P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA
(Mayo 28 - Mayo 29)
B. SERMÓN DE LA MONTAÑA
28. - LAS
BIENAVENTURANZAS: 2ª PARTE
TEXTO
Mateo. 5,7-12
"Bienaventurados
los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados
los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que
buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados
los perseguidos por la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados
seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal
contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa
será grande en los cielos, que de la misma manera persiguieron a los profetas
anteriores a vosotros".
Lucas 6, 22-26
"Bienaventurados
seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y
proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos
ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo.
Porque de este modo trataron sus padres a los profetas. Pero ¡ay de vosotros,
los ricos! porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que
ahora estáis hartos! porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros los que reís ahora!
porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien
de vosotros, porque de ese modo trataron sus padres a los falsos profetas¡".
INTRODUCCIÓN
En el Evangelio de
San Mateo encontramos, otras cuatro bienaventuranzas pronunciadas por el
Señor. A excepción de la última, San Lucas las omite. En cambio añade lo que
llamamos "las maldiciones", tremendas imprecaciones contra los ricos
y poderosos. No será la única vez que el Señor tenga tan duras críticas y
amonestaciones de castigo a los ricos.
San Lucas ha
quedado impactado por las palabras del Señor que se refieren, de manera
especial, a esos "pobres de Yahvé", que veíamos en la meditación
anterior. Son pobres que viven una pobreza real, actual, sentida en su vida
ordinaria. Y son pobres que aceptan esa realidad con un corazón sumiso a Dios.
Son las tres primeras bienaventuranzas que explica Lucas. Y al mismo tiempo
recuerda las enseñanzas del Señor que se refieren al peligro que tienen los
ricos de condenarse. Estas maldiciones o "discursos de amenaza",
como las llaman otros autores, las pudo pronunciar Cristo en otra oportunidad.
Pero Lucas, las presenta al final de sus bienaventuranzas a los "pobres de
Yahvé". San Mateo, en cambio, hace de las bienaventuranzas de Cristo todo un
programa de santidad cristiana que abarca todos los aspectos principales de las
enseñanzas del Señor sobre el verdadero Reino de Dios, que será siempre opuesto
a todos los criterios y enseñanzas del mundo.
MEDITACIÓN
1) "Bienaventurados los misericordiosos"
Se trata, por
supuesto, de una misericordia eficiente y efectiva, no es una misericordia
meramente emotiva. (Cfr. 1 Jn 3, 16-18; Sant. 2, 14-17)
Se refiere,
primero y ante todo, a toda obra de caridad, espiritual y material, que realmente
ayude al prójimo a sobrellevar sus miserias, sus problemas y dificultades.
También entra en
la virtud de la misericordia la comprensión y el perdón al prójimo.
Una explicación
concreta de la misericordia la tenemos por parte del mismo Cristo en las
parábolas del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37) y del juicio final (Mt 25,
31-46).
El premio es
extraordinario y de enorme consolación y confianza para todo creyente. La
infinita misericordia del Señor, de la que tanto necesitamos, se volcará sobre
nosotros. Dios nos promete obrar con nosotros, no como merecen nuestros
pecados, sino de acuerdo a su infinita bondad y misericordia. Realmente,
felices aquellos que viven siempre protegidos por la misericordia del Señor.
Y es tanto lo que
el Señor agradece todo lo que hagamos en favor de sus hijos, que esa
benevolencia para con ellos será causa de entrar en la Casa del Padre (Mt 25,
31-46). Y la palabra de Dios llega a decirnos que "Si alguno de Uds. se
extravía lejos de la verdad y otro le hace volver de su mal camino, salvará su
alma de la muerte y se le perdonarán todos sus pecados" (Sant. 5, 19-20).
Generosísima promesa del Señor, de su misericordia: quien se esfuerza en salvar
un alma, tiene su propia salvación asegurada.
2) "Bienaventurados los limpios de
corazón"
Recordemos las
palabras del Señor en una discusión con los fariseos: "De dentro del
corazón salen las intenciones malas, los asesinatos, adulterios, fornicaciones,
robos, falsos testimonios, injurias. Eso es lo que hace impuro al hombre"
(Mt 15, 19-20).
