141. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Libertad que ofrece Jesús y esclavitud de los judíos

 


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


V. JESÚS EN JERUSALÉN

(Fines de Septiembre - comienzos de Octubre, año 29)

LA FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS

141.- LIBERTAD QUE OFRECE JESÚS Y ESCLAVITUD DE LOS JUDIOS

TEXTOS

Juan 8,31-36

Decía Jesús a los judíos que habían creído en él:

"Si os mantenéis fieles a mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres." Ellos le respondieron: "Nosotros somos raza de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: "os haréis libres?" Jesús les respondió: "En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo. Y el esclavo no se queda en casa para siempre, mientras el hijo se queda para siempre. Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres."


INTRODUCCIÓN

Al final del pasaje anterior se decía: "Al hablar así, muchos creyeron en él.

Jesús ahora se dirige especialmente a estos judíos que habían mostrado una actitud de acogida y de fe en su persona. Pero quiere aclararles en qué consiste ser verdaderamente discípulo suyo. No basta solamente con creer en él, sino que es necesario cumplir con sus enseñanzas.


MEDITACIÓN

1) "Si os mantenéis fieles a mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos."

La fe en Cristo que salva, no es la mera fe intelectual que puede reconocer que Cristo es el Mesías y el Hijo de Dios, sino que es una fe que ha de manifestarse en obras, es decir, en el cumplimiento de su voluntad mani­festada en todas sus enseñanzas.

Es tan importante esta enseñanza, que el Señor la repetirá varias veces se­guidas en el sermón de la Ultima Cena:

"Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos." (Jn 14,15) "El que conoce mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama." (Jn 14,21) "Si alguien me ama, guardará mis palabras." (Jn 14,23)

"Si guardan mis palabras, permanecerán en mi amor." (Jn 15,10)

Y es lo mismo que ya anteriormente había enseñado en el Sermón del Monte: "No todo el que me diga: "Señor, Señor", entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre Celestial" (Mt 7,21) La voluntad del Padre se identifica con el cumplimiento de las enseñanzas de Cristo.

2) "Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres"

La verdad de que habla Cristo, es la verdad de su persona y la verdad de su doctrina; y, como acabamos de aclarar en el párrafo anterior, es una verdad que ha de hacerse vida en el quehacer cotidiano de cada día; hay que vivir esa verdad a través de toda la existencia cristiana.

"Conocer la-verdad" no tiene el sentido ordinario que nosotros damos a la palabra "conocer"; tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Tes­tamento, conocer significa muchas veces "experimentar", "tener vivencia de"; por tanto, lo que Cristo quiere decirnos es que el que tenga experien­cia de su verdad, de su doctrina, el que realice esa verdad en su conducta y en sus obras, experimentará también la verdadera libertad.

¿Qué entiende el Señor por "libertad"? Es clarísimo que no se trata de una libertad de tipo social o político; ni tampoco de una libertad por la que po­damos hacer cuanto nos venga en gana. La libertad ha sido dada por Dios para que el hombre se realice plenamente como hombre y como hijo de Dios y consiga la vida eterna. La libertad, pues, de que nos habla Cristo, es esa libertad por la que el hombre consigue realizarse plenamente en su dimensión humana y divina. Y lo que impide esa realización es el pecado; la libertad que promete Cristo es la liberación del pecado, y esa liberación llevará también, según la misma enseñanza de Cristo en otros lugares, a la liberación del demonio y de la misma muerte. Liberación plena del hom­bre, que le hará entrar para siempre en la casa del Padre.

3) "El que comete pecado es un esclavo"

Los escribas y fariseos debieron sentir una gran indignación al oír de Cris­to que él era el único que daba la libertad verdadera; era decirles a ellos que no eran libres, sino esclavos. Ellos se consideraban que, por pertene­cer a la raza de Abraham, al pueblo escogido, gozaban de una libertad que no tenían los paganos; como hijos de Abraham, aunque estuviesen someti­dos políticamente a la dominación romana, su dignidad era la de hombres libres y no sufrían la ignominia de la esclavitud.

La respuesta que les da el Señor confirma la interpretación que hemos dado del sentido que Cristo daba a la palabra "libertad". Aunque pertene­ciesen al pueblo escogido, por vivir en pecado y no querer recibir al envia­do del Padre, eran en verdad esclavos del pecado. Tenían la esclavitud más cruel, la esclavitud del pecado que les hacía al mismo tiempo esclavos del demonio y esclavos de la muerte. No eran, pues, hijos de Dios, que fuesen a heredar las promesas de Dios. Como esclavos serían arrojados de la casa del Padre; sólo los hijos gozarían de todas las promesas de Dios.

Terrible esclavitud la del pecado y dichosa libertad de los hijos de Dios. Y esa nueva vida de hijos de Dios solamente la traía Cristo para aquellos que le aceptasen, creyesen en él, y se esforzasen por cumplir sus enseñanzas.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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