25. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Discusión con los fariseos: Sobre ayuno, vestido nuevo - vino nuevo


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(Mayo 28 - Mayo 29)


A.- HASTA LA ELECCIÓN DE LOS APÓSTOLES


25.- DISCUSIÓN CON LOS FARISEOS: SOBRE EL AYUNO, VESTIDO NUEVO - VINO NUEVO


TEXTOS

Mateo 9, 14-17

Entonces se le presentan los discípulos de Juan y le dicen: "¿Por qué mien­tras nosotros ayunamos y los fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan?" Jesús les contestó: "¿Pueden acaso los invitados a la boda estar tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio, ya ayunarán entonces. Nadie pone un remiendo de paño sin tundir a un vestido viejo, porque lo añadido tira del vestido, y se produce un desgarrón peor. Ni tampoco se echa vino nuevo en pellejos viejos; pues de otro modo, los pellejos se revientan, el vino se derrama, y los pellejos se estropean, sino que el vino nuevo se echa en pellejos nuevos, y ambos así se conservan".

Marcos 2, 18-22

Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, vienen a decir­le: "¿Por qué mientras los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan?" Jesús les contesto: "¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar. Días vendrán en que les será arrebatado el novio; ya ayunarán entonces, en aquel día. Nadie cose un re­miendo de paño sin tundir en un vestido viejo, pues de otro modo, lo añadido tira de él, el paño nuevo del viejo, y se produce un desgarrón peor. Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; pues de otro modo, el vino re­ventaría los pellejos y se echarían a perder tanto el vino como los pellejos; el vino nuevo, en pellejos nuevos".

Lucas 5, 33-39

Ellos le dijeron. "Los discípulos de Juan ayunan frecuen­temen­te y hacen oración, igual que los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben". Jesús les contestó: ¿Podéis hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; ya ayuna­rán en esos días" Les dijo también:

"Nadie rompe un vestido nuevo para echar un remiendo a uno viejo; de otro modo rompería el nuevo, y al viejo no le iría el remiendo del nuevo. Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos, de otro modo, el vino nuevo re­ventaría los pellejos, el vino se derramaría, y los pellejos se perderían; sino que el vino nuevo debe echarse en pellejos nuevos. Nadie, después de beber vino añejo, quiere del nuevo, porque dice: el añejo es el bueno".


INTRODUCCIÓN

Inmediatamente, a continuación de la agresión de los fariseos contra Jesús, porque perdona y comparte con los pecadores, éstos vuelven a atacar a Je­sús. Se les unen algunos discípulos de Juan Bautista.

En el pueblo de Israel había dos clases de ayunos: los unos obligaban a todos, y otros eran voluntarios. Los voluntarios habían sido concretizados en una costumbre, que se había introducido en ciertos grupos, de ayunar los lunes y los jueves. De observar esta costumbre se gloriaban los fariseos cuando de­cían: "Ayuno dos veces por semana" (Lc 18,12). Algunos discípulos del Bau­tista debieron acomodarse a esta práctica.

Como hubiera allí algunos de estos discípulos de Juan, los fariseos quisieron hacer causa común con ellos en esta ocasión, sin duda, para autorizar más la cuestión que iban a proponer, y ellos se avinieron al designio de los fariseos. Serían de aquellos discípulos que en la meditación 14 vimos tenían ciertos re­celos contra el Señor.

El caso es que de común acuerdo, unos y otros, le preguntaron al Señor el porqué de la diferencia entre sus discípulos y los discípulos del Bautista y los de los fariseos.

La pregunta era muy del momento, porque precisamente aquel día estaban los discípulos de Juan y de los fariseos ayunando, como nos dice Marcos, y seguro con todo el aparato llamativo con que solían hacerlo. Al señalar el contraste que ofrecían los discípulos de Juan que ayunaban con los discípulos de Jesús, que estaban celebrando un banquete, intentaban rebajar la virtud de Jesucristo y de sus discípulos.


MEDITACIÓN

1) Respuesta del Señor, al problema del ayuno.

El Señor responde usando la imagen de la boda. Con esta imagen hace ver que mientras los discípulos le tengan a él, han de regocijarse como si asistie­sen a una boda. Luego, cuando él se aleje, será el tiempo de ayunar.

Jesús quiere ahora hacer resaltar la alegría de que ha llegado el Esposo, el verdadero Mesías, y quiere que los apóstoles disfruten de esa alegría y de ese gozo; pero al mismo tiempo, está haciendo esta revelación a los fariseos dándoles a entender que él es el verdadero Mesías, profetizado en el Antiguo Testamento, como el esposo del pueblo de Israel. Los fariseos debían partici­par en la misma alegría y gozo que los apóstoles, pero su obstinación y apego a sus tradiciones impide que puedan comprender la respuesta del Señor.

La sentencia "Ya tendrán tiempo de ayunar cuando el esposo les sea arreba­tado" es una clara alusión a su pasión y su muerte.

