P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
IX. JESÚS SUBE A JERUSALÉN PARA LA FIESTA DE LA PASCUA
DESDE LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN HASTA LA ÚLTIMA CENA
(Fines de Marzo - Primeros de Abril, año 30)
JESÚS ENTRA EN EL TEMPLO DE JERUSALÉN
205.- SIETE MALDICIONES SOBRE LOS ESCRIBAS Y FARISEOS. EL CASTIGO DE LA CONDENACION
TEXTOS
Mateo 23,13-36
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación, el doble más que vosotros!
¡Ay de vosotros!, guías ciegos, que decís: 'si uno jura por el Santuario, eso no es nada; mas si jura por el oro del Santuario, queda obligado' ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario que hace sagrado el oro? Y también: 'si uno jura por el altar, eso no es nada; más si jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado' ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda? Quien jura, pues, por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él. Quien jura por el Santuario jura por él y por Aquél que lo habita. Y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquél que está sentado en él.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: La justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había de practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y tragáis el camello!
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña e intemperancia! ¡Fariseo ciego, limpia primero por dentro la copa, para que también por fuera quede limpia!
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: ‘si nosotros hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos tenido parte con ellos en la sangre de los profetas’! Con lo cual atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!"
"¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo vais a escapar a la condenación de la gehenna? Por eso, mirad: os voy a enviar a vosotros profetas, sabios y escribas: a unos los mataréis y los crucificaréis, a otros los azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad, para que recaiga sobre vosotros toda la sangre de los justos derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el Santuario y el altar. Yo os aseguro: todo esto recaerá sobre esta generación."
Lucas 11,37-54
"¡Bien! Vosotros los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad. ¡Insensatos! El que hizo el exterior, ¿no hizo el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros. Pero, ¡ay de vosotros, los fariseos, que pagáis el dinero de la menta, de la ruda y de toda legumbre, y dejáis a un lado la justicia y el amor a Dios! Esto es lo que había que practicar, aunque sin omitir aquello.
¡Ay de vosotros, los fariseos, que amáis el primer asiento en las sinagogas y que se os salude en las plazas!
¡Ay de vosotros, que sois como sepulcros blanqueados que no se ven, sobre los que andan los hombres sin saberlo!"
Uno de los legistas le respondió: "Maestro, diciendo estas cosas, también nos injurias a nosotros" Pero él dijo:
¡Ay de vosotros, los legistas, que imponéis a los hombres cargas insoportables, pero vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros dedos! ¡Ay de vosotros, que edificáis los sepulcros de los profetas que vuestros padres mataron! Por tanto, sois testigos y estáis de acuerdo con las obras de vuestros padres, porque ellos los mataron y vosotros edificáis. Por eso dijo la Sabiduría de Dios: les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán, para que se pidan cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que pereció entre el altar y el Santuario. Sí, os aseguro que se pedirán cuentas a esta generación.
¡Ay de vosotros, los legistas, que os habéis llevado la llave de la ciencia! No entrasteis vosotros, y a los que querían entrar se lo habéis negado."
Y cuando salió de allí, comenzaron los escribas y fariseos a acosarle implacablemente y hacerle hablar muchas cosas buscando, con insidias, cazar alguna palabra de su boca.
INTRODUCCIÓN
Mateo, después de la exhortación que hace el
Señor a sus discípulos sobre la humildad, continúa transmitiéndonos las
famosas siete maldiciones o anatemas que el Señor pronunció contra los
escribas y fariseos. Lucas pone estas imprecaciones del Señor en otro contexto:
El Señor es invitado a casa de un fariseo que se escandaliza de que su invitado
no se haya lavado las manos antes de ponerse a la mesa. El Señor toma ocasión
de este escándalo hipócrita para desenmascarar sus hipocresías y sus vicios.
Pero el contenido
de las imprecaciones en Lucas y Mateo es muy parecido. Algunas de las
acusaciones que trae Lucas en este discurso las hemos considerado en la
meditación anterior. Las demás acusaciones las encontramos también en Mateo.
En la meditación seguiremos el texto de Mateo.
