213. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Parábola de las diez vírgenes


 

P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


IX. JESÚS SUBE A JERUSALÉN PARA LA FIESTA DE LA PASCUA

DESDE LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN HASTA LA ÚLTIMA CENA 

(Fines de Marzo - Primeros de Abril, año 30)


SERMÓN ESCATOLÓGICO

213.- PARÁBOLA DE LAS DIEZ VÍRGENES

TEXTOS

Mateo 25,1-13

"Entonces el Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio. Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes. Las necias en efecto, al tomar sus lámpa­ras, no se proveyeron de aceite; las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas. Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron. Mas a media noche se oyó un grito: ‘¡Ya está aquí el novio!' ‘¡Salid a su encuentro!' Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: 'Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apa­gan'. Pero las prudentes replicaron: "No, no sea que no alcance para no­sotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis.' Mientras fueron a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo: 'Señor, ábrenos'. Pero él res­pondió: 'En verdad os digo que no os conozco.' Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora."


INTRODUCCIÓN

Todo el capítulo 25 de San Mateo tiene relación muy especial con el dis­curso escatológico que el Señor acababa de pronunciar. Aquel discurso terminaba con una exhortación a la vigilancia, a estar preparados para la llegada de ese Día de la venida del Hijo del hombre.

San Mateo pone a continuación de ese discurso tres parábolas, la de las diez vírgenes, la de los talentos y la del juicio final, con la misma inten­ción de insistir en la necesidad de estar preparados para la Parusía del Señor.

No podemos saber con certeza si el Señor pronunció estas tres parábolas en esta ocasión, o fueron dichas en diversas oportunidades. Conocemos la costumbre de Mateo de reunir varias enseñanzas del Señor en una uni­dad, aunque fuesen pronunciadas en distintos tiempos y lugares. De he­cho, la parábola de los talentos la trae Lucas en otro contexto. Al expli­car la parábola de las minas en San Lucas meditamos también la parábo­la de los talentos. (Cfr. Medit. 190)

Meditaremos ahora la parábola de las diez vírgenes, y en la siguiente me­ditación la enseñanza sobre el Juicio final.

La parábola de las diez vírgenes está tomada de la vida real de Palestina, tal como entonces se celebraban allí las bodas.

El novio, acompañado de un grupo de sus mejores amigos, acudía a la casa de la novia, después de la puesta de sol. Mientras tanto, la novia, acompañada también de sus mejores amigas que constituían como sus damas de honor, esperaba al novio. Con frecuencia la llegada del novio se retrasaba. Una vez llegado el novio, era saludado y aclamado por la novia y sus damas; la novia, especialmente engalanada, subía a una litera y era transportada a la casa del novio entre los cantos de júbilo del séqui­to que la acompañaba y que participaría en el banquete de boda. Llega­dos a la casa del novio se celebraba la boda y se tenía el banquete nup­cial. Por ser ya de noche, el cortejo se iluminaba con las lámparas de aceite que cada uno llevaba en su mano.

En la parábola se nos nana que algunas amigas de la novia no fueron Previsoras y que, por no haber llevado suficiente aceite, sus lámparas se extinguieron. Y cuando, a media noche, se oye el grito de júbilo de la llegada del novio, se encuentran que no pueden salir a recibirle, ni des­pués acompañar al séquito en el camino de vuelta a la casa del novio. Pi­den ayuda a las otras amigas de la novia que tienen suficiente aceite; pero éstas les responden que no pueden darles de su aceite, porque en­tonces faltaría para ellas también. Que vayan a comprarlo. Siendo ya me­dia noche resultaba muy difícil que alguien pudiera venderles o prestar­les el aceite que necesitaban. Por fin lo consiguen, pero cuando llegan a la casa del novio, la puerta está cenada y ya ha comenzado la fiesta. El novio no permite que entren.

Todo el sentido de la parábola lo encontramos en las palabras finales de Cristo: "Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora."


MEDITACIÓN

1) La llegada del novio

Recordemos la parábola de las bodas del hijo del rey, donde aparece cla­ro que ese hijo es el mismo Cristo que viene a desposarse con la humani­dad, y a cuya boda están invitados todos los que le acepten como Mesías y Salvador; el banquete simboliza la fiesta eterna de la salvación y de la felicidad y gloria en el cielo. (Cfr. Medit. 161)

El Señor también se compara al "esposo", cuando responde a los fari­seos que reprendían a sus discípulos porque no ayunaban como ellos. El Señor les dice: "¿Pueden acaso los invitados a las bodas estar tristes mientras el novio está con ellos?" (Mt 9, 15) (Cfr. Medit.25)

Es claro que el novio de la parábola de las diez vírgenes se refiere al mismo Cristo. Y su tardanza en llegar - llega a media noche- simboliza la demora que habrá todavía en su Parusía o segunda venida a la tierra como Hijo del hombre que ha de juzgar a vivos y a muertos. El Señor hace alusión a todo lo que ha acabado de explicar en su discurso escatológico sobre su llegada al final de los tiempos. Nadie puede dudar de que llegará ese Día, pero nadie sabe tampoco cuándo será su llegada. Lo único importante es que hay que estar preparados, en vigilia constan­te, para recibir a Cristo en ese Día. Y la transcendencia de esta espera vi­gilante la explica el Señor con la parábola de las diez vírgenes.