Jesucristo se designa como "el esposo" (Cfr Lc 12,35 - 36; Mt 15,1-13; Jn 3,29) cumpliendo así lo que habían dicho los profetas respecto de las relacio­nes de Dios con su pueblo (Cfr. Os 2, 18-22; Is 54, 5ss). Los apóstoles son los compañeros del Esposo en las bodas, invitados a participar con él en el banquete nupcial en la alegría del Reino de los Cielos. (Cfr. Mt 22, 1-14)

Pero hay que hacer notar algo importante para no interpretar mal este pasa­je. Jesucristo no condena el ayuno. Lo acepta y él mismo lo practicó cuaren­ta días. Con esta enseñanza de Jesús que acabamos de explicar, el Señor nos enseña que la vida cristiana tiene sus días gozosos sin los duelos del ayu­no, y sus días de penitencia, que son los propios para ayunar. Los mismos ra­binos prohibían ayunar en los días festivos. La Iglesia tampoco quiere que se ayune en las fiestas del Señor, ni en los domingos, ni en todo el tiempo de Pascua. Debemos vivir la alegría de Jesucristo resucitado.

La respuesta de Cristo es toda una revelación sobre su mesianismo, sobre la inmensa alegría que debe traer esa revelación que será siempre "la Buena

Nueva", y sobre una actitud moral que clarifica el sentido de la penitencia y del ayuno.

2) Vestido nuevo - Vino nuevo.

Quedaba un problema de fondo que había que resolver. El camino que ense­ñaba Cristo era muy distinto de la piedad meramente externa de los fariseos; sin embargo, esta piedad era muy alabada por el pueblo que los tenía por santos.

A este problema responde el Señor con dos comparaciones: son comparacio­nes caseras, la una la de un remiendo tomado de un vestido nuevo para po­nerlo en un vestido viejo; y la del vino nuevo que se echa en cuerpos viejos. El Señor hace ver que ambas cosas son absurdas. Sería absurdo lo primero, porque habría que rasgar el vestido nuevo y porque la pieza sacada de él, no le vendría bien al vestido viejo. Sería también absurdo lo segundo, porque el vino nuevo fermentaría y rompería los cueros, y así estos se malograrían y aquél se derramaría. Por eso todos cuidan de echar el vino nuevo en cueros nuevos, para que el uno y los otros se conserven.

La aplicación de estas comparaciones:

Algunos han querido ver en lo "Nuevo", el Evangelio, y en lo "Viejo", la Ley Antigua. Pero no parece pueda aceptarse esta, interpretación. No se puede atribuir a Cristo una oposición tan extremada entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, cuando él mismo enseñó que éste es complemento y perfección de aquél.

Muchos autores siguen la interpretación que ya fue dada por San Jerónimo. Según este Santo Padre, la comparación propuesta por Cristo se refiere al camino que seguían los fariseos y los discípulos de Juan por un lado, y el ca­mino que seguían Jesús y sus discípulos por otro lado.

Acomodarse a las prácticas, al modo de vivir de los fariseos, y lo mismo, proporcionalmente, de los discípulos de Juan, que, indóciles a su maestro, no se habían unido a Jesús, sería lo mismo que echar vino nuevo en odres viejos y poner un remiendo de vestido nuevo en un vestido viejo. Pretender que el evangelio sea vaciado en los moldes rabínicos o en los prejuicios de los discí­pulos del Bautista, o que el mismo Evangelio sea un apéndice añadido a tales moldes y prejuicios, es una insensatez.

San Lucas añade al final: "Ni nadie, mientras bebe el viejo, quiere el nuevo, porque dice: mejor es el viejo".

Esta sentencia explica, como complemento, las comparaciones; explica el por qué se resisten los fariseos a seguir las enseñanzas del Señor. Son como hombres que tienen el paladar avezado a una clase de vino y con dificultad la cambian por otra. Los prejuicios, los hábitos adquiridos, la mentalidad que se ha ido creando, y sobre todo, las pasiones arraigadas en el corazón, son la causa de rechazar las divinas enseñanzas de Jesucristo.

El Cristianismo no es un remiendo nuevo al antiguo traje de las leyes y prác­ticas judías, sobre todo, tal y como las practicaban los fariseos. La Reden­ción obrada por Jesucristo implica una total regeneración interior del hombre.

Cuántos problemas hubo en los comienzos de la Iglesia, por no entender la novedad de Cristo y aferrarse a las leyes de pureza legal y a otras tradiciones de los judíos. La misma circuncisión fue transformada por Cristo en el Bautis­mo del Espíritu. Si aquélla hacía a los circuncidados miembros del pueblo de Israel, el Bautis­mo del Espíritu nos hace miembros de la familia de Dios.

Y podríamos decir que hoy día se repite lo que entonces sucedió. Es tal la fuerza de las enseñanzas del mundo, de los criterios que dicta el egoísmo hu­mano y sus pasiones, criterios que se exponen en nombre de la modernidad, de estar con los tiempos actuales, de ser comprensivos con todos los hom­bres y con todas sus conductas por aberrantes que sean, que se quiere com­paginar con la doctrina de Cristo principios morales y conductas completa­mente ajenos al Evangelio. Hoy día se considera modernidad y comprensión el aborto, las relaciones sexuales prematrimoniales, el divorcio, incluso la ho­mosexualidad, etc., etc. Y según los que defien­den estos principios y conduc­tas, no es el Evangelio el que se opone a tales conductas, sino la intransigen­cia de la Iglesia que quedó anquilosada hace siglos.

La comparación de Jesucristo tendría aquí diferentes matiza­ciones, pero en definitiva, lo que se da en ambos casos es que no se puede mezclar ni unir lo que es Ley y Enseñanza de Dios y lo que son leyes, enseñanzas y tradicio­nes de los hombres. Y un hombre, apegado a sus prejuicios y apresado por sus pasiones, nunca jamás podrá entender, y menos aún saborear, la verda­dera doctrina de Jesucristo.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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