P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
IX. JESÚS SUBE A JERUSALÉN PARA LA FIESTA DE LA PASCUA
DESDE LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN HASTA LA ÚLTIMA CENA
(Fines de Marzo - Primeros de Abril, año 30)
SERMÓN ESCATOLÓGICO
209.- LA DESTRUCCIÓN DE JERUSALÉN
TEXTOS
Mateo 24,15-20
"Cuando veáis,
pues, la abominación de la desolación, anunciada por el profeta Daniel, erigida
en el Lugar Santo (el que lea, que entienda), entonces, los que estén en
Judea, huyan a los montes: el que esté en el terrado, no baje a recoger las cosas
de su casa: y el que esté en el campo, no regrese en busca de su manto. ¡Ay de
las que estén encinta y criando en aquellos días! Orad para que vuestra huida
no suceda en invierno ni en día sábado."
Marcos 13,14-18
"Pero cuando
veáis la abominación de la desolación erigida donde no debe (el que lea que lo
entienda), entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes: el que esté
en el terrado, no baje ni entre a recoger algo de su casa, y el que esté por el
campo, no regrese en busca de su manto. ¡Ay de las que estén encinta y criando
en aquellos días! Orad para que no suceda en invierno."
Lucas 21,20-24
"Cuando veáis
a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación.
Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio
de la ciudad, que se alejen: y los que estén en los campos que no entren en
ella: porque estos son días de castigo, y se cumplirá todo cuanto está escrito.
¡Ay de las que estén encinta y criando en aquellos días! Habrá, en efecto una gran
calamidad sobre la tierra, y cólera contra este pueblo: y caerá a filo de
espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será
pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los
gentiles."
INTRODUCCIÓN
En esta segunda
parte de su discurso, el Señor se refiere a la destrucción de Jerusalén,
anunciada ya por el profeta Daniel: "Surgirán fuerzas armadas, profanarán
el santuario-ciudadela, abolirán el sacrificio perpetuo y pondrán la
abominación de la desolación." (Dan.11,31; Cfr, Dan. 9, 27; 12,11)
"La
abominación de la desolación" se refiere a la profanación de Jerusalén y
sobre todo de su Templo, que cometieron los ejércitos romanos durante la
conquista de la Ciudad Santa.
"Huir a los
montes", "no bajar de los terrados a la casa para recoger las
cosas" - notemos que a los terrados o tenazas de las casas de Palestina se
subía por una escalera exterior sin necesidad de entrar en el interior de la
misma casa; "los que estén en el campo que no vuelvan a la ciudad": Todas
estas frases del Señor no son sino una manera concreta de indicar la rapidez
con que los ejércitos romanos conquistarían Palestina y se presentarían ante
las mismas puertas de Jerusalén. No habría tiempo que perder.
Los ejércitos
romanos estarían en seguida en la misma Ciudad Santa y la destruirían. La única
manera de poder salvarse era huir con la mayor rapidez posible en cuanto se
supiese que se acercaban las fuerzas enemigas.
Eusebio (265-340),
obispo de Cesarea, fundador de la historiografía eclesiástica, escribió su
famosa obra "Historia Eclesiástica" y en ella nos nana que San
Simeón, obispo de Jerusalén, sucesor de Santiago el Menor, huyó de la ciudad
con la comunidad cristiana al otro lado del Jordán, y así consiguieron salvarse
de la aniquilación que llevaron a cabo los ejércitos romanos.
La lamentación que
hace el Señor acerca de las mujeres que están encinta hay que interpretarla
como una exhortación apremiante a que todos, sin excepción, enfermos,
inválidos, mujeres encinta, huyan inmediatamente para no perecer. En invierno
se hacía más difícil la huida por las lluvias y el frío; así mismo los sábados
estaba prohibido caminar más de dos millas y llevar cargas pesadas. De todas
maneras, fuera invierno o sábado, todos debían huir.
San Lucas es el que
nos hace una descripción más detallada de lo que sería la conquista de los
romanos. Según el historiador Flavio Josefo (37100), en su historia de la
guerra judía (VI 9,2-3), nos dice que perecieron durante el sitio y conquista
de Jerusalén un millón mil hombres; y otros muchos fueron llevados cautivos.
Jerusalén fue verdaderamente asolada y el pueblo judío desapareció como
nación.
"Hasta que se
cumpla el tiempo de los gentiles." El Señor quiere indicarnos que el
tiempo del pueblo escogido, del pueblo de Israel, ha concluido; ahora será el
tiempo de todos los pueblos gentiles que serán llamados a formar el nuevo
pueblo de Dios. Pareciera, sin embargo, como si el Señor hablase de un nuevo
resurgir del pueblo de Israel al final de los tiempos, una vez que el evangelio
se hubiera predicado a todos los pueblos. Pero este resurgir supone la
conversión del pueblo judío antes de la segunda venida de Cristo. (Cfr. medit.
206 donde hemos considerado este tema)
MEDITACIÓN
La tragedia que sufrió
el pueblo judío ha sido una de las tragedias más grandes que ha podido sufrir
un pueblo en toda la historia. Y se nos habla de esta tragedia como un castigo
de Dios y de su cólera contra este pueblo.
Tenemos que
entender correctamente estas palabras del Señor, que nos trasmite Lucas. No es
que Dios quisiera de una manera positiva que los ejércitos romanos cometiesen
toda clase de crímenes contra el pueblo judío, pecado gravísimo de violencia
contra las vidas humanas. Dios nunca puede querer que se cometan pecados.
Pero Dios sí
permite que sucedan esas tragedias que son fruto de la libertad del hombre,
libertad muchas veces asentada en la violencia y en el odio. Y esa permisión de
Dios es la que hay que considerar como un castigo, como una manifestación de su
santa cólera por los pecados de los hombres.
El pueblo judío
había cometido el pecado más grande, el de rechazar a su Hijo, Mesías y
Redentor de la humanidad. Si Dios permite ahora su destrucción, hay que
considerar esa permisión como un castigo de Dios a un pueblo deicida.
Pero esa voluntad
permisiva de Dios iba también encaminada a que tal catástrofe hiciese
reflexionar a los judíos sobre su gran pecado y pudiesen llegar al
arrepentimiento y a la conversión.
Todos los castigos
que Dios inflige mientras vivimos en esta tierra tienen siempre una finalidad
de misericordia, a través de ellos Dios quiere el arrepentimiento y la
conversión de los que sufren el castigo.
Y esta enseñanza
del Señor tiene aplicación concreta a todas las grandes guerras y tragedias humanas
que nos nana la historia.
Este siglo ha presenciado dos guerras
mundiales con millones de seres humanos sacrificados en aras del odio y de la
venganza.
Repetimos que Dios
no ha querido con voluntad positiva que esas tragedias humanas sucediesen. Si las
ha permitido ha sido también como castigo a los hombres por sus muchos pecados
y con el deseo de que el hombre reflexione y caiga en la cuenta a dónde pueden
llevar sus graves pecados. Todas esas guerras y revoluciones sangrientas por
las que ha pasado la humanidad, son todas ellas fruto de los pecados de los hombres.
La actitud del
hombre ante esas grandes tragedias no debe ser nunca de rebeldía contra Dios,
sino todo lo contrario: Deben llevarlo a una profunda reflexión sobre sus
pecados, a reconocer la maldad del pecado por los frutos que produce, y
consiguientemente llegar a un arrepentimiento sincero y a una conversión
definitiva de su vida.
...
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
Volver al índice de la serie AQUÍ
Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario