P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
I.- LOS COMIENZOS DE LA VIDA PÚBLICA DE JESÚS
(Fines del Año 27 - Principios del Año 28)
B.- PRIMERA PASCUA:
(Abril Año 28)
TEXTO
Juan 4.1-30
Cuando Jesús se
enteró de que había llegado a oídos de los fariseos que él hacía más discípulos
y bautizaba más que Juan - aunque no era Jesús mismo el que bautizaba, sino sus
discípulos - abandonó Judea y volvió a Galilea. Tenía que pasar por Samaria.
Llega, pues, a una
ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca de la heredad que Jacob dio a su hijo José.
Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, como venía fatigado del camino, se sentó
junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta. Llega una mujer samaritana a
sacar agua. Jesús le dice: "Dame de beber". Pues sus discípulos se habían
ido a la ciudad a comprar comida. Le dice la samaritana: "¿Cómo tú, siendo
judío, me pides de beber a mí que soy samaritana?" (Porque los judíos no
se tratan con los samaritanos). Jesús le respondió:
"Si
conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le habrías
pedido a él y él te habría dado agua viva."
Le dice la mujer:
"Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues,
tienes agua viva? ¿Es que tú eres más que nuestro padre Jacob, que nos dio el
pozo y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?"
Jesús le
respondió: "Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed; pero el que
bebe del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le dé
se convertirá en él en fuente de agua que brota para la vida eterna".
Le dice la mujer:
"Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir
aquí a sacarla". Jesús le dice: "Vete, llama a tu marido y vuelve
acá". Respondió la mujer: "No tengo marido". Jesús le dice:
"Bien has dicho que no tienes marido porque has tenido cinco maridos y el
que ahora tienes no es marido tuyo; en eso has dicho la verdad". Le dice
la mujer: "Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en
este monte y vosotros decís que en Jerusalén es donde se debe adorar".
Jesús le dice:
"Créeme, mujer, que llega la hora en que ni en este monte, ni en Jerusalén
adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis nosotros oramos lo que
conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero llega la hora (ya
estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu
y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es
espíritu y los que le adoran, deben adorarle en espíritu y en verdad".
Le dice la mujer:
"Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo. Cuando él venga, nos los
anunciará todo".
Jesús le dice:
"Yo soy, el que te está hablando".
En esto llegaron
sus discípulos y quedaron sorprendidos de que hablara con una mujer. Pero nadie
le dijo: "¿Qué quieres?" o "¿Qué hablas con ella?". La
mujer, dejando el cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente: "Venid a
ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho "¿No será éste el
Cristo?". Salieron de la ciudad e iban donde él.
INTRODUCCIÓN
Jesús estaba
ejerciendo su apostolado en Judea, y sus discípulos, a imitación del Bautista,
bautizaban también a los que mostraban señales de arrepentimiento y querían
seguir las enseñanzas del Señor. Pero llega a oídos de Jerusalén la eficacia
de la predicación de Jesús y el crecimiento de los nuevos prosélitos y es causa
de que crezca la hostilidad de los fariseos contra Jesús, y también el recelo
por parte de las autoridades judías. Jesús está comenzando su vida pública, y
sabe que no ha llegado la hora de su sacrificio con sabiduría divina y guiado
por la providencia de su Padre, se aleja de Judea donde le amenazaba el
peligro, y marcha a Galilea.
El Evangelio nos
dice que para ir a Galilea "tenía que pasar por Samaria". Era el
camino más corto, pero había otros caminos también muy frecuentados, sobre
todo, el de la ribera del Jordán, para ir de Judea a Galilea. En las peregrinaciones
a las grandes fiestas judías, como por ejemplo, la Pascua, éste era el camino
que solía seguirse para evitar los enfrentamientos con los samaritanos que
recibían mal a los judíos. Los que iban de Galilea a Jerusalén frecuentaban más
el camino junto al río Jordán. Por eso los Santos Padres al comentar la frase
"tenía que pasar por Samaria", creen que se trata de un sentido más profundo.
Jesús podía también haber cogido otro camino; pero si cogió el de Samaria, y el
Evangelio nos dice que era necesario que pasase por allí, se trataría de una
necesidad apostólica. Tenía que pasar por Samaria, porque allí le estaba
esperando un alma perdida, una oveja descarriada a la que iba a buscar; y junto
con el encuentro con esa mujer samaritana, se daría también el encuentro con
otros muchos samaritanos que llegarían a creer en él.
Jesús con los
discípulos llega a eso del mediodía (hora sexta) al pozo de Jacob. Jesús se
encuentra cansado y se sienta sobre el brocal del pozo. Los discípulos van al
pueblo cercano de Sicar para comprar víveres y preparar el almuerzo.
