P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
IX. JESÚS SUBE A JERUSALÉN PARA LA FIESTA DE LA PASCUA
DESDE LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN HASTA LA ÚLTIMA CENA
(Fines de Marzo - Primeros de Abril, año 30)
JESÚS ENTRA EN EL TEMPLO DE JERUSALÉN
204.- HIPOCRESÍA Y
VANIDAD DE LOS FARISEOS.
TEXTOS
Mateo 23,1-12
Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque ellos dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien las filacterias y bien largas las orlas del manto; van buscando los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame ‘Rabbí’.
El mayor entre vosotros sea vuestro servidor. "Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado."
Marcos 12,38-40
Decía también en
su instrucción: "Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio
ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en los
banquetes; y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones.
Esos tendrán una sentencia más rigurosa."
Lucas 20,45-47
Estando todo el pueblo
oyendo, dijo a los discípulos: "Guardaos de los escribas, que gustan
pasear con amplio ropaje y quieren ser saludados en las plazas, ocupar los
primeros asientos en las sinagogas, y los primeros puestos en los banquetes; y
que devoran la hacienda de las viudas. Esos tendrán una sentencia más
rigurosa."
INTRODUCCIÓN
Terminaba la vida
pública del Señor. Todo su ministerio apostólico había sido jalonado con
multitud de encuentros hostiles con los escribas y fariseos que le odiaban y
querían su muerte; y que, además, impedían que el pueblo sencillo aceptase su
mensaje, la llegada del Reino Mesiánico.
Es ahora, en el mismo Templo de Jerusalén,
vísperas de su muerte, cuando el Señor pronuncia su discurso de anatemas
contra los escribas y fariseos. En él repite muchas de las acusaciones que
había pronunciado en otras oportunidades. Su intención era la de poner en
alerta a todo el pueblo sobre la hipocresía, vanidad y malas obras de los que
eran sus guías espirituales. Que ellos no cayesen en los mismos vicios y no se
dejasen seducir por sus jefes.
Mateo es el que trae el discurso completo del
Señor, cuya introducción es el pasaje que hemos transcrito arriba. Marcos y Lucas
hacen un brevísimo resumen, como aparece en los textos transcritos. Pero Lucas
nos expone los anatemas de Cristo contra los escribas y fariseos en otro contexto.
Todos estos anatemas los veremos en la meditación siguiente.
MEDITACIÓN
1) "Haced, pues, y observad todo lo que os
digan; pero no imitéis su conducta."
Los escribas y
fariseos eran los encargados oficialmente de enseñar la Ley al pueblo judío.
Tenían, pues, una legítima autoridad religiosa. Jesús comienza su discurso
salvaguardando la autoridad religiosa. Y hace una clara distinción entre lo que
es doctrina y conducta. En cuanto los escribas y fariseos se limitan a enseñar
la Ley, la Escritura, en las sinagogas y en el Templo de Jerusalén, su
enseñanza debe ser aceptada. Su conducta, sin embargo, no está de acuerdo con
lo que enseñan; ellos no cumplen con la Ley de Dios. Por lo tanto, el pueblo, que
debe seguir sus enseñanzas, no ha de imitar su conducta.
Por las muchas
veces que el Señor ha refutado doctrinas falsas de los fariseos y escribas,
como por ejemplo lo referente al descanso sabático, comprendemos que no quiere
decir que todo lo que digan los escribas y fariseos ha de ser admitido, sino
solamente aquello que constituye su autoridad: Enseñar la verdadera Ley de
Dios; lo que es doctrina propia suya, sus interpretaciones arbitrarias y
personales, y sus maneras de practicar la oración, el ayuno, la limosna, no
debían ser admitidas.
La doctrina del
Señor es valedera dentro de la Iglesia. En la Iglesia son el Santo Padre, los
Obispos, e incluso los mismos sacerdotes, los que tienen una legítima autoridad
de enseñar las verdades de nuestra fe y de la moral cristiana. En cuanto que
ellos enseñan con esa autoridad, que viene dada por Dios, hay que obedecerles y
seguir sus enseñanzas. Si su vida no se ajusta a lo que predican, será un
pecado muy grave el que cometan y, de ordinario, será un gravísimo pecado de
escándalo. Pero cualquier sacerdote, obispo, que imparte su enseñanza de
acuerdo a la Tradición y Magisterio de la Iglesia, debe ser escuchado por todos
los fieles. Por supuesto, si se alejan de la verdadera doctrina y lo que predican
son interpretaciones subjetivas que se apartan de la ortodoxia de la fe, deben
ser rechazados.
Por la infinita
misericordia del Señor, conocemos que el Papa, por especial providencia de
Dios y bajo la guía del Espíritu Santo, nunca podrá, en su magisterio oficial y
universal a toda la Iglesia, errar en verdades de fe o de moral. Aunque
conozcamos también que haya habido en la historia de la Iglesia Papas cuya
conducta no estaba de acuerdo con lo que enseñaban, conducta de pecados y de
escándalos.
2) Primeras acusaciones del Señor a los fariseos
y escribas
a) "Atan cargas pesadas y las echan a las
espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas."
Los escribas y
fariseos habían multiplicado los preceptos y normas morales que, como nos dice
el Señor en otra oportunidad, se basaban, no en la Ley de Dios, sino en
tradiciones puramente humanas. (Cfr. Mc 7, 13; Mt 15,7)
Y eran
tremendamente duros e intransigentes con el pueblo, a quien obligaban a
guardar todos esos innumerables preceptos, que ellos mismos no observaban. Y
para señalar este rigor y dureza de los escribas y fariseos pone la comparación
de aquel que pone tal peso en una bestia de carga que no la deja caminar; se
hunde ante el peso de la carga.
b) "Todas sus obras las hacen para ser vistos
por los hombres."
