137. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Debate sobre Jesús en el Consejo Supremo

 


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


V. JESÚS EN JERUSALÉN

(Fines de Septiembre - comienzos de Octubre, año 29)

LA FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS

137.- DEBATE SOBRE JESÚS EN EL CONSEJO SUPREMO

TEXTO

Juan 7,44-53

Algunos de ellos querían detenerle, pero nadie le echó mano. Los guardias volvieron donde los sumos sacerdotes y los fariseos. Estos les dijeron: “¿Por qué no le habéis traído?” Respondieron los guardias: "Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre." Los fariseos les respondieron: “¿Vosotros también os habéis dejado embaucar? ¿Acaso ha creído en él algún magistrado o algún fariseo? Pero esa gente que no conoce la Ley son unos malditos." Les dice Nicodemo, que era uno de ellos, el que había anteriormente donde Jesús: "¿Acaso nuestra Ley condena a un hombre haberle antes oído y sin saber lo que hace?" Ellos le replicaron: ¿también tú eres de Galilea? Indaga y verás que de Galilea no sale nin­gún profeta." Y se volvieron cada uno a su casa.


INTRODUCCIÓN

Los sumos sacerdotes y los fariseos se habían reunido en consejo esperando que los guardias del Templo trajesen preso al Señor para juzgarlo y condenarlo. Como esta autoridad de juzgar y condenar la tenía solamente el Sanedrín, se deduce que la reunión de sumos sacerdotes y fariseos se ere a una sesión de ese consejo supremo.

Cólera e indignación produjo en los miembros de ese consejo la llegada de los guardias del Templo sin traer preso al Señor. Y la razón que dieron toda­vía incrementó más su indignación. No es que no hubieran podido dete­nerle, sino que los guardias mismos quedaron entusiasmados con las enseñanzas que Cristo impartía, y consideraron una tremenda injusticia el prenderle. La soberbia de los fariseos se sintió herida y reaccionan con total desprecio hacia los guardias llamándoles malditos. Ellos, que eran ig­norantes querían dar lecciones a los maestros de la Ley.

Los sumos sacerdotes y fariseos siguen deliberando, y parece como si quisieran condenar a Jesús, estando él ausente. Por eso, interviene Nicodemo, escriba y miembro importante del Sanedrín; Nicodemo había mostrado gran estima del Señor y había acudido a él en una visita privada para reci­bir sus enseñanzas (Cfr. Medit. 12), pero había realizado esta visita de noche, por temor a la reacción que podía suscitar contra él de parte de sus colegas. Ahora, no tiene la valentía para defender a Jesús, pero, por lo me­nos, intenta evitar que el Consejo tome alguna decisión contra Jesús. Les hace ver que es en contra de la Ley juzgar a una persona sin escucharle previamente, y sin examinar bien las obras que hace. Y consiguió su inten­to: la reunión del consejo supremo se disolvió, y cada uno de los que parti­cipaban en él, se retiró a su casa.


MEDITACIÓN

1) Actitud de los guardias del templo

Debían de ser los guardias del Templo gente con alma sencilla, sin las pa­siones de los escribas y fariseos, e inmediatamente quedaron entusiasma­dos con las enseñanzas de Cristo. Iban a prenderle por orden de las autori­dades judías, pero no temen desafiar a esas mismas autoridades y no cum­plir el mandato que les habían dado. Sabían las consecuencias que podía traer esa desobediencia, pero prefirieron sufrir esas consecuencias a come­ter la injusticia de detener a Jesús. Era Jesús el Maestro más grande que había aparecido en Israel: 'Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre."

Dos enseñanzas nos dan estos guardias del Templo. Su capacidad para en­tusiasmarse con la persona de Cristo y con sus enseñanzas. Y su valentía en defender a Cristo ante sus enemigos.

Mucho de este entusiasmo necesita hoy en día el pueblo cristiano. La ma­yoría de los cristianos, desde la infancia, están ya acostumbrados a oír ha­blar de Cristo y conocen los principales hechos de su vida y de su doctrina. Cristo y su doctrina han perdido novedad y no suscita el entusiasmo y la ad­miración que debiera suscitar. Hay verdadera culpa moral en esa falta de entusiasmo. Es no saber valorar el infinito tesoro que tenemos en Cristo, en quien y sólo en él, tenemos la salvación; y es una falta de interés por conocer más profundamente al Señor, persona divina y ejemplo perfecto de caridad y de todas las virtudes humanas y sobrenaturales. Es una gran faltó de gratitud para con el Señor que nos redimió mediante su sacrificio en la cruz. De la misma manera, su doctrina, la más perfecta que pueda existir y que ilumina todos los problemas de la vida humana, es conocida muy superficialmente. Quien profundiza en el Evangelio, en la doctrina de Cristo, cada vez descubre nuevas maravillas y encuentra en ella siempre novedad; nunca el cristiano debería cansarse de leer y meditar el Evange­lio con profunda admiración y gran entusiasmo.

2) Actitud de las autoridades judías

Se manifiesta una vez más el odio que muestran hacia Jesús y que llega hasta estar decididos a condenarle y matarle. Su soberbia, sus muchas hi­pocresías, su vida apartada de la verdadera fe y de la recta moral, impe­dían que pudieran reconocer al Señor; más aún, el Señor era para ellos una persona que dificultaba sus intereses y que ponía de manifiesto su maldad. Tenían que eliminarlo.

Ellos son los representantes de todos aquellos que a través de la historia han luchado contra Cristo, han querido eliminarlo de la sociedad y del co­razón de todos los que creían en él. El rechazo de Cristo por parte de los judíos fue la causa de su destrucción. Y los que han luchado contra Cristo en todos los tiempos también han fracasado, y, si no se han arrepentido an­tes de su muerte, habrán recibido el castigo de la condenación.

Después de tantas persecuciones contra Cristo, su Iglesia y sus discípulos, el mundo no estima ni recuerda a los perseguidores; pero sin embargo Cristo sigue siendo el centro de la historia de la humanidad, y lo seguirá siendo hasta el final de los tiempos.

3) Actitud de Nicodemo

En cierto sentido muestra una actitud valiente en cuanto intenta evitar el juicio ilegal contra Jesús. Pero es cobarde en cuanto no manifiesta la admi­ración que él, sin duda, sentía por Jesús. La Pasión y Muerte de Cristo le darán más fortaleza, y entonces no tendrá miedo a manifestarse en favor de Cristo, al acudir a su sepultura y mostrar todo su respeto por el Señor.

(Cfr. Jn 19,39-40)

También la actitud de Nicodemo en este episodio representa la actitud de muchos cristianos que se avergüenzan de confesar su fe públicamente en ambientes hostiles al Señor. No nos olvidemos de las palabras de Cristo: "Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando ven­ga en la gloria de su Padre con los santos ángeles." (Mc 8, 38)



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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