17. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Primera predicación de Jesús en Galilea


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(Mayo 28 - Mayo 29)


A.- HASTA LA ELECCIÓN DE LOS APÓSTOLES


17.- PRIMERA PREDICACIÓN DE JESÚS EN GALILEA


TEXTOS

Mateo 4,12-17

Cuando oyó que Juan había sido apresado, se retiró a Galilea. Y dejando Nazaret, vino a residir en Cafarnaúm, junto al mar, en el término de Zabulón y Neftalí; para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: "Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, allende del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo postrado en tinieblas ha visto una intensa luz; a los pos­trados en paraje de sombras de muerte, una luz les ha amanecido".

Desde entonces, comenzó Jesús a predicar y decir: "Convertíos, porque el Reino de los Cielos está cerca"

Marcos 1,14-15

Después que Juan fue preso, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva".

Lucas 4,14-15

Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región. El iba enseñando en sus sinagogas, alabado por todos.

Juan 4,43-45

Pasados los dos días, partió para Galilea. Pues Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de estima en su tierra. Cuando llegó a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que ha­bía hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues ellos habían ido a la fiesta.


INTRODUCCIÓN

Jesús había experimentado la hostilidad de los judíos tanto en Jerusalén como cuando estaba con sus discípulos predicando al norte de Judea. Al mismo tiempo arreció la persecución contra Juan Bautista, de modo que fue apresa­do y llevado a la cárcel de Maqueronte, en Perea, como veremos más ade­lante. En estas circunstancias, el Señor vuelve a Galilea, y como indica Lucas, movido "por la fuerza del Espíritu". Toda la vida de Jesús será con­ducida por el Espíritu.

Mateo nos indica que "vino a vivir a Cafarnaúm". Desde entonces Cafarnaúm será el centro del apostolado de Cristo por un año entero. Cafarnaúm era una ciudad de Galilea junto al Lago de Genesaret. Era una ciudad muy populosa, intensamente habitada, a cinco kilómetros de la embo­cadura del Jordán. Colocada muy próxima a la "vía maris", la gran ruta in­ternacional que unía Mesopotamia con Egipto, gozaba de una frecuente co­municación con Oriente y Occidente; y colocada también en el camino que venía de Betsaida Julias, recibía todo el comercio proveniente de la tetrarquía de Herodes de Filipo, razón por la cual se explica la existencia de una adua­na a la entrada de la ciudad. Era el centro comercial de toda la región del Lago y de la llanura de Genesaret.

Mateo ve cumplida la profecía de Isaías 9,1: "El pueblo que andaba a oscuras vio una luz intensa. Sobre los que vivían en tierra de sombras, brilló una luz".

El sentido de la profecía de Isaías es claro: Venía el profeta anunciando y des­cribiendo la invasión asiria que pronto había de inundar el Reino de Israel como un río desbordado, y remata la profecía con estas palabras: "Noche sin aurora, tribulación y hambre invadieron la tierra... sólo angustias y tinieblas".

Luego, valiéndose de las mismas metáforas anuncia que el Señor se apiadará de su pueblo. Apostrofa en particular a la región norte de Palestina, que ha­bía de ser la primera en padecer los horrores de la invasión. Y así habla de la "tierra de Zabulón y Neftalí", o sea el territorio septentrional ocupado por esas tribus. Luego, anuncia a esa tierra, tan atribulada por la crueldad de los asirios, que Dios cambiaría sus tristezas en gozo, su ruina en vida floreciente.

Y se lo anuncia con las bellas palabras que hemos transcrito.

La perspectiva profética no termina en la caída de Asiria y la restauración del pueblo de Israel, cuya región septentrional era Galilea, sino que se dilata­ba hasta los tiempos mesiánicos, y por eso añadía el profeta unas frases, poco después, aludiendo claramente al Mesías:

"Porque nos ha nacido un niño, nos ha sido dado un hijo, que tiene sobre los hombros la soberanía". Ese niño, ese hijo, era el Mesías.


MEDITACIÓN

1) "Convertíos, haced penitencia".

