22. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Curación del paralítico llevado en camilla


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(Mayo 28 - Mayo 29)


A.- HASTA LA ELECCIÓN DE LOS APÓSTOLES


22.- CURACIÓN DEL PARALÍTICO LLEVADO EN CAMILLA


TEXTO

Mateo 9,1-8

Subiendo luego a la barca, pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto trajeron donde El un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: "¡Animo! hijo, tus pecados te son perdonados".

Entonces algunos de los escribas dijeron para sí: "Este está blasfemando". Mas Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: "¿Por qué pensáis mal en vuestro corazones? ¿Qué es más fácil decir: 'Tus pecados te son perdona­dos', o decir: 'Levántate y anda'? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice entonces al para­lítico—: 'Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa—. El se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente se sobrecogió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.

Marcos 2,1-12

Días después, entró de nuevo en Cafarnaúm y corrió la voz de que estaba en casa. Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había sitio. Jesús les predicaba la Palabra. Y le vienen a traer un paralítico llevado entre cuatro. Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo de encima de donde él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la ca­milla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados". Estaban allí sentados algunos escri­bas que pensaban en sus corazones: "Pero, ¿qué habla éste? Está blasfe­mando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios?". Mas Jesús, al instante, dándose cuenta en su espíritu de lo que ellos pensaban en su inte­rior, les dice: "¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fá­cil decir al paralítico: tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu camilla y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados -dice al paralítico: "A ti te digo, le­vántate, toma tu camilla y vete a tu casa". Se puso en pie y, al instante, to­mando la camilla, salió a la vista de todos y dieron gloria a Dios diciendo: "Jamás vimos cosa parecida".

Lucas 5,17-26

Un día que estaba enseñando, había sentados algunos fariseos y doctores de la ley que habían venido de todos los pueblos de Galilea y Judea y de Jerusa­lén. El poder del Señor le hacía obrar curaciones. En esto, unos hombres tra­jeron en una camilla a un paralítico y trataban de introducirlo, para ponerlo delante de él. Pero no encontrando por dónde meterle, a causa de la multitud, subieron al terrado, le descolgaron con la camilla a través de las tejas, y le pusieron en medio delante de Jesús. Viendo Jesús la fe de ellos dijo: "Hom­bre, tus pecados te quedan perdonados".

Los escribas y fariseos empezaron a pensar: "¿Quién es éste que dice blas­femias? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?" Conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: "¿Qué estáis pensando en vuestros corazones?

¿Qué es más fácil, decir: tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra el po­der de perdonar pecados, yo te digo -y dijo al paralítico-: "Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa". Y al instante, levantándose delante de ellos tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa, alabando a Dios.

El asombro se apoderó de todos y glorificaban a Dios. Y llenos de temor de­cían: "Hoy hemos visto cosas increíbles".


INTRODUCCIÓN

Vuelve Jesús a Cafarnaúm después de su expedición apostólica. Y vuelve a casa de Simón, su habitual residencia. Con el rumor de su llegada la gente corre donde Jesús. Y El continúa con su predicación, "les llevaba la Pala­bra", a los que se habían amontonado junto a él. Y sigue también manifes­tando su poder realizando milagros y sanaciones.

El techo de las casas se formaba con gruesas vigas; cuyos extremos se em­potraban en dos muros paralelos; entre viga y viga se colocaban pequeñas trabes transversales, y por encima de este maredaje, se extendía una espesa capa hecha de cañas y ramajes con arcilla, que se apisonaba conveniente­mente. A veces cubrían este pavimento con lastras de piedra, especie de grandes ladrillos o tejas planas, no convexas, que formaban una terraza. San Lucas habla en efecto de telas por las cuales fue descolgada la camilla. La subida a la azotea se hacía siempre por una escalera exterior. Así es como se explica el hecho, que nos narran los Evangelistas, del paralítico descolga­do desde el techo a la presencia de Jesús. Era tal la multitud de gente dentro de la casa y a las afueras que no tuvieron otro medio que el de subir por fue­ra a la azotea. hacer una abertura grande entre los ramajes y tejas del te­chado, y a través de esa abertura descolgar al paralítico que iría atado a su camilla.


MEDITACIÓN

1) Primer encuentro con Jesús.

Ante el asombro de los que rodeaban a Jesús, aquel paralítico se hace pre­sente delante del Señor de esa manera tan singular, y podríamos decir inclu­so criticable, por el daño material que se había hecho en el techo de la vi­vienda. Pero esa acción demuestra la audacia de la fe de los que transporta­ban al paralítico y del mismo paralítico. Tenía que ser una fe muy grande y muy confiada para que se atrevieran a hacer aquella escena.

Y esto parecen indicarnos los Evangelistas al decirnos que el Señor "al ver la fe de ellos...", frase que está indicando la misma admiración de Jesús ante la fe de aquellos hombres. Lo que estos hombres buscaban era un en­cuentro con el Señor en el que habían depositado toda su confianza, y de ma­nera muy especial, el enfermo, el paralítico.

