P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
IX. JESUS SUBE A JERUSALEN PARA LA FIESTA DE LA PASCUA
DESDE LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESUS EN JERUSALÉN HASTA LA ÚLTIMA CENA
(Fines de Marzo - Primeros de Abril, año 30)
187.- TERCER ANUNCIO DE LA PASION
Mateo 20, 17-19
Cuando iba
subiendo Jesús a Jerusalén, tomó aparte a los Doce, y les dijo: "Mirad que
subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos
sacerdotes y escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles,
para burlarse de él, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará."
Marcos 10,32-34
Iban de camino
subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos; ellos estaban
sorprendidos y los que le seguían tenían miedo. Tomó otra vez a los Doce y se
puso a decirles lo que iba a suceder: "Mirad que subimos a Jerusalén, y
el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le
condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de él, le
escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días, resucitará."
Lucas 18, 31-34
Tomando consigo a
los Doce, les dijo: "Mirad que subimos a Jerusalén, y se cumplirá todo lo
que los profetas escribieron del Hijo del hombre; pues será entregado a los
gentiles, y será objeto de burlas, insultado y escupido; y después de azotarle
le matarán, y al tercer día resucitará." Ellos nada de esto comprendieron;
estas palabras les quedaban ocultas y no entendían lo que había dicho.
INTRODUCCIÓN
Se acercaba la
Pascua Judía. Había llegado la "hora" para Jesús. En esa Pascua
entregaría él la vida por la redención de los hombres. Sale, pues, de Perea, y
se encamina a Jerusalén. Le acompañan los apóstoles, otros discípulos, las
santas mujeres que le acompañaban con frecuencia en sus correrías apostólicas,
y probablemente otros peregrinos que acudían también a la celebración de la
Pascua. La presencia de las santas mujeres aparece clara en la escena siguiente
a la petición de los hijos de Zebedeo.
Entre los
apóstoles y discípulos no reinaba la alegría que era característica en las
peregrinaciones a Jerusalén. Conocen que los fariseos, escribas, sumos
sacerdotes, han intentado ya varias veces prender al Señor y que desean
condenarle a muerte. La atmósfera es de miedo y angustia ante lo que pueda
suceder, pero no dudan en acompañar al Señor.
El Señor se
demorará algunos días en llegar a Jerusalén y continuará en este viaje impartiendo
sus enseñanzas y obrando milagros. Hasta el último instante de su vida
"cumplirá con la obra que le ha encargado su Padre". (Cfr. Jn 4,34)
1) El Señor, camino de Jerusalén
Es admirable la
imagen de Cristo que se nos presenta en esta escena. Con gran fortaleza y plena
resolución Jesús marcha hacia Jerusalén a cumplir con la misión de entregar su
vida por los hombres en medio de los mayores tormentos de cuerpo y alma. No vacila,
no duda ni se echa atrás ante los tormentos de la cruz. Lo exige el amor a su Padre
y el amor a los hombres; y toda su vida, desde que se encarnó, está guiada por
estos dos amores.
Cristo conocía
hasta el último detalle todos los sufrimientos que había de padecer. Le era
bien fácil huir de ellos; si hubiese querido él mismo nos dice, el Padre
hubiese puesto a su disposición más de doce legiones de ángeles que acabarían
con sus enemigos. (Cfr. Mt 26,53). Admirable ejemplo de Cristo por su amor y
fortaleza, por su entrega plenamente libre al sacrificio de la cruz.
Ante este ejemplo
de Cristo de fidelidad total por llevar a cabo la misión redentora que el Padre
le había confiado, todos los cristianos debemos reflexionar sobre nuestra
gratitud y amor al Señor.
Toda nuestra vida
debería ser una continua acción de gracias al Señor por la profundidad de su
amor para con nosotros, amor que le llevó hasta la cruz. Y la mejor manera de
mostrar nuestro agradecimiento y amor al Señor será el que nosotros cumplamos
también con toda generosidad y perfección todas sus enseñanzas. Que cumplamos
con la misión que cada uno tiene en esta vida, la misión de ser testigos del
amor al Señor en todos los actos de nuestra existencia. Quien contemple y
sienta el amor del Señor se sentirá siempre movido a cumplir su voluntad por
encima de cualquier dificultad y superando cualquier sacrificio que exija de
nosotros el fervoroso seguimiento a Cristo.
