P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
IX. JESÚS SUBE A JERUSALÉN PARA LA FIESTA DE LA PASCUA
DESDE LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN HASTA LA ÚLTIMA CENA
(Fines de Marzo - Primeros de Abril, año 30)
SERMÓN ESCATOLÓGICO - INTRODUCCIÓN
208.- EL COMIENZO DE LOS DOLORES
TEXTOS
Mateo 24,1-14
Salió Jesús del
Templo y, cuando se iba, se le acercaron sus discípulos para mostrarle las
construcciones del Templo. Pero él les dijo: "¿Veis todo esto?" Yo os
aseguro: No quedará aquí piedra sobre piedra que no sea destruida."
Estando luego sentado en el monte de los Olivos, se acercaron a él en privado
sus discípulos, y le dijeron: "Dinos cuándo sucederá eso, y cuál será la
señal de tu venida y del fin del mundo."
Jesús les
respondió: "Mirad que no os engañe nadie. Porque vendrán muchos usurpando
mi nombre y diciendo: 'Yo soy el Cristo', y engañarán a muchos. Oiréis también
hablar de guerras y de rumores de guerras. ¡Cuidado, no os alarméis! Porque
eso tiene que suceder, pero todavía no es el fin. Pues se levantará nación
contra nación y reino contra reino, y habrá en diversos lugares hambre y terremotos.
Pero todo esto será el comienzo de los dolores de alumbramiento. Entonces os
entregarán a la tortura y os matarán, y seréis odiados por todas las naciones
por causa de mi nombre. Muchos se escandalizarán entonces y se traicionarán y odiarán
mutuamente. Surgirán muchos falsos profetas, que engañarán a muchos. Y al
crecer cada vez más la iniquidad, la caridad de la mayoría se enfriará. Pero
el que persevere hasta el fin, ése se salvará. Se proclamará esta Buena Nueva
del Reino en el mundo entero, para dar testimonio a todas las naciones.
Entonces vendrá el fin."
Marcos 13,1-13
Al salir del
Templo, le dice uno de sus discípulos: "Maestro, mira qué piedras y qué
construcciones." Jesús le dijo: "¿Ves estas grandiosas
construcciones? No quedará piedra sobre piedra que no sea destruida."
Estando luego sentado en el monte de los Olivos, frente al Templo, le
preguntaron en privado Pedro, Santiago, Juan, Andrés: "Dinos cuándo
sucederá eso, y cuál será la señal de que todas estas cosas están para cumplirse."
Jesús empezó a
decirles: Mirad que no os engañe nadie. Vendrán muchos usurpando mi nombre y
diciendo: 'Yo soy', y engañarán a muchos. Cuando oigáis hablar de guerras y de
rumores de guerras, no os alarméis; porque eso es necesario que suceda, pero todavía
no es el fin. Pues se levantará nación contra nación y reino contra reino.
Habrá terremotos en diversos lugares, habrá hambre: esto será el comienzo de
los dolores del alumbramiento. Pero vosotros mirad por vosotros mismos; os
entregarán a los tribunales, seréis azotados en las sinagogas y compareceréis
ante gobernadores y reyes por mí, para que deis testimonio ante ellos. Y es
preciso que antes sea proclamada la Buena Nueva a todas las naciones. Y cuando
os lleven para entregaros, no os preocupéis de qué vais a hablar; sino hablad
lo que se os comunique en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que
hablaréis, sino el Espíritu Santo. Y entregará a la muerte hermano a hermana y
padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán.
Y seréis odiados de
todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, ése se
salvará."
Lucas 21, 5-19
Como dijeran
algunos, acerca del Templo, que estaba adornado de bellas prendas y ofrendas
votivas, él dijo: "Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra
sobre piedra que no sea destruida." Le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo
sucederá esto? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están por
venir?"
El les dijo:
"Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y
diciendo: 'Yo soy' y 'el tiempo está cerca'. No les sigáis. Cuando oigáis
hablar de guerras y revoluciones, no os atenéis; por que es necesario de que
sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato." Entonces les
dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá
grandes terremotos, peste, hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas y
grandes señales del cielo.
Pero, antes de
todo esto, os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y
cárceles y llevándoos ante reyes, gobernadores por mi nombre: esto os sucederá
para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la
defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán
resistir ni contradecir vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos,
parientes y amigos, y matarán a alguno de vosotros, y seréis odiados de todos
por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con
vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas."