Cuando los Evangelistas quieren hacer un resumen de la predicación del Se­ñor cuando recorría las ciudades y aldeas de Palestina, todos coinciden en la palabra "conversión" y " penitencia”. Y cuando el Señor habla de conver­sión y penitencia, se está refiriendo a una conversión sincera del corazón, a un arrepentimiento profundo de los pecados.

Reflexionemos sobre este hecho. El Hijo de Dios, Sabiduría Infinita, que viene a redimir al mundo y va a dedicar a su obra apostólica de predicar el mensaje evangélico de salvación algo menos de tres años, considera como el centro de esa predicación la exhortación a salir del pecado, a convertirnos de una vida de pecado a una vida de gracia de Dios, a un cambio radical de corazón alejado de Dios y enraizado en el pecado a un corazón entregado a Dios.

Esto nos enseña de una manera evidente la importancia y transcendencia que el Señor da al pecado; el hombre no da importancia alguna al pecado; más aún, como dijo Pío XII, el mayor pecado del hombre de hoy es haber perdido conciencia del pecado. Y lo ha repetido varias veces Juan Pablo II. Cristo no puede equivocarse, es la misma Verdad, es el juicio del hombre el que falla, todo él es mentira.

Todo cristiano verdadero debe comenzar su conversión por una toma de conciencia de la transcendencia que tiene todo pecado, de su gravedad como ofensa a Dios, al Señor, como causa de todas las miserias y desgracias ac­tuales de nuestra sociedad y de las familias, y como terrible peligro de con­denación eterna.

La Palabra de Cristo "convertíos, haced penitencia" es la palabra más actual en el día de hoy de toda predicación apostólica. Llevar a los hombres a des­cubrir la maldad y tragedia que encierra el pecado y, consiguientemente, lle­varle a la conversión, es lo más necesario en nuestra sociedad actual. Y to­dos necesitamos profundizar continuamente en nuestra conversión diaria.

2) "Porque el Reino de los Cielos está cerca". "Creed en la Buena Nueva".

La razón fundamental de la conversión es la llegada del Reino de los Cielos, 1 Reino de Dios (ambas expresiones son equivalentes). Sin la conversión es imposible entrar en el Reino de Dios. Lo que es el Reino de Dios se irá aclarando y conociendo detalladamente a través de todo el Evangelio.

Ciertamente no se trata de un reino mesiánico de tipo político - militar con el que soñaban muchos judíos; no era tampoco la creación de un gran imperio judío que dominara sobre las otras naciones de la tierra. Aunque el pueblo ju­dío tenía hondos problemas sociales y políticos, Jesús los deja de lado y se consagra a predicar el Reino de Dios que es un reino espiritual y divino, que Había de establecerse del uno al otro confín de la tierra.

Este Reino de Dios era en primer lugar el mismo Cristo, el Hijo de Dios, el Salvador de los hombres. E implantar este Reino de Dios significaba primero y ante todo la aceptación en el corazón de cada uno de los hombres de la persona de Cristo, de su mensaje, y de sus dones de gracia y redención. Y este Reino arraigado en el corazón de los hombres tomaría también forma vi­sible en la fundación de la Iglesia, del pueblo de Dios, de la familia de Dios. Y Cristo desde el comienzo, ya desde el llamado a los primeros discípulos, irá preparando la fundación de su Iglesia que con Pedro a la cabeza perseve­rará hasta el final de los tiempos. Un tercer sentido tiene en Cristo la palabra "Reino de Dios". Se trata de la plenitud de gloria que había de alcanzar este Reino Dios más allá de los tiempos. Es la suprema consumación del Reino en la eternidad. Pero tanto en el tiempo como en la eternidad sería un reino de amor, un reino de santidad, un reino de hijos de Dios.

Gran parte de la predicación de Cristo no consistirá en otra cosa que en ir declarando el gran tesoro de este Reino de Dios y mover los corazones de los hombres a que quieran aceptarlo. Sólo quien entra en el Reino de Dios consigue la salvación eterna en la plenitud de felicidad. Y las parábolas del Señor son una muestra de cómo Cristo aprovechaba los hechos y ejemplos de la vida común y ordinaria del pueblo judío para insistir en el conocimiento del Reino de Dios.