Y es en este
momento, cuando Jesús se encuentra solo y fatigado de una larga caminata,
sentado junto al pozo de Jacob, que se acerca una mujer samaritana con un
cántaro de agua para sacar agua del pozo. Aquí comienza el encuentro de Jesús
con esa mujer pecadora. Es una de las escenas más divinas del Evangelio y de
más profundas enseñanzas sobre la persona de Cristo y sobre lo que brinda y
ofrece al corazón humano.
MEDITACIÓN
1) En busca de la oveja perdida.
Jesús nos repetirá
varias veces en el Evangelio que El ha venido a salvar a los pecadores; que son
los enfermos los que necesitan médico. Su trato con los pecadores será causa de
las críticas y murmuraciones de los fariseos. Y Jesús lo que predica de
palabra, siempre lo cumple con su ejemplo. Y aquí tenemos, al Hijo de Dios, al
Salvador del mundo, en busca de esta pobre mujer samaritana, pecadora y
herética. Para el Señor no hay distinción de personas. Cualquier pecador,
hombre o mujer, pagano o cristiano, es objeto de su infinita misericordia. Y es
El, quien sale al encuentro. De El parte siempre la iniciativa. Toda conversión
supone una gracia previa del Señor. Y siempre está dispuesto a darnos esa
gracia previa necesaria para que nos arrepintamos y cambiemos de vida.
El gran pecado del
hombre de nuestros días es el despreciar, cerrar los oídos a tantos llamados
que Cristo nos hace para que nos convirtamos y volvamos a Dios. Si llegásemos a
condenarnos, la culpa siempre será nuestra; nunca será del Señor que
continuamente derrama sobre nosotros gracias para nuestro arrepentimiento y
conversión.
2) "Dame de beber". "El agua
Viva".
Jesús abre el
diálogo con la samaritana pidiéndole un favor. Sin duda alguna, después de la
caminata, Jesús tendría verdadera sed, y le pide a la mujer que traía su
cántaro, que le ofreciese algo de agua para apagar su sed.
Pero también es
verdad, que detrás de esa sed material, Cristo estaba manifestando la sed
espiritual de esa alma. Acordémonos que el "tengo sed" de la cruz fue
también grito de sed material y grito de sed de almas.
La samaritana le
da una respuesta negativa y descortés, y pone bien en claro la enemistad que
había entre judíos y samaritanos, y le muestra lo absurdo de su petición.
Jesucristo no se
siente ofendido. Lo que busca más que todo es el alma, el corazón de aquella
mujer; y con palabras sencillas, con expresiones usuales le va a revelar una de
las más consoladoras verdades de nuestra fe.
Le promete
obsequiarle con un gran "don de Dios", y ese don de Dios es un manantial
de agua viva que saciará siempre su sed, y que brotará con tal fuerza y tan
continuamente que alcanzará la vida eterna. Por esto le dice el Señor que si se
diera cuenta quién es el que le pide agua y cuál es el don que le promete, ella
sería la que con todo entusiasmo e interés le pediría 91 de beber.
Por supuesto, que
la mujer no ha entendido el sentido profundo de las palabras del Señor; pero
sí es motivo de que acepte el diálogo con el Señor, que se suscite en ella el
afán por esa agua viva que no se agota nunca, siempre mana y permanece hasta la
vida eterna. El Señor ya ha puesto una semilla sobrenatural en el corazón de la
samaritana.
Nosotros, por la
fe que ya hemos recibido, conocemos que esa agua viva, ese manantial que brota
hasta la vida eterna, es la vida sobrenatural de la gracia, la nueva vida de
hijos de Dios que infunde en nuestros corazones el Espíritu Santo, el don
divino de nuestra filiación divina que sacia todas las ansias de nuestro
corazón.
3) Diálogo de conversión entre Jesús y la
Samaritana.
Jesús quiere dar
ese "don de Dios" a la samaritana; pero antes es necesario que
reconozca sus pecados y se arrepienta. Y aquí comienza ese diálogo de Jesús
lleno de misericordia. La mujer ya ha cambiado de actitud. Ha depuesto su
actitud hostil, se interesa por lo que le va revelando Jesús, y le muestra su
respeto llamándolo "Señor", y ahora es ella la que le ruega que le dé
esa agua viva.
El Señor le
responde de manera que la haga reflexionar sobre su vida y caiga en la cuenta
de sus pecados. Claramente el Señor, con sabiduría divina, le declara que su
vida ha sido una vida de mujer fácil, que ya ha estado unida a cinco hombres.