INTRODUCCIÓN
Acababa de
terminar el Señor su actividad apostólica el Martes Santo. Con sus discípulos
sale de Jerusalén camino de Betania. Probablemente al comenzar a subir el Monte
de los Olivos, los discípulos se vuelven para contemplar la magnificencia del Templo
y le hablan al Señor de su belleza y grandeza. Pero el Señor, una vez más, les
profetiza la ruina total del Templo de Jerusalén: "No quedará aquí piedra
sobre piedra que no sea derruida." El tono de la voz del Señor al pronunciar
estas palabras debió ser solemne, al mismo tiempo que muy triste. Como
manifestó en otras oportunidades, le dolía muy profundamente la destrucción
de Jerusalén y de su Templo. Los apóstoles quedaron impresionados ante esta
profecía del Señor. Ellos pensaron que esa catástrofe, la ruina del gran Templo
de Dios, iría acompañada de la venida triunfal de Cristo al final de los
tiempos; por eso le preguntan: "Dinos, ¿cuándo tendrá lugar todo esto? Y
¿cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo?"
El Señor toma un descanso
en la subida al Monte de los Olivos. Se sienta sobre alguna roca, rodeado de
sus discípulos, y pronuncia su famoso discurso llamado "escatológico".
"Escatológico" significa "lo que está más allá", en
concreto todo lo referente al final de los tiempos.
El Señor, en espíritu
profético, revela todo el porvenir de la historia humana hasta la consumación
de los siglos. En su discurso el Señor, no solamente habla de la destrucción
de Jerusalén y de su Templo, sino que comienza hablando de todo lo que sucederá
en el transcurso de la historia y de las grandes persecuciones a las que serán
sometidos sus discípulos hasta el día de su segunda venida. Después hablará sobre
la gran tribulación que sufrirá Jerusalén. Y teminará revelando las señales de
los últimos tiempos y la venida triunfal del Hijo del hombre.
En esta meditación
consideraremos solamente la primera parte del discurso del Señor que hemos
titulado "los comienzos de los dolores". El título se debe a las
palabras del Señor, que considera todas las calamidades y sufrimientos por los
que ha de pasar la humanidad como "el comienzo de los dolores del
parto". Es una imagen que utiliza el Señor para revelar las muchas
angustias que habrán de pasar los hombres antes de que llegue Cristo en su segunda
venida y establezca su Reino definitivo y escatalógico.
Queremos hacer
notar también que sólo Lucas nos habla de "señales en el cielo". El
Señor se refiere a catástrofes cósmicas inmediatamente antes de su venida como
Juez de vivos y muertos. Es un elemento apocalíptico que corresponde más bien a
la tercera parte del discurso del Señor, cuyo sentido meditaremos al explicar
la llegada del Hijo del hombre y los signos que la precederán.
MEDITACIÓN
1) Las vicisitudes en la historia de la humanidad
El Señor, en la primera
parte de su respuesta a la pregunta de los discípulos, no responde
directamente. Quiere primero quitar de sus mentes la idea de una inminencia del
fin de los tiempos, que coincidiría con la llegada definitiva del mismo Jesús
para establecer su Reino Mesiánico. La ruina de Jerusalén tampoco será una
señal de la proximidad de la segunda venida de Cristo.
La humanidad tiene
todavía que recorrer una larga historia. Los acontecimientos que se narran en
esta primera parte son hechos constantes en esa historia y que de ninguna
manera se pueden interpretar como señales del fin último. Guerra, revoluciones,
pestes, hambres, son hechos que predice Cristo y que en los veinte siglos que
llevamos de historia, desde que Cristo pronunció esta profecía, se han cumplido
cabalmente.
Queremos hacer
notar que estos acontecimientos son fruto de la libertad del hombre y de sus
pecados. Es por no aceptar a Cristo y sus enseñanzas que el hombre ha vivido y
seguirá viviendo provocando sobre la humanidad todas esas tragedias. No es que
sean producto de un fatalismo o de una voluntad positiva de Dios; es el hombre
quien, abusando de su libertad y movido por sus pasiones, engendra las
guerras, las revoluciones, y es causa también de todas las miserias, pobreza y hambre
de la gran mayoría de los humanos. Los mismos acontecimientos naturales como
son los terremotos, de que también habla el Señor, que escapan a la libertad
del hombre, serían menos trágicos en sus consecuencias, si hubiera una gran
solidaridad entre los hombres y una ayuda pronta y eficaz, desinteresada por
parte de todos los pueblos, a aquellos que son víctimas de estas desgracias.
