208. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - El comienzo de los dolores

 



P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


IX. JESÚS SUBE A JERUSALÉN PARA LA FIESTA DE LA PASCUA

DESDE LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN HASTA LA ÚLTIMA CENA 

(Fines de Marzo - Primeros de Abril, año 30)


SERMÓN ESCATOLÓGICO - INTRODUCCIÓN

208.- EL COMIENZO DE LOS DOLORES

TEXTOS

Mateo 24,1-14

Salió Jesús del Templo y, cuando se iba, se le acercaron sus discípulos para mostrarle las construcciones del Templo. Pero él les dijo: "¿Veis todo esto?" Yo os aseguro: No quedará aquí piedra sobre piedra que no sea destruida." Estando luego sentado en el monte de los Olivos, se acer­caron a él en privado sus discípulos, y le dijeron: "Dinos cuándo sucede­rá eso, y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo."

Jesús les respondió: "Mirad que no os engañe nadie. Porque vendrán mu­chos usurpando mi nombre y diciendo: 'Yo soy el Cristo', y engañarán a muchos. Oiréis también hablar de guerras y de rumores de guerras. ¡Cui­dado, no os alarméis! Porque eso tiene que suceder, pero todavía no es el fin. Pues se levantará nación contra nación y reino contra reino, y habrá en diversos lugares hambre y terremotos. Pero todo esto será el comien­zo de los dolores de alumbramiento. Entonces os entregarán a la tortura y os matarán, y seréis odiados por todas las naciones por causa de mi nombre. Muchos se escandalizarán entonces y se traicionarán y odiarán mutuamente. Surgirán muchos falsos profetas, que engañarán a muchos. Y al crecer cada vez más la iniquidad, la caridad de la mayoría se enfria­rá. Pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará. Se proclamará esta Buena Nueva del Reino en el mundo entero, para dar testimonio a todas las naciones. Entonces vendrá el fin."

Marcos 13,1-13

Al salir del Templo, le dice uno de sus discípulos: "Maestro, mira qué piedras y qué construcciones." Jesús le dijo: "¿Ves estas grandiosas construcciones? No quedará piedra sobre piedra que no sea destruida." Estando luego sentado en el monte de los Olivos, frente al Templo, le preguntaron en privado Pedro, Santiago, Juan, Andrés: "Dinos cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de que todas estas cosas están para cumplirse."

Jesús empezó a decirles: Mirad que no os engañe nadie. Vendrán mu­chos usurpando mi nombre y diciendo: 'Yo soy', y engañarán a muchos. Cuando oigáis hablar de guerras y de rumores de guerras, no os alarméis; porque eso es necesario que suceda, pero todavía no es el fin. Pues se le­vantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá terremotos en diversos lugares, habrá hambre: esto será el comienzo de los dolores del alumbramiento. Pero vosotros mirad por vosotros mismos; os entregarán a los tribunales, seréis azotados en las sinagogas y compareceréis ante gobernadores y reyes por mí, para que deis testimonio ante ellos. Y es preciso que antes sea proclamada la Buena Nueva a todas las naciones. Y cuando os lleven para entregaros, no os preocupéis de qué vais a ha­blar; sino hablad lo que se os comunique en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu Santo. Y entregará a la muerte hermano a hermana y padre a hijo; se levantarán hijos contra pa­dres y los matarán.

Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, ése se salvará."

Lucas 21, 5-19

Como dijeran algunos, acerca del Templo, que estaba adornado de bellas prendas y ofrendas votivas, él dijo: "Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida." Le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo sucederá esto? Y ¿cuál será la señal de que todas es­tas cosas están por venir?"

El les dijo: "Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usur­pando mi nombre y diciendo: 'Yo soy' y 'el tiempo está cerca'. No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os atenéis; por que es necesario de que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato." Entonces les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste, hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas y grandes señales del cielo.

Pero, antes de todo esto, os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes, gobernadores por mi nombre: esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir vuestros adver­sarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a alguno de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas."


INTRODUCCIÓN

Acababa de terminar el Señor su actividad apostólica el Martes Santo. Con sus discípulos sale de Jerusalén camino de Betania. Probablemente al comenzar a subir el Monte de los Olivos, los discípulos se vuelven para contemplar la magnificencia del Templo y le hablan al Señor de su belleza y grandeza. Pero el Señor, una vez más, les profetiza la ruina to­tal del Templo de Jerusalén: "No quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derruida." El tono de la voz del Señor al pronunciar estas palabras debió ser solemne, al mismo tiempo que muy triste. Como manifestó en otras oportu­nida­des, le dolía muy profundamente la destrucción de Jeru­salén y de su Templo. Los apóstoles quedaron impresionados ante esta profecía del Señor. Ellos pensaron que esa catástrofe, la ruina del gran Templo de Dios, iría acompañada de la venida triunfal de Cristo al final de los tiempos; por eso le preguntan: "Dinos, ¿cuándo tendrá lugar todo esto? Y ¿cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo?"

El Señor toma un descanso en la subida al Monte de los Olivos. Se sienta sobre alguna roca, rodeado de sus discípulos, y pronuncia su famoso discurso llamado "escatológico". "Escatológico" significa "lo que está más allá", en concreto todo lo referente al final de los tiempos.

El Señor, en espíritu profético, revela todo el porvenir de la historia hu­mana hasta la consumación de los siglos. En su discurso el Señor, no so­lamente habla de la destrucción de Jerusalén y de su Templo, sino que comienza hablando de todo lo que sucederá en el transcurso de la histo­ria y de las grandes persecuciones a las que serán sometidos sus discípu­los hasta el día de su segunda venida. Después hablará sobre la gran tri­bulación que sufrirá Jerusalén. Y teminará revelando las señales de los últimos tiempos y la venida triunfal del Hijo del hombre.

En esta meditación consideraremos solamente la primera parte del dis­curso del Señor que hemos titulado "los comienzos de los dolores". El tí­tulo se debe a las palabras del Señor, que considera todas las calamida­des y sufrimientos por los que ha de pasar la humanidad como "el co­mienzo de los dolores del parto". Es una imagen que utiliza el Señor para revelar las muchas angustias que habrán de pasar los hombres antes de que llegue Cristo en su segunda venida y establezca su Reino definiti­vo y escatalógico.

Queremos hacer notar también que sólo Lucas nos habla de "señales en el cielo". El Señor se refiere a catástrofes cósmicas inmediatamente an­tes de su venida como Juez de vivos y muertos. Es un elemento apocalíptico que corresponde más bien a la tercera parte del discurso del Señor, cuyo sentido meditaremos al explicar la llegada del Hijo del hom­bre y los signos que la precederán.


MEDITACIÓN

1) Las vicisitudes en la historia de la humanidad

El Señor, en la primera parte de su respuesta a la pregunta de los discípu­los, no responde directamente. Quiere primero quitar de sus mentes la idea de una inminencia del fin de los tiempos, que coincidiría con la lle­gada definitiva del mismo Jesús para establecer su Reino Mesiánico. La ruina de Jerusalén tampoco será una señal de la proximidad de la segun­da venida de Cristo.

La humanidad tiene todavía que recorrer una larga historia. Los aconte­cimientos que se narran en esta primera parte son hechos constantes en esa historia y que de ninguna manera se pueden interpretar como señales del fin último. Guerra, revoluciones, pestes, hambres, son hechos que predice Cristo y que en los veinte siglos que llevamos de historia, desde que Cristo pronunció esta profecía, se han cumplido cabalmente.

Queremos hacer notar que estos acontecimientos son fruto de la libertad del hombre y de sus pecados. Es por no aceptar a Cristo y sus enseñanzas que el hombre ha vivido y seguirá viviendo provocando sobre la humani­dad todas esas tragedias. No es que sean producto de un fatalismo o de una voluntad positiva de Dios; es el hombre quien, abusando de su liber­tad y movido por sus pasiones, engendra las guerras, las revoluciones, y es causa también de todas las miserias, pobreza y hambre de la gran ma­yoría de los humanos. Los mismos acontecimientos naturales como son los terremotos, de que también habla el Señor, que escapan a la libertad del hombre, serían menos trágicos en sus consecuen­cias, si hubiera una gran solidaridad entre los hombres y una ayuda pronta y eficaz, desinte­resada por parte de todos los pueblos, a aquellos que son víctimas de es­tas desgracias.

Los hombres no quieren caer en la cuenta de que si todos se esforzasen por cumplir la voluntad de Dios, los mandamientos y consejos que Cristo nos reveló para nuestro bien y felicidad, este mundo se convertiría muy pronto en un verdadero 'paraíso en la tierra', aunque con las limitaciones propias de nuestra existencia en este peregrinar hasta llegar a la Patria definitiva. Cada uno tiene la responsabilidad de hacer todo lo posible para que disminuyan tantas tragedias humanas debidas al pecado.

