P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
Artículo 6º. Las Misiones de las divinas Personas
TESIS 19°. "De las Personas divinas que proceden se afirma verdadera y propiamente que son enviadas (Misiones divinas)."
Explicación
En teología trinitaria se dice: que cada persona divina realiza la obra común según la propiedad personal. Las misiones divinas son:
- del Padre al Hijo por medio de la Encarnación. Misterio de la Redención.
- del Padre y del Hijo el envío del Espíritu Santo (Pentecostés).Misterio de Santificación en el ámbito de la Iglesia.
- y del Espíritu Santo comunicar su Espíritu al alma de los fieles justos (bautizados). Inhabitación trinitaria.
En teología trinitaria "misiones divinas" recibe el nombre técnico por el que efectivamente las divinas Personas son enviadas de una manera especial a todas las almas de los fieles justos. También es conocido como "la inhabitación trinitaria en el alma del justo".
"Misión", esta palabra deriva del latín: "missus= enviado". El concepto de misión comprende dos elementos:
- 1° Cierta relación u orden del enviado al que le envía como su referencia de origen. Así el enviado se halla respecto al que le envía en situación de dependencia. En las Personas divinas, por su identidad sustancial, únicamente se puede tratar de una dependencia de origen.
- 2° Cierta ordenación del enviado respecto a fin de la misión. El fin de la misión es la presencia del enviado en un lugar determinado. En la misión de una Persona divina, dada la omnipresencia sustancial de Dios en el universo creado, sólo puede tratarse de algún "nuevo género de presencia".
Así pues, el concepto de misión incluye la "procesión eterna" y añade una nueva manera de presencia en el mundo creado:
- el Padre envía, pero no es enviado.
- el Hijo es enviado y envía.
- el Espíritu Santo es enviado pero no envía.
Teniendo en cuenta que la "misión" incluye en su concepto el origen o "procesión" de otro, se comprende muy bien no corresponda al Padre "ser enviado" (porque no procede de otro); sino solamente al Hijo (enviado por el Padre) y al Espíritu Santo (enviado por el Padre y el Hijo). Lo cual no quiere decir que donde esté el Hijo o el Espíritu Santo no esté también el Padre, ya que las tres divinas Personas son absolutamente inseparables (por la unidad de esencia y por la perijóresis),y por lo mismo, donde esté una cualquiera de ellas están necesariamente las otras dos.
Sagrada Escritura
1.- El envío del Padre al Hijo
Jn 3,17: "Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para condenar al mundo sino para que el mundo se salve por Él".
Jn 5,23: "... el que no honra al Hijo, no honra al Padre que le ha enviado".
Jn 6,57: " Lo mismo que me ha enviado el Padre que vive ..."
Gal 4,4: "Pero al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer ..."
2.- La misión del Espíritu Santo por el Padre
Jn 14,16 y 26: "Y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros para siempre". "Pero el Paráclito, que el Padre enviará en mi nombre os lo enseñará todo".
Gal 4,6: "Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama ¡ABBA!, Pater!.
3.- La misión del Espíritu Santo por el Hijo
Jn 15,26: "Cuando venga el Paráclito, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre y que yo os enviaré de junto al Padre, Él dará testimonio de mi".
Jn 16,7: "Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy os lo enviaré".
La misión no puede significar un distanciamiento espacial o espiritual de las divinas Personas, sino que significa "la auto-comunicación del Dios Trinitario". La auto-comunicación de Dios se realiza en modo de "misión". Dios se comunica con la criatura racional, el hombre, enviado a su Hijo para realizar la obra de la Redención, y al Espíritu Santo para la santificación. Según esto, la misión no tiene como consecuencia que la criatura tenga una relación más estrecha con la Persona enviada que con la Persona que envía. La "misión" alude únicamente al modo intradivino de su realización, es decir, el aspecto interno de la autocomunicación de Dios. Así podemos decir: el efecto formal de la "misión" es la "inhabitación" de Dios Trinitario en la criatura humana, que es común a las tres divinas Personas. Las tres están presentes con la misma intensidad en el hombre a quien Dios se comunica en forma de "misión".
Esto supuesto, veamos las clases de misión que puede haber: son dos, la misión visible y la misión invisible.
