203. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Cristo, hijo y señor de David

 


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


IX. JESÚS SUBE A JERUSALÉN PARA LA FIESTA DE LA PASCUA

DESDE LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN HASTA LA ÚLTIMA CENA 

(Fines de Marzo - Primeros de Abril, año 30)


JESÚS ENTRA EN EL TEMPLO DE JERUSALÉN

203.- CRISTO, HIJO Y SEÑOR DE DAVID

TEXTOS

Mateo 22,41-46

Estando reunidos los fariseos, les propuso Jesús esta cuestión: "¿Qué pensáis acerca de Cristo? ¿De quién es hijo?" Dícenle: "De David." Re­plicó: "¿Cómo David, movido por el Espíritu, le llama Señor cuando dice:
‘Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies'?
Si, pues, David le llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?" Nadie era capaz de contestarle nada; y desde ese día ninguno se atrevió ya a pre­guntarle más.

Marcos 12,35-37

Jesús, tomando la palabra, decía mientras enseñaba en el Templo: "¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? David mismo dijo, movido por el Espíritu Santo:
`Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies.'
El mismo David le llama Señor; ¿Cómo entonces puede ser hijo suyo?" La muchedumbre le oía con agrado.

Lucas 20,41-44

Les preguntó: "¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David? Porque Da­vid mismo dice en el libro de los Salmos:
`Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra
hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies.'
David, pues, le llama Señor; ¿Cómo entonces puede ser hijo suyo?"


INTRODUCCIÓN

El Señor advierte que sus adversarios no le proponen ya nuevas pregun­tas; no se atreven por temor a quedar de nuevo confundidos por la sabi­duría de sus respuestas. Y es ahora el Señor quien les hace una pregunta con el deseo de hacerlos reflexionar sobre la naturaleza del Mesías. Cris­to les manifiesta la naturaleza divina del Mesías e, implícitamente, les está confirmando su propia naturaleza divina. Una última oportunidad para que sus adversarios se conviertan y le reconozcan a él como el ver­dadero Mesías, Hijo del Padre.


MEDITACIÓN

Cristo lo que quiere enseñar a sus adversarios es que el mismo rey David reconocía al Mesías como un ser muy superior a sí mismo, a quien llama "su Señor", y dice de él que está sentado a la diestra de Dios.

Todos reconocían que el texto del Salmo profético de David-se refería al Mesías:

"Oráculo de Yahveh a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que yo haga de tus enemigos el estrado de tus pies. (Salmo 110, 1)"

Jesús cita el Salmo de David cambiando algo la primera parte.

En vez de decir: Oráculo de Yahveh a mi Señor, dice: "Dijo el Señor a mi Señor."

Jesús aplica la palabra "Señor" por igual a Dios y al Mesías. Y además dice que el Mesías se sentará a la diestra de Dios. Estar sentado a la dies­tra de Dios, significa que el Mesías participará de su mismo poder y dig­nidad.

Por lo tanto, Jesús está indicando que el Mesías, aunque en la carne fue­se hijo de David, como estaba anunciado en las Escrituras, era algo muy superior a un mero hombre. Siendo descendiente, hijo de David, éste le llama "mi Señor" y reconoce en él la suprema dignidad de estar sentado a la diestra de Dios. Si solamente fuera un mero descendiente suyo según la carne, no tendría sentido que David le llamase "mi Señor".

El Mesías sí era hijo de David; pero, principalmente, era. Hijo de Dios, enviado por el Padre para cumplir su misión redentora.

Acabada su misión volvería donde el Padre y se sentaría a su diestra, es decir, participaría de todo poder al igual que Dios, y sería Señor al que todas las gentes tendrían que adorar como adoraban a Dios.

Jesucristo se había declarado muchas veces Hijo de Dios, enviado del Padre; que desde toda la eternidad vivía junto a él; que él no era de aquí abajo sino de "arriba". Y también había declarado que tenía todo poder sobre la vida y la muerte, y que era el juez que habría de juzgar a todos los hombres al final de los tiempos. Había, pues, manifestado su natura­leza divina, igual al Padre.

De esto se habían escandalizado los escribas y fariseos y todos sus otros adversarios. Jesús les muestra ahora cómo el gran rey David ya había profetizado la naturaleza divina del Mesías.

Los Evangelistas al transmitirnos esta enseñanza de Jesús, la entienden como una nueva revelación del origen divino de Cristo.

Los Santos Padres han considerado que en este pasaje del salmo davídico se anuncia la divinidad de Cristo.


...


Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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