En el campo: Las sementeras, las malezas, los pedregales, la labranza, la trilla; en la ciudad: El tráfico de los talentos y las minas, la compra de perlas, el ha­llazgo de tesoros; en el mismo hogar: El barrer la casa, el amasar el pan, el re­mendar los vestidos; y en el trabajo: La pesca cotidiana en el lago, los pastores guardando las ovejas, etc., etc. Todo le servía a Cristo para explicar con toda clase de imágenes sencillas, la naturaleza del Reino de Dios, su transcendencia y la necesidad de entrar en él. Todo lo veía a la luz del Reino.

La frase que usa Marcos: "Creed en la Buena Nueva, no significa otra cosa sino creed en Cristo y en el Reino de Dios que anuncia. Esta es la Buena Nueva. No existe otra para los Evangelistas: Cristo y su Reino.

3) "El tiempo se ha cumplido".

Expresión que parece sencilla, pero que encierra la esperanza mesiánica de todos los tiempos. Lo anunciado ya en la misma primera página del Génesis, la venida de un Redentor, ya se ha cumplido.

La promesa más transcendental que jamás haya hecho Dios a la humanidad se había cumplido con la Encarnación de su Hijo y su misión redentora. Y el cumplimiento de esa promesa se hace evidente, se manifiesta a todos los hombres de buena voluntad en la vida activa de Cristo, en su vida apostólica; toda su enseñanza, todas sus señales y obras milagrosas, toda su vida de ejercicio heroi­co de todas las virtudes y la infinitud de su amor desplegado en su pasión y muerte, atestiguan con el sello de Dios que el tiempo de la salvación prometido por Dios se ha cumplido, ha llegado, ya está al alcance de to­dos los hombres. Todas las esperanzas humanas pueden ser saciadas.

Pero al mismo tiempo es una expresión que debe llevarnos a una reflexión bien profunda. Dios de su parte ha hecho todo lo que le tenía que hacer y ha cumplido con todas sus promesas. Y el Hijo de Dios ha llevado a cabo la Re­dención de la humanidad en la humillación y en el sacrificio más grande que haya podido existir sobre la tierra. A través de su cruz y de su muerte, ofre­cida con infinito amor a su Padre por los hombres, cumplió con su misión re­dentora.

El problema no es, pues, de parte de Dios, es de parte del hombre. "El tiem­po se ha cumplido". Pero si nosotros no aceptamos este tiempo de reden­ción y salvación, de nada nos vale que Dios haya cumplido con sus promesas y que Cristo haya muerto en la cruz por nosotros. Y para cada hombre ese "tiempo" es un tiempo limitado; es el tiempo de su vida en esta tierra. Des­graciado el hombre que al final de sus días no pueda decir que en él el tiem­po de la salvación se ha cumplido. Cada día de nuestra existencia debemos hacer realidad el sentido más profundo de la expresión de Marcos:

"El tiempo se ha cumplido". ¿Voy haciendo realidad en mí mismo todas las esperanzas de salvación, todas las promesas que Dios Padre me hace en su Hijo?

4) Reacción del pueblo a la predicación de Jesús.

La gente sencilla de la región de Galilea recibió con entusiasmo la predica­n de Cristo. Y se nos da un detalle interesante para conocer dónde predi­caba el Señor. Lucas nos dice que iba por las sinagogas —prácticamente, »da ciudad o aldea tenía su sinagoga— predicando y que era alabado por to­dos. Juan añade una razón por parte de los galileos que habían asistido a la fiesta de Pascua en Jerusalén. Ahí habían visto los milagros que el Señor ha­bía hecho, y evidentemente quedaron impactados ante ese gran poder, y transmitirían a sus compatriotas su admiración por el nuevo Maestro que ha­bía surgido. Veremos más adelante cómo esta admiración fue creciendo, y reconocían que nadie nunca les había hablado con la autoridad de Jesús. Desgraciadamente, serán después los fariseos y maestros de la ley los que se esforzarán por crear una actitud hostil hacia Jesús. No creo que pueda haber responsabilidad mayor que hacer que alguien o muchos se aparten de Cristo.

Atraer hacia Cristo será siempre misión de todos los cristianos.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.






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