P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
I.- LOS COMIENZOS DE LA VIDA PÚBLICA DE JESÚS
(Fines del Año 27 - Principios del Año 28)
A. - PREDICACIÓN DE JUAN BAUTISTA Y PRIMERA ACTIVIDAD APOSTÓLICA DE JESÚS
3.- JUAN BAUTISTA
ANUNCIA AL MESÍAS
TEXTOS
Mateo 3,11-12
"Yo
os bautizo con agua para la conversión; pero aquel que viene detrás de mí es
más fuerte que yo, y no merezco llevarle las sandalias. El os bautizará en el
Espíritu Santo y en el fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era:
recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se
apaga."
Marcos 1,7-8
Y
proclamaba: "Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; ante el cual
no merezco inclinarme para desatar las correas de sus sandalias. Yo os he
bautizado con agua, pero El os bautizará con el Espíritu Santo."
Lucas 3, 15-18
Como
el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca
de Juan si no sería el Cristo. Respondió Juan a todos diciendo: "Yo os
bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no merezco
desatarle las correas de sandalias. El os bautizará en el Espíritu Santo y en
fuego. En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en su
granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga." Y con otras
muchas palabras anunciaba al pueblo la Buena Nueva.
Juan 1,19-28
Este fue el testimonio de Juan cuando los
judíos enviaron donde él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle:
"¿Quién eres tú?". El confesó y no negó. Confesó: "Yo no soy el
Cristo." Y le preguntaron: "¿Qué pues? ¿Eres tú Elías?" El dijo:
"No lo soy". "¿Eres tú el profeta?" Respondió:
"No". Entonces le dijeron: "¿Quién eres, pues, para que demos
respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?" Dijo él:
"Yo soy la voz que clama en el desierto; rectificad el camino del Señor,
como dijo el profeta Isaías". Ellos habían sido enviados por los fariseos.
Todavía le preguntaron: "¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el
Cristo, ni Elías, ni el profeta?" Juan les respondió: "Yo bautizo en
agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás
de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de la sandalia."
Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando.
INTRODUCCIÓN
La predicación
profética de Juan, su austeridad de vida, el llamado apremiante a la
conversión, su mismo bautismo de penitencia, hacía de su persona una gran
interrogante para todos los judíos. ¿No sería él el Mesías prometido? Y en
aquellos días de tantos sufrimientos para el pueblo de Israel, la esperanza de
la llegada del Mesías se acrecentaba. No sólo el pueblo se interrogaba sobre
la posibilidad de que Juan sea el Mesías. Las mismas autoridades de Jerusalén
se sienten en la obligación de enviarle emisarios oficiales para que respondan
ante ellos sobre el enigma de su persona.
Y es ante esta
expectativa del pueblo y ante el interrogatorio oficial de los enviados por las
autoridades judías, que Juan dará testimonio claro de que él no es el Mesías; y
será ocasión para que de testimonio de quién es el Mesías y de la misión y obra
que ha de realizar. Este es el sentido de los textos que vamos a meditar.
MEDITACIÓN
1) Juan Bautista y el Mesías
Desde el comienzo
de su predicación Juan quiere aclarar de una vez para siempre que él no es el
Mesías; y no solamente declara que no es el Mesías, sino que repetirá que su
persona, su dignidad, son nada en comparación con la grandeza de la dignidad
del Mesías.
Y comparándose con
el Mesías, con una expresión muy gráfica y de profunda significación en la
cultura judía, nos dirá con sincerísima humildad que él no es ni siquiera digno
de desatar las correas de las sandalias del Mesías. El desatar las correas de
las sandalias era oficio propio y exclusivo de esclavos, que así lo hacían con
sus dueños cuando estos llegaban a casa. Juan, ni siquiera se considera digno
de ser tenido por esclavo del Mesías. Qué conocimiento tan profundo debía
tener Juan del Mesías, de Jesús, cuando con tanta verdad confiesa su nada, su
plena indignidad ante él.
