P. Fernando Martínez Galdeano, jesuita
En los días de su experiencia pascual, los apóstoles perciben a Jesús, de tal forma que le pueden ver y tocar, y hasta llegan a comer con él. No es un fantasma. Es el mismo pero diferente, pues su cuerpo vive el estado de “gloria”: “¿Por qué os asustáis y por qué dudáis tanto en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Tocadme y miradme. Los fantasmas no tienen carne ni huesos, y ya véis que yo sí los tengo” (Lc 24,38-39).
Su persona es el centro de la predicación de los apóstoles: "Pero Dios le ha resucitado, librándole de las garras de la muerte. Y es que no era posible que la muerte dominase a aquel a quien se refiere David cuando dice: —Yo sé que el Señor me acompaña siempre” (Hch 2,24-25); “El es la piedra rechazada por vosotros los constructores, pero que ha resultado ser la piedra principal. Ningún otro puede salvarnos, pues en la tierra no existe ninguna otra persona a quien Dios haya constituido autor de nuestra salvación” (Hch 4,11-12).
Con su vuelta al Padre, también como hombre, puede ya darnos al Espíritu Santo capaz de dar vida verdadera: “El poder de Dios le ha elevado a la máxima dignidad, y él habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo prometido, le ha repartido en abundancia, como estáis viendo y oyendo” (Hch 2,33). Se revela que Jesús es la primicia de una cosecha, el “primogénito de entre los muertos”: “El es el primogénito de los que han de resucitar” (Col 1,18). Ha inaugurado un mundo nuevo: “Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva. (...) He aquí que Dios ha montado su tienda de campaña entre los hombres. Habitará con ellos, ellos serán su pueblo y él será el Dios-con-ellos. Enjugará las lágrimas de sus ojos, y ya no habrá más muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Es todo un mundo envejecido el que ha pasado” (Ap 21,1.3-4). Es, por tanto, su resurrección, la razón y fundamento de nuestra esperanza: “Cristo ha resucitado, y él es el anticipo de quienes duermen el sueño de la muerte. (...) Si los muertos no resucitan, ¡comamos y bebamos que mañana moriremos!” (I Cor 15,20.32).
Agradecemos al P. Fernando Martínez SJ por su colaboración.
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