Mujer pecadora y adúltera. La mujer queda no sólo sorprendida, sino que en vez
de negarle al Señor sus pecados o de mostrar resentimiento contra él, movida
por el Espíritu Santo, reconoce sus pecados y reconoce en Jesús la autoridad
de profeta. Se ha suscitado la fe en Jesús: "Señor, veo que eres un profeta".
4) Revelación plena de Jesucristo. Adoración en
espíritu y en verdad.
Es natural que la
mujer estuviese algo perturbada por tantas emociones como iba teniendo en ese
diálogo con Jesús. Y también se le suscitan dudas que provienen de los litigios
entre los judíos y samaritanos. Ella es samaritana y los samaritanos creen que
el verdadero culto a Yahvé se debe dar en el monte Garizim, mientras que los
judíos aseguran que sólo en Jerusalén y en su templo se puede tributar el
verdadero culto a Dios. Espera que Jesús le aclare algunas de esas dudas, pero
será el Mesías anunciado, el que cuando llegue aclarará todas estas
controversias.
Jesús conoce la
situación emocional de la samaritana. Ha sido descubierta en sus pecados más
bajos, ha reconocido esos pecados, le ha reconocido a él como profeta, y además
en su cabeza se amontonan dudas sobre la verdadera fe y el verdadero culto a
Yahvé.
Jesús aprovecha la
buena disposición de esta mujer, condesciende con sus flaquezas y sus dudas, y
le va a dar a ella y en ella a todos los hombres una lección de altísima
teología y espiritualidad. Ella tampoco entenderá entonces todo su significado,
pero sus palabras serán las que le lleven a confesar a Cristo, no ya como un
profeta, sino como al verdadero Mesías que había de venir.
El Señor reconoce
que son los judíos y no los samaritanos los que han conservado la verdadera
enseñanza de Yahvé. Pero lo que el Señor quiere principalmente revelarnos es
que ha llegado la hora en que no habrá un lugar fijo, un templo único donde se
pueda adorar y tributar el verdadero culto a Dios. En todo lugar y en todo
momento se puede adorar al verdadero Dios. Lo único necesario es que esa
adoración se haga "en espíritu y en verdad". Es en virtud de la
donación del Espíritu Santo a nuestros corazones que podemos clamar "Abba,
Padre"; es el Espíritu Santo que habita en nuestros corazones el que hace
nuestra oración agradable a Dios, el que la inspira, el que nos convierte en verdaderos
templos de Dios donde siempre podemos adorarle y dialogar con él como verdaderos
hijos suyos. La verdadera adoración a Dios, la sincera oración a Dios es la que
brota de un corazón en gracia, de un corazón divinizado por la presencia del
Espíritu Santo.
Por supuesto, que esta
enseñanza del Señor tan sublime, tan consoladora, que debe orientar toda
nuestra vida de oración, no significa que han de desaparecer los templos y las
iglesias. Los templos e iglesias siempre seguirán siendo casas de oración donde
la comunidad cristiana, como tal comunidad, dará el culto público a Dios y
celebrará el misterio eucarístico, donde se renuevan diariamente los frutos de
nuestra redención.
La mujer responde
a todas estas enseñanzas del Señor diciéndole que cuando venga el Mesías, él
aclarará definitivamente todas las cosas. Y aquí, el Señor, conociendo el
cambio que ha habido en el corazón de esa mujer y su disposición a aceptar la
fe en él, le dice: "Yo soy (el Mesías), el que está hablando
contigo".
Por la reacción de
la mujer, sabemos que aceptó de todo corazón las palabras de Cristo, y creyó en
él como el Mesías prometido, que estaba anunciado hacía siglos y que era
esperado tanto por los judíos como por los samaritanos.
La llegada de los
discípulos le impide a la mujer seguir hablando con Jesús; pero, alegre y
feliz, por haber encontrado al Mesías, deja el cántaro en el suelo y sale
corriendo para la ciudad y anuncia a los samaritanos de Sicar que ha encontrado
al Mesías. La frase que dice: "¿No será éste el Mesías?" no significa
duda en la Samaritana. No pretendía que la creyeran a ella; quería que ellos
mismos fueran y vieran por si mismos, dialogasen con el Señor y se convencieran
por sí mismos de que aquel hombre era el Mesías.
La Samaritana,
recién convertida, y habiendo conocido al Señor, siente la necesidad de
trasmitir su fe y su alegría a los demás. El apostolado es una consecuencia
necesaria e inmediata de un encuentro sincero con el Señor y de una conversión
de vida. Y el apostolado de esta mujer fue eficaz. Se nos dice que los samaritanos
"salieron de la ciudad e iban donde él".
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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