le toca y, con una palabra de autoridad divina, le dice:
"Quiero, queda limpio".
El Señor no obró
el milagro ni mecánica ni fríamente.
Lo hizo
"compadecido", es decir, sintiendo en su corazón una profunda y dolorosa
compasión de aquel desaventurado. Comparte el dolor que el leproso llevaba en
su alma.
Le recibe sabiendo
que se va a ganar las críticas de los fariseos y no muestra la menor
repugnancia ante la enfermedad tan asquerosa de la lepra.
La oración humilde
y llena de fe ha movido profundamente su corazón y realiza el milagro con sólo
su palabra: "Quiero, queda limpio". "Le tocó": Cuántas
veces se nos dice en el Evangelio que la gente se esforzaba por tocar a Jesús (Cfr.
Mt 14, 35-36; Me 6, 53-56; Lc 8, 44), porque de su persona salía un poder
admirable que curaba toda enfermedad.
Jesús
"toca" el alma y el cuerpo de cada uno de nosotros cuando le
recibimos en la sagrada comunión. Si no nos cura, ¿no será que en verdad no
queremos ser curados de nuestras lepras, sobre todo, lepras morales y e rituales?
¿No será que no se lo pedimos con la fe y humildad del leproso?
3) El milagro.
Al instante se le
quitó la lepra y quedó purificado. Podemos imaginarnos el gozo y el consuelo
del leproso. Era como nacer de nuevo. Y la alegría del mismo Señor al haber
liberado a aquel pobre ser de su miseria y tormento.
La lepra era
considerada en el Antiguo Testamento como castigo por los pecados. De ahí, que
la lepra siempre ha simbolizado también la lepra del alma, los pecados. Y es un
milagro que Cristo quiere realizar continuamente con el hombre pecador. Sólo
Cristo puede llevar a cabo la purificación total del alma; su misión redentora
no tuvo otra finalidad que la de perdonar los pecados de la humanidad. Y el
pecador arrepentido que siente la misericordia del Señor sobre él y experimenta
el perdón total que le concede Cristo, siente también la alegría infinita, de
sentirse plenamente reconciliado con Dios. Y la alegría es mutua, la del
pecador y la del Señor (Cfr. las parábolas de la oveja perdida y de la dracma
perdida. Lc 15, 3-10)
Vivamos siempre en
la actitud humilde y confiada del leproso y sea jaculatoria nuestra la
petición del leproso: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Y sin
duda escucharemos también la respuesta de Cristo: "Quiero, queda limpio".
No importa la gravedad del pecado. Lo que importa es que nuestra oración sea
llena de confianza y de profundo arrepentimiento de nuestros pecados.
4) "No se lo digas a nadie".
Era necesario
guardar el secreto mesiánico. De lo contrario el pueblo, como sucedió más adelante,
hubiera querido proclamar a Cristo rey y mesías político, todo lo contrario de
la misión del Señor.
También le indicó
el Señor que se presentase a los sacerdotes y cumpliese con lo prescrito en la
ley. Era la única manera de que el leproso pudiese incorporarse de nuevo a la
comunidad del pueblo de Dios.
Sin embargo el
leproso, no pudo contener su alegría y su agradecimiento al Señor, y empezó a
contar el milagro que se había realizado en él. Sin duda alguna, lo haría con
buena fe, movido por la admiración a Jesús. Jesús perdonaría su desobediencia.
Ya la fama de
Jesús crecía más y más y era buscado por las multitudes. No le dejaban tiempo
ni para tener un merecido descanso.
5) "Pero él se retiraba a lugares solitarios
y allí se ponía a orar".
Es Lucas quien nos
hace esta revelación sobre Jesús. En medio de su trabajo apostólico, a pesar
de todo su cansancio, aunque la gente le siguiese buscando "para oírle y
ser curados de sus enfermedades", Jesús juzga, necesario dedicar largos
ratos a la oración con su Padre. Aquí Lucas nos habla del hábito de Jesús de su
oración diaria al Padre, de la búsqueda de la soledad para vivir en la
intimidad de diálogo con su Padre. El apostolado le lleva a la oración, y la
oración le lleva al apostolado.
Sobre el sentido
de la oración de Jesús consideramos los motivos profundos en la meditación
anterior.
Pero que los
muchos ejemplos que encontramos en el Evangelio de la oración de Cristo, nos
lleve a una profunda estima de la oración, del diálogo personal con Cristo y con
su Padre, y a una práctica cotidiana de esta oración. Y ella será el medio que
dará eficacia a nuestra vida de santidad y a nuestra vida apostólica.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
Volver al índice de la serie AQUÍ
Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario