199. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - La parábola de los dos hijos


 

P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


IX. JESÚS SUBE A JERUSALÉN PARA LA FIESTA DE LA PASCUA

DESDE LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN HASTA LA ÚLTIMA CENA 

(Fines de Marzo - Primeros de Abril, año 30)


JESÚS ENTRA EN EL TEMPLO DE JERUSALÉN

199.- LA PARÁBOLA DE LOS DOS HIJOS

TEXTO

Mateo 21,28-32

"Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: 'Hijo, vete hoy a trabajar en la viña'. Y el respondió: 'No quiero', pero después se arrepintió y se fue. Se llegó luego al segundo, y le dijo lo mismo. Y él respondió: 'Sí señor', y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la vo­luntad de su padre?" "El primero", contestaron. Díceles Jesús: "En ver­dad os digo, los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros caminando en justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en él. Y vosotros ni viéndolo os arrepentisteis después de creer en él."


INTRODUCCIÓN

El Señor, después de ese encuentro desagradable con los jefes judíos, ex­pone esta parábola con evidente alusión a ellos.

La parábola es muy breve y muy sencilla, tomada de la experiencia de la vida familiar. Uno de los hijos tiene buenas palabras para con su padre, pero no cumple con su voluntad, no cumple con el trabajo que le ha encargado; el segundo tiene al principio palabras de desobediencia, pero en seguida se arrepiente y cumple con lo mandado por el padre.

La aplicación de la parábola, conociendo el contexto en que la pronuncia Jesús, se refiere ciertamente al comportamiento de los jefes judíos, re­presentados en el segundo hijo. El hijo primero está representando a to­dos aquellos que, ante la predicación del Bautista, llegaron a una conver­sión y cambiaron de vida; y entre éstos había publicanos y mujeres de mala vida.


MEDITACIÓN

1) Reprobación de los jefes judíos

Jesucristo ya había acusado muchas veces la hipocresía de los escribas y fariseos; más adelante consideraremos, en un pasaje del Evangelio de San Mateo, una descripción detallada de esta hipocresía y de las malas obras que realizaban. Sin embargo, ellos se jactaban de su santidad, de sus oraciones, ayunos, que no tenían ningún valor ante Dios, pues lo ha­cían para ser vistos y alabados por los hombres. (Cfr. Mt 5-6; 16-18)

Ellos tienen lindas palabras para Dios, pero sus obras son malas y no cumplen su voluntad. Y el pecado más grave que tienen es rechazar a Cristo y estar maquinando la manera de matarle. Y por otra parte, son inmisericordes para con los pecadores y sienten un profundo desprecio hacia ellos.

El Señor tiene la valentía de decirles a la cara que son más agradables a Dios las mismas rameras y los publicanos pecadores, que ante la predicación de Juan llegaron a convertirse. Les dice que éstos entrarán en el Reino de Dios antes que ellos.

Las palabras del Señor "antes que ellos" es una manera suave de indicar­les la reprobación absoluta por parte de Dios. Hay que unir esta parábola con la siguiente, la de "los viñadores homicidas", donde el Señor clara­mente les habla de la reprobación total y del castigo de la condenación eterna.

Esta parábola tiene una gran aplicación en la vida de todos los cristianos. La vida cristiana no ha de ser una vida de formalidades exteriores y de apariencias. Ha de ser una vida cristiana fundada en una verdadera fe que se manifieste a través de las buenas obras. El cristiano ha de esfor­zarse siempre por cumplir la voluntad de Dios.

2) Los pecadores entran en el Reino de Dios

Los Evangelistas nos narran que fueron muchos los pecadores que acu­dieron a la predicación de Juan Bautista y los que recibieron con sinceri­dad el bautismo de conversión, mientras los jefes judíos se opusieron a su actividad profética.

Y en la vida pública de Jesucristo encontramos muy frecuentemente en­cuentros del Señor con los pecadores. Y detalladamente se nos habla de la conversión de una mujer pública pecadora que, postrada a los pies de Jesús, manifestó su profundo arrepentimiento y recibió de él el perdón. Así mismo, se nos describe la conversión de uno de los jefes de publicanos, llamado Zaqueo, que con tal sinceridad se arrepintió de sus pecados que para repararlos estaba dispuesto a dar el cuádruplo a los que había defraudado y la mitad de su fortuna a los pobres.

A todos estos pecadores se refiere el Señor cuando dice a los jefes judíos que aquellos les precederán en el Reino de Dios. Aquellos pecadores es­tuvieron en actitud de escucha de la Palabra de Dios y su corazón estaba abierto a la gracia de Dios. Correspondieron a esa gracia, se convirtieron con sinceridad al Señor, y recibieron el premio de la promesa de que en­trarían en el Reino de Dios.

Esta promesa de Cristo se dirige a todos los pecadores que con humildad y arrepentimiento confiesen sus pecados. En un momento se puede repa­rar toda una vida de pecado y cambiar el destino de condenación por el destino de salvación. Las palabras de Cristo y su actitud, siempre llena de bondad y misericordia, es una continua exhortación al pecador para que se convierta.

Aprendamos de aquellos pecadores del tiempo de Cristo que, aunque en su vida hubo rebeldía contra Dios, como la del hijo primero de la pará­bola, después se convirtieron y merecieron el premio del Reino de Dios. La actitud del cristiano debe ser de una constante conversión y arrepenti­miento por tantas miserias como tenemos.



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Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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