207. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - El óbolo de la viuda


 

P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


IX. JESÚS SUBE A JERUSALÉN PARA LA FIESTA DE LA PASCUA

DESDE LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN HASTA LA ÚLTIMA CENA 

(Fines de Marzo - Primeros de Abril, año 30)


JESÚS ENTRA EN EL TEMPLO DE JERUSALÉN

207.- EL ÓBOLO DE LA VIUDA

TEXTOS

Marcos 12,41-44

Jesús se sentó frente al arca del tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro: Muchos ricos echaban mucho.
Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: "Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de lo que les sobraba; ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir."

Lucas 21,1-4

Alzando la mirada, vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una pobre viuda que echaba allí dos monedi­tas, y dijo: "De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobra­ba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir."


INTRODUCCIÓN

Terminaba ya la actividad apostólica de Jesús el Martes Santo. Había sido un día de muchos encuentros con los escribas, fariseos, saduceos y herodanos, todos ellos adversarios suyos. Al final de ese día, Jesús pro­nunciaba su discurso de anatema contra los escribas y fariseos y, con do­lor de su corazón, profetizaba el castigo que vendría sobre Jerusalén y todo el pueblo judío. Antes de retirarse del Templo, Lucas y Marcos nos narran que presenció la escena de la viuda pobre que echando su limosna en el arca del Tesoro. Es muy probable que saliendo, Jesús pasase por el atrio de mujeres donde se encontraba el "gazofilacio", lugar destinado para recibir las ofrendas y limosnas de la gente. Al pasar por allí, Jesús se detuvo contemplando cómo algunos ricos echaban sus limosnas, que eran recibidas por los sacerdotes y levitas del Templo. Había la costum­bre de proclamar la cantidad que se había donado, cuando ésta era una suma apreciable. Con frecuencia hacían estas donaciones los ricos con espíritu de ostentación, buscando la alabanza humana.

Conocemos que ésta era también la costumbre de los escribas y fariseos costumbre que el Señor reprende en el Sermón del Monte. (Cfr. Mt 6, 1­4). Jesús, al contemplar la limosna que echaba una pobre viuda, se emo­cionó por la generosidad de esa mujer y quiso dar a sus discípulos, y en ellos a todos nosotros, una lección sobre el espíritu con que se ha de dar la limosna.

MEDITACIÓN

Jesús condenó siempre la limosna dada con espíritu de vanidad y osten­tación y deseando la alabanza de los hombres. Esa limosna no es del agrado del Señor y no recibirán los donantes ninguna recompensa, pues "ya recibieron su recompensa" aquí en la tierra (Mt 6,1).

Pero hay algo mucho más profundo en la enseñanza de Cristo. El Señor tampoco considera meritoria la limosna que se da de lo que a uno le so­bra. Aquellos ricos que depositaban sus buenas sumas de dinero en las arcas del Templo, daban de lo que les sobraba, lo que no suponía sacrifi­cio para ellos. El Señor, al comparar la conducta de aquellos ricos y la de la viuda pobre exclamó:

"En verdad, os digo que esa pobre mujer echó más que todos los que han echado en el gazofilacio: Porque todos echaron de lo que les sobraba, pero ésta de su pobreza echó cuanto tenía, todo el sustento de su vida."

La lección es clara: Lo que vale a los ojos de Dios no es lo que se da, sino el espíritu y sacrificio con que se da. Esa mujer ha conmovido el co­razón de Cristo, porque Cristo conoce que ha dado todo lo que tenía para su sustento de aquel día. La verdadera caridad y la verdadera limosna no es dar de lo que a nosotros nos sobre, sino dar aun aquello que necesita­mos, pero hay otras personas necesitan más. La Madre Teresa de Calcuta, premio Nobel de Paz, resume esta enseñanza diciendo: "Tene­mos que dar hasta que nos duela". Frase que en alguna ocasión ha repeti­do el Papa Juan Pablo II. La limosna hecha con este sacrificio y genero­sidad conmueve siempre el corazón de Cristo.



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Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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