- Misión visible: La encarnación del Logos divino en las entrañas purísimas de María (llamada misión sustancial). También la misión del Espíritu santo bajo la forma de paloma (en el bautismo del Jordán), o las señales como lenguas de fuego en el día de Pentecostés por la efusión (o comunicación) del Espíritu Santo a los Apóstoles.
- Misión invisible: Tiene lugar cuando Dios confiere la gracia santificante, o gracia de justificación (bautismo) y tiene por finalidad la inhabitación de Dios en el alma del justo, es decir, del que está bautizado. Esta inhabitación es atribuida generalmente, al Espíritu Santo. 1Cor 3,16: "¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros?". 1Cor 6,19: "¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios y que no os pertenecéis?" Jn 14,23: "Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él".
A consecuencia de esta completa igualdad de las divinas Personas, la misión no implica naturalmente un mandato o deseo de la Persona divina que envía respecto a la Persona enviada, sino que la misión misma se basa en el decreto Trinitario y Uno de la voluntad de Dios. La misión no es menos libre para la Persona enviada que para la Persona que envía. El Padre envía al Hijo y al Espíritu Santo por libre decreto de su amor. A su vez, el Hijo y el Espíritu Santo, no sólo están de acuerdo con este decreto amoroso de Dios, sino que lo realizan junto con el Padre, aceptándolo activamente. Son, por tanto, enviados porque quieren y en tanto quieren serlo. Cierto que la Persona enviada recibe su libre decisión de ser enviada de la Persona que lo produce.
A. La inhabitación Trinitaria en el alma del fiel cristiano
TESIS 20°. "La inhabitación en el alma del justo es común a las tres divinas Personas, pero se le atribuye al Espíritu Santo"
Explicación
Como hemos anteriormente, la inhabitación Trinitaria en el alma del justo es una de las verdades más claramente manifestadas por Jesucristo en el Nuevo Testamento.
Sagrada Escritura
- Nuevo Testamento: Jn 14,23: "Jesús le contestó: "el que me ama se mantendrá fiel a mis palabras. Mi Padre lo amará, y mi Padre y Yo vendremos a él y viviremos en él".
- 1 Jn 4,16: "Y nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene. Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él".
- 1Cor 3,16-17: "¿No saben que son templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios le destruirá a él, porque el templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros".
Como se ve, la Sagrada Escritura emplea diversas fórmulas para expresar la misma verdad: Dios habita dentro del alma en gracia. Con preferencia se atribuye esa inhabitación al Espíritu Santo, no porque quepa una presencia especial del Espíritu Santo que no sea común al Padre y al Hijo, sino por una muy conveniente "apropiación", ya que es ésta la gran obra del amor de Dios al hombre y es el Espíritu Santo el Amor esencial en el seno de la Trinidad Santísima.
B. Naturaleza de la inhabitación de Dios en el alma del justo
Mucho se ha escrito acerca de la inhabitación de las divinas Personas en el alma del justo. Nosotros recogemos la que nos parece más viable, dentro de sus propias limitaciones.
El P. Galtier, O.P. dice: "La inhabitación consiste formalmente en una acción física y amistosa entre Dios y el hombre realizada por la gracia de justificación, en virtud de la cual Dios, Uno y Trino, se da al alma y está personal y sustancialmente presente en ella, haciéndose participante de su vida divina".
C. Finalidad de la inhabitación
Tres son las principales finalidades de la inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma justificada:
- Hacernos partícipes de la vida íntima divina
- Constituirse en motor y regla de nuestros actos
- Constituirse en objeto de gozo de participación en Dios.
Desarrollemos estos tres aspectos de una manera más detallada:
1. La inhabitación de Dios en el alma del fiel justificado nos hace participar de la vida íntima divina:
Al decir que Dios mora en nuestra almas como en un templo, expresamos una verdad que se apoya inmediatamente en dos conocidos textos de S. Pablo: 1Cor 3,16-17 y 1Cor 6,19. Pero hemos de guardarnos muy bien de imaginar que la presencia de Dios en nosotros es semejante a la de Cristo sacramentado en el templo material o tabernáculo, esto es, de una manera inerte. La presencia de Dios en nuestras almas por la gracia de inhabitación es infinitamente superior a ésta. Somos "templos vivos" de Dios, de una manera vital poseemos las Personas divinas.
Vamos a señalar en qué se distingue la presencia de inhabitación de las otras presencias de Dios que nos señala la teología. Pueden distinguirse como cinco presencias de Dios completamente distintas.