2) Las persecuciones a los discípulos de Cristo

El Señor anuncia también, como otro hecho constante en la historia de su Iglesia, de su Reino en esta tierra, las muchas y continuas persecucio­nes que sufrirán sus discípulos a través de todos los tiempos, comenzan­do ya por la persecución y muerte de los primeros apóstoles. Serán mu­chos los poderes que se opon­drán a Cristo y a su Iglesia y usarán de to­dos los medios posibles, llegando a la crueldad de la tortura y de la muerte de sus discípulos, para aniquilar su Reino. Las persecuciones de sus discípulos a lo largo de la historia ya habían sido anunciadas por él en oportunidades anteriores, y también había consolado a sus apóstoles diciéndoles que no se preocupasen de qué debían responder cuando com­pareciesen ante los tribunales de sus enemigos. Que el Espíritu Santo es­taría con ellos y pondría en sus labios las respuestas convincentes para defender su fe y ser sus testigos. (Cfr. Mt 10, 16-25, Medit.87). También entonces había manifestado lo que ahora les declaraba, que a veces hasta dentro de la misma familia surgirían las persecuciones, y que miembros de una familia traicionarían y delatarían a hermanos, a hijos, a padres. Tal era el odio de que iban a ser objeto por seguirle a él, a causa de su nombre. (Cfr. ibid.) Todas estas profecías de Cristo son en realidad una descripción muy verdadera de todo el devenir histórico de la Iglesia, des­de las primeras persecuciones en la misma ciudad de Jerusalén y en el Imperio Romano, hasta las persecuciones de nuestros días.

Pero el Señor no abandona a los suyos. En medio de tantas persecucio­nes el Señor estará con ellos y, por medio del Espíritu que les enviará, recibirán fortaleza inquebrantable para ser testigos suyos en este mundo. El cristiano sabe que nada sucede sin el conocimiento de Dios y nada cae fuera de su Providencia amorosísima. Y sabe por revelación divina que "en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman." (Rom 8,28) Enorme consuelo para todos aquellos que son víctimas del odio a Cristo y reciben la suprema gracia del martirio por defender su fe.

3) Surgirán muchos falsos profetas

El Señor nos revela otro acontecimiento de gran importancia. Serán mu­chos los que aparezcan en el mundo proclamándose mesías y usurpando el mismo nombre de Cristo. De estos falsos profetas está llena la historia humana. Y en la actualidad parece como si hubiera crecido el número de los que se autoproclaman salvadores de la humanidad y engañan a la gente y la conducen a verdaderas tragedias humanas, hasta suicidios co­lectivos. Varios son los casos de tragedias así sucedidos en nuestros últi­mos años.

El consejo del Señor es apremiante: "No os dejéis engañar".

Y este consejo del Señor tiene especial actualidad en nuestros días. Es indiscutible que la obediencia al Papa en sus enseñanzas está pasando por una fuerte crisis; son muchos los que se creen capaces de desafiar la autoridad del Magisterio de la Iglesia. Todos éstos son falsos profetas que engañan y arrastran por un camino de perdición a la gente, a muchos cristianos. Y fuera de la Iglesia nos encontramos también con multitud de sectas nuevas y esotéricas que atraen a muchos.

El Señor, en su gran Providencia, ha marcado un camino seguro para no errar ni dejarse engañar. El ha prometido una asistencia muy especial del Espíritu Santo a su Iglesia verdadera, que actúa de manera infalible a tra­vés de los sucesores de los apóstoles, el Colegio Episcopal con Pedro a la cabeza. Quien sea fiel a este Magisterio de la Iglesia nunca podrá errar, nunca podrá ser engañado; siempre seguirá a Cristo, luz del mun­do, no conocerá las tinieblas y tendrá la luz de la vida. (Cfr. Jn 8, 12)

4) La predicación del Evangelio a todos los pueblos

Encontramos otra predicción en las palabras del Señor: "Es preciso que antes sea proclamada la Buena Nueva a todas las naciones." Esto prueba una vez más que no está cerca el fin de los tiempos ni, consiguientemen­te, la segunda venida, pues antes de que llegue esa hora el Evangelio, el Mensaje de Cristo, ha de ser predicado a todas las naciones y pueblos de la tierra.

