128. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Oración en común


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


IV. JESÚS REGRESA A GALILEA Y MARCHA A TIERRAS DE PAGANOS PASA DE NUEVO POR GALILEA

PASA DE NUEVO POR GALILEA

(Junio - Setiembre, año 29)


128.- ORACIÓN EN COMÚN

TEXTO

Mateo 18,19-20

"Yo os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos."

INTRODUCCIÓN

Mateo en este capítulo 18 que estamos meditando nos transmite las ense­ñanzas del Señor a sus apóstoles; y todas estas enseñanzas se refieren de manera especial a diversos aspectos de lo que debe ser la vida de la Igle­sia, es decir, la vida de la comunidad cristiana. Cristo les ha enseñado que en esa comunidad los primeros son aquellos que mejor sirven a sus herma­nos; la humildad y el servicio sacrificado a los demás debe ser lo principal en toda comunidad eclesial; el Señor ha enseñado también la actitud que se debe tener ante los escándalos y que él sabe sobrevendrán dentro de las comunidades; y finalmente ha tratado el tema de la corrección fraterna. Ahora el Señor va a transmitir a sus apóstoles una enseñanza de gran con­suelo para todos los cristianos, y en esta enseñanza se manifestará el valor extraordi­na­rio que tiene la unión de caridad entre los hermanos y la ora­ción en común hecha en espíritu de fraternidad.

MEDITACIÓN

1) La oración en común

El Señor nos dice que si dos de sus discípulos se ponen de acuerdo, es de­cir, viven en caridad y armonía se unen para hacer sus peticiones a Dios comunitariamente, esa oración tiene una eficacia muy especial, será siem­pre muy escuchada por su Padre Dios y se les concederá lo que piden.

Conociendo las enseñanzas de Cristo sobre la oración, comprendemos que esa oración en común, es una oración hecha con profunda fe y humildad y con gran confianza; y se entiende también que lo que se pide al Señor no nace del egoísmo, sino del deseo de agradarle a él y de recibir de su mise­ricordia la bondad, las gracias y beneficios que necesitamos para bien de nuestra alma y de nuestro cuerpo.

Lo que el Señor quiere indicarnos es que hay una especial eficacia en la oración hecha en común en un espíritu de verdadera unión y caridad fraterna. Siguiendo esta doctrina del Señor la Iglesia siempre ha dado una importancia muy grande a las plegarias comunitarias y exhorta a ellas, so­bre todo, en circunstancias adversas y difíciles para la Iglesia en general, o para grupos o comunidades de fieles en particular.

2) "En mi nombre"

El Señor hace después una gran promesa. Si sus discípulos se reúnen "en su nombre", les promete que él estará en medio de ellos. Tanto en el Anti­guo Testamento como en el Nuevo, cuando se dice que Dios está con su pueblo o cuando Cristo dice a sus discípulos que estará con ellos hasta el final de los tiempos (Cfr. Mt 28, 20), significa siempre una presencia es­pecial, llena de misericordia y de bondad, para consolar, ayudar, fortalecer; es una presencia dinámica y eficaz para bien de los que gozan de esa presencia.

El Señor promete aquí esta presencia suya a todos los que se reúnan, "en su nombre".

¿Qué significa reunirse "en nombre del Señor"?

El motivo de la reunión es el mismo Cristo. Cristo es el que, por así decir, los convoca a formar un grupo comunitario y él es el que realiza esa unión entre sus discípulos. Y el reunirse "en nombre del Señor" será siempre con la finalidad de conocer más a Cristo y "sus enseñanzas, de considerar a la luz de Cristo los diferentes proble­mas o las necesidades que sienten, de manera que se encuentre una solución siempre de acuerdo con la doctrina del Evangelio; será reunirse para buscar también caminos de apostolado y ver la manera como se puede trabajar más y más por los intereses del Se­ñor. Y por supuesto, se sobreentiende, que los así reunidos viven en ver­dadera y sincera unión de caridad fraterna.

Cuando los miembros de un mismo grupo o comunidad cristiana se re­únen así "en nombre del Señor", deben tener una fe y confianza muy gran­des, convencidos de que el Señor les iluminará para tomar las decisiones más convenientes y les dará la fortaleza para ponerlas en ejecución. El Se­ñor está "en medio de ellos" y no pueden dudar de su presencia divina y de todos los beneficios que trae consigo esa presencia.

Queremos hacer aquí una aplicación concreta a la familia cristiana, llamada en el Concilio Vaticano II "Iglesia doméstica". La familia cristiana forma una verdadera comunidad cristiana. Si toda familia cristiana cumpliese con estas enseñanzas del Señor, sería una familia que recibiría innumerables gracias y beneficios del Señor. Si los miembros de la familia, padres e hi­jos, se reuniesen para orar en común al Señor y reunidos en nombre del Se­ñor hicieran discernimiento sobre todos los problemas del hogar, encontra­rían solución para todas las dificultades y problemas que pudieran tener.

Esta enseñanza nos la recuerda Juan Pablo II en su Exhorta­ción "Familiaris Consortio":

"La plegaria familiar tiene características propias. Es una oración hecha en común, marido y mujer juntos, padres e hijos juntos... A los miembros de la familia cristiana pueden aplicarse de modo particular las palabras con las cuales el Señor Jesús promete su presencia; Os digo en verdad que si dos de vosotros conviniereis sobre la tierra en pedir cualquier cosa, os lo otorgará mi Padre que está en los cielos. Porque donde dos o tres están congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos." (n. 59)



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.





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