Los hombres no
quieren caer en la cuenta de que si todos se esforzasen por cumplir la voluntad
de Dios, los mandamientos y consejos que Cristo nos reveló para nuestro bien y
felicidad, este mundo se convertiría muy pronto en un verdadero 'paraíso en la
tierra', aunque con las limitaciones propias de nuestra existencia en este
peregrinar hasta llegar a la Patria definitiva. Cada uno tiene la responsabilidad
de hacer todo lo posible para que disminuyan tantas tragedias humanas debidas
al pecado.
2) Las persecuciones a los discípulos de Cristo
El Señor anuncia
también, como otro hecho constante en la historia de su Iglesia, de su Reino en
esta tierra, las muchas y continuas persecuciones que sufrirán sus discípulos
a través de todos los tiempos, comenzando ya por la persecución y muerte de
los primeros apóstoles. Serán muchos los poderes que se opondrán a Cristo y a
su Iglesia y usarán de todos los medios posibles, llegando a la crueldad de la
tortura y de la muerte de sus discípulos, para aniquilar su Reino. Las persecuciones
de sus discípulos a lo largo de la historia ya habían sido anunciadas por él en
oportunidades anteriores, y también había consolado a sus apóstoles diciéndoles
que no se preocupasen de qué debían responder cuando compareciesen ante los
tribunales de sus enemigos. Que el Espíritu Santo estaría con ellos y pondría
en sus labios las respuestas convincentes para defender su fe y ser sus
testigos. (Cfr. Mt 10, 16-25, Medit.87). También entonces había manifestado lo
que ahora les declaraba, que a veces hasta dentro de la misma familia surgirían
las persecuciones, y que miembros de una familia traicionarían y delatarían a hermanos,
a hijos, a padres. Tal era el odio de que iban a ser objeto por seguirle a él,
a causa de su nombre. (Cfr. ibid.) Todas estas profecías de Cristo son en
realidad una descripción muy verdadera de todo el devenir histórico de la Iglesia,
desde las primeras persecuciones en la misma ciudad de Jerusalén y en el
Imperio Romano, hasta las persecuciones de nuestros días.
Pero el Señor no
abandona a los suyos. En medio de tantas persecuciones el Señor estará con
ellos y, por medio del Espíritu que les enviará, recibirán fortaleza
inquebrantable para ser testigos suyos en este mundo. El cristiano sabe que
nada sucede sin el conocimiento de Dios y nada cae fuera de su Providencia
amorosísima. Y sabe por revelación divina que "en todas las cosas interviene
Dios para bien de los que le aman." (Rom 8,28) Enorme consuelo para todos
aquellos que son víctimas del odio a Cristo y reciben la suprema gracia del
martirio por defender su fe.
3) Surgirán muchos falsos profetas
El Señor nos
revela otro acontecimiento de gran importancia. Serán muchos los que aparezcan
en el mundo proclamándose mesías y usurpando el mismo nombre de Cristo. De
estos falsos profetas está llena la historia humana. Y en la actualidad parece
como si hubiera crecido el número de los que se autoproclaman salvadores de la
humanidad y engañan a la gente y la conducen a verdaderas tragedias humanas,
hasta suicidios colectivos. Varios son los casos de tragedias así sucedidos en
nuestros últimos años.
El consejo del
Señor es apremiante: "No os dejéis engañar".
Y este consejo del
Señor tiene especial actualidad en nuestros días. Es indiscutible que la
obediencia al Papa en sus enseñanzas está pasando por una fuerte crisis; son
muchos los que se creen capaces de desafiar la autoridad del Magisterio de la Iglesia.
Todos éstos son falsos profetas que engañan y arrastran por un camino de
perdición a la gente, a muchos cristianos. Y fuera de la Iglesia nos
encontramos también con multitud de sectas nuevas y esotéricas que atraen a
muchos.
El Señor, en su gran
Providencia, ha marcado un camino seguro para no errar ni dejarse engañar. El
ha prometido una asistencia muy especial del Espíritu Santo a su Iglesia
verdadera, que actúa de manera infalible a través de los sucesores de los
apóstoles, el Colegio Episcopal con Pedro a la cabeza. Quien sea fiel a este
Magisterio de la Iglesia nunca podrá errar, nunca podrá ser engañado; siempre
seguirá a Cristo, luz del mundo, no conocerá las tinieblas y tendrá la luz de
la vida. (Cfr. Jn 8, 12)
4) La predicación del Evangelio a todos los
pueblos
Encontramos otra
predicción en las palabras del Señor: "Es preciso que antes sea proclamada
la Buena Nueva a todas las naciones." Esto prueba una vez más que no está
cerca el fin de los tiempos ni, consiguientemente, la segunda venida, pues
antes de que llegue esa hora el Evangelio, el Mensaje de Cristo, ha de ser
predicado a todas las naciones y pueblos de la tierra.
