P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
IX. JESÚS SUBE A JERUSALÉN PARA LA FIESTA DE LA PASCUA
DESDE LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN HASTA LA ÚLTIMA CENA
(Fines de Marzo - Primeros de Abril, año 30)
194.- JESÚS LLORA
SOBRE JERUSALÉN
TEXTO
Lucas 19, 41-44
Al acercarse y ver
la ciudad, lloró por ella: "¡Si también tú conocieras en este día el
mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre
ti en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán
por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén
dentro de ti, y no dejarán piedra sobre piedra, • porque no has conocido el tiempo
de tu visita."
INTRODUCCIÓN
San Lucas es el
único evangelista que nos narra esta escena conmovedora: Jesús llora sobre la
ciudad de Jerusalén.
Nos dice San Lucas
que cuando el Señor en su camino triunfal hacia Jerusalén divisó la Ciudad
Santa, probablemente al comenzar a bajar por la ladera del Monte de los Olivos,
se emocionó y derramó lágrimas, y pronunció palabras de profecía trágica sobre
la suerte que había de correr Jerusalén.
Esta escena es,
por tanto, anterior a su entrada triunfal en Jerusalén; probablemente Lucas no
ha querido romper la descripción que nos ha hecho de esa entrada triunfal de
Jesús, y así después que ha concluido su narración, como que vuelve hacia atrás
para comunicarnos el hecho insólito de las lágrimas de Jesús al contemplar la
belleza de Jerusalén y la grandeza de su Templo.
MEDITACIÓN
Jesús amaba
tiernamente a su patria y el símbolo más grandioso de esa patria era Jerusalén
y su Templo.
Y amar a su patria
significaba para Jesús amar con todo su corazón a sus gentes, a todo el pueblo
judío. Su misión concreta en la tierra era salvar al Pueblo Escogido por Dios;
sus apóstoles serían los que llevasen su mensaje de salvación hasta el último confín
de la tierra.
Y para salvar a su
pueblo le había transmitido el mensaje de toda su doctrina, que era Palabra
del Padre; había obrado ante sus ojos multitud de milagros, desde el primero
realizado en las Bodas de Caná hasta el último de la resurrección de Lázaro. Les
había abierto su corazón, lleno de misericordia y amor para con todos los
pecadores. Y había proclamado que sólo en él podrían encontrar el verdadero Camino,
Verdad y Vida; que él era el Pan de Vida, el Agua que sacia toda sed humana, la
Luz del mundo, y la Resurrección de los muertos.
Y Cristo siente un
enorme dolor en su corazón. Aunque ahora se encuentre rodeado de una multitud
que le aclama, en definitiva el pueblo judío le rechazará y le llevará hasta el
Calvario.
Y en visión profética,
con su ciencia divina, conoce la suerte que ha de correr ese pueblo y sus
ciudades por no haber querido reconocerle como Mesías y aceptar su mensaje de
paz.
Y ante este dolor
humano que siente en su corazón, brotan de sus ojos lágrimas muy sinceras que expresan
todo su sufrimiento interno. Lo que le duele no es tanto su cruz como la
destrucción de su pueblo, real y material en esta tierra, y el camino de
perdición, de condenación que ha escogido.
Y conocemos que la
descripción que hace Jesús de la destrucción de Jerusalén se cumplió en el año
setenta de la era cristiana, cuando la conquista de Jerusalén por los romanos,
en la que se cometieron los mayores atropellos y crueldades.
En el trasfondo de
esta escena se encierra un misterio muy profundo. Es el misterio de la libertad
humana que es capaz de despreciar a un Dios y rechazar todo lo que constituye
su bien y felicidad.
Jesucristo, Hijo
de Dios, verdadero hombre y verdadero Dios, hizo todo lo posible para ganarse
el corazón de los judíos y, sin embargo, fracasó ante la soberanía de la
libertad humana. Y es que Cristo, como Dios mismo que era, era todo Amor, y el
amor no se impone por la fuerza, por la coacción; el amor se ofrece, y quien
quiere recibirlo lo recibe, y quien quiere rechazarlo lo rechaza. Pero qué tragedia
para el corazón humano rechazar el amor de Dios. La consecuencia no puede ser
otra que su ruina humana y su condenación eterna.
El Señor termina
sus palabras diciendo que todo esto sucederá a los judíos "porque no han
conocido el tiempo de su visita", es decir, el tiempo de la visita que él
les hacía en nombre de su Padre.
Frase del Señor
que debemos meditar todos los cristianos. El Señor nos ha visitado y continúa
visitándonos siempre. Desde el día de nuestro Bautismo hasta el día de nuestra
muerte, el Señor nos llamará a aceptar su visita. Nos visita a través de su
Evangelio, de la Iglesia, de sus Sacramentos, sobre todo los sacramentos de la
Penitencia y Eucaristía, de todas sus gracias y mociones interiores en nuestro
corazón. ¡Cuántas lágrimas de Cristo por cada alma que se pierda por no haber
aceptado su visita y haberle rechazado!
Las palabras de
Cristo exigen un profundo examen de conciencia para considerar nuestra
respuesta a las visitas del Señor. Sólo aceptando sus visitas conseguiremos el
perdón y la paz en esta tierra, y después la vida eterna. Desgraciados de
nosotros si rechazamos las visitas del Señor a nuestro corazón.
...
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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