P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
V. JESÚS EN JERUSALÉN
(Fines de Septiembre - comienzos de Octubre, año 29)
LA FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS
138.- JESÚS PERDONA A
LA MUJER ADÚLTERA
TEXTO
Juan 8,1-11
Jesús fue al Monte
de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el
pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. Los escribas y
fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le
dicen: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés
nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?" Esto lo
decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús inclinándose, se
puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle,
se incorporó y les dijo: "Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le
arroje la primera piedra." E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.
Al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más
viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que estaba delante. Incorporándose
Jesús le dijo: "Mujer, ¿Dónde están? ¿Nadie te ha condenado?" Ella
respondió: "Nadie, Señor." Jesús le dijo: "Tampoco yo te
condeno. Vete, y en adelante no peques más."
INTRODUCCIÓN
Se nos habla de
que Jesús se retiraba al Monte de los Olivos después del trabajo apostólico de
cada día en el Templo. Conocemos la costumbre del Señor de retirarse a orar por
las noches a solas con su Padre. Iría con sus apóstoles y pasarían la noche
bajo alguna tienda, o quizá en alguna de las cuevas que había en el monte.
Muy temprano, de
madrugada, el Señor vuelve al Templo. La Fiesta de los Tabernáculos propiamente
duraba siete días, pero se consideraba el día octavo como una especie de
prolongación de la fiesta y donde se tenía una asamblea (Lev 23,36) que se
consideraba como la clausura de la fiesta.
La escena en que
Cristo habla de sí como manantial de agua viva, que consideramos en la
meditación 136, tuvo lugar el último día de la fiesta, es decir, el día
séptimo. Por lo tanto, la escena de la mujer adúltera sucedió al día siguiente,
en el día octavo, como se nos indica.
Los escribas y
fariseos siguen en su afán de tentar al Señor con preguntas comprometedoras,
para poder tener mayor ocasión de acusarle por sus respuestas. En este caso le presentan
una mujer sorprendida en adulterio.
Según la ley tenía
que ser lapidada hasta morir. Si el Señor decía que se cumpliese con la ley, el
pueblo entero que le estaba escuchando quedaría defraudado ante la dureza de la
sentencia de Cristo; pero si decía que no, podía ser acusado de quebrantar la
ley. Cualquier respuesta que diese iba en contra suya.
Meditemos profundamente la actitud de Señor y
su respuesta.
MEDITACIÓN
El Señor, ante la
pregunta insidiosa de los escribas y fariseos, muestra indiferencia y no responde
por el momento; estaría sentado en un cojín o en un pequeño taburete, se
inclina hacia el suelo y se pone a escribir en la tierra. No sabemos lo que el
Señor escribía en la tierra, pero lo más probable es que no escribiese ninguna
frase o sentencia, sino ciertos signos sin especial sentido. Era una manera de
expresar su indiferencia ante la pregunta que se le hacía y dar a entender que
se había dado cuenta de la malicia con que se le hacía. Pero ante la insistencia
de los escribas y fariseos responde con sabiduría divina convirtiendo a
aquellos acusadores en acusados: "Aquel de vosotros que esté libre de
pecado, que tire la primera piedra.
Aquellos escribas
y fariseos quedaron humillados delante de la multitud que rodeaba al Señor. Jamás
esperaron ellos tal respuesta que los ponía al descubierto delante de todos. Su
perversa intención se transformó para ellos en causa de desprecio por parte de
la gente. La gente manifestaría su agrado ante la respuesta del Señor y los
acusados se vieron obligados a retirarse "uno tras otro, comenzando por
los más viejos"
El Señor, con su
respuesta, nos enseña una verdad que hasta hoy día es prácticamente
desconocida. La ley judía condena el adulterio sólo a las mujeres. El señor da
a entender que igual pecado es el que comete la mujer que el hombre en el
adulterio; ellos, los escribas y fariseos, eran muy celosos de que se cumpliesen
las leyes más drásticas contra las mujeres, mientras eran muy tolerantes con
los pecados de los hombres. Jesús les dice que sería una contradicción que
ellos, llenos de pecados, condenasen a esta mujer a morir lapidada. A los ojos
de Dios la misma gravedad tiene el pecado de adulterio en la mujer que en el
hombre; pero esta verdad tampoco es reconocida en el día de hoy, y la sociedad
sigue mostrando una gran tolerancia con los pecados de los hombres, y es
intolerante con los pecados de la mujer.
Retirados los acusadores, se encuentran cara a
cara el Señor y la mujer adúltera que estaría avergonzada, humillada, y llena
de temor ante la condena que le hacían los maestros de la ley. Como dice San
Agustín, se da un encuentro entre la Misericordia y la Miseria. Jesucristo
condenará el pecado, odia todo pecado; pero ama al pecador. Esa mujer estaría
arrepentida de lo que había hecho, y el Señor, con infinita misericordia, le
dice: "¿Nadie te ha condenado?... Tampoco yo te condeno; vete, y no peques
más." Perdón total y lleno de generosidad que inundaría de paz y de
consuelo el corazón de aquella pobre pecadora. Pero al mismo tiempo Cristo expresa
la condena de su pecado y le ruega que no vuelva a pecar más.
Jesucristo, el
santo, el justo, no condena al pecador. El ha venido a buscar a los pecadores y
traerles el perdón y la redención. En cambio los pecadores sí condenaban a aquella
mujer. Hipocresía y maldad en sus corazones. Aprendamos de la misericordia de
Dios a amar sinceramente al pecador; no se trata de condescender con el pecado,
pero sí de tratar por todos los medios que el pecador se arrepienta y vuelva a
Dios, y siendo también plenamente conscientes que nosotros somos pecadores y
necesitamos continuamente de la misericordia del Señor.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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