Creo que estas palabras
del Señor explican el sentido de su bienaventuranza. Los limpios de corazón
son aquellos que no tienen ningún pensamiento o deseo que nazca de las pasiones
bajas del corazón del hombre; que no tengan ningún afecto desordenado. Un
corazón con una radical pureza de intención. Como aconsejaba San Pablo:
"Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo"
(Filip.2, 5)
Los fariseos daban
importancia a los hechos, a las obras; pero no consideraban pecado lo que
solamente quedaba en el interior del hombre, en su corazón, si no se manifestaba
en alguna obra mala. Cristo cambia una ley externa, meramente dirigida a
regular los actos externos, por una ley que llega a lo más profundo del hombre,
a su corazón.
Es la interioridad
de la ley de Cristo. Las obras nacen de dentro del corazón humano; por eso,
Cristo exige la pureza total de ese corazón.
Y para esa pureza
es totalmente necesario que en ese corazón viva Cristo, y que ese corazón haya
asimilado las enseñanzas del Señor. De aquí, que la vida de oración, de trato
con el Señor, de meditación de su Evangelio, sea el medio mejor para conseguir
la limpieza, la pureza de corazón, que trae consigo la bienaventuranza de que
habla Cristo.
¿Cuál es el premio
que el Señor concede a los limpios de corazón? "Ellos verán a Dios".
Y este ver a Dios debemos entenderlo en sus dos tiempos, acá en la tierra y
después en el cielo.
Ver a Dios en la
tierra es tener el don de ciencia y de sabiduría para gustar y saborear las
cosas de Dios y poder disfrutar de su trato íntimo, de su unión constante, aún
en el tiempo de nuestro peregrinaje. La perfección total de ese "ver a
Dios" se dará en la visión beatífica que gozan todos los bienaventurados
en el cielo.
3) "Bienaventurados los pacíficos".
Cristo es llamado
el Príncipe de la Paz, y en su nacimiento, el canto angélico a los pastores
prometía la paz a los hombres de buena voluntad. Al final de su vida, en el
Sermón de la Ultima Cena, el Señor regalará el don de su paz a los apóstoles; y
una vez resucitado, el saludo ordinario en sus apariciones era "la paz con
vosotros". Y hoy día "La paz sea con vosotros" es el saludo
litúrgico de la iglesia en toda Eucaristía que celebramos.
Para conseguir
esta paz vino Cristo a la tierra. En su cruz, reconciliándonos con su padre,
trajo la paz divina a todos los hombres entre sí, donde ya no puede haber
discriminación alguna. Todos formamos una misma unidad en Cristo Jesús.
"Bienaventurados
los pacíficos" son aquellos que de una manera activa se esfuerzan, en
primer lugar, por vivir ellos esa paz y reconciliación con Dios, y una paz y
armonía con todos los hombres. Pero aquí la palabra "pacíficos" puede
y debe interpretarse también en el sentido de aquellos que trabajan porque
exista esa paz en el mundo. Los que trabajan para que los hombres se
reconcilien con Dios, y los que trabajan para quitar todo odio, toda violencia,
toda agresividad y todo sentimiento de hostilidad entre los hombres. Los que
trabajen porque la verdadera paz, basada en la justicia, solidaridad, libertad
y respeto de todos los derechos humanos, reine en este mundo.
El premio:
"Serán llamados hijos de Dios". Ellos poseerán de una manera muy
especial la realidad de la filiación divina y sentirán y experimentarán esa
filiación, que es el mayor tesoro que puede tener la persona humana.
"Serán
llamados" no quiere decir, de ninguna manera, que es un título externo que
se les concede. Recordemos la frase de Juan: "Ved qué amor nos ha mostrado
el Padre: que seamos llamados hijos de Dios y realmente lo somos" (1 Jn 3,1).
