30. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - La Ley antigua y la Ley nueva

 


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(Mayo 28 - Mayo 29)


B. SERMÓN DE LA MONTAÑA

30.- LA LEY ANTIGUA Y LA LEY NUEVA

TEXTOS

Mateo. 5, 17-20

"No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Si, os lo aseguro; el cielo y la tierra pa­sarán antes que pase una i o un ápice de la Ley sin que todo se haya cum­plido. Por tanto, el que quebrante uno de estos mandamientos menores, y así lo enseñe a los hombres, será el menor en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los es­cribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos".

Lucas 16, 17

"Más fácil es que el cielo y la tierra pasen, que no caiga un ápice de la Ley".


INTRODUCCIÓN

Jesús era atacado por los escribas y fariseos de no cumplir la Ley y de mostrar desprecio hacia ella. Será una de las acusaciones constantes que hagan contra Jesús. El Señor en este pasaje, que completará con otros pa­sajes que estudiaremos más adelante, da una respuesta a estas acusaciones; y al mismo tiempo, pasa él a la acusación contra los fariseos, para darles a entender que los que verdaderamente no cumplen con la Ley son ellos.

A continuación de este pasaje, el Señor explicará claramente el sentido que tiene la palabra "dar cumplimiento" o "perfeccionar" la Ley, y refi­riéndose a varios preceptos de Decálogo aclarará la verdadera perfección que exigen.


MEDITACIÓN

1) "No vine a suprimir la Ley y los Profetas, sino a darle su cumpli­miento"

"La Ley y los Profetas" significa la Escritura toda. "Darle cumplimiento "significa llevarla a su plenitud, darle su forma perfecta y definitiva. "Todo se haya cumplido": de manera especial se refiere a la realización de todas las profecías anunciadas en el Antiguo Testamento. Todo el Antiguo Tes­tamento no puede entenderse sin Cristo. Cristo es el que hace realidad y explica toda la historia de salvación significada en el Antiguo Testamento.

En el Antiguo Testamento había leyes morales, sobre todo el Decálogo, junto con un sin fin de prescripciones, aumentadas cada día por la casuística de los rabinos, que convertían la ley judía en insoportable y has­ta absurda en muchas ocasiones.

Cristo vino a perfeccionar todo lo referente a la Ley moral, concretamente, a explicar y poner de manifiesto la perfección que exigía el cumplimiento del Decálogo; pero termina con la casuística judía de los rabinos. Caso muy concreto será la manera cómo entendían el cumplimiento del descan­so sabático.

Pero en el Judaísmo existían también una serie de leyes relativas al culto y a la pureza legal. Todo eso no era sino prefiguración del nuevo culto insti­tuido por Cristo, que se fundaría en su santo sacrificio y requeriría de los cristianos una gran pureza de corazón. Venida la realidad, desaparece la figura. Así es como Cristo perfecciona todas las leyes rituales y da verda­dero cumplimiento al auténtico culto que el hombre debe tributar a Dios.

Y la purificación legal es superada por la purificación interna de corazón por lo que será la esencia de la redención de Cristo, la justificación por la fe, el renacer de nuevo del agua y del Espíritu, y obtener así la verdadera filiación divina.

Por eso, San Pablo nos dirá; "El fin de la Ley es Cristo" (Rom 10,4). "La Ley fue nuestro pedagogo para llevarnos a Cristo, para que fuésemos jus­tificados por la fe. Mas venida la fe, ya no estamos bajo el pedagogo" (Gal 3, 24-25)

Cuadro de texto: 1Y, finalmente, existían en el judaísmo también leyes acomodadas a aquella época para regir y gobernar al Pueblo de Dios. Después de la venida de Cristo, el Pueblo de Dios es la Iglesia que abarca a todos los países de la tierra. Cristo establecerá nuevos poderes y nuevas leyes que han de regir en la Iglesia para el buen pastoreo de los fieles, del nuevo Pueblo de Dios.

2) "El que deje de cumplir..."

Los preceptos morales del Antiguo Testamento, todos los que están inclui­dos en el Decálogo conservan, por supuesto, toda su vigencia en el Nuevo Testamento. Y a este Decálogo hay que añadir los preceptos morales que añadió Cristo como aclaración y perfeccionamiento del Decálogo, y la nueva ley de la caridad, instituida por el mismo Señor, junto con las demás enseñanzas morales de Jesucristo en su Evangelio. Precisamente, todo el Sermón del Monte, es parte sustancial del nuevo código moral de Cristo.

Pero la ley moral incluye preceptos graves y preceptos que llamamos ve­niales, por no llevar consigo un rompimiento total con Dios y la pérdida de la gracia santificante.

El Señor se refiere en el texto que meditamos a aquellos que no dan im­portancia al quebrantamiento de los mandamientos no graves, y que con su conducta y ejemplo, o incluso con sus mismas palabras, hacen que otros no los observen.

Por supuesto, que todos los mandamientos son de gran importancia para la verdadera santidad y para mostrar en su cumplimiento el verdadero amor al Señor. Pero el que no ofenda a Dios gravemente, no se condenará; pero si ha descuidado las ofensas veniales, no se ha preocupado de ellas, y peor aún, ha sido causa de que otros sigan su ejemplo, ese tal, por la misericor­dia de Dios, no irá al infierno, pero siendo su santidad, su amor a Dios tan mezquino, será considerado "pequeño" en el Reino de Dios. Participará de la gloria eterna, pero su capacidad de recibir esa gloria quedará muy limitada por su actitud de tibieza.

En otros pasajes del Evangelio meditaremos la Palabra de Dios que en re­petidas ocasiones nos enseña que cada cual recibirá el premio de acuerdo a sus obras.

3) "Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos"

La mejor explicación de esta sentencia de Jesús la tenemos en la parábola del fariseo y el publicano. (Lc 18, 9-14). Era la justicia de los fariseos una justicia meramente externa y material de los preceptos de la Ley, y que a veces interpretaban muy equivocadamente, movidos por su egoísmo y sus privilegios y ventajas personales. Conocemos de su vanidad y soberbia profunda; al mismo tiempo que del desprecio a los demás. Y para ellos, la justificación era obra más personal de ellos, que gracia de Dios.

Sobre las actitudes de los fariseos ya hemos hablado en meditaciones ante­riores, y tendremos ocasión de volver a hablar, cuando meditemos las grandes críticas y los duros juicios que el Señor hace de ellos: (Cfr. cap. 23 de San Mateo)

Es lógico que en el Sermón del Monte el Señor, que está exponiendo su código de perfección moral y que valora, por encima de todo, la actitud in­terna del corazón del hombre, amoneste a sus apóstoles y a todos sus dis­cípulos y a la multitud que le estaba escuchando, para que se esfuercen en vivir la santidad cristiana, la "verdadera justicia" que él nos enseña, con un corazón mucho más humilde, sincero, y con una actitud de amor al próji­mo, elementos todos éstos desconocidos en la "Justicia" de los fariseos. Y que reconozcamos que la verdadera "justificación" viene de Dios, y que nosotros solos, sin la ayuda y la gracia de Dios, no podemos nada. Así será nuestra "justicia" agradable a Dios.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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