Y Jesús sale al encuentro del paralítico. Jesús conoce el interior del corazón de cada hombre, como se nos dice en este mismo pasaje. Por lo tanto, tam­bién conocía el corazón de aquel paralítico y, penetrando en sus sentimientos, advirtió que estaba muy arrepentido de los pecados que hubiera cometido du­rante su vida. El mismo paralítico quizá participase de la idea común de en­tonces, según la cual, las enfermedades y males eran castigo de Dios por los pecados cometidos. El paralítico va buscando la sanación de su cuerpo, pero, sin duda, se ha preparado con la conversión de su corazón.

Por eso, lo primero que le dice Jesús es: "Hijo, ten ánimo, tus pecados te son) perdonados".

El paralítico no oye ni una recriminación de Jesús ni le pide una confesión pública de sus pecados. Sólo escucha las palabras de perdón de Jesús. Y Je­sús le perdona con toda misericordia, alentándole y llamándole "hijo". Así es como el Señor perdona siempre a quien se acerque a él arrepentido.

2) Reacción de los fariseos y respuesta de Jesús.

Los fariseos y maestros de la ley reaccionan malévolamente ante las pala­bras de Jesús, y podríamos decir que tenían su parte de justificación, pues para ellos ese hombre, Jesús, estaba blasfemando. Sólo Dios tiene el poder de perdonar los pecados y ese hombre se atribuye ese poder. Pero en el fondo de esa reacción de escándalo lo que había era una gran dureza de co­razón. Jesucristo ya se había presentado delante de ellos con la autoridad di­vina de su palabra y con el poder, exclusivo de Dios, de hacer muchísimos milagros. Pero ellos, siempre se habían negado a aceptar a Jesús como al Mesías prometido. Y más adelante verán señales todavía más convincentes, como por ejemplo, la resurrección de Lázaro, pero nada les hará cambiar de actitud hostil hacía Jesús, y no quedarán satisfechos hasta que lo vean muer­to y colgado de un madero. Hasta dónde puede llegar la dureza del corazón humano y la cerrazón de su inteligencia.

La reacción de Jesús no es de gran aspereza y enfado. Penetra en lo que es­tán pensando en sus corazones, lo cual ya es una muestra de otro poder divi­no exclusivo de Dios; y lo que les dice es por qué juzgan mal antes de tiem­po, sin ponderar bien las circunstancias del hecho, sin considerar cuál es realmente la grandeza y dignidad de su persona. Y para convencerles de lo equivocados que estaban en sus juicios malévolos, llevará a cabo el milagro de la curación corporal del paralítico. Y obra el milagro por amor y para bien del paralítico, pero también para demostrar a aquellos fariseos y maestros de la ley que "el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados".

3) El Milagro. Curación del paralítico.

Podríamos decir que éste es el segundo encuentro del paralítico con Jesús. El primero fue de perdón de los pecados: ahora, el Señor se dirige a él y con voz serena, pero en la que se encierra todo el poder de Dios, le dice: "Le­vántate, toma tu camilla y anda". Y al instante, ese hombre tullido, quizá después de muchos años, a la vista de todos, sin dificultad ninguna, se levan­ta de donde estaba postrado, muestra su fuerza en cargar con su camilla y sale caminando por sí mismo hacia su casa. Suponemos que antes habría mostrado su profunda emoción y agradecimiento al Señor.

La reacción de la gente es natural. Se nos describe brevemente, pero con palabras llenas de profundo sentido: "La gente se sobrecogió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres" (Mt)

"Y dieron gloria a Dios diciendo: Jamás hemos visto cosa parecida" (Mc) "El asombro se apoderó de todos y glorificaban a Dios. Y llenos de temor decían: Hoy hemos visto cosas increíbles". (Lc)

Es una reacción de admiración mezclada de temor reverencial y de acción de gracias. Y todo eso lo manifestaban en una oración de alabanza y de glo­rificación de Dios.

Pero no se nos dice nada de los fariseos y maestros de la ley. Por los pasa­jes siguientes de los evangelios podemos sacar la conclusión de que nada les sirvió el milagro de Cristo para convertirse y reconocerle.

Quizá aumentase más aún la envidia hacia él y el odio. Esto es lo que nos da a entender la secuencia del Evangelio.

A ejemplo de esa multitud que presenció el milagro y alababa y glorificaba a Dios, nuestra vida debería ser una continua alabanza y glorificación del Se­ñor por los innumerables beneficios y dones que continuamente nos está concediendo. La oración de alabanza y de glorificación al Señor es la oración que carece de todo egoísmo, que brota de un corazón que experimenta la gratitud inmensa que debe al Señor, y la oración que más cautiva al corazón del Señor.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.







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