2) La espera vigilante

En la parábola se nos habla de las vírgenes prudentes que sí estaban en espera vigilante, porque tenían sus lámparas encendidas y un acopio sufi­ciente, de aceite para alimentar su luz. La actitud de estas vírgenes es un símbolo de cómo hay que esperar la llegada de Cristo.

La Tradición y los Santos Padres han visto simbolizada en la lámpara en­cendida la luz de la fe, y en el aceite el ungüento de la caridad o el un­güento de la gracia santificante con el que quedamos ungidos en el día de nuestro bautismo.

En el ritual del Bautismo, la Iglesia nos habla también del simbolismo de la lámpara encendida. A cada bautizado le dice la Iglesia: "Has sido transformado en luz de Cristo. Camina siempre como hijo de la luz, a fin de que perseveres en la fe y puedas salir al encuentro del Señor, cuando venga con todos los Santos en la gloria celeste." (Ritual de Iniciación Cristiana de adultos. Comisión Episcopal Española de la Liturgia, 1976)

San Agustín exhortaba así a sus fieles:

"Hoy estamos atribulados y la llama de nuestra lámpara vacila, azotada por el cierzo de este mundo, por las tentaciones. Sin embargo, hagamos que arda cada día más ardiente y más fuerte, y que el viento de la tenta­ción avive el fuego en lugar de apagarlo...

Vela con el corazón, vela con la fe, con la caridad, con las obras; prepa­ra las lámparas, cuida que no se apaguen, aliméntalas con el aceite inte­rior de una recta conciencia; permanece unido al Esposo por el amor, para que El te introduzca a la sala del banquete, donde tu lámpara nunca se extinguirá." (Sermón 93)

Las vírgenes sensatas simbolizan, pues, a todas aquellas almas que aguardan la venida del Señor con un corazón lleno de fe, y alimentan esa fe con la vida de gracia, la caridad, las buenas obras. Las vírgenes necias representan a todos aquellos que dejaron extinguir la luz de su fe, por no haberla alimentado con su vida de fidelidad al Señor en el cum­plimiento de sus mandamientos. Las vírgenes prudentes serán recibidas en el banquete eterno de la gloria celestial, mientras que las vírgenes ne­cias serán excluidas del banquete.

3) La negación a compartir el aceite

Podría parecer una actitud egoísta la de las vírgenes prudentes, al no querer prestar su aceite a las vírgenes necias. Hay que aclarar el sentido de esta negativa que dan las vírgenes prudentes.

No hay que considerar el aceite en su sentido meramente material. Hay que considerar el aceite en todo lo que tiene de simbólico.

La vida de fe, la vida de gracia, la vida de caridad y los méritos propios que posea cada alma, son intransferibles. Nadie puede salvarse apoyado en la fe o en la caridad del otro; o es él mismo el que lleva en su alma esta fe y esta caridad y está revestido de la gracia santificante, o de lo contrario, no podrá salvarse ni en virtud de los mismos méritos de Cristo. La fe, la caridad, la gracia santificante no son objetos prestables; cada cual los tiene que adquirir por sí mismo. Y no los puede prestar a nadie.

Recordemos la frase de San Agustín que ya citamos en otra meditación: "Quien te creó a ti sin ti, no puede salvarte a ti sin ti."

Lo que quiere decir es que la salvación depende de cada uno.

Dios le dará las gracias necesarias y abundantes para que pueda salvar­se, pero si él, libremente, no corresponde a esas gracias de Dios, se verá excluido de la salvación.

Los hombres podemos con nuestras oraciones, nuestro buen ejemplo, nuestros consejos, ayudar a otros para que se muevan a la conversión; pero quien rechace interiormente la gracia de Dios, nadie puede hacer que se salve. Nadie se salva si no quiere él mismo salvarse y cumple con las exigencias para conseguir esa salvación. Cada uno es responsable de su salvación. Es ésta una verdad de nuestra fe que debería hacernos re­flexionar a todos. Dios ha hecho lo más que podía hacer para ofrecernos la salvación: Envió a su Hijo Unigénito para que muriese en la cruz para nuestra redención; pero si no aceptamos la redención de Cristo, repeti­mos, ni los mismos méritos de su pasión y de su muerte podrán salvarnos.


...


Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


Volver al índice de la serie AQUÍ


Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.







No hay comentarios: