P. Mark Link, jesuita.
¿Cómo experimentas a Dios?
“Yo sé de un cristiano que hace catorce años fue arrebatado hasta el tercer cielo; con su cuerpo, o sin su cuerpo, ¿qué se yo? Dios lo sabe. Lo cierto es que ese hombre fue arrebatado al paraíso y oyó palabras arcanas que un hombre no es capaz de repetir”
2 Corintios 12,2-4
Uno de los astronautas que fueron a la luna en el Apolo 15, J. Irwin, cambió
para siempre después de ese famoso viaje del año 1971. El piloto del módulo
lunar escribió en su libro “Para gobernar la luna”:
Me gustaría ser un escritor o un
poeta para poder transmitir adecuadamente el sentimiento de este vuelo que ha
sido toda una revelación para mí. El efecto esencial ha sido profundizar y
fortalecer todas las ideas religiosas que tenía. Ha vuelto a nacer mi fe. En la
luna, la imagen del poder de Dios y de su hijo Jesús se me hizo extremadamente
clara.
La experiencia del astronauta no es ajena a todos nosotros. Existe un tiempo en el que debemos superar la imagen de un Dios que está tan arriba, en las alturas, para hacer que ingrese en nuestra vida cotidiana. Es entonces cuando descubrimos a Dios como alguien que está cerca de nosotros, más cerca que nuestro propio aliento. Experimentamos a Dios como alguien que nos conoce mejor de lo que podíamos haber imaginado y que nos ama profundamente. Por eso la oración que harás esta semana será:
Señor, ayúdame a descubrir lo profundamente que me conoces y me amas.
Ahora que has meditado algunas semanas, ya no tienes dudas de que a veces,
al meditar, tu mente y tu corazón se distraen: ¿Qué debes hacer cuando esto
pase? San Francisco de Asís nos da su respuesta:
Lleva tu corazón de nuevo a casa,
devuélvelo a su lugar de origen. Si no hiciste nada más que eso mientras rezabas,
tu tiempo de oración ha sido bien empleado.
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