No es título externo, es la realidad más interior de nuestra alma con la
comunicación del Espíritu Santo que nos hace participar, en verdad, de la
filiación divina. La experiencia y la alegría de esa filiación es el premio
concedido a los pacíficos. Y esa filiación tendrá su total y pleno desarrollo
en la gloria eterna.
4) "Bienaventurados los que sufren
persecución por la justicia... por mi causa".
No se trata de la
"justicia" en abstracto, Se especifica diciendo "por causa
mía" o "por causa del Hijo del hombre".
Se trata de ser
perseguido, calumniado, e incluso, apresado, azotado, y martirizado, por causa
de Jesús. Por seguir su doctrina por confesarle a El delante del mundo. Por no
claudicar de nuestra fe bajo ninguna circunstancia, aunque sea la amenaza de la
muerte.
Y esta persecución
y este martirio es lo que Cristo profetizó a sus apóstoles en muchas
ocasiones. Y la historia nos habla del martirio de los apóstoles de Cristo y
de las terribles persecuciones y martirios en los primeros siglos de la
Iglesia.
Pero esa situación
no fue cosa específica de los primeros tiempos del Cristianismo, sino que ha
sido privilegio de la Iglesia y de los Cristianos de todos los tiempos, hasta
el día de hoy.
Y no se trata
solamente de esa persecución abierta y sangrienta que persevera hasta el fin
de los tiempos, porque así lo anunció Cristo; sino que se manifiesta de mil
maneras, con multitud de discriminaciones, con desprecios y burlas, con
calumnias y toda clase de críticas.
El cristiano debe
saber que si realmente es buen cristiano y es testigo público del Señor y de
su doctrina, de una manera o de otra, tendrá que sufrir alguna clase de
persecución. Pero esta persecución debería ser un título de gloria, y causa de
una gran alegría interior. Así lo vivieron los apóstoles. De ellos se nos dice
que "Después de haber sido azotados y juzgados, salieron muy gozosos por
haber sido considerados dignos de sufrir por el nombre de Jesús." (Hech.
5, 40-41)
"Su
recompensa será grande". Evidentemente, el Señor no se deja ganar en
generosidad, y aquél que ha sabido sufrir por Cristo, por defenderle a él y su
causa, ese recibirá premios extraordinarios de infinito valor, que nosotros no
podemos ahora ni barruntar. Lo que sí tenemos que afirmar es que el martirio, el
morir por Cristo, se ha considerado siempre en la Iglesia como un privilegio,
un regalo de Dios, un gran don de su amor.
5) Las maldiciones
La mejor manera de interpretar las tres
primeras maldiciones es leer lo que el Señor dijo a los "malos" en el
juicio final (Mt 25, 41- 43) y leer la parábola del rico y el pobre de Lázaro.
(Lc 16, 19-31)
No se trata de un ataque absoluto dirigido a
todos los ricos. Es una clara condena a todos aquellos que apegados a sus
riquezas, viven para ellas las usan y disfrutan de ellas egoístamente, y de
ordinario cometiendo injusticias, y se refiere también a aquellos que hallan
su dios en los placeres, y en la satisfacción de todos los instintos, con
precisión de todo lo que es caridad, falta de solidaridad para ayudar a los que
necesitan. Ciertamente de ellos no es el Reino de Dios y están destinados a la
condenación. Tremendas palabras de Cristo Juez que el hombre de nuestra
sociedad no quiere escuchar.
En cuanto a la
cuarta maldición: Cuando hablen bien de ustedes..." se refiere a aquellos
que son alabados y exaltados por los del mundo, por los que siguen los
criterios del mundo. No se trata de la alabanza o el bien hablar de otra
persona; sino de una alabanza y de un bien hablar que se funda en la manera de
proceder de los hombres mundanos, de las personas dadas a sus placeres y a sus
vicios. Ciertamente si es el mundo, los hombres del mundo, los que alaban y
hablan bien de otros, es señal de que esos otros siguen sus criterios. Si
seguimos el Evangelio y vamos contra el espíritu del mundo, ciertamente el mundo
no nos alabará y nos odiará, como lo profetizó Cristo (Cfr. Jn 15, 18-19; 1 Jn 3,19;
Jn 7,7).
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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