Debemos
interpretar las palabras del Señor no sólo como una recriminación muy dura a
sus adversarios, sino también como un último llamado que les hace a la
conversión. Y todas estas acusaciones que Jesús pronuncia deben ser motivo de
reflexión para todos los hombres. La hipocresía es pecado muy común; todos nos
inclinamos a aparentar por fuera lo que no somos por dentro. No temas el juicio
de los hombres, sino sólo el de Dios que nos juzgará por lo que haya en nuestro
interior.
MEDITACIÓN
1) Las siete maldiciones contra los escribas y fariseos
Cada una de estas
maldiciones nos descubre aspectos diversos de la hipocresía y maldad de los
escribas y fariseos.
a) Uno de los
mayores pecados que cometían era el de impedir al pueblo judío que aceptase al
enviado del Padre, al Mesías, y, por tanto, le impedía entrar en el Reino de
Dios que Cristo había venido a instaurar. No se contentaban con rechazar ellos
a Cristo, sino que, por medio de calumnias al mismo Cristo y de amenazas al
pueblo, hacían todo lo posible para que la gente no siguiese al Señor.
Y el pecado en
ellos era especialmente grave, ya que eran los guías espirituales del pueblo;
y, en vez de facilitarle la entrada en el Reino de Dios, le impedían entrar en
él.
Se trata de un
gravísimo pecado de escándalo, que el Señor condena con tanta energía; al que
comete escándalo "más le vale que le cuelguen al cuello una de esas
piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del
mar" (Mt 18,6).
b) Es conocido que
los fariseos y escribas procuraban atraer a paganos a la religión judía; en las
comunidades de la diáspora judía, en muchas ciudades del Imperio Romano,
encontramos siempre a estos fariseos y escribas dirigiendo esas comunidades y
procurando hacer prosélitos entre los gentiles. El Señor les acusa no por su
afán proselitista, sino porque, una vez convertido el pagano a la religión
judía, no se preocupaban de llevarle por el camino de una recta moral; se contentaban
con gloriarse de haber hecho un nuevo prosélito. Parece que muchos de estos
prosélitos seguían con sus costumbres paganas en su conducta moral, y añadían a
sus propios vicios los pecados de soberbia y desprecio a los demás que habían
aprendido de los fariseos, y su hipocresía.
c) El Señor a
continuación condena la manera como interpretaban los escribas y fariseos el precepto
de no hacer juramentos, y qué juramentos obligaban y cuáles no. Con toda
facilidad dispensaban de promesas y votos hechos con juramento, y es probable
que por estas dispensas recibiesen alguna remuneración económica. Es un caso más
del legalismo de los fariseos y escribas, que, olvidando o prescindiendo del
espíritu de la Ley, interpretaban sus preceptos con multitud de distinciones y
de normas, con frecuencia favorables a ellos, que desvirtuaban su verdadero
contenido moral.
El precepto de no
jurar, salvo por motivos muy especiales, y con la obligación de cumplir el
juramento que se ha hecho, radica en la dignidad de Dios y el respeto que
debemos a su Nombre. Y lo que el Señor nos enseña es que, no solamente cuando
se nombra explícitamente a Dios, sino siempre que se jure por algo que tenga
alguna relación con Dios, el juramento obliga igualmente. Las distinciones que
hacían los fariseos y escribas no tenían ningún fundamento. Era no captar la
transcendencia de Dios y su presencia en las criaturas.
El Señor había
expuesto anteriormente en el Sermón del Monte su doctrina sobre los juramentos
y aconsejaba a sus discípulos evitar, a poder ser, los juramentos, y
contentarse con la mera aserción o negación en todas las relaciones humanas. (Cfr.
Med.34)
La cuarta
acusación que hace el Señor pone especialmente de manifiesto una de las
mayores hipocresías de los fariseos y escribas. La Ley de Moisés contenía la
obligación de pagar los diezmos de los bienes materiales que se poseían, tanto
en ganado como en frutos del campo. Ellos habían extendido esta ley hasta los
frutos más mínimos; así pretendían mostrarse ante el pueblo como celosos
cumplidores de la Ley. Pero lo contradictorio y absurdo de su conducta es que,
mostrando esa preocupación excesiva en el cumplimiento de cosas mínimas y sin
gran transcendencia, olvidaban los grandes preceptos de la Ley de Dios, que el
Señor resume en la justicia, la misericordia y la fe.
