19. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Un día en Cafarnaum


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(Mayo 28 - Mayo 29)


A.- HASTA LA ELECCIÓN DE LOS APÓSTOLES


19.- UN DÍA EN CAFARNAUM

TEXTO

Marcos 1,21-34

Llegan a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y quedaron asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.

Había entonces un hombre poseído de un espíritu inmundo que se puso a gri­tar: "¿Qué tienes tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a des­truirnos? Sé quién eres tú, el Santo de Dios. Jesús entonces le conminó: "Cállate y sal de él". El espíritu inmundo agitó violentamente al hombre y, dando un grito, salió de él. Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros: "¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva expuesta con autoridad! Manda a los espíritus inmundos y le obedecen". Bien pronto su fama se extendió por todas partes de la región de Galilea.

Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra estaba en cama con fiebre, y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y se puso a servirles. Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemonia­dos; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que adolecían de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios, a quienes no permitió hablar, pues le conocían.

Lucas 4, 31-41

Bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea y los sábados les enseñaba. Quedaron asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad. Había en la sina­goga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo y se puso a gri­tar a grandes voces: "¡Ah! ¿Qué tienes tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Se quién eres Tú: el Santo de Dios". Jesús en­tonces le conminó diciendo: "Cállate, y sal de él". Y el demonio, arrojándole en medio, salió de él sin hacerle ningún daño. Quedaron todos pasmados y se decían unos a otros: "¿Qué palabra es ésta? Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen". Y su fama se extendió por todos los luga­res de la región.

Saliendo de la sinagoga entró en la casa de Simón Pedro. La suegra de Simón estaba con una gran calentura, y le rogaron por ella. Inclinándose so­bre ella conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó; ella, levantándose al punto, se puso a servirles.

A la caída del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban; y poniendo El las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. Salían también demonios de muchos gritando y diciendo: "Tú eres el Hijo de Dios". Pero El, les conminaba y no les permitía hablar, porque sabían que él era el Cristo.

Mateo 8, 14-17

Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. La tomó de la mano y la fiebre la dejó; y se levantó y se puso a servirle.

Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; él expulsó a los espíritus con su palabra, y sanó a todos los enfermos. Así se cumplió el oráculo del profe­ta Isaías: "El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades". (Is 53, 5)


INTRODUCCIÓN

Aunque es un pasaje largo el que hemos transcrito, hemos querido no dividir­lo ni meditarlo separadamente, pues se trata de la actividad que Jesús desa­rrolló en todo un día completo en Cafarnaúm, su centro de actividad apostóli­ca. Y como este día, serían otros muchos días en la vida de Jesús, no sólo en Cafarnaúm, sino en las distintas ciudades y aldeas de Galilea que recorrió frecuentemente durante el año de permanencia en esa región.

Este pasaje nos hace penetrar en el doble aspecto de la vida de Cristo: su función de profeta, de maestro, de predicador de la palabra del Padre; y su función mesiánica de expulsión de demonios, de curación de toda clase de enfermedades, de atención cordial a todas las necesidades del hombre, sus necesidades del alma y sus necesidades del cuerpo.

Marcos y Lucas son los que nos describen el día completo de Jesús, desde la mañana en la sinagoga de Cafarnaúm hasta el final de la tarde en su función de taumaturgo en bien de todo el pueblo. Mateo no nos narra, en esta oca­sión, la primera parte del día ni el milagro de la curación del hombre poseído por el demonio. Pero en otras muchas ocasiones sí nos hablará de la predica­ción de Jesús en las sinagogas y de curaciones de poseídos del demonio.


MEDITACIÓN

1) En la sinagoga de Cafarnaúm.

Una vez más se nos describe la reacción de admiración que producía en el pueblo la predicación del Señor y la impresión de autoridad que causaba su manera de exponer la doctrina. En el pasaje del encuentro de Jesús con Nicodemo encontramos una frase del Señor que puede indicarnos el porqué de esa fuerza impactante de sus palabras. Habla como Hijo de Dios, con sa­biduría infinita y con experiencia inmediata de las verdades más sublimes y profundas. Por eso, le dice a Nicodemo: "En verdad, en verdad te digo: no­sotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos vis­to". (Jn 3, 11)

Además, esa autoridad en su predicación se veía confirmada por los milagros que realizaba. Allí mismo, dentro de la sinagoga se encontraba un hombre poseído por el demonio. El Señor con sólo su palabra expulsa al demonio del cuerpo del poseso.

A través de todo el Evangelio aparece la lucha y victoria de Cristo sobre los demonios. Es una prueba de su mesianidad. Y la victoria será definitiva con su Pasión y su Muerte. Cuando llegue esa hora de su sacrificio dirá el Señor: "Ahora es el juicio de este mundo. Ahora el príncipe de este mundo va a ser arrojado fuera". (Jn 12, 31)

Se llama "inmundo" al espíritu que dominaba el cuerpo del poseso por su im­piedad, su alejamiento de Dios, su influencia en toda obra mala y contraria a Dios. Es cierto que en alguna manera reconoce a Cristo y su santidad; pero lo que hay en el fondo de todo espíritu inmundo es el odio a Dios y a su Hijo. El Señor le manda callar, pues no quiere que el pueblo interprete equivocada­mente, en un sentido político-social, el título que le da de "el Santo de Dios", equivalente a Mesías.