El Señor ya había
acusado a los fariseos de su gran vanidad y de buscar en todo, aun en las obras
de culto a Dios, la alabanza humana. Encontramos estas acusaciones en el
Sermón del Monte: "Cuando hagas limosna no 19 vayas trompeteando por
delante como lo hacen los hipócritas (los fariseos y escribas) en las sinagogas
y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres." (Mt 6,2)
"Cuando
oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en
las esquinas de las plazas bien plantados, para ser vistos de los
hombres." (Mt 6,5)
"Cuando
ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro
para que los hombres noten que ayunan." (Mt 6, 16) Buscaban además ocupar
los primeros asientos en las sinagogas, en los banquetes, considerándose muy
superiores a los demás. (Cfr. Medit. 159)
Hasta en la manera
de vestir buscaban llevar ropas especiales y procuraban que sus filacterias y
horlas o flecos de sus mantos se distinguiesen de los que llevaba la gente
ordinaria. Las filacterias eran pequeños estuches en que guardaban trozos de
pergamino, donde estaban escritos algunos textos de la Ley y colocaban en los
brazos o en la frente. De ordinario se las ponían en tiempo de oración, pero los
fariseos las llevaban con frecuencia durante todo el día. Los textos principales
que solían escribirse en los pergaminos eran Dt. 6,4-9; 11,13-32; Ex. 13, 2-16,
textos fundamentales en el credo del pueblo de Israel.
También les
gustaba ser saludados por todos en las calles con reverencia y dándoles el
título de "Rabbí", equivalente a "Maestro".
Toda esta vanidad
nos muestra en los escribas y fariseos un corazón soberbio, muy pagado de sí
mismo, y que pone su tesoro en la alabanza de los hombres. En ese corazón no
puede entrar Dios, y todas las obras que broten de ese corazón, aunque aparentemente
sean buenas, quedan viciadas por la soberbia y la vanidad. No merecen ningún
premio, sino la reprobación por parte de Dios.
c) "Devoran la hacienda de las viudas."
Marcos y Lucas
añaden esta acusación del Señor. Los escribas y fariseos, aprovechando su fama
de hombres santos y su prestigio como maestros de la Ley, exigían
remuneraciones de las viudas, a las que sin escrúpulo alguno privaban aun de los
pocos bienes que tenían. Contra ellos el juicio de Dios será muy severo. Dios
vela especialmente por las personas más desvalidas que no tienen quien las
defienda, como era el caso de las viudas en aquellos tiempos.
3) Exhortación a la humildad
El Señor hace un
paréntesis en su discurso contra la soberbia y vanidad de los fariseos y
escribas, para hacer una exhortación a sus discípulos sobre cuál debe ser su
comportamiento, fundado en la humildad y sin buscar las alabanzas humanas.
El Señor pone varios
ejemplos concretos para inculcar el espíritu con que siempre deben proceder sus
discípulos. No es que niegue la licitud de usar esos títulos, necesarios y
comunes en toda sociedad. La paternidad humana y la paternidad espiritual
pueden ser reconocidas con el título de "padre"; el oficio de enseñar
también es reconocido con el título de "maestro"; y así de cualquier
otro título común con el que se significa las relaciones existentes dentro de
una sociedad, sea civil o religiosa.
Lo que el Señor
quiere decir es que un cristiano cualquiera que tenga un puesto de autoridad o
de privilegio, nunca puede buscar esos títulos por sí mismos, y aprovecharse de
ellos para buscar honores y recompensas humanas; y, por otra parte, sentirse
superiores a los demás y despreciarlos. Y tampoco se deben aceptar
prescindiendo de Dios. Toda autoridad viene de Dios y hace referencia a Dios. Y
toda autoridad es concedida por Dios, no para beneficio propio, sino para bien
de los demás. El que tenga más autoridad y reciba más títulos de aprecio debe
considerarse el servidor de todos.
Y cuanta más
autoridad, mayor ha de ser su entrega en el servicio a los demás, sin dejarse
llevar de su egoísmo y de las ventajas que pueda reportarle su cargo. (Cfr. Medit.188)
Y repite el Señor la sentencia que ya ha dicho
en otras oportunidades: "Pues el que se ensalce, será humillado; y el que
se humille, será ensalzado."(Cfr. Lc 14,11; 18,14) Es Dios el que humilla
y exalta. El camino de la verdadera gloria de los hombres está en la humildad,
en reconocer su nada y miseria delante de Dios, en reconocer que todo lo debe
a Dios, y en servir con amor y sencillez a sus hermanos, sin jamás creerse
superior a ninguno de ellos. A quien vive y obra así, Dios le llenará de sus
gracias y dones y su recompensa será muy grande en el Reino de los Cielos. Por
el contrario, la soberbia y la vanidad del hombre terminarán en su humillación
y en su ruina humana y moral, y en su propia condenación.
Nuestra Madre, la Santísima Virgen, ya cantó
en su himno de acción de gracias a Dios, el "Magnificat", los
designios de Dios sobre los soberbios y los humildes: "Dispersa a los
soberbios de corazón..., y enaltece a los humildes." (Lc 1, 5 1-52)
...
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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