Se entienden aquí
por justicia, misericordia y fe, los preceptos que regulan las relaciones
humanas. Los profetas del Antiguo Testamento siempre habían echado en cara a
los jefes del pueblo judío sus graves pecados, las muchas injusticias que
cometían contra los más pobres y desvalidos, la gran falta de misericordia y
obras de caridad para con los necesitados, la falta de fidelidad en cumplir
sus promesas y obligaciones contraídas. Los fariseos no respetaban la
justicia, eran inmisericordes con el pueblo y sólo se preocupaban de sus
propios y egoístas intereses.
Y para que de una
manera gráfica se entienda mejor el comportamiento tan hipócrita de los
escribas y fariseos, pone el ejemplo absurdo de aquel que se preocupa de no
tragarse un mosquito, pero es capaz de tragarse un camello. Los fariseos y
escribas tienen escrúpulos en quebrantar normas pequeñas, que ni siquiera están
en la Ley, y, sin embargo, con toda facilidad quebrantan los más graves e
importantes mandamientos. El Señor no condena que se cumpla con esas normas,
con pagar incluso el diezmo de los frutos más insignificantes; si se hace con
buen espíritu y como verdadero acto de culto a Dios, Creador y dador de todos
los bienes, es una obra elogiable. Lo que recrimina el Señor es la hipocresía
con que se pone celo en observar esas menudencias mientras es pisoteada la observancia
de los grandes mandamientos.
d) El Señor
contrapone, en la quinta acusación que hace a los fariseos y escribas, la
pureza interior del corazón a las abluciones de pureza legal externa, a que
ellos daban tanta importancia. El Señor descubre el corazón de sus adversarios
y les dice con toda claridad que es un corazón impuro "lleno de rapiña y
de intemperancia." Por "rapiña" hay que entender la gran
avaricia y codicia de bienes materiales que ellos mostraban, y por
"intemperancia" todos los sentimientos de soberbia, de prepotencia,
de desprecio que manifestaban con respecto al pueblo.
Lo más importante
no es la apariencia externa de limpieza, sino la verdadera limpieza del
corazón. Y la pureza de corazón significa pureza de intención, estar siempre
movido por el amor a Dios y al prójimo, mantener una actitud de sincera
humildad y sumisión a la voluntad de Dios.
¿A qué se refiere
el Señor cuando dice: "Limpia primero por dentro la copa, para que también
por fuera quede limpia."? El Señor no quiere sino repetir la lección que
dio a sus discípulos cuando les habló de la limpieza del corazón. Del corazón
salen las malas obras; primero nacen en el corazón como deseos, intenciones; y
después esos deseos e intenciones son los que se ponen por obra. "De dentro
del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones,
robos, falsos testimonios, injurias. Eso es lo que hace impuro al
hombre." (Mt 15, 19) Por el contrario, de un corazón puro se manifestarán
al exterior obras buenas. Las obras externas del hombre sólo pueden ser limpias
y buenas si nacen de un corazón puro. El exterior del hombre será puro si su
interior es puro.
e) El Señor repite
la misma acusación de la falta de pureza interior en el corazón de los fariseos
y escribas; pero ahora lo hace tomando la imagen de los sepulcros blanqueados.
Los judíos tenían la costumbre de revestir las sepulturas con pintura blanca y
adornarlas. Así se hacían visibles a todos, para que no pisasen sobre ellas,
pues contraían al pisarlas una impureza legal. Y las sepulturas así
blanqueadas se hacían agradables a los ojos.
Y esta es la dura
acusación que hace el Señor: Esos sepulcros por fuera parecían algo hermoso y
bonito; pero por dentro no eran más que un conjunto de huesos mezclados con toda
clase de podredumbre. Por dentro, todo era repulsivo y putrefacción. Así eran
los fariseos y escribas en el interior de su corazón, aunque por fuera
parecieran hombres espirituales y observantes de la Ley. Por dentro estaban llenos
de corrupción moral. Las palabras del Señor enfatizan, pues, la acusación
anterior.