Una enseñanza práctica para todo cristiano es la fe absoluta en el poder de Cristo sobre Satanás y los demonios. El cristiano no debe temer la influencia del demonio, sí confía en el Señor y oración con fe que le libre del "Malig­no", como hacemos en el Padre Nuestro.

Al final de esta escena de la predicación de Jesús en la sinagoga y de la cu­ración del poseso se nos dice que "su fama se extendió por todos los luga­res de la región". Y "extenderse su fama " se entiende que la fe en Jesús iba creciendo por todo Galilea. Jesús se va revelando en palabras y hechos, y la respuesta del pueblo es incrementar su fe y confianza. Igual efecto saludable debería tener para nosotros la lectura de cualquier pasaje del Evangelio.

Un crecimiento constante en nuestra fe y confianza en el Señor y un deseo profundo de cumplir con sus enseñanzas.

2) Curación de la suegra de Pedro.

Terminada la actividad de Jesús en la sinagoga, vuelve a casa de Pedro. Probablemente era allí donde se hospedaba. Por este dato conocemos que Pedro estaba casado, pues se nos dice que su suegra estaba enferma, y por tener fiebre, estaría postrada en cama... Le ruegan al Señor por ella. Y Je­sús realiza el milagro. Sin duda alguna, en este milagro influiría el agradeci­miento que Jesús sentía por la familia que le daba hospedaje y le trataba como huésped ilustre. Con toda sencillez, Jesús toma de la mano a la enfer­ma y al instante le cesó la fiebre; y ella, en reconocimiento, comenzó en se­guida a servir al Señor. Este servir al Señor, significaría prepararle la comida y prestarle las demás atenciones que fuesen convenientes.

Se trata de un milagro nada espectacular, sencillo, que brota de la bondad del corazón de Cristo hacia una bienhechora suya. Jesús manifestó siempre te­ner un corazón bien agradecido; cuanto hagamos por El siempre sabrá retri­buirlo con toda generosidad. A lo poco que nosotros podamos ofrecerle, El nos colma con innumerables dones y beneficios. Nadie tan agradecido y ge­neroso como el Hijo de Dios, nuestro hermano Redentor.

Leyendo el comentario de algunos Santos Padres a este pasaje, ellos hacen una aplicación espiritual, no literal, que tiene un sentido muy verdadero. Lo que ellos nos indican es que, si Cristo nos toma de la mano, cesarán todas las fiebres de las pasiones humanas. Ir siempre acompañado de Cristo, ir guiado por la mano de Cristo es garantía absoluta de superar todas las tentaciones de nuestros instintos y bajas pasiones.

3) Curaciones en la tarde.

Estos son los primeros pasajes que aparecen en los Evangelios donde se nos habla de la multitud de curaciones que obraba el Señor, muchas veces, des­pués de sus predicaciones, al volver por la tarde a su lugar de descanso, unas veces en Cafarnaún, como en esta ocasión, otras veces en otras ciudades o aldeas. Ya iremos analizando todos estos pasajes.

En el pasaje que ahora comentamos nos encontramos con estas frases prin­cipales: "Al caer la tarde, todos los que tenían enfermos de diversos males se los traían". "Les ponía las manos a cada uno y los sanaba". "También hizo expulsar demonios de muchas personas".

Mateo ve cumplida una profecía de Isaías: "Hizo suyas nuestras debilidades, y cargó con nuestras dolencias" (Is 53,4)

Este pasaje y los otros parecidos son una señal evidente de la preocupación del Señor por la parte humana, corporal del hombre. La redención de Cristo sería interpretada erróneamente, si se limitase exclusivamente a una reden­ch5n espiritual del alma, sin tener en cuenta la parte humana del sufrimiento humano, de la enfermedad, de cualquier dolor o miseria que pueda afectar al hombre. Y su misma doctrina, expuesta maravillosamente en la parábola del Juicio Final (Mt 25, 31), hace depender la salvación o la condenación eter­na de la ayuda fraternal en el sentido de caridad corporal, de obras de misericordia corporales.

La Redención de Cristo abraza al hombre entero, alma y cuerpo, y quiere la liberación de ambos. Liberación del pecado y de todo lo que sea causa del pecado: egoísmo, pasiones, ídolos materiales, etc.; y liberación de toda injusti­cia, de todo sufrimiento que pueda ser aliviado, de toda hambre y miseria, de toda enfermedad que pueda ser atendida. La liberación del alma, la libera­ción de la muerte, la resurrección de los cuerpos constituyen una unidad. Cristo quiere que todos los hombres luchen por esa plena liberación del hom­bre en su alma y en su cuerpo. La separación de ambos aspectos ha tergi­versado el plan del Señor en su Redención y ha traído como consecuencia doctrinas muy equivocadas y desunión dentro de la misma Iglesia. No sólo no hay antagonismo entre ambos aspectos, sino que ambos forman una uni­dad necesaria. Juan Pablo II se ha esforzado continuamente por poner de re­lieve esta unidad. Nadie como él en el día de hoy ha levantado la voz en nombre de los oprimidos y de los pobres, y ha propuesto los deberes inalienables de los ricos y poderosos, tanto individualmente como unidos so­cialmente en instituciones o incluso naciones; y al mismo tiempo, también es él quien recorre el mundo entero predicando a Cristo, su enseñanza, los valo­res espirituales y la liberación más profunda de todo pecado y de todo ídolo, sea éste el placer, el dinero, el poder, el orgullo.

Sólo es discípulo de Cristo quien, unido a El, lucha por ambas liberaciones del hombre.





Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.








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