18. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Pesca Milagrosa: Vocación de Pedro, Andrés, Juan y Santiago


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(Mayo 28 - Mayo 29)


A.- HASTA LA ELECCIÓN DE LOS APÓSTOLES


18.- PESCA MILAGROSA: VOCACIÓN DE PEDRO, ANDRÉS, JUAN Y SANTIAGO


TEXTOS

Mateo 4,18-22

Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, lla­mado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pes­cadores, y les dice: "Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres". Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron. Siguió adelante y vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo, y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron.

Marcos 1,16-20

Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, hermano de Simón, lar­gando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: "Venid con­migo, y haré de vosotros pescadores de hombres". Al instante, dejando las redes le siguieron. Poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban en la barca arreglando las redes; y los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él.

Lucas 5,1-11

Estaba a la orilla del lago de Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y sen­tándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: "Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar". Simón le respondió: "Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero en tu palabra, echaré las re­des". Y haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Je­sús diciendo: "Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador". Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado, y lo mismo Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: "No temas. Desde ahora serás pescador de hombres". Llevaron a tierra las barcas, y dejándolo todo, le siguieron.


INTRODUCCIÓN

Algunos autores sostienen que el hecho de la pesca milagrosa y el de la vo­cación de los cuatro apóstoles no fueron simultáneos y que entre ambos qui­zá pasó algún día o algunos días. Esa sería la razón de por qué Mateo y Mar­cos no narran el primer episodio. En cambio, Lucas une las dos escenas y, ciertamente así, nos da una motivación mucho más clara del seguimiento ra­dical de los discípulos al narrar la pesca milagrosa, y colocar la vocación des­pués de este milagro.

Los cuatro apóstoles, Simón Pedro, Andrés, Juan y Santiago ya eran discípu­los del Señor y habían estado presentes en el milagro de las bodas de Caná, le habían acompañado en la Primera Pascua judía en Jerusalén, habían sido testigos de la conversión de la Samaritana. Pero ese discipulado no parece que llevaba consigo el seguimiento radical a Cristo. Los vemos ahora ejer­ciendo su profesión de pescadores en el Lago de Genesaret, viviendo con su familia. Es ahora, en estas escenas que hemos leído, cuando Cristo los llama a ese seguimiento total, de romper con todo, con su trabajo, con sus familia­res, para colaborar con El en su misión redentora; desde ahora su plena vo­cación será ser pescadores de hombres estando junto a Cristo.

En la meditación seguiremos la narración más completa de Lucas.


MEDITACIÓN

1) Jesús predica a la muchedumbre.

Esta es la primera vez que se nos dice que la gente buscaba a Jesús y se apiñaban alrededor de El para escuchar la palabra que salía de sus labios. Y Jesús, por más cansado que estuviese, como veremos en otras ocasiones, siempre condescendía y platicaba largamente con el pueblo sobre las cosas del Reino de Dios. Así fue en esta ocasión. Y para no sentirse apretado por la multitud, escogió la barca de Pedro para subirse a ella, y desde allí, en la orilla del Lago, hizo su predicación.

Y es una experiencia cotidiana que perdura hasta el día de hoy. El Evangelio, la Palabra de Jesús, tiene un atractivo muy especial para la gente que tiene un corazón sencillo y generoso. Y es especial providencia de Dios que hoy día estemos en pleno surgimiento de aprecio y estima de la Palabra de Dios, sobre todo, del Evangelio. Avivar el hambre de escuchar la palabra de Jesús es quizá el apostolado más fundamental en el día de hoy. Quien la escucha con un corazón abierto a la gracia de Dios, encuentra en ella todos los teso­ros de la vida. Lectura, escucha, meditación de la Palabra de Dios, del Evan­gelio, es esencial a todo cristiano.

2) El Milagro.

Milagro extraordinario que prueba el poder divino de Jesús sobre la misma naturaleza. Milagro, que como todos los que realizó Jesús, tendrá una ense­ñanza y un sentido muy profundo para todos los cristianos.

Pedro, con naturalidad expone al Señor la dificultad que tiene en cumplir con lo que Cristo le indica de echar las redes para la pesca. Ellos que son profe­sionales de la pesca, han intentado durante toda la noche y no han consegui­do nada. Será inútil intentar de nuevo. Pero, al mismo tiempo, Pedro mani­fiesta ya un conocimiento muy especial del Señor. Le ha visto ya realizar milagros, y sabe del poder divino de que está revestido. Por eso, su respuesta es toda una lección valedera para todos los tiempos: "En tu palabra", "en tu nombre echaré las redes". Lo que viene a decir Pedro es una verdad teológica fundamental: Lo que no es posible al hombre, es posible a Dios. Concretamente, Cristo puede realizar lo que el hombre es incapaz de hacer. Y más aún, supuesto el sentido que Cristo da al milagro de símbolo de la vo­cación de los discípulos al apostolado, es claro que lo que Cristo quiere mani­festar es que en el orden del trabajo apostólico, de ganar almas para Cristo, el hombre no puede nada; sólo haciendo el trabajo apostólico en el nombre del Señor y siguiendo sus consejos, será como se consiga la gran pesca, el éxito apostólico de la conversión de las almas. "En tu nombre, Señor, echaré las redes", debería ser jaculatoria repetida con frecuencia por todos los que realizan cualquier trabajo apostólico.

3) Reacción de Pedro.

El estupor, la admiración invadieron a todos; pero sólo Pedro manifiesta el estremecimiento que siente ante la experiencia que acaba de vivir; se siente ante la omnipotencia de Dios, la majestad de Dios. Para él ha sido como una teofanía, y naturalmente experimenta su indignidad y miseria ante el poder divino, y dejándose llevar de sus sentimientos exclama: "Apártate de mí, que soy un pecador".

Se comprende la exclamación de Pedro. Ante la santidad, poder y majestad de Cristo, todos debemos sentirnos plenamente indignos de estar en su pre­sencia. Pero hay algo que falta en Pedro. En ese momento no ha recapacita­do que esa santidad, poder y majestad de Cristo están puestas a nuestro ser­vicio. Que se ha hecho hombre para compartir con nosotros todos sus atribu­tos y hacernos partícipes de su misma naturaleza divina. Pedro no ha caído en la cuenta, que precisamente por ser hombre pecador, al único a quien puede acudir es al Señor.

4) La vocación.

Jesús no hace caso a la sentencia de Pedro, al contrario, con un corazón lle­no de amor y con una voluntad libérrima y gratuita le llama a él y a sus com­pañeros de faena para la misión más grande de la tierra. A la profesión artesanal que tenían estos cuatro discípulos el Señor le da el sentido de la vo­cación de colaborar con él en la redención de la humanidad: "Pescadores de hombres". Desde ese instante, en esas palabras del Señor está indicada la vocación y misión de todo aquel que quiere colaborar con Cristo, de todo aquel que se sienta apóstol de Cristo. Ganar hombres para Cristo, ganar hombres para la vida eterna. Aquí está la verdadera identidad de toda voca­ción consagrada al Señor.

La gracia de Dios actuó con generosidad en el corazón de los discípulos. Al llamado de Cristo sigue un seguimiento radical, absoluto: dejan familia, su tra­bajo, para seguir a Jesús. Y desde entonces hasta la hora de su martirio no se separarán de Jesús ni de su misión apostólica.

Podemos considerar el gran misterio de toda vocación de consagración total al Señor y al apostolado. Como dirá Cristo más adelante: "Por mí y por el Evangelio". Siempre es un misterio de amor y de predilección por parte de Cristo, pero misterio que tiene que ir enlazado con el misterio del amor y de la fidelidad por parte del hombre.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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