La Iglesia, a
través de los siglos, va cumpliendo con el mandato misional de Cristo: "Id
y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles todo lo que yo os he
mandado." (Mt 28, 19-20)
Hoy día la
predicación del Evangelio se ha extendido a los cinco continentes, pero a muchos
pueblos y tribus no ha llegado en plenitud el Mensaje de Cristo. La Iglesia
continúa en su afán misionero de hacer llegar el Mensaje de Salvación que nos
trajo Cristo hasta el rincón más apartado de la tierra y la tribu más primitiva
que pueda existir. Las palabras del Señor no quieren decir que todos hayan de
aceptar su mensaje; lo que indica es que todos tendrán la oportunidad de
conocerlo, escucharlo y aceptarlo. La aceptación del Evangelio dependerá de la
libre decisión del hombre, que puede corresponder al llamado de Cristo o
rechazarlo. La misión de la Iglesia es la de predicarlo al mundo entero; su
aceptación o rechazo es problema moral, muy personal, de cada hombre.
5) "La caridad de la mayoría se
enfriará."
Parecería más
lógico que al propagarse más y más el Evangelio entre todos los pueblos,
habría de crecer el fervor y la fidelidad en el seguimiento a Cristo. Sin
embargo, el Señor nos indica que al final de los tiempos "crecerá la
iniquidad cada vez más y la caridad de la mayoría se enfriará", trágica profecía
del Señor. Pero vemos que esta profecía se va cumpliendo. Es una realidad que
tiene su cumplimiento de manera muy especial en los grandes pueblos y naciones
que fueron los primeros llamados a la fe y se han considerado siempre como países
cristianos. Nos referimos a los países de Europa donde cada vez hay más gente
que ha perdido el verdadero sentido de la fe cristiana y su conducta y manera
de obrar están al margen del evangelio. La gran bonanza y el bienestar económico
de que disfrutan les ha llevado a poner en los bienes materiales, en los bienes
de aquí abajo, su corazón. Ha crecido su autosuficiencia y soberbia, y
prescinden de Dios y de sus leyes morales. Cualquiera se cree con autoridad
para hacerse legislador y determinar lo que es bueno y es malo, y consecuencia
de ello es el gran libertinaje moral que llega a aprobar las conductas más aberrantes.
Su único Dios se ha convertido en la riqueza, el placer, el poder, la
prepotencia y la total independencia de Dios. De ninguna manera queremos decir que
sea la totalidad de los habitantes que conforman esos países los que se han
apartado de Cristo y su evangelio, pero sí podemos afirmar, usando la palabra
que usa el mismo Señor, que "la mayoría" sí sigue esos caminos de
perdición. Por eso la Iglesia nos habla de una "Nueva
Evangelización", de "recristianizar" a todos esos países.
6) "El que persevere hasta el final, ése se
salvará."
El Señor concluye
toda esta primera parte de su discurso haciendo una exhortación a la
perseverancia en el buen camino, en el camino del evangelio.
Aun en medio de
todas las vicisitudes por las que ha de atravesar el mundo, aun en medio de
las muchas persecuciones, de los engaños de los falsos profetas, y del
abandono de la fe y de la caridad por parte de muchos, el cristiano verdadero
puede y debe perseverar.
El cristiano debe
mostrar siempre una gran confianza en el Señor, que continuamente le está
brindando sus gracias para que persevere. El Señor nunca faltará en su
fidelidad de concedernos todas las gracias que necesitamos para perseverar en
la fe y en la caridad, y así llegar a conseguir el premio de la vida eterna. Es
un gran consuelo para todo cristiano estar completamente cierto de esta
fidelidad y amor del Señor. Nadie como él desea nuestra propia salvación; por ella
murió en la cruz. Lo único que se requiere es que sepamos corresponder a tanto
amor del Señor y no dejemos estériles tantas gracias como derrama sobre
nosotros.
Esperanza cierta
de su salvación debe caracterizar la vida de todo cristiano; y al mismo tiempo
debe ser motivo constante para examinar su conciencia y considerar si está
respondiendo al llamado continuo que Cristo le hace para que persevere en el
bien. La exhortación de Cristo a la perseverancia es un llamado apremiante que
nos hace a todos los cristianos. Tengamos siempre los oídos abiertos para
escuchar la voz del Señor; que no nos cerremos a su llamado y a sus gracias.
¡Dichoso quien persevere hasta el final!
...
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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