Se considera, como
ya lo había anunciado antes, la voz que clama en el desierto y que prepara los
caminos del Señor. En la primera meditación ya consideramos el sentido de este
oráculo del profeta Isaías. Aquí lo repite Juan como introducción a las otras
preguntas de los enviados de Jerusalén. Si no es el Mesías, será Elías que,
según la interpretación judía a un texto bíblico, debía de volver como
precursor del Mesías. O quizá sea el profeta anunciado por el mismo Moisés (Cfr.
Malaq. 3, 23 y Mt 17,10 -13; Cfr. Deut. 18,15.18). Juan niega, da una respuesta
negativa a todas esas preguntas.
Toda su misión es anunciar la llegada inminente del Mesías y preparar a
los judíos para que lo reciban en sus corazones. Vive consagrado plenamente a
esa misión. Ninguna otra cosa le interesa, ni mucho menos busca para sí honores
o privilegios. Su única obsesión es que el Mesías sea conocido y recibido por
todos. Más adelante, en un último testimonio suyo nos dirá: "Conviene que
El (Cristo) crezca y que yo disminuya." (Jn 3,30)
Ejemplo permanente
de todo Apóstol. El verdadero apóstol debe siempre desaparecer detrás de su
apostolado; que lo que quede sea sólo Cristo en el corazón de los fieles.
2) El Bautismo de Juan y el Bautismo de Cristo
Juan, después de
comparar su persona insignificante con la grandeza de la persona del Mesías,
compara ahora las obras:
"Yo bautizo
en agua; pero El os bautizará en Espíritu Santo y en fuego."
La actividad
apostólica de Juan terminaba con el bautismo
en las aguas del Jordán; de ahí le vino el sobrenombre de Juan el Bautista. Los
que escuchaban su predicación y su llamado a la conversión y se decidían por el
cambio de vida, y una sincera conversión a Y ahvé,
pedían el bautismo a Juan como una señal exterior, un símbolo de su conversión
interior.
Pero Juan nos
enseña que este bautismo de agua no podía compararse con el bautismo que había
de instituir el Señor.
El Mesías,
"más poderoso" que Juan, con virtud divina, bautizará en Espíritu
Santo y fuego. No sería un bautismo como el de Juan, un símbolo sin interna
eficacia para santificar las almas; sino que por medio de él se comunicaría a
los hombres el Espíritu Santo, la nueva vida de hijos de Dios y serían transformados
totalmente en nuevas criaturas.
La palabra
"Fueg6" quiere hacer recalcar el aspecto de total purificación del
alma de todos los pecados con el bautismo de Jesús. Malaquías nos habla del
fuego purificador de Dios: "El será como un fuego purificador...Y ha de
sentarse como para derretir y limpiar la plata, y purificará a los hijos de
Leví, y los acrisolará como el oro y la plata." (Mal 3,2-3)
Los judíos
entendían más bien la purificación que había de traer el Mesías como la
purificación que había de destruir a los enemigos del pueblo judío, a los
paganos, a los que manchaban la ciudad santa de Jerusalén. Juan, sin embargo,
se refiere claramente a una purificación interior de todo pecado; purificación
que será obra del Espíritu Santo, acto previo a la entrega del don de su gracia,
de la filiación divina, de la misma inhabitación del Espíritu Santo en las
almas que reciban el Bautismo.
3) El Mesías es presentado también como juez
Juan y Lucas hacen
recalcar también la acción del Mesías como juez definitivo de todo hombre y de
toda conducta humana. Querían despertar en sus oyentes el santo temor de Dios,
que según la Escritura es principio de sabiduría y principio de conversión.
Antiguamente se
veía por los campos, en tiempo de la trilla, a los campesinos aventando la
parva en la era. Bieldo en mano van lanzando a lo alto porciones de mies
trillada para que el viento se lleve la paja, mientras el dorado grano
desciende limpio y va formando montones que son la alegría del campesino.
Pues esta bella
imagen es la que emplean los Evangelistas para hablarnos de la justicia que
hará el Mesías. Aquí, en lenguaje profético, los Evangelistas unen la primera
venida de Cristo con la segunda al final de los tiempos.
El Mesías tiene el
bieldo en la mano para aventar la parva y separar el trigo de la paja. La paja,
liviana, juguete del viento, son los malos; el buen trigo, denso y rico, son
los buenos. Ahora todo anda confundido, como parca acabada de trillar, pero
día llegará en que la justicia divina separe lo bueno de lo malo, como el trigo
de la paja, sin que sea posible la confusión. Lo que haya en el fondo de las
almas quedará patente, discriminado para siempre. Hecha la discriminación, el
Mesías recogerá el grano con solicitud amorosa, como labrador cuidadoso, en su
granero, que es el cielo, y arrojará la paja al fuego inextinguible. (Cfr. Parábola
del trigo y la cizaña, Mt 13,24-30; 36-43)
Se nos habla
claramente del profundo misterio de la posible condenación, que con tanta
amorosa insistencia recordará Jesús en su predicación.
Con este rasgo
queda completada la imagen del Mesías que nos dan los Evangelistas. En seguida,
después, una vez que Cristo haya sido bautizado, el Evangelista Juan nos
hablará de su divinidad y de su muerte expiatoria.
4) "En medio de vosotros está a quien no
conocéis"
Esta frase de
Juan, dirigida a los enviados de las autoridades de Jerusalén, encierra una
gran verdad valedera para todos los tiempos, y que en cierto sentido, podríamos
decir, nos descubre el drama de la humanidad desde que Cristo nació en Belén de
Judá.
Cristo nació en
Belén y ya desde ese momento es rechazado por quienes tenían más obligación de
aceptarlo y de reconocerlo como Mesías: Los maestros de la Ley y las
autoridades judías. Se presentará Cristo en su vida pública y la inmensa
mayoría de los judíos lo rechazará; y también serán los fariseos, los maestros
de la Ley, los sacerdotes, las autoridades judías, los que le llevarán a la
cruz.
Y, desde entonces hasta hoy, Jesucristo sigue siendo rechazado por la
gran mayoría de la humanidad, y entre esa gran mayoría se cuentan también todos
aquellos cristianos que lo tienen pospuesto a sus intereses, pasiones y vicios.
Y, sin embargo, el
hecho que anuncia el Bautista es la gran realidad de todos los tiempos:
"En medio de vosotros está." Cristo está al alcance de todos; Cristo
ha sido proclamado en casi todos los pueblos de la tierra; todo el que, quiera
puede hoy día conocer a Cristo, profundizar en ese conocimiento, y cuenta con la
gracia del Señor para llegar a una fe profunda y a un amor sincero hacia su
persona divina. Cristo está en medio de nosotros y seguirá estando en medio de
los hombres hasta el fin de los tiempos.
Y, sin embargo,
Cristo sigue siendo el gran desconocido. "Y no le conocéis" que nos
dice Juan. Pero la culpa es del hombre. De la misma manera que fue culpa de los
judíos no reconocer a Cristo y condenarlo a la muerte ignominiosa de la cruz,
así hoy día es culpa del hombre moderno, enraizado en sus pasiones y en
adoración de sus ídolos de placer, riqueza, poder, orgullo, el dar la espalda
a Cristo y prescindir de El totalmente en toda su vida. Cristo, su persona y su
mensaje, sigue siendo el personaje más odiado en la sociedad actual. La
sociedad actual no puede tolerar a Cristo; y si ahora no puede crucificarle a
El personalmente, le sigue crucificando en todos los hombres que son víctimas
del egoísmo y del odio humano.
Ser cristiano es
vivir la realidad opuesta a esta actitud de que nos habla Juan. Es vivir experimentando
la presencia continua de Cristo en nuestra vida, sintiendo que está en medio
de nosotros, es convivir con el Señor que dijo que estaría con nosotros hasta
el fin de los tiempos. (Mt 28,20). Y fruto de esa convivencia continua será
profundizar sin límites en el conocimiento del Hijo de Dios, Redentor/nuestro,
crecer sin medida en su amor, y afianzarnos cada día más en la firme voluntad
de seguirle hasta el día de nuestra muerte.
Que no tengamos
que oír en el juicio final la sentencia negativa: "Estuve en medio de ti,
contigo; pero tú no me conociste."
El tesoro más
grande en la vida es conocer a Cristo y experimentar su presencia continua en
nuestra vida. Y esta gracia la promete Cristo a quien la pide y desea con
sinceridad.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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