2) Tercer anuncio de la Pasión
El Señor parece
que hace un alto en el camino y llama aparte al grupo de los Doce para
descubrirles por tercera vez el misterio de su Pasión y de su Muerte. Y a
diferencia de las dos veces anteriores (Cfr. medit. 116 y 121), en esta ocasión
quiere darles todos los detalles de su Pasión: "será objeto de
burlas", "será insultado y escupido", "será azotado",
y "será crucificado".
Quiere darles a entender
que nada le sucederá fortuitamente. Que su Sabiduría Infinita conoce todo de
antemano. Y que, consiguientemente, si va a Jerusalén, va por decisión propia
dispuesto a entregar su vida. Y quizás les repitiese la sentencia que ya les había
dicho en otra oportunidad: "Nadie me quita la vida; sino que yo la
entrego libremente" (Jn 10,18).
Y añade la promesa
infalible de su resurrección al tercer día. Esta promesa es la que tenía que
dar garantía a los apóstoles de que él era el Hijo de Dios, de que su misión
era divina. El Señor quería reavivar la fe de sus apóstoles, la fe que un día
proclamó Pedro: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo." (Mt 16,16)
Jesucristo quiere
que conozcan previamente todo lo que va a suceder para que cuando suceda no queden
desconcertados y puedan permanecer firmes en la fe, y tengan la seguridad de
que le volverán a ver resucitado. Pero el Señor fracasará en su intento de que
los apóstoles lleguen a comprender el misterio de su Pasión y su Muerte.
3) Reacción de los apóstoles
"Ellos nada
de esto comprendieron; estas palabras les quedaban ocultas y no entendían lo
que les había dicho."
Era ya la tercera
vez que les anunciaba directamente su Pasión y Muerte, y otras muchas veces
había hecho alusión a ellas. Y ahora se las anunciaba con palabras tan claras
que nadie podía dejar de entender lo que el Señor anunciaba.
¿Qué se nos quiere
decir al indicarnos que no entendieron nada? No se refiere a la materialidad de
las palabras y a los hechos concretos a que se refería Jesús. Se nos quiere
decir que estaban completamente incapacitados para poder conciliar la gloria
de Cristo que ellos mismos habían visto en sus milagros, en la
misma Transfiguración, con el desenlace final de una muerte ignominiosa y llena
de tormentos. Que Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios, fuese vencido por sus
enemigos, era algo inconcebible en la mentalidad de los apóstoles. Y era tan
inconcebible, que cuando esas profecías de Cristo se cumplan en su persona,
todos perderán la fe y abandonarán al Señor.
La inteligencia
humana es ciertamente incapaz de entender todo el misterio de la Redención de
Cristo a través de la humillación de su Pasión y Muerte. Y es que el hombre no
puede llegar a comprender hasta dónde le ama Dios. El misterio de la Pasión y Muerte
de Cristo es el misterio más insondable del amor de Dios a los hombres. Sólo la
fe y la gracia nos harán comprender algo de ese misterio del amor infinito de
un Dios Padre que envía a su Hijo para Redención de la Humanidad, y del Hijo que
se entrega libremente al sacrificio de la Cruz para llevar a cabo esa redención.
Y la comprensión
del misterio de la Cruz de Cristo nos llevará a comprender el misterio de la
cruz en nuestra vida, que siempre debe ser participación en la Cruz de Cristo.
La cumbre de la perfección y del amor al Señor se manifiesta en aceptar y amar
la cruz que el Señor ponga en el camino de nuestra vida. La frase de San Pablo
debe ser el ideal de todo cristiano: "En cuanto a mí ¡Dios me libre de
gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo
es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo!" (Gal 6,14)
Pero es necesario recalcar que Jesucristo, siempre que anuncia su Pasión y su Muerte, anuncia simultáneamente el misterio de su Resurrección y Gloria. Es el misterio que llena siempre de esperanza y alegría el corazón del hombre. Con Cristo toda muerte termina siempre en Resurrección y Gloria.
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Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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