La Iglesia, a través de los siglos, va cumpliendo con el mandato misional de Cristo: "Id y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles todo lo que yo os he mandado." (Mt 28, 19-20)

Hoy día la predicación del Evangelio se ha extendido a los cinco conti­nentes, pero a muchos pueblos y tribus no ha llegado en plenitud el Men­saje de Cristo. La Iglesia continúa en su afán misionero de hacer llegar el Mensaje de Salvación que nos trajo Cristo hasta el rincón más apartado de la tierra y la tribu más primitiva que pueda existir. Las palabras del Señor no quieren decir que todos hayan de aceptar su mensaje; lo que in­dica es que todos tendrán la oportunidad de conocerlo, escucharlo y aceptarlo. La aceptación del Evangelio dependerá de la libre decisión del hombre, que puede corresponder al llamado de Cristo o rechazarlo. La misión de la Iglesia es la de predicarlo al mundo entero; su aceptación o rechazo es problema moral, muy personal, de cada hombre.

5) "La caridad de la mayoría se enfriará."

Parecería más lógico que al propagarse más y más el Evangelio entre to­dos los pueblos, habría de crecer el fervor y la fidelidad en el seguimien­to a Cristo. Sin embargo, el Señor nos indica que al final de los tiempos "crecerá la iniquidad cada vez más y la caridad de la mayoría se enfria­rá", trágica profecía del Señor. Pero vemos que esta profecía se va cum­pliendo. Es una realidad que tiene su cumplimiento de manera muy espe­cial en los grandes pueblos y naciones que fueron los primeros llamados a la fe y se han considerado siempre como países cristianos. Nos referi­mos a los países de Europa donde cada vez hay más gente que ha perdi­do el verdadero sentido de la fe cristiana y su conducta y manera de obrar están al margen del evangelio. La gran bonanza y el bienestar eco­nómico de que disfrutan les ha llevado a poner en los bienes materiales, en los bienes de aquí abajo, su corazón. Ha crecido su autosuficiencia y soberbia, y prescinden de Dios y de sus leyes morales. Cualquiera se cree con autoridad para hacerse legislador y determinar lo que es bueno y es malo, y consecuencia de ello es el gran libertinaje moral que llega a aprobar las conductas más aberrantes. Su único Dios se ha convertido en la riqueza, el placer, el poder, la prepotencia y la total independencia de Dios. De ninguna manera queremos decir que sea la totalidad de los ha­bitantes que conforman esos países los que se han apartado de Cristo y su evangelio, pero sí podemos afirmar, usando la palabra que usa el mis­mo Señor, que "la mayoría" sí sigue esos caminos de perdición. Por eso la Iglesia nos habla de una "Nueva Evangelización", de "recristianizar" a todos esos países.

6) "El que persevere hasta el final, ése se salvará."

El Señor concluye toda esta primera parte de su discurso haciendo una exhortación a la perseverancia en el buen camino, en el camino del evan­gelio.

Aun en medio de todas las vicisitudes por las que ha de atravesar el mun­do, aun en medio de las muchas persecuciones, de los engaños de los fal­sos profetas, y del abandono de la fe y de la caridad por parte de muchos, el cristiano verdadero puede y debe perseverar.

El cristiano debe mostrar siempre una gran confianza en el Señor, que continuamente le está brindando sus gracias para que persevere. El Señor nunca faltará en su fidelidad de concedernos todas las gracias que nece­sitamos para perseverar en la fe y en la caridad, y así llegar a conseguir el premio de la vida eterna. Es un gran consuelo para todo cristiano estar completamente cierto de esta fidelidad y amor del Señor. Nadie como él desea nuestra propia salvación; por ella murió en la cruz. Lo único que se requiere es que sepamos corresponder a tanto amor del Señor y no de­jemos estériles tantas gracias como derrama sobre nosotros.

Esperanza cierta de su salvación debe caracterizar la vida de todo cristia­no; y al mismo tiempo debe ser motivo constante para examinar su con­ciencia y considerar si está respondiendo al llamado continuo que Cristo le hace para que persevere en el bien. La exhortación de Cristo a la per­severancia es un llamado apremiante que nos hace a todos los cristianos. Tengamos siempre los oídos abiertos para escuchar la voz del Señor; que no nos cerremos a su llamado y a sus gracias. ¡Dichoso quien persevere hasta el final!


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Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.





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