Los fariseos
cometían el gravísimo error de dar importancia a lo que la gente podía pensar
de ellos, sin preocuparse de lo que Dios, que ve el interior del hombre, juzgase
de sus verdaderas intenciones y actitudes y de sus obras de pecado.
f) La séptima
acusación es una acusación profética. El Señor les recuerda lo que con tanta
frecuencia sucedió en la historia del pueblo de Israel: El hecho de la
persecución y muerte de los verdaderos profetas que les enviaba Dios. Y ellos,
ahora, los de la presente generación, les levantan monumentos sepulcrales. Parece
como si comprendiesen el pecado que habían cometido sus antepasados y quisieran
reparar su pecado. Pero el Señor les dice que es también hipocresía lo que
están haciendo; que ellos son hijos de aquellos que mataron a los profetas y
que están dispuestos a obrar del mismo modo. El Señor se refiere a su
maquinación para darle muerte a él. Su pecado va a ser mucho más grave, pues
van a matar al mismo Hijo de Dios: éste será el pecado que supere todos los
pecados de sus antepasados, el pecado más grande que se pueda cometer, será el
colmo de la maldad de los hombres. Ellos colmarán la medida de la maldad de
sus padres.
Las palabras de Cristo
son, pues, una profecía de su muerte a manos de los judíos, instigados por sus
jefes. Pero este pecado colmará también la capacidad de la paciencia de Dios, y
vendrá sobre ellos el castigo implacable de la condenación. De este castigo es
del que habla el Señor a continuación.
2) El castigo de la condenación
Los calificativos
con que amenaza Jesús a los escribas y fariseos indican su perversa astucia y
maldad. Juan Bautista había usado estas mismas palabras cuando en el Jordán se
le acercaron los escribas y fariseos. (Cfr. Mt 3,7)
Su espíritu de
odio, persecución y asesinato a los enviados de Dios no terminará con la muerte
de Cristo; después de cometer el crimen más horrendo de toda la historia de la
humanidad, de crucificar al Hijo de Dios, seguirán persiguiendo y matando a los
enviados por Cristo a propagar su Reino en toda la tierra. A esto se refieren
las palabras de Cristo: "Les enviaré apóstoles, profetas, y a algunos los
perseguirán y matarán" (Lc), "Os voy a enviar a vosotros profetas,
sabios y escribas: a unos los mataréis y los crucificaréis, a otros los
azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad" (Mt).
La historia de la Iglesia es testigo del cumplimiento de esta nueva profecía
del Señor, pues fueron los judíos de Jerusalén y los judíos de la diáspora,
esparcidos por todo el Imperio, los primeros que persiguieron a los apóstoles y
discípulos de Cristo.
El crimen de la
muerte de los enviados de Dios había sido una conducta constante de la nación judía
a través de toda su historia. Y la generación actual llegará a crucificar al
Hijo de Dios, al Mesías prometido desde las primeras páginas de la Escritura.
El Señor considera, pues, como una unidad moral a todo el pueblo judío y le
hace responsable de todos los crímenes que ha cometido contra los profetas, sacerdotes
y demás justos, "desde la sangre de Abel hasta la sangre de
Zacarías."
Puede
interpretarse que la mención de la sangre de Abel quiere indicar que los judíos
imitarán la conducta de Caín en su odio a Cristo y en darle muerte. La muerte
de Zacarías sacerdote, distinto del Zacarías profeta, es el último crimen
narrado en el último libro de la biblia hebrea (2 Re 24,20-22).
"Todo esto
recaerá sobre esta generación." La presente generación, representada en
sus jefes, colma ya la medida de sus crímenes con la muerte de Cristo; sobre
ella recaerá el castigo de Dios. El castigo será la destrucción de Jerusalén y
su Templo y la desaparición del pueblo judío como nación.
"¿Cómo vais a escapar a la condenación de la gehenna?" A los escribas y fariseos les amenaza con la condenación eterna. La "Gehenna" era el nombre de un valle de Jerusalén, considerado maldito, porque que en él se había dado culto a dioses falsos y se había cometido el horrendo crimen de sacrificar niños. Pasó a ser el símbolo del lugar maldito a donde iban los condenados, símbolo del infierno. Destino trágico para los escribas y fariseos y para todos aquellos que se oponen y luchan contra Cristo.
...
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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