- Presencia personal e hipostática: es la propia y exclusiva del Verbo divino encarnado: Jesucristo verdadero Dios y verdadero hombre. En él la Persona divina del Verbo no reside como en un templo, sino que constituye su propia personalidad, aun en cuanto hombre. En virtud de la unión hipostática Cristo hombre es una Persona divina, de ninguna manera una persona humana.
- Presencia eucarística: En la eucaristía está presente Dios de una manera especial que solamente se da en ella. La eucaristía es la presencia real de Cristo. En la celebración eucarística el sacerdote al realizar el memorial del Misterio Pascual de Cristo por medio de la invocación y por la proclamación eficaz de las mismas palabras de la consagración hace presente a Cristo de manera real, personal y substancialmente en el pan y en el vino, cambiando su naturaleza en su Persona de Verbo encarnado, muerto y glorificado, dejando intactas las especies eucarísticas, es decir, todo lo que aparece sensiblemente a la experiencia humana como pan y vino, de modo que pueda desempeñar su papel sacramental de signo de la realidad eucarística. Es el "ubi" eucarístico, que aunque de una manera directa e inmediata afecta únicamente al Cuerpo de Cristo, afecta también indirectamente a las tres divinas Personas de la santísima Trinidad: al Verbo por su misión personal con la humanidad de Cristo, al Padre y al Espíritu Santo por la perijóresis, o presencia mutua de las tres divinas Personas entre sí, que las hace absolutamente inseparables.
- Presencia de visión: Dios está presente en todas las partes, pero no en todas se deja ver. La visión beatífica en el cielo puede considerarse como una especial presencia de Dios distinta a las demás. En el cielo está Dios "dejándose ver". Es decir, es una visión para la contemplación infusa y real.
- Presencia de inmensidad: Uno de los atributos de Dios es su inmensidad, en virtud de la cual Dios está realmente presente en todas partes, sin que pueda existir criatura o lugar alguno donde no se encuentre Dios. Y todo esto por tres razones.
- Por esencia: En cuanto que Dios está presente dando el ser a todo cuanto existe, sin descansar un solo instante. Si Dios suspendiera por un solo instante su acción conservadora sobre cualquier ser, desaparecería al instante dicho ser, como la lámpara eléctrica se apaga instantáneamente cuando se le corta el fluido eléctrico que la alimenta. En este sentido Dios esta presente incluso en el alma que está en pecado mortal y aun en el mismísimo demonio, que no podría existir sin esa presencia por esencia de Dios.
- Por presencia: En cuanto que Dios tiene continuamente ante sus ojos todos los seres creados, sin que ninguno de ellos pueda substraerse un solo instante a su divina mirada.
- Por potencia: En cuanto que Dios tiene sometidas a su poder todas las criaturas. Con una sola palabra las creó y con una sola palabra puede aniquilarlas.
5. Presencia de inhabitación: Es la presencia especial que establece Dios Trino y Uno, en el alma justificada por la gracia del bautismo. ¿En qué se distingue esta presencia de inhabitación de la presencia de inmensidad?. Ante todo hay que decir que la presencia especial de inhabitación supone y exige la presencia de inmensidad, sin la cual no sería posible. Pero añade a esta presencia general dos elementos fundamentales, a saber: la paternidad y el don de la amistad.
a. La paternidad: Propia y teológicamente hablando, no puede decirse que Dios sea el Padre de toda la creación. En el orden natural, como es el mundo sideral, mineral, vegetal y animal, se debe de decir que Dios es el Creador o Autor de todas ellas, pero de ningún modo le hace Padre de ellas: Ejemplo: El artista que del mármol hace una escultura bella es el autor o creador de ella, de ninguna manera y propiamente hablando es el "padre" de ella, pues para ser padre tiene que haber procrearle y transmitirle algo de su propio ser humano, su propia vida humana. Para ser padre es preciso transmitir la propia vida, esto es, la propia naturaleza específica a otro ser viviente de la misma especie. Por eso, si Dios quería ser nuestro Padre, además de nuestro Creador, era preciso que nos transmitiese su propia naturaleza divina en toda su plenitud, y este es el caso de Jesucristo, Hijo de Dios por naturaleza, consubstancial al Padre. La inhabitación es una participación real y verdadera de la misma naturaleza divina que hace el fiel cristiano desde el momento mismo del bautismo. En virtud de esta gracia santificante, que nos da una participación misteriosa pero real y verdadera de la misma naturaleza divina, 2 Petr 1,4; el alma justificada se hace "verdaderamente hijo de Dios" por una adopción intrínseca muy superior a las adopciones humanas, meramente externas y jurídicas.
Y desde ese momento, Dios, que ya residía en el alma por su presencia general de inmensidad, comienza a estar en ella como Padre y a tratarla como a verdadera hija suya. Este es el primer acto de la presencia de inhabitación, incomparablemente superior a la simple presencia de inmensidad, en orden a la Creación. La presencia de inhabitación es del orden sobrenatural e intrínseco es participación de la filiación natural que tenía Cristo y que en nosotros por el bautismo es participación de filiación divina adoptiva en el Hijo natural Jesucristo.
b. La amistad: La gracia santificante no va nunca sola. Lleva consigo el maravilloso cortejo de las virtudes infusas sobrenaturales: fe, esperanza y caridad. La caridad establece una verdadera y mutua amistad entre Dios y los hombres: es su esencia divina; por eso al infundirse en el alma, juntamente con la gracia santificante la caridad sobrenatural, Dios comienza a estar en ella de una manera enteramente nueva: ya no está simplemente como autor de la vida sino como amigo. por lo tanto, presencia real e íntima de Dios Uno y Trino, como Padre y como Amigo. Este es el hecho extraordinario, que constituye la esencia misma de la inhabitación de la santísima Trinidad en el alma del justificado por la gracia, por medio del sacramento del bautismo.
2. Constituirse en regla y motor de nuestros actos
La vida es esencialmente dinamismo, movimiento, actividad. Precisamente conocemos la existencia de una forma vital y la naturaleza de la misma por la actividad que desarrolla. Siendo, pues, la gracia una forma divina, también ha de ser divina su actuación; es una exigencia intrínseca de la misma gracia en cuanto participación formal de la naturaleza misma de Dios. Vivir en acto la vida divina es obrar de modo divino. Ahora bien, ésta es precisamente la finalidad y función de los dones del Espíritu Santo, que poseen habitualmente todas las almas en gracia. La razón humana iluminada por la fe, que es la regla de las virtudes infusas, es un motor de poca potencia, una regla demasiado corta para unas operaciones tan altas, que tienen que dar alcance al mismo Dios tal como es en sí mismo. Es verdad que las virtudes teologales tienen por objeto inmediato al mismo Dios, y precisamente tal como es en sí mismo; pero mientras estén sometidas a la regulación de la razón humana, aunque sea iluminada por la fe, tienen que acomodarse al modo humano que la razón les imprime forzosamente, y así, por si sola, no podrá desarrollar plenamente sus inmensas virtualidades divinas por falta de ambiente y de clima propicio. Esta es la razón para probar la necesidad que tienen el alma justificada de los dones del Espíritu Santo que perfeccionando las virtudes sobrenaturales infusas (fe, esperanza y caridad) al comunicarles su modalidad divina las colocan en el plano y atmósfera sobrenatural que exige la naturaleza misma de la gracia santificante y de las virtudes infusas.
3. Constituirse en objeto de gozo de participación en Dios
Por la inhabitación en nuestras almas, la Santísima Trinidad, se constituye en objeto de gozo sobrenatural de experiencias inefables, (como es la contemplación mística).
He aquí, toda la sublime grandeza y la finalidad más entrañable de la inhabitación divina en nuestras almas. Dios mismo, Uno en esencia y Trino en Personas, se constituye en objeto de una experiencia de paz y gozo sobrenatural. Las divinas Personas se nos entregan para que gocemos de ellas, según la asombrosa terminología de Sto. Tomás, y cuando ese goce experimental alcanza la "unión transformativa", las almas llegadas a esa divinas alturas ya no saben ni quieren expresarse en lenguaje de la tierra, prefieren callar y saborear a solas lo que de ninguna manera podrían entender las demás personas humanas.
Sta. Teresa de Avila decía, "Acaecíame ... venirme un sentimiento de la presencia de Dios que en ninguna manera podía dudar que estaba dentro de mí, o yo toda engolfada en Él".
Sto. Tomás dice : "Por el don de la gracia santificante es perfeccionada la criatura racional, no sólo para usar libremente de aquel don creado, sino para gozar